Poner tildes, ¿para qué?

Ortografía

Daniela Agudelo Berrío
Aprendiz de Comunicaciones
Prensa Escuela EL COLOMBIANO

En Prensa Escuela EL COLOMBIANO, como programa de apoyo a la educación que promueve la lectura y la escritura con criterio, reconocemos la importancia de la buena ortografía, por eso a partir de ahora encontrarás cada semana en nuestro blog consejos que te ayudarán a reconocerla, disfrutarla y ponerla en práctica.

Juan David Villa, estudiante de Comunicación Social Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana, tallerista en años anteriores de Prensa Escuela y actual guía del programa de visitantes “Conozcamos EL COLOMBIANO”, es quien comparte con nosotros estas recomendaciones que esperamos  te sirvan todos los días.

Por: Juan David Villa

En el español saber tildar es muy importante, poner la tilde donde no es, o no ponerla, puede cambiar el sentido de la idea que queremos comunicar.

Ejemplo 1

- Él publicó muchas novelas

La tilde en la “o” indica que en la frase se hace referencia al verbo en pasado, es decir que una persona ha escrito y publicado muchas novelas.

- Él público muchas novelas

Esta frase no tiene sentido. Al marcar el acento y ubicar la tilde en la “u” hacemos referencia al sustantivo público, ya no estamos usando el verbo publicar.

Ejemplo 2

- Voy a comprar una sábana
- Voy a comprar una sabana

En este caso la tilde cambia completamente el significado de las palabras. Sábana con tilde, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es cada una de las dos piezas de lienzo, algodón, u otro tejido, de tamaño suficiente para cubrir la cama y colocar el cuerpo entre ambas”. Por su parte sabana sin tilde, según este mismo diccionario, hace referencia a la “llanura, en especial si es muy dilatada, sin vegetación arbórea”.

La tilde, tal y como lo demuestran los ejemplos, cambia el significado de las frases, por tanto es importante aprender a tildar correctamente. Para empezar es necesario identificar los tipos de palabras con su respectiva acentuación.

Palabras agudas

Llevan el acento (la intensidad de la voz) en la última sílaba. Se les marca tilde si terminan en N, S o VOCAL

Ejemplos:
Con tilde: Perú, jamás sofá, menú, sillón, capitán, anís…
Excepciones a la regla: Raúl, baúl, raíz, maíz.
Sin tilde: amor, cantidad, papel, reloj, capaz, pared, estoy…

Palabras graves o llanas

Son las que llevan la intensidad de la voz en la penúltima sílaba. Se les marca la tilde si NO terminan en N, S o VOCAL (lo contrario de las agudas).

Ejemplos:
Con tilde: árbol, cárcel, ángel, difícil, túnel, azúcar, lápiz, césped, fácil, útil, carácter, débil…
Sin tilde: problema, adulto, martes, zapatos, Amazonas, piso…

Palabras esdrújulas

Llevan la intensidad de la voz en la antepenúltima sílaba. En este caso todas las palabras se acentúan con el acento ortográfico, es decir con la tilde. Siempre.

Ejemplos: América, Bélgica, Sudáfrica, música, miércoles, sílaba, máquina, gramática, económico, pájaro, séptimo, hígado, características, cáscara, cerámica, oxígeno, didáctico, válido…

Palabras sobreesdrújulas

Las palabras sobresdrújulas son las que llevan la intensidad de la voz en la sílaba anterior a la antepenúltima sílaba. Al igual que las esdrújulas, todas llevan tilde.

Ejemplos: cuéntamelo, devuélveselo, éticamente, fácilmente, explícaselo, rápidamente, juégatela, últimamente, véndemelo, repíteselo, frívolamente,  ágilmente, ábremelo, dígaselo…

Bibliografía y enlaces de interés :

Acento, Real Academia de la Lengua Española
Acento

La próxima semana continuaremos con el tema.

Anécdotas del Programa de Visitantes Conozcamos EL COLOMBIANO 2012

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El Programa de Visitantes Conozcamos EL COLOMBIANO es uno de los componentes de Prensa Escuela que ofrece visitas guiadas por las instalaciones del Periódico para conocer cómo se hace este. En 2012 contamos con la visita de 8.902 personas.

Estas visitas son guiadas por estudiantes universitarios de diferentes carreras.

Lee algunas anécdotas de los recorridos del 2012:

“A uno de los recorridos vino Jerónimo, un niño de seis años que está en Transición en un colegio con énfasis en inglés, por eso él siempre me decía miss. Cuando pasamos por la máquina Ferag (que tiene como función distribuir los periódicos en montoncitos de 100 o 200 ejemplares), me preguntó: ‘Miss, miss, miss, ¿mi papi me puede comprar esa máquina para que  cuente todas mis hojitas?’ ”.

Leidy Jakeline Correa Mazo
Guía del Programa de Visitantes Conozcamos EL COLOMBIANO
Estudiante de Comunicación Social y Periodismo
Corporación Universitaria Lasallista


“Un niño con discapacidad visual llegó a la visita. Al principio yo no sabía cómo acercarme a él… era un reto para mí lograr que con palabras y analogías el niño creara en su mente un mundo similar al que sus demás compañeros veían. Su curiosidad por tocar para poder sentir e imaginar era grande, hacía preguntas, estaba pendiente y agudizaba su oído, tanto así que con sólo tocar un montacarga y hacerle una pequeña descripción, inmediatamente reconocía el pip pib de su sonido avisando la reversa. Era muy bonito ver cómo la profesora y los compañeros colaboraban para que él creara ese mundo y lograra ver lo mismo que nosotros”.

Estefanía Alzate Arenas
Guía del Programa de Visitantes Conozcamos EL COLOMBIANO
Estudiante de Letras: Filología Hispánica
Universidad de Antioquia


“Una de las más bellas experiencias en este año fue guiar por las instalaciones del Periódico a un grupo de personas con deficiencia auditiva. Al principio sentí pánico, no obstante que la intérprete me tranquilizó diciéndome que podía hablar como siempre: en mi tono y a mi velocidad, pasé una vergüenza cuando estábamos en Redacción… les dije que se acercaran porque yo debía hablar en un volumen más bajo para no interrumpir el trabajo de los periodistas cuando Sandra, la intérprete, estaba a cinco centímetros de mí. Al final, fue una experiencia maravillosa porque jamás me había sentido tan escuchado”.

Juan David Villa Rodríguez
Guía del Programa de Visitantes Conozcamos EL COLOMBIANO
Estudiante de Comunicación Social-Periodismo
Universidad Pontificia Bolivariana

En adelante: quiero escuchar como los sordos

10.11.19

Por: Juan David Villa
Estudiante Comunicación Social-Periodismo UPB
Guía Programa de Visitantes Conozcamos EL COLOMBIANO

Así el sol salga y se esconda por los mismos dos aburridos lados, no todos los días son iguales: hay días, y no crean que voy a ponerle a este breve texto el tono de un poema de Barba Jacob, a los que Dios, la vida y el universo, de antemano ponen señitas.

Son los días en los que se cruza uno con seres extraordinarios o se le precipitan hechos rotundos que pasan una tijera por la línea curva de la vida, la cortan y ya nada vuelve a ser como antes.

Pues he tenido, la semana pasada, un día como esos. Era viernes por la tarde. Llovía y escampaba. A la sede de El Colombiano llegó el grupo para el recorrido guiado de rutina: ese es mi trabajo… acompañar grupos, desde niños curiosos hasta adultos mayores sorprendidos, por las instalaciones del periódico para mostrarles en hora y media cuánta gente, empeño e inteligencia son necesarios para que la edición diaria llegue mágica y puntual por debajo de la puerta o aparezca siempre colgada en la tienda del barrio bien temprano en la mañana, o se pueda consultar en Internet con avances constantes.

El grupo que llegó ese viernes de sol y agua era de estudiantes de fotografía. Todos sordos. Cuando me vio el gesto de sorpresa, que no era miedo, Andrea Mosquera, la intérprete, me dijo que tranquilo. Yo le pedí algunas recomendaciones generales, sobra decir que jamás me había comunicado con alguien que no pudiera escucharme y menos teniendo que acudir a un intérprete, y le solté algunas preguntas tontas.

Una de ellas: ¿hablo despacio? Digo tonta porque yo suponía que cada movimiento de su mano equivalía a una letra y que mientras yo pronunciaba una palabra en, digamos, dos segundos, ella necesitaría de por lo menos diez para construirla con sus dedos.

Yo siempre me había preguntado cómo esos intérpretes que aparecen en televisión en un pequeño recuadro podían traducir tan rápido al leguaje de señas lo que alguien decía a velocidad normal en el cuadro grande de la pantalla. En todo caso, al final me explicó Andrea que sus movimientos, de las manos y a veces del cuerpo, les iba formando ideas completas y no letras.

El nombre de una persona, y vaya si esto me sorprendió, no se forma con ese alfabeto de sordos que algunos venden en los buses, sino que a cada uno le corresponde un movimiento de acuerdo con una característica notable: a Juan Manuel Santos, presidente de la República, lo identifican, si no me falla la memoria, con el movimiento de un dedo, no recuerdo cuál, que recorre una ojera.

A Andrea, por los pequeños lunares sobre su pecho, ellos la nombran haciendo un movimiento de la mano sobre éste: como echándose sal.

Aunque Andrea me explicó sonriente, muchas veces, que podía hablar como siempre, a mi tono y velocidad natural, no pude evitar procurar una dicción exacta y fingida, mejor dicho, algo robótica.

Por la fuerza implacable del hábito, en plena Sala de Redacción, donde siempre es necesario decirle a los oyentes que se acerquen porque se debe hablar en voz baja, por esa fuerza gravitacional del hábito les dije que se acercaran lo más posible para que pudieran escucharme mejor…

¡Qué vergüenza! Sandra, sonriente y siempre a mi derecha, me dijo que si se acercan es posible que se confundan, que no alcancen a percibir con acierto sus señas, que podía yo hablar bajo porque, obvio, los únicos que me escuchaban era ella, que estaba a cinco centímetros de distancia, y un muchacho que estaba tomando fotografías, y quien dominaba también el lenguaje de señas).

Y, a propósito, era ese su interés: la fotografía. Los muchachos estudian fotografía, y algunos, como una chica de baja estatura y pelo rojo, son ya profesionales. Ella, trabajadora social.

Como su interés era la fotografía, muy amablemente Henry Agudelo, fotógrafo del periódico y ganador del Premio World Press Photo, les resumió el trabajo de los fotógrafos de El Colombiano y, ante el asombro de los muchachos y su absoluta atención, les mostró imágenes en la pantalla del computador.

Veinte minutos después, salieron de la Redacción agradecidos con Henry. Para ellos, gratitud es un movimiento de la mano derecha que, a nivel del pecho, se separa de la izquierda y se lleva al mentón –espero que no me traicione la memoria-.

Obedeciendo a otra de las recomendaciones de Andrea, intenté siempre mirar al grupo. Sin embargo, no pude dejar de sentir extraño el que ellos, en vez de mirarme a mí, miraran las manos de Sandra cuyos dedos movía raudos, a tono con un gesto exagerado de la cara, gesto sin el cual la comunicación sería, cuando menos, poco clara, cuando más, nula.

Pero también, debo confesarlo, jamás, jamás, había sentido que alguien prestara tanta atención a mis palabras que, claro, se iban a las manos de Sandra primero y entraban después por los ojos de ellos, siempre abiertos, siempre espabilados.

Su atención me lavó el alma. Tanta gente habla y tan poca escucha. No sé si el mundo siempre haya funcionado así, supongo que sí, pero hoy las dispersiones y los escasos momentos de calma han robado el derecho al silencio y la fuerza de la paciencia que escuchar requiere.

Pero bueno, prefiero no quejarme del mundo porque el mundo es y ya, es por encima de uno y de todos. Mas yo, con mi alma bien lavada, en adelante, por si acaso, abriré bien los ojos y limpiaré los oídos para escuchar tanto como escuchan los sordos. Así no me perderé de nada y me daré el lujo de sorprenderme.

Ellos, expresivos y alegres, se fueron cuando aún llovía. Me dijeron gracias: manos en posición de plegaria, luego la derecha hacia el mentón… Sandra me enseñó a decir “con gusto” en señas: mano derecha en el pecho y sutil movimiento de la cabeza. Yo, no obstante, llevé mi mano derecha, con torpeza como siempre, a mi mentón y después les estreché la mano.

Programa de visitantes Conozcamos EL COLOMBIANO

Grupo de Guías 2018 2020

Es posible conocer cómo se hace EL COLOMBIANO

Visite  la sede principal del Grupo Editorial, ubicada en Envigado, Antioquia, solicitando con anticipación un recorrido guiado.

El programa de visitantes Conozcamos EL COLOMBIANO existe hace más 30 años y sus objetivos son:

  • Establecer comunicación con diferentes públicos: niños, jóvenes, adultos y suscriptores.
  • Formar en torno al consumo y producción responsable de la información.
  • Identificar el trabajo colectivo del cual depende la producción y circulación diaria de un periódico.

Solicite su visita llamando al teléfono 331 52 52 – Ext. 93 06  y conozca de primera mano la magia de cómo se hacen todos los días las publicaciones de EL COLOMBIANO.

Nuestros guías

El grupo de guías del programa de visitantes está conformado por estudiantes universitarios, de diferentes carreras e instituciones, interesados en la lectura, la escritura y el periódico como recurso informativo y didáctico esencial para los ciudadanos.

Algunos guías han sido aprendices en el área de Redacción del periódico y en el Área de Comunicaciones y Relaciones Públicas de EL COLOMBIANO.

Actualmente,  hay un tercer grupo de nueve jóvenes universitarios quienes están recibiendo a los visitantes.

Visitas para niños entre 5 y 9 años de edad

Con la cartilla “Las noticias, ¡todo un cuento!”, uno de los productos de Prensa Escuela, que busca fomentar el uso del periódico en clase y en familia como recurso didáctico, se realiza un recorrido por las instalaciones de EL COLOMBIANO dirigido a niños entre los 5 y los 9 años de edad.

El centro del recorrido es un teatrino: un cuento en gran formato que permitirá a los pequeños, a partir de imágenes, sonidos y una experiencia fantástica por el mundo de los periódicos, saber qué es la prensa y por qué es importante.

La resistencia

Juan Carlos Ceballos Sepúlveda
Periodista 

Docente Facultad de Comunicación Social -Periodismo. Universidad Pontificia Bolivariana

A propósito de Tres artículos, dos géneros y una preocupación verdadera, escrito por Clara Tamayo el martes 2 de septiembre.

Usted se sube en un bus al medio día y escucha a un locutor de la radio conversando sobre “intimidades” con otras personas, eso sí, con un toque de picante para que el tema sea llamativo; llega a la casa y en la televisión están “las noticias del entretenimiento”, como para olvidar la cruda realidad nacional, luego entra en Internet a buscar sus amigos con quienes “habla” en el chat sobre cualquier asunto que no sea “aburrido” y en el celular recibe una que otra llamada, y su buzón se llena de datos de la bolsa, del estado del tiempo y hasta del horóscopo del día.

Ilustración Sttock tomada del portal web de El Colombiano

Ilustración Sttock. Tomada del portal web de El Colombiano

Ante el cúmulo de datos que recibe una persona en el trascurso del día, algunos estudiosos de la comunicación plantean una pregunta: ¿Para que le sirve al ser humano tener tanta información disponible?

En la prehistoria, la información fue fundamental porque posibilitó a ese ser primigenio aprender a sobrevivir y transmitir el conocimiento adquirido de generación en generación. Hoy, la información abunda.

Llega por todos los medios, los tradicionales y los que están incorporados en las tecnologías: los wikis, los twitters, la web 2.0, los podcasts, entre otros.

En ese afán por el “entretenimiento” la información perdió su valor. Es un producto que se vende en una foto, es el estereotipo de belleza representado en una figura delgada al extremo.

Es llevar el tema de la política al ámbito del chisme; en el medio regional y nacional son cada vez más los casos: “La campana”, ” La Cosa Política “, “El Código…” El bombardeo informativo es tan tenaz que uno se confunde, ¿qué hacer con tanto chisme, tanto rumor, tanta publicidad, tanto fútbol, tanto de tanto tan liviano?

Hace un siglo cuando surgían los medios tradicionales, la información se consideraba un bien público. Se decía que el ciudadano tenía derecho a acceder a ella para comprender lo que sucede en la sociedad y autogobernarse, para exigir a sus dirigentes una adecuada gestión y hacer oír sus voces.

Ahora, son pocos los medios comprometidos en difundir la información con responsabilidad. En la actualidad la información es un producto y su valor se determina según el “raiting” de sintonía.

Imagen prediseñada tomada de http://bio-est.blogspot.com/2013/01/m...

Imagen prediseñada tomada de http://bio-est.blogspot.com/2013/01/m…

¿Qué hacer ante este panorama?

1. Los medios de comunicación y los periodistas deben tener en cuenta que los llamados ‘públicos’, a quienes llegan con sus mensajes, son seres inteligentes y seleccionan los informes que les despierte un interés general y que les sirva para tomar sus propias decisiones. Por eso, escogen los medios que más les aporten a su formación como personas.

2. Los ciudadanos deben solicitar abiertamente a los medios de comunicación información de utilidad, es decir, informes completos y bien elaborados (buen periodismo) que les brinden herramientas para participar en la construcción de la sociedad, que les ayuden a comprender lo que sucede en su país, en su región, en la ciudad y en su barrio.

Los medios de comunicación son en cierta medida el punto de encuentro de los ciudadanos.

3. Los maestros deben llevar los medios de comunicación a la escuela. Hablar con sus estudiantes de las noticias que se publican, de la telenovela que vieron, del “reality show”, de la publicidad, y analizar con ellos qué les aporta a su formación como personas.

4. Una vez analizado esto, si tienen medios de comunicación escolar deben comprometerse por ofrecer información de utilidad, tanto para la comunidad educativa, como para el contexto social en donde tiene incidencia.

Así se benefician todos: directivas, profesores, estudiantes, padres de familia, líderes comunitarios, entre otros.

En definitiva, entre todos deberíamos generar una resistencia para rescatar el valor de la información como derecho. La información no puede ser vista como un producto que se consume y se vende.

Es un bien público y es un valor necesario para la consolidación de sociedades democráticas.

Y si estos sencillos planteamientos resultan difíciles, pues por lo menos intentemos otra resistencia: apagar la radio, apagar la televisión, apagar el computador, cerrar las páginas de los periódicos, si no encontramos información que nos ayude a ser mejores ciudadanos.