Ucrania: ¿Qué quieren Putin y la OTAN? ¿y los ucranianos qué?

Giovanny Cardona Montoya, febrero 20 de 2022.

 

Se ha vuelto moda Ucrania. O, mejor dicho, está de moda preocuparnos por Ucrania. Como lo estuvo Siria: qué ya no lo está, a pesar de que se sigue desangrando en una guerra cruel que tiene mil razones por las que no para. No ha sido moda Libia, país que se diluye en una guerra civil entre tribus. Ya ni cuenta nos damos de lo que pasa en esas guerras…y en otras. El rating se lo lleva Ucrania.

La siguiente reflexión no busca corregir lo que se dice cotidianamente sobre este conflicto. Más bien, me propongo enriquecer el marco de referencia para que la comprensión de los hechos se enfoque en un escenario más amplio y complejo que lo que se destila cotidianamente en los medios de comunicación y redes sociales.

Los medios de comunicación que nos informan en Occidente -seguramente los rusos están viendo otra perspectiva-, ponen el acento en el riesgo de que Putin invada a su vecino occidental -temor que no es infundado-; sin embargo, la situación es mucho más compleja. Esta crisis en la frontera ruso-ucraniana tiene muchas aristas y yo voy a poner el acento en tres de éstas:

1.) Los rusos nunca han conocido la democracia y sus élites promueven una idea de potencia que es muy atractiva para la población;

2.) La OTAN y Rusia siguen siendo rivales geopolíticos a pesar de que la guerra fría terminó hace más de 30 años;

3.) Rusia y Ucrania comparten una  larga historia común.

1.) Rusia apenas conoce lo que es la llamada “democracia liberal”. El imperio ruso sucumbió ante la fuerza de los bolcheviques de Lenin y éstos crearon un modelo político “democrático” -mis comillas no son simbólicas-, en el cual un solo partido gobernaría. Y así lo hizo por más de 70 años. Posteriormente, con la caída de la URSS en 1991, la infantil democracia rusa dio sus primeros pasos.

Sin embargo, desde 1999, con diferentes roles -interino, presidente, primer ministro- Vladimir Putin ha gobernado al país más grande del planeta. La oposición ha sido controlada con mano dura; pero, la verdad sea dicha, a muchos rusos les gusta su “nuevo zar”. Con la reforma constitucional, todo indica que el presidente Putin pretende permanecer en el poder varios lustros más.

Bajo esta realidad de un país que cuenta con una democracia formal pero no real, Putin ha reavivado en muchos de los habitantes del país la idea de la Gran Madre Rusia. El espíritu de que Rusia es una potencia renace o pervive en los corazones de muchos rusos, de ahí que frecuentemente los medios de comunicación dan cuenta de que en grandes grupos de la población se aprueba dicha perspectiva en la política exterior de su gobierno.

Entonces, con un discurso grandilocuente de potencia militar (nuclear para ser más exactos), la élite política rusa, con Putin a la cabeza, demarca las zonas de influencia, especialmente alrededor de sus extensas fronteras en Eurasia, el Pacífico, el mar Negro y el ártico. Con especial interés Moscú vigila territorios ex-soviéticos como Bielorrusia, Kazajistán, Ucrania y Georgia. Por diferentes razones trata de evitar que otras potencias (léase OTAN, principalmente) lleguen a controlar dichos países. Entonces, Putin le echa leña al fuego.

2. A pesar de que el país socialista se disolvió -la URSS- y que en Rusia emergió el capitalismo, la OTAN y este país se comportan como potencias antagónicas. La OTAN y el Pacto de Varsovia surgieron como instrumentos de “diplomacia de guerra” entre Occidente y el comunismo liderado por la Unión Soviética. Sin embargo, ya no hay comunismo en Europa del Este, el Pacto de Varsovia se disolvió, la URSS se desintegró y el capitalismo se expandió por toda Europa Oriental. Aún así, el tratado militar de la OTAN no desapareció; al contrario, se expandió, particularmente hacia el Este de Europa. Qué alguien diga que la OTAN pervive porque le preocupa la democracia, estaría siendo muy cándido.

Así que, la crisis de Ucrania, exacerbada por las últimas acciones de Rusia, es una fogata que se alimenta de muchos leños. Si algo le da fuerza a Putin para desarrollar su política de potencia militar es la expansión de la OTAN. La otrora Unión Soviética tenía a sus enemigos armados en Alemania y Turquía, hoy Rusia ve a su némesis en los países que antes eran sus aliados en el Tratado de Varsovia. En otras palabras, la expansió de la OTAN hacia el Este legitima entre sus electores la estrategia político-militar de Putin. La OTAN le echa leña al fuego.

OTAN vs PACTO DE VARSOVIA

 

 3. Es bien conocido que el origen del pueblo ruso se halla en Ucrania (la kievskaya rus -киевская русь-) a finales del siglo IX; y que ambos territorios (Ucrania y Rusia) son habitados por pueblos eslavos con afinidad lingüística, religiosa y folklórica, entre otros. Adicionalmente, esta afinidad (aunque Rusia es pluricultural en su interior y en Ucrania conviven ortodoxos y católicos) se complementa con la historia socio-económica y política que los unió por más de tres siglos.

Con el Tratado de Pereyáslav, el 18 de enero de 1654 Bogdán Jmelnitsky  -Богдан Хмельницький- selló la unión de Ucrania con el Zar de Rusia. Desde entonces, la mayor parte de lo que hoy conocemos como Ucrania hizo parte de un mismo imperio y luego Estado, hasta 1991. Así que, no es de poca relevancia el hecho que muchos ucranianos, mayores de 30 años, hayan nacido y vivido en un país cuyas fronteras se extendían hasta el Pacífico y no en las estrechas actuales:

rusia y ucrania

Nota al mapa: la parte Occidental de Ucrania, más católica y ucranianoparlante, fue parte de Polonia entre 1919 y 1939 como resultado de la guerra polaco-ucraniana de 1918-1919. Luego, en 1939, Stalin “reunió” a los ucranianos en la URSS, apoyado en el Tratado Ribentrop-Molotov y en un pacto secreto firmado con Hitler, y reconocido por la URSS en tiempos de Gorbachov.

Pero, más allá de las perspectivas geopolíticas, deseo preguntarme si estamos teniendo en cuenta suficientemente a los ucranianos en este ajedrez. No dudo que Ucrania como Estado soberano se merece toda la autonomía para firmar tratados y establecer alianzas. Sin embargo, en lenguaje geopolítico es claro que Rusia y la OTAN se juegan una partida en la que priman sus intereses militares y económicos y, en este caso, “Ucrania aparece en la mitad del sanduche”: Rusia habla de su zona de influencia y ve a la OTAN como su enemigo; la OTAN expande sus fronteras hacia el vecindario ruso, seduciendo con el atractivo de la economía de la Unión Europea y fundamentado en la idea del derecho soberano de las naciones para firmar tratados.

Pero, ¿qué piensan los ucranianos de todo esto? Poco sabemos.

Recordemos estos hechos:

La mayor parte de la población ucraniana habla 2 idiomas (ruso y ucraniano). En el censo de 2001, se señala que casi el 30% de los habitantes de Ucrania consideran el ruso como su lengua materna. Adicionalmente, en varias ciudades, incluida Kiev, el ruso se habla a la par o por encima del ucraniano.

Más de la mitad de la población nació en la URSS, no en el Estado soberano de Ucrania; entre los mayores hay grupos poblacionales importantes que reconocen una nostalgia por el otra enorme país que habitaban.

– Al oriente del país (Donbáss, una rica zona minera del carbón) se libra una guerra civil protagonizada por rebeldes pro-rusos y el gobierno ucraniano.

– Hace 9 años Kiev se bañó de sangre cuando el gobierno de Yanukovich titubeó para llegar a un acuerdo comercial con la Unión Europea (una zona de libre comercio en el marco de un Acuerdo de Asociación), mientras, al tiempo, intentaba negociar con la Unión Aduanera de Rusia, Bielorrusia y Kazajistán. Muchos ucranianos pro-occidentales consideraban que aquel era la cuota inicial para entrar a la UE.

La región de Crimea -de facto hoy controlada por Moscú-, más allá de su valor geopolítico y militar (la Flota del Mar Negro), es un territorio poblado en su mayoría por habitantes de raíces rusas (más del 70% consideran el ruso su lengua nativa). Dicho territorio fue reubicado dentro de la URSS por Nikita Krushov en la década de los 50s, convirtiéndola en parte constitutiva de la República Socialista Soviética de Ucrania. El entonces premier soviético -de origen ucraniano- no se imaginaba que medio siglo después este territorio sería objeto de disputa político-militar entre Rusia y Ucrania.

Los ucranianos aún no terminan de construir su identidad nacional. Si bien no tiene discusión el derecho y el interés de gran parte de la población por pertenecer a la Unión Europea, el debate de fondo es geopolítico: dos potencias se disputan el control territorial de la región y a Ucrania sólo le ofrecen carnadas (Unión Europea) o amenazas (invasión rusa).

Poco importa a rusos y a la OTAN -léase Estados Unidos-, el hecho de que Ucrania es un Estado joven, una democracia en construcción. Aunque claramente la mayoría de su población es ucraniana, en algunas zonas del país dichas mayorías no son tan notorias.Adicionalmente, las minorías más grandes -rusos, bielorrusos, moldavos-, se instalaron allí cuando Ucrania hacía parte del pluricultural imperio ruso o de la Unión Soviética; o sea, no existía el Estado soberano ucraniano.

Ucrania tiene 31 años, es joven; apenas está construyendo su identidad nacional pluricultural, para lo cual debe resolver temas domésticos fundamentales como el de la coexistencia de dos lenguas, varias étnias y, al menos dos religiones preponderantes. De manera especial, hay que reconocer la brecha intergeneracional entre los mayores, nacidos en la URSS, con una visión menos pro-occidental, y los jóvenes, nacidos en la soberana Ucrania. Adicionalmente, algunos retos de política interna ya fueron internacionalizados por Rusia: la confrontación en Donbass y la separación de facto de Crimea.

Por último, en el plano internacional, Ucrania necesita que se le permita ejercer con autonomía su política exterior, que se le respete la soberanía. Sin embargo, vive en un mundo bipolar (el naciente eje Rusia-China contra el eje OTAN) y en ese contexto debe tomar las decisiones en materia de política internacional. En otras palabras, OTAN y Rusia deberían respetar el naciente proceso de desarrollo nacional de Ucrania y reconocer los complejos intereses de los ucranianos, y estos últimos deben actuar con sabiduría ante las realidades geopolíticas que les rodean.

 

 

 

 

 

 

 

Chernobyl: una cicatriz que nos recuerda lo frágil que es la humanidad.

Reproduzco un texto que escribí hace 5 años, a propósito del aniversario de uno de los dos mayores accidentes nucleares de la historia.

Hace 35 años, en esta misma fecha, abril 26, me encontraba yo en Kiev. Todo parecía normal, el año académico estaba en su última etapa, comenzaba a florecer la ciudad y se acercaba el puente festivo del 1º de mayo. Lejos estábamos de imaginarnos que un riesgo mortal se incubaba a unos 100 kilómetros de la ciudad.

El accidente en el 4º reactor de la estación nuclear de Chernobyl pendía como espada de Damocles sobre la vida de millones de europeos de la otrora Unión Soviética y algunos de sus países vecinos. De hecho, nos enteramos de la catástrofe cuando el Kremlin tuvo el deber de dar respuesta a las inquietudes que desde Suecia se presentaban con respecto a un incremento inusitado de niveles de radiación en aquel país escandinavo.

Años después, la crisis de Fukushima, al conmemorar las “bodas de plata” de Chernobyl, debe hacer pensar nuevamente a los políticos, a los empresarios y a los expertos sobre las implicaciones ambientales y planetarias del consumo ilimitado y de la búsqueda acelerada y “salvaje” de fuentes alternativas de energía.

Las preguntas que surgen en la actualidad no sólo tienen que ver con la producción de energía o el desarrollo de alternativas diferentes a los combustibles fósiles. Adicionalmente hay que destacar:

1. Los accidentes producidos en reactores nucleares (de los cuales, Chernobyl y Fukushima son los más conocidos pero no los únicos) demuestran que la tecnología moderna aún no es capaz de controlar los monumentales daños que aquellos pueden producir. Según la OMS, los afectados por la radiación de Chernobyl superan los 5 millones y, aunque fuentes oficiales rusas y ucranianas hablan de 10.000 muertos, Greanpeace asegura que el número de fallecidos supera los 100.000. Pero, lo destacable es que la magnitud de los daños es monumental a pesar de que la energía nuclear sigue siendo una fuente menor.

2. El creciente consumo frente a la capacidad limitada del planeta. Los economistas y los hacedores de políticas públicas hemos permitido que por décadas, tal vez siglos, se deje al crecimiento del PIB como eje del Desarrollo Económico -significativo ejemplo es el de la expansión de los llamados mercados emergentes-. Pero, los problemas ambientales del presente muestran que el ilimitado Crecimiento Económico es un verdadero riesgo para la sostenibilidad del Desarrollo: ¡vivimos en un planeta de recursos limitados!

3. La búsqueda permanente por el control de las fuentes de energía, particularmente las fósiles, explica en gran medida la dinámica de las mayores crisis geopolíticas del mundo. No es casual que en el último siglo, los mayores conflictos bélicos focalizados se hayan realizado en el Medio Oriente y Norte de Africa, o que a Rusia y Estados Unidos les preocupe tanto la situación política del Caucaso. Estas son dos de las regiones que poseen las mayores reservas de petróleo y gas del mundo.

4. ¿Se da suficiente importancia a la búsqueda de nuevas fuentes de energía que sean ambientalmente limpias? La producción de energía limpia implica grandes inversiones con retornos en el largo plazo. El tema aún está en los niveles de la ciencia (innovación) y de la tecnología (implementación). Hay hallazgos económicamente inviables y hay temas aún sin explorar. En el caso de la viabilidad económica estamos encontrando externalidades gigántescas: de un lado, la producción de biocombustibles de primera generación reduce la frontera agrícola de alimentos y, del otro, se hace necesario mantener el precio de los combustibles fósiles en niveles elevados, para hacer viable la inversión en energías limpias.

Sean, este momento conmemorativo -35 años de Chernobyl- y la década de Fukushima, escenarios propicios para una gran reflexión económica: la economía de mercado no puede seguir de espaldas a la realidad ambiental. Más que continuar con la línea de crecimientos ilimitados, la política económica debe moverse en dos direcciones pertinentes: mejorar la capacidad de distribución de la riqueza y asegurar la sostenibilidad del desarrollo.

A 30 años de la caída del Muro de Berlín: Gorbachov en su laberinto.

Aún tengo frescos los recuerdos de aquellos días. Lo de noviembre de 1989 fue una ficha de dominó empujada por otra que se movió en Polonia…y no sería la última: faltaba la de Moscú.

Con el tiempo, los relatos históricos tienden a ser más generalistas y a omitir los detalles de los hechos que se estudian. Cada año, al rememorar los hechos, revive la admiración mundial por Gorbachov, por Kohl y por el pueblo alemán, y todo se recuerda como un camino de rosas. Pero la realidad es más compleja y para ello es necesario retar la memoria.

muro de berlin

El ascenso de Gorbachov.

Aunque fue Polonia, con el Sindicato Solidaridad, el país que dio pie a una nueva ola de descontentos y reclamos de cambio en la Europa del Este, fue el ascenso de Gorbachov el que hizo que las crecientes protestas no terminaran como en la Hungría en 1956 o en la Primavera de Praga. El nuevo Secretario General del Partido Comunista de la URSS creo un nuevo ambiente…abrió una puerta que no se cerró ya más.

A comienzos de la década de 1980 parecía que la guerra fría se mantendría incólume. Con la muerte de Brezhnev en 1982, el PCUS mantuvo su línea de mando al sustituirlo por un “vieja guardia” como lo era Andropov; a la muerte de este último, ascendió Chernenko, otro veterano. Pero en marzo de 1985, el nombramiento de Gorbachov como Secretario General tomó por sorpresa al planeta. Casi nadie le conocía y no era un veterano de la segunda guerra mundial. Sin embargo, la Dama de Hierro de Inglaterra, Margaret Tatcher, le conoció en Londrés en 1984 e incluso llegó a insinuar que “con ese hombre se podrían negociar”.

Gorbachov abre la puerta.

Desde un inicio, Mijail Gorbachov dejó claro que su prioridad serían las reformas. El consideraba y lo remarcó en el XVII Congreso del PCUS en 1986, que el sistema socialista tenía fallas en lo político y en lo económico. La Perestroika y la Glasnost eran su respuesta a los dos tipos de fallas. Lo que es claro y quiero resaltar, es que en ese momento y – a mi concepto- por varios años, el premier soviético sostuvo que el sistema podía corregir sus errores y retomar la senda hacia el comunismo puro.

Aunque en entrevistas posteriores a 1991, Gorbachov ha dejado entrever que quiso llevar al país hacia la modernidad occidental (léase economía de mercado y régimen político pluripartidista), considero que múltiples evidencias, incluido su primer libro, señalan que Mijail Sergueievich creía en el futuro del socialismo, siempre y cuando se corrigiera el camino. Y es aquí, en su apuesta por la Perestroika, que se abre la puerta hacia la caída, no sólo del Muro de Berlín, sino de todo el mundo socialista y, además, de la disolución de la URSS como país.

gorbachov

La Perestroika se tradujo en apertura política, en generación de debates, en democratización de la sociedad. Tuve la oportunidad de vivir esos momentos en las aulas de clase, en las calles de Kiev -en Ucrania-  y a través de los medios de comunicación soviéticos. Se inició un debate inesperado, los profesores comenzaron a expresas posiciones diversas, mis compañeros de aula, checos, soviéticos y polacos, se comenzaron a distanciar de las posiciones oficiales de sus gobiernos. En la televisión, las visitas de Gorbachov a las fábricas y a los koljoses se traducían en debates en los cuales los trabajadores expresaban sus quejas e insatisfacciones. Era algo que no se había visto en décadas.

En consecuencia, el pensamiento monolítico del partido comunista se desmoronaba, la multiplicidad de ideas comenzaban a surgir, a velocidad de tortuga al inicio, pero con los años, cada vez más aceleradamente. La población y los políticos empezaron a dividirse: inicialmente muchos apoyaban a Gorbachov y sus reformas, otros lo consideraban un traidor (con Ligachov a la cabeza, dentro del Comité Central). Pero una tercera corriente comenzaba a surgir: la que consideraba que lo que Gorbachov estaba haciendo eera poco, que era necesario derrumbar el sistema, derrocar al PCUS.

Gorbachov es arrasado por el carro de la historia.

Los cambios democráticos de 1988 en Polonia fruto de las huelgas que lideró Lech Walesa del sindicato Solidaridad y la ebullición de movimientos sociales en Hungría, Checoeslovaquia y en la misma Unión Soviética, hicieron difíciles los planes iniciales de Gorbachov. Con cierta vocación de caudillo (como sus antecesores), Gorbachov intentó guiar a su pueblo en la dirección que él consideraba correcta. Pero la Glasnost trajo consigo el despertar político de los ciudadanos. Sucedió lo esperable: el pueblo  se dividió, y las posiciones se ampliaron y se hicieron más y más intransigentes.

Los cambios económicos comenzaron a dar resultados contradictorios. Los ajustes estimularon la iniciativia particular (negocios familiares sin emplear trabajadores externos) pero a la vez comenzaron a escasear los bienes de los anaqueles de los supermercados. Los soviéticos que vivian una relativa tranquilidad en lo referente a los abastecimientos básicos, comenzaron a recordar los duros tiempos de décadas anteriores: el desabastecimiento.

Alcancé a vivir en parte esta situación entre los años 1989 y 1990. Mi condición de extranjero me generaba ciertas ventajas por los viajes esporádicos que hacía a Occidente – Alemania e Italia principalmente- pero igual, notaba como las filas comenzaban a hacerse más largas, más recurrentes y más inútiles.

El deterioro en el abastecimiento comenzó a jugar en contra de Gorbachov. Cada vez más veteranos comenzaron a considerarlo un traidor, culpándolo por el desabastecimiento, aunque muchos expertos esgrimian que éste también era consecuencia del sabotaje de enemigos de la Perestroika. Pero, los que lo apoyaban en sus reformas también comenzaron a abandonarlo, ahora reclamaban que los cambios fueran más radicales, se distanciaban del partido comunista y de la economía planificada. Pedían reformas más contundentes. Y esto empezó a hacer mella en el mismo líder.

Recuerdo los debates por televisión del Congreso en el otoño-invierno de 1989. Ya habían diputados independientes y las decisiones no se tomaban por unanimidad (fue increible poder ser observador en primera fila de ese momento histórico). En dicha época comenzaron a hacerse propuestas para que el sistema política permitiera la aparición de nuevos partidos, pero Gorbachov se opuso con vehemencia. Aliado con la vieja guardia, el presidente soviético derrotó la iniciativa.

Sin embargo, la velocidad de los cambios fue cada vez mayor. Increiblemente en la primavera de 1990, fue el mismo Gorbachov quien presentó la propuesta de un sistema multipartidista. En ese momento comprendí que el sueño de Mijail Sergueievich de aplicar correctivos al sistema había desaparecido. El cambio de 180 grados se veía inevitable.

A finales de 1990, Gorbachov era un ídolo mundial pero a la vez uno de los políticos más desprestigiados de la URSS: los reformistas lo tildaban de lento, la vieja guardia lo consideraba traidor.

La caída del Muro de Berlín sobrevino a los cambios en Polonia, posteriormente se levantaron los pueblos checo y eslovaco, los búlgaros y los rumanos (estos últimos con un sangriento balance). Incluso, la URSS comenzó a desmoronarse con Gorbachov en el poder: Estonia, Letonia y Lituania alzaron vuelo.

El primero de enero de 1992 Gorbachov era un desempleado. Su país había desaparecido en la noche de año nuevo.

 

 

Algo va de Catalunya a la disolución de la URSS.

En el año en que España vive el episodio más real de separatismo desde que se reinstauró la democracia en la década de 1970, también se conmemoran 100 años de la creación del, otrora, país más grande del mundo, el cual no alcanzó a vivir siquiera 75 años.

¿Por qué los países se dividen?

Yugoslavia, Etiopía o Checoeslovaquia fueron casos concretos de división de estados nacionales en el siglo XX. Pero hay otros fenómenos latentes en Bélgica, Italia, España, Canadá y en las naciones donde viven los kurdos.

Sin embargo, cada caso tiene su propia historia. Algunas secesiones se dieron cuando naciones existentes (con identidad cultural, económica e histórica) hacían parte de Estados más grandes donde se asfixiaba su identidad nacional. Probablemente esto explique la separación de la república Checa y Eslovaquia, o tal vez sea el caso de las naciones balcánicas que se habían organizado como Yugoslavia al desaparecer los grandes imperios al final de la primera guerra mundial; pero que se separaron después de un sangriento “divorcio”.

Geopolíticamente hablando, estas separaciones lograron cierta legitimidad internacional, la cual se fundamentó (o excusó) en la reconocida identidad nacional de los territorios que se separaron.

 

El aún inexplicable caso de la implosión de la URSS.

El caso de la Unión Soviética no es tan simple. Tal y como lo argumenté en un artículo que escribí hace varios años durante mis estudios en Argentina, la implosión de la URSS es compleja, ya que, si bien el país se conformaba por 15 repúblicas, de las cuales algunas tenían una clara identidad nacional (Estonia, Letonia, Lituania, por ejemplo), otras poseían una historia más compleja: una Ucrania culturamente dividida (un Occidente católico y ucraniano-parlante enfrentado a un Oriente ruso-parlante y ortodoxo) o las repúblicas del Cáucaso, creadas artificialmente por el gobierno bolchevique de Moscú en la primera mitad del siglo XX.

Tal vez pocos discuten por qué el partido comunista perdió el poder en ese enorme país o por qué todas naciones de la exURSS abandonaron el socialismo y transformaron sus sistemas, social, político y económico en democracias liberales y mercados capitalistas. Sin embargo, no es claro por qué un país conformado por territorios que por siglos estuvieron unidos, se desmoronó.

En este caso, mi hipótesis, -ver artículo- es que se dio una combinación de factores: nacionalismos en algunos casos -los bálticos, por ejemplo-, antipatía hacia las élites rusas que gobernaban en diferentes regiones de la URSS -las cuales pasaron a ser minorías étnicas en cada nuevo país- y la necesidad de élites locales de controlar sus mercados, incluído el político.

¿Por qué la complejidad del caso de Catalunya?

En otro estudio que hice hace varios años, -ver artículo- señalé la contradicción dialéctica que se presenta entre la globalización y la descentralización (o, incluso, separatismos). El caso de España cabe dentro de esta reflexión.

España es un país conformado por regiones autónomas, con una legendaria historia de unidad territorial -siglos-, a pesar de que en varias de aquellas se tiene una lengua propia. España es multicultural, eso no se discute. De hecho los vascos tienen una identidad cultural con significtivas diferencias con respecto a las demás regiones, cuyas lenguas tienen el mismo origen: son lenguas romances.

Pero, la otra categoría que marca la evolución del estado nacional en las últimas décadas es la globalización. Esta última genera un cambio en el ejercicio de la soberanía por parte de los estados. Para España este fenómeno es particularmente evidente en las últimas tres décadas desde que ingresó al bloque europeo, el cual se caracteriza por un proceso gradual de supranacionalidad por el cual la Unión Europea asume funciones que anteriormente ejercían los estados nacionales; como es el caso de la soberanía comercial, la monetaria y, en parte, la fiscal. O sea, los estados miembros de la Unión Europea renuncian a parte de sus funciones soberanas en favor del bloque.

Bajo este contexto es que se nace la pregunta ¿por qué se separan los catalanes? no tienen una historia de identidad nacional que les preceda, por lo menos durante siglos; tienen una fuerte interdependencia económica con las demás regiones de España y, además, quieren ser parte de la Unión Europea. O sea, ¿se separan de España para unirse a la Unión Europea y convertirse en socios de España?

ingreso a la zona euro

Como se puede ver, no es fácil de entender este caso de separatismo. Sin embargo, a riesgo de reducir el tema, no se puede negar que en España se mantiene viva la discusión por la necesidad de ampliar la autonomía en el marco de un proceso histórico de descentralización del país.

La autonomía fiscal aparece en el orden del día de las relaciones entre Madrid y las regiones autonómicas de España. Este tema, que como todo proceso de descentralización es una manera de hacer más real la democracia en tanto se acercan las decisiones mayores al constituyente primario, también es un mecanismo para fortalecer la convivencia entre las élites centrales y las regionales.

La anterior explicación sirve para entender, al menos parcialmente, cómo el separatismo catalán en tan sólo unos años logró poner en jaque la soberanía española, algo que no alcanzaron los vascos -con una combinación de formas de lucha- a lo largo de décadas.

A modo de conclusión.

Los separatismos no tienen explicaciones unidimensionales. Son complejos. Cada caso tiene sus propias razones e historia. La identidad nacional (o al menos la identidad local) se combina con los interese de élites para argumentar un proceso separatista, a pesar de los costos que genera la incertidumbre del cambio.

Sin embargo, es evidente también que las democracias maduras tienden a ser descentralizadas como un mecanismo que hace más real la participación del ciudadadano en las decisiones que le son importantes.

Seguramente con la aplicación del artículo 155, el gobierno de Rajoy logrará detener, al menos temporalmente, este intento separatista. Pero las huellas que este proceso dejará en las presentes y futuras generaciones no sabemos que tan profundas serán. O sea, seguramente en el campo jurídico se socava la independencia, pero en el político “el fuego seguirá quemando el bosque.”

En consecuencia, ya sea por identidad nacional o por negociaciones de élites, el futuro de España está atado a una revisión de su constitución, particularmente en aquello que tiene que ver con las autonomías locales.

La globalización es compleja: los países se unen entre ellos -o al menos sus mercados- mientras sus hilos internos se descosen.

 

 

 

Geo-economía de la crisis ucraniana

Autor: Giovanny Cardona Montoya

Versión en inglés: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/?p=1609

Traductor: Andrés Fernando Cardona Ramírez

Remembranza:

Tuve el placer de vivir siete años en Ucrania: uno en Kharkov y seis más en Kiev. Recuerdo al Kharkov industrial y a la maravillosa ciudad universitaria y cultural: Kiev. Pero muchas cosas han cambiado desde aquella hermosa época. Hermosa a pesar del susto enorme que nos llevamos con el accidente de Chernobil en 1986, a sólo 141 kms del reactor nuclear.

Corta reseña histórica de Ucrania

La unión de las naciones de Rusia y Ucrania es históricamente tan fuerte, que la primera nació en Kiev, la capital de la segunda. La Kievskaya Rus fue, hace más de mil años, la cuna de los pueblos eslavos de Rusia, Bielorrusia y Ucrania.

La historia de Europa ha sido de guerras, y Ucrania no es ajena a esta realidad. En este contexto, este país ha sido dividido y re-unido más de una vez a lo largo de los siglos.

En el siglo XVIII, en el marco de Las Particiones de Polonia, Ucrania Oriental se anexó al imperio ruso y la Occidental a  Austria. En 1917, año de la desaparición del imperio ruso, Ucrania logró su independencia pero dividida en dos: la que tenía como eje la ciudad de Lvov y la que tuvo por capital a Kiev. En 1918, la Ucrania oriental entró a ser parte de la naciente Unión Soviética, y la que tenía como eje a Lvov fue anexada por Polonia.

Esta división persistió hasta que en 1939, como resultado del Pacto Secreto entre Hitler y Stalin, la Unión Soviética anexó Lvov y los territorios ucranianos que hacían parte de Polonia. En 1954, la República Soviética de Ucrania fue definida en las fronteras actuales, incluyendo la península de Crimea, eje de los conatos de guerra entre Rusia y Ucrania en este comienzo de marzo de 2014.

La economía ucraniana.

Ucrania es un país de 45 millones de habitantes y un PIB de 340 mil millones de dólares (2012). Aunque el sector servicios es el mayor generador de empleos (58% en 2012), sus exportaciones se centran en la industria de fundición (acero) y en la agricultura. Ucrania tiene tierras fértiles y fáciles de mecanizar, y se dedica a la producción de trigo, cebada y maiz, éste último con una creciente participación en el PIB rural.

Por el lado de la minería son importantes sus reservas de carbón, hierro, uranio y oro. A nivel industrial, además de la fundición de acero, Ucrania produce químicos y posee astilleros. La industria heredada de la Unión Soviética (producción aeronáutica, herramientas, armamentos) es bastante ineficiente y costosa desde la perspectiva del consumo de energía. Su gran reto es viabilizar esta industria para diversificar su aparato productivo.

Ucrania: entre el mercado europeo y el combustible ruso.

A pesar de que muchos analistas acuden a las diferencias culturales de los ucranianos para explicar la actual crisis (un Occidente católico de lengua ucraniana y un Oriente ortodoxo y rusófilo), y a las fracturas originadas en la corrupción política de este país eslavo, es legítimo sugerir que la geopolítica y la geoeconomía ayudan a explicar gran parte de los problemas actuales y de los riesgos por venir.

La actual crisis de Ucrania sugiere dos riesgos potenciales. Para empezar, una posible confrontación armada entre Rusia y Ucrania se explicaría, no tanto por la intensión de Putin de proteger la integridad de la población rusa de Crimea, sino, especialmente, por la defensa de su Flota del Mar Negro, acuartelada en dicha región. Este enclave militar se soporta en un acuerdo entre las dos naciones, el cual renta la base a los rusos hasta el año 2042 a cambio de 40 mil millones de dólares en descuentos de los precios del gas durante 10 años.

El otro riesgo es el de una nueva división de Ucrania, manteniendo una región oriental, centrada en Kiev, aliada a Rusia y una occidental que entraría en la Unión Europea. Sobre este punto hay que señalar que la Geo-economía es un argumento central.

En cifras agregadas, Rusia es el principal socio comercial de Ucrania (21% de las exportaciones y 28% de las importaciones). De un lado, Ucrania depende del abastecimiento de combustibles rusos: 3/4 partes del gas y petróleo y el 100% de la energía nuclear que consume, son importados desde Rusia. Del otro, Rusia necesita de los productos de fundición y agrícolas que le abastece Ucrania. Recordemos que en la época del socialismo, Ucrania producía el 25% de los granos de la Unión Soviética.

Si bien las relaciones comerciales de Ucrania con Europa Occidental no son significativas -Alemania es un importante proveedor y Turquía es el segundo mercado-, es claro que el potencial ucraniano no sería desdeñable para el futuro de la Unión Europea: mano de obra abundante, laboriosa y de bajo costo, un mercado potencial de 45 millones de personas, tierras fértiles, reservas de carbón y fundiciones de metales, son atractivos para cualquier economía que busque salir de una larga crisis como la que se ha vivido en la Zona Euro desde 2008.

Pero, seguramente, es la mezcla de Geopolítica y Geo-economía la que mejor señala la confrontación entre Occidente y Rusia por su ascendente sobre Ucrania. Para empezar digamos que las potencias de Europa Occidental han ido extendido su zona de influencia hasta las narices de Moscú. Con excepción de Ucrania y Bielorrusia, la frontera occidental de Rusia ha migrado hacia el bloque europeo.

Desde la perspectiva rusa, hay un interés adicional: sus gasoductos. Ucrania no sólo depende del abastecimiento sino que es ruta de gasoductos que abastecen a países de Europa Occidental. Mantener a Ucrania como aliado, le permite a Rusia manejar estrategias de negociación con sus clientes occidentales. La historia ha demostrado que la Unión Europea es vulnerable cuando Rusia se pone “duro” en las negociaciones de abastecimiento de gas…especialmente si se trata del invierno.

Fuente:   http://www.armandobronca.com/gasoductos-del-este_1018/