Fin de la cuarentena: sembrar futuro en lugar de volver a la normalidad.

Giovanny Cardona Montoya, agosto 23 de 2020.

 

Comienza a respirarse un aroma a posible “regreso a la normalidad”.

A pesar de que el número de fallecidos va camino del millón de personas, que los contagiados confirmados superan los 22 millones, -siendo éstos la muestra de un número desconocido de contagiados no diagnosticados-, y que se presentan rebrotes en algunas ciudades del mundo donde ya se han relajado las restricciones de interacción social, todo indica que Colombia y el planeta se van preparando para “volver a la normalidad”.

El anuncio de vacunas en Rusia y China, además de los informados avances de otras en Europa y Norteamérica y el “agotamiento” de un sistema económico focalizado en el crecimiento más que en el desarrollo social y ambiental, son los principales determinantes del final de la extendida pero necesaria cuarentena.

Sentiremos el alivio de poder volver a la calle y de reencontrarnos con seres queridos, de viajar y de sentarnos en un restaurante a departir con amigos. Probablemente los amantes del fútbol, de los conciertos y de las discotecas no están tan optimistas aún; las aglomeraciones siguen siendo “el Caín” de esta historia.

Digamos que esta lectura de un posible final de la cuarentena es básicamente un momento feliz. Y es comprensible.

Sin embargo, durante la pandemia han aflorado cuestionamientos serios a nuestro lifestyle, demandando una “nueva realidad”; no volver al tren de vida de antes. Pero parece que ya se nos está olvidando.

La súbita aparición del Covid conllevó incertidumbre, angustia y reacción. No lo vimos venir, no lo esperábamos, no sabíamos cómo actuar. Improvisación ha sido el nombre del juego.

¿Seguiremos siendo reactivos hacia el futuro? No deberíamos. ¿Por qué no?

1. La pandemia dejará secuelas. Aunque pronto habrán vacunas, los contagios y decesos continuarán por un buen tiempo (años). Adicionalmente, la Organización Panamericana de la Salud  señala que las enfermedades psicosociales se han multiplicado por el esfuerzo físico y emocional de evitar el contagio y por el miedo a la incertidumbre económica. Adicionalmente, millones de personas han perdido familiares (no sólo por el Covid) y no pudieron hacer el duelo, tienen una herida emocional abierta.

2. La normalidad es parte del problema.

El virus es altamente contagioso, pero su letalidad no lo es tanto. Por ello, la cuarentena es fundamental para minimizar los riesgos de contagio, agravamiento y muerte. La clave es que el crecimiento de contagios sea lento para que los sistemas de salud y  particularmente las Unidades de Cuidados Intensivos- UCI- no colapsen. Pero la normalidad de la que venimos es aquella en la cual millones de personas viven en la informalidad y no pueden darse el lujo de encerrarse en sus casas. Deben salir a la calle para asegurar su sustento.¿A esa normalidad deseamos regresar?

El Estado de Bienestar de esta época neoliberal – de los 80s hasta nuestros días- tiene como su hilo más delgado a la ecuación empleo-desempleo. Si tienes un contrato laboral estás cubierto, sino, caes al vacío. ¡Sálvese quien pueda!, no hay un sólido principio de solidaridad para el bienestar. En este contexto, la pandemia ha obligado al cierre de empresas, por ende, el desempleo y la reducción de salarios se han disparado en el mundo.  Según CEPAL, Latinoamérica incrementará su desempleo en más de 11 millones de personas-.

Esta crisis ha sido atendida bajo la perspectiva de la ortodoxia neoliberal: estabilidad macroeconómica  y lógica de mercado para distribuir sus costos. Se sacrifican empleos y salarios, a la vez que caen primero los trabajadores informales y las microempresas. Banco Mundial estima que 100 millones de personas caerán en pobreza extrema como consecuencia de la pandemia.

A nivel global sucede lo mismo. Es un virus que pone en peligro a toda la humanidad y no tenemos un régimen multilateral sanitario para enfrentarlo. Somos un archipiélago de países luchando contra un virus que no conoce de fronteras. Al mismo tiempo, ya comenzó la “subasta” para que cada país trate de acceder a la vacuna. ¿Dónde quedó el Preámbulo de la Carta de San Francisco: “…emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos.”?

economia informal             Imagen tomada de: https://comunicacionparalaincidencia.wordpress.com/2012/06/09/imagenes-de-la-economia-informal-8/

3. La cuarentena, una pausa del desarrollo “insostenible”.

La presencia de algunos animales exóticos o salvajes hacia grandes urbes ha sido una curiosidad de la cuarentena. Hechos más concretos y significativos fueron las chimeneas apagadas de fábricas cerradas, la menor movilidad de vehículos, la reducción de la huella de carbono de millones de personas que se quedaron en sus casas. Pero volveremos a la calle, prenderemos las calderas, volverán los vehículos a las autopistas. ¿Queremos regresar al desarrollo “insostenible”?

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4. ¿Un mundo interconectado?

La recesión no es más aguda en este primer semestre de 2020 gracias al teletrabajo, el e-commerce y la educación virtual. Sin el desarrollo de las TIC, la crisis económica habría sido mucho más aguda. Sin embargo, es claro que las escuelas no estaban preparadas, el teletrabajo no se ha afianzado y el comercio electrónico apenas representa 13%  de los intercambios nacionales e internacionales.

La escuela y las bibliotecas ya no son la principal fuente de información. El campus educativo debe ser para pensar, para co-crear y para debatir, usando la virtualidad como vehículo de acceso, producción e intercambio de datos, información y conocimiento. En esta época, una buena educación presencial se debe apoyar en la virtualidad y, de otro lado, la distancia no tiene que ser una barrera para acceder a educación de calidad.

Sin embargo, en la cuarentena se evidenciaron muchos y elevados muros: modelos educativos tradicionales, docentes sin experiencia y estudiantes no preparados, ni motivados para una comunicación remota. Peor aún, según UNESCO, hay un alto porcentaje de hogares sin acceso a Internet.

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En síntesis, no debemos regresar a la “vieja normalidad” porque:

– es una normalidad basada en una ética socioéconómica excesivamente individualista y en una frágil solidaridad supranacional entre los países;

– las secuelas de la pandemia (económicas, físicas y emocionales) requieren de creatividad solidaria para una rápida recuperación;

el planeta no resiste el tren de producción y consumo que llevábamos antes de la pandemia. Hay que migrar hacia una cultura de la frugalidad.

– el acceso universal a las TIC podría elevar nuestra calidad de vida, mejorando la cobertura, oportunidad y eficiencia de servicios que requerimos: educación, salud, banca, recreación, etc. No se trata de poner la virtualidad por encima de la convivencia tradicional, sino de aprovechar su potencial.

 

Las TIC y la Interacción Social en el futuro.

Giovanny Cardona Montoya, abril 26 de 2020.

 

Aunque el Covid nos cogió por sorpresa, el mundo ya venía mutando gradualmente: nos hemos acostumbrado a climas extremos, a reducir la movilidad por la baja calidad del aire y, lentamente vamos cambiando hábitos (no usar plástico, reciclar, etc.)

Sin embargo, hoy afrontamos una gran incertidumbre por la salud y la seguridad económica. Tal vez nos parezca una sin salida, incluso, podemos pensar que lo que está sucediendo es algo sin precedentes. Ni lo uno, ni lo otro.

Si de precedentes se trata, la historia está llena de hechos lamentables que han tenido que ser sorteados por poblaciones enteras: las guerras del medio oriente, el ébola en África, la malaria en selvas tropicales, la gripe española, el mismo SIDA que recorre el planeta en la actualidad. O sea, esta no es la primera vez que grandes grupos poblacionales enfrentan retos de proporciones descomunales. Sólo que, tal vez, es la primera vez que nos sucede a nosotros. Esa es la diferencia.

Vivimos en un mundo en el que la competitividad se da en entornos abiertos, cambiantes e inciertos, todos los días enfrentamos supuestas sin salidas…y seguimos adelante.

¿Quién hubiera creído que Gran Bretaña se retiraría de la Unión Europea o que más de un millón de venezolanos migrarían a Colombia en tan solo 18 meses? ¿Quién hubiera sospechado que el Muro de Berlín caería en 1989 y que la Unión Soviética se disolvería sin que se disparara un solo tiro?, Nadie esperaba que en pleno siglo XXI un barril de petróleo llegase a costar centavos. El mundo no es tan predecible como creíamos.

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La economía también está llena de transformaciones que han conllevado la mutación o el cierre de empresas. Los propietarios de tiendas de ventas de CD y DVD al igual que Blockbuster vieron como Internet destruía sus negocios, mientras se erigía una nueva industria: la del streaming. Hoy sólo hablamos de Netflix, Amazon prime video, Disney + y Webinars.

Las mecanógrafas hace tres décadas se quedaron sin trabajo, lo mismo que los ascensoristas y el técnico que reparaba radios o equipos de sonido. ¿Quién tiene aún una línea de teléfono fijo en su casa? ¿En serio? ¿Y la usas? ¿Te llaman?

El mundo muta permanentemente. Los autos volarán y los taxis no tendrán conductor, la declaración de renta nos saldrá automática y un robot nos diagnosticará y hará la receta médica.

El futuro vino para quedarse. Así que la incertidumbre no nos puede detener, porque vivimos en el tiempo de la No Certidumbre. Es nuestro momento histórico.

Hablemos claro, todo esto comenzó en China a finales de 2019, tal vez noviembre. En marzo de 2020 la OMS declaró la pandemia planetaria; ahora los contagiados confirmados se cuentan en millones y los muertos diarios en miles. Tal vez la cuarentena termine en días o meses, pero nuestra cotidianidad social y laboral va a seguir condicionada por meses, incluso por años.No hay vacuna y no hay certeza de que el contagio nos inmunice.

De las muchas cosas que claramente no volverán a la normalidad anterior, una será la de la interacción social. Tendremos que crear una nueva normalidad en lo referente al contacto entre personas.

Por lo tanto, debemos continuar nuestros proyectos personales, familiares, profesionales, empresariales y sociales bajo las nuevas y cambiantes circunstancias. La nueva normalidad de la interacción social.

Así que la pregunta no es si continuar o detenernos. La pregunta es ¿cómo vamos a continuar? Hoy estamos en casa. Convivimos con la familia, con el profesor, con el jefe y con los clientes en el mismo espacio. Eso nunca lo habíamos hecho…y lo tenemos que hacer bien.

- No nos hace mal un diálogo en la familia. Algo de reglas concertadas nos puede facilitar el proceso.

- Un diálogo conmigo mismo. Soy vulnerable a las crisis emocionales. El encierro, la convivencia 7/24, las preocupaciones económicas, académicas o de cualquier índole me pueden sacar de foco. Debo establecer el balance entre lo físico, lo emocional y lo racional.

- Revisar y apropiar los patrones de comportamiento que exige mi trabajo. Gestión de horarios, pausas activas, interacción asertiva y proactiva con compañeros, proveedores y clientes, en línea.

- No debo detener mis estudios. El crecimiento académico y profesional son la semilla del futuro. Debo mantener el ritmo de estudio, afinar las comunicaciones con los profesores y compañeros y gestionar los contenidos de manera organizada es ahora la nueva tarea del estudiante.

¿Qué papel juegan las tecnologías de información en todo esto?

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La Sociedad del Conocimiento se caracteriza por el auge de trabajadores que no interactúan con herramientas físicas, sino con información y conocimientos. Cierra los ojos y mira todas las personas que pasan horas diariamente en la pantalla de un computador: los ingenieros mecánicos y los de aviación, los banqueros y los corredores de bolsa, los contadores públicos, los investigadores de mercados, los jefes de recursos humanos, los arquitectos, los periodistas, los expertos que nos reportan el clima, etc. El trabajo en línea vino para quedarse y el teletrabajo es su heredero natural.

En el sistema educativo también ha pasado algo a lo largo de estos lustros. La educación de calidad se hace con software, redes, dispositivos móviles, simuladores digitales, Internet. No todo sucede en el aula de clases, no todo es face to face

Hoy los chicos visitan más Google y bases de dato especializadas que las instalaciones físicas de las bibliotecas. Las universidades tienen correo electrónico para cada  estudiante y algunas utilizan plataformas digitales, al menos como repositorios de contenidos.  Otras universidades van más lejos, realizan videoconferencias, tienen plataformas LMS con contenidos organizados bajo modelos instruccionales definidos o, incluso, ofrecen educación virtual. No son la mayoría, pero las hay. Los mismos estudiantes crean contenidos e intercambian información entre ellos a través de las redes sociales más populares.

Si esto ya sucede, entonces, quiere decir que estamos preparados para la Nueva Normalidad de la Convivencia Social.

Por último, no es sólo la pandemia. Los problemas de movilidad en las grandes urbes, la mala calidad del aire por los gases de efecto invernadero, la falta de tiempo de personas que trabajan y son cabeza de hogar, la falta de claustros universitarios en las provincias y otras limitantes hacen que la educación del siglo XXI no pueda seguir centrada en encuentros físicos en espacios determinados.

¡Debemos hacer consciencia y prepararnos para la masificación del blended learning!

El devenir cercano de la educación es con virtualidad. La calidad de los procesos educativos en el futuro inmediato va a estar asociada a la capacidad de las universidades de ofrecer programas que cuenten con docentes preparados, modelo pedagógico y mediaciones adecuadas para que el conocimiento se pueda crear, preservar, usar y comunicar sin que el tiempo o el espacio configuren barreras.

Internet y las pantallas son aliados para la Nueva Interacción Social, para cuidad la salud, preservar el empleo y construir futuro.