Colombia: apertura comercial de un país que se desindustrializa.

Antecedente

Durante las décadas de 1960-1980, Colombia abrazó el modelo de Promoción de Exportaciones, el cual complementaba a medio siglo de Sustitución de Importaciones. Mientras este último permitió que algunas pequeñas plantas manufactureras se consolidaran como empresas de talla nacional (locerías, cerveceras, cementeras, fabricantes de gaseosas, textileros, confeccionistas, marroquineros, etc.), el primero pretendió que el país redujera la dependencia de las exportaciones de café. Ello permitió que se consolidara el concepto de Exportaciones Menores -todas aquellas diferentes al café y a los hidrocarburos-. Gracias a este esfuerzo proteccionista, los floricultores, bananeros y confeccionistas, principalmente, salieron a los mercados internacionales.

La realidad actual

Pero, a partir de 1990 cambiamos el modelo: abrimos las puertas a la competencia externa y al capital internacional. ¿Cuál era el objetivo?: obligar a nuestras empresas a competir y atraer capitales para que  se pueda modernizar el aparato productivo. Los cambios se han visto: la modernización de las comunicaciones y la sofisticación y ampliación de cobertura del comercio en grandes superficies y en la banca, principalmente.

Para consolidar la estrategia el país renuncia a liderar los proyectos de integración regional como la CAN, y se lanza a la apertura de mercados globales a través de la firma de TLC con países y bloques de Europa, Norteamérica y Asia.

Fuente: http://www.semana.com/economia/articulo/con-acelerador-fondo-tlc/346478-3
Esta tabla, publicada por la revista Semana, muestra el tamaño de los mercados con los que firmamos Acuerdos Comerciales y el actual comportamiento de nuestro comercio exterior con ellos. El balance es claro: Estados Unidos y la Unión Europea siguen siendo nuestros principales mercados, luego los países latinoamericanos son un blanco interesante (25% de nuestras exportaciones van a socios de nuestro vecindario).
 

Sin embargo, lo que estas cifras no muestran es que después de 23 años de apertura y más de una década buscando TLC con países de diferentes regiones, nuestra oferta exportable no ha tenido los cambios esperados. Veamos aleatoriamente unos datos. Según el DANE en el primer semestre de 2012 67,2% de las exportaciones fueron mineras, especialmente hidrocarburos, productos manufacturados 16%, y alimentos poco más del 10%.  Con respecto a 2011, dichas exportaciones aumentaron 10%, fundamentalmente por el crecimiento en las exportaciones de petróleo y otros productos mineros.

Ahora, si miramos por productos, encontramos que el aumento de las exportaciones de manufacturas, con respecto a 2011 se explica principalmente por el crecimiento en las ventas de ferroníquel y plástico en formas primarias y medios de transporte. O sea, además de que la industria manufacturera sigue siendo poco representativa en las exportaciones, sus pocos avances tienen que ver con productos de bajo nivel de complejidad tecnológica o ensamblajes.

De igual modo, si miramos la estructura de las exportaciones agropecuarias, veremos que café (33%), flores  (22%) y bananos (11%) representan 2/3 partes de las ventas del sector en 2012.

Ahora, según ANIF, la desindustrialización que vive nuestro país no sólo se evidencia en las exportaciones. La relación entre Valor Agregado y PIB, según un estudio de Clavijo ha caído de 24% en la década de 1970 a cerca del 12% en la actualidad. La industria manufacturera aportaba 1/4 del empleo en la década de 1980 y ahora apenas alcanza el 13%.

Esto, en concepto de los expertos, se puede explicar por el cierre del ciclo de la industria liviana de bajo nivel tecnológico (cervezas, gaseosas, calzado, confeccioines), lo que se tradujo en un auge del sector servicios. Pero también estarían haciéndose visibles los efectos de una típica “enfermedad holandesa” resultado de la expansión del sector minero energético. Esto último explicaría la revaluación de más de una década y el encarecimiento relativo de la mano de obra. Factores que juegan negativamente para el desarrollo de los demás sectores transables: manufacturero y agropecuario.

Conclusiones:

La estructura exportadora colombiana es la misma de la década de 1960 cuando el país instauró el modelo de promoción de exportaciones para reducir la dependencia del café y los hidrocarburos. El café sí redujo su participación, los caficultores, incluso, están viviendo su viacrucis, pero ahora dependemos de las exportaciones de petróleo y carbón. Ni el sector manufacturero, ni la agroindustria son las locomotoras exportadoras de este país.

Pero, el problema es más complejo si vemos, en general, la estructura del PIB del país: decrecimiento del valor agregado, reducción absoluta de la participación del sector manufacturero y relativo encarecimiento de la producción nacional, debido a la sobrevaloración de la moneda, fenómeno asociado al auge minero-energético.

SIn embargo, el país acelera la firma de TLC sin privilegiar la solución de los problemas internos que explican el éxito competitivo de los mercados emergentes y de los países industrializados: infraestructura de calidad, crecientes procesos de investigación, desarrollo e innovación, apalancados en un sistema educativo que forme profesionales emprendedores que promuevan transformaciones en procesos, productos y servicios.

Nuestra baja cobertura educativa, los problemas de subalimentación de, aún, significativos grupos de niños, y la poca inversión en innovación y desarrollo -lo que se evidencia en las pocas patentes que el país registra- son talanqueras concretas para un país que firma TLC con todo el mundo, con la expectativa de aumentar la participación en dichos mercados. Como lo hemos reiterado en artículos anteriores, no se necesita de Acuerdos Comerciales para exportar petróelo y carbón, estos productos tienen un mercado bastante libre a nivel global.

Contra la enfermedad holandesa: inversiones para la competitividad.

La punta del iceberg: se ha vuelto recurrente que los medios de comunicación recojan preocupaciones empresariales por el tema de la revaluación. El año pasado los confeccionistas encendieron las alarmas; ahora son los caficultores los que protestan porque el gobierno y el Banco de La República no están haciendo suficiente para enfrentar el problema de la revaluación. En la misma dirección, cada vez que el dólar se pone por debajo de los 1800 pesos, la prensa nacional hace eco de angustias por una fuerte revaluación.

Elementos para el análisis: para empezar tenemos que decir que desde el punto de vista nominal, la revaluación es un hecho que nos ha acompañado desde hace más de un decenio, tal y como lo mostramos en el artículo pasado (revaluación del peso). Ahora, para hablar de una revaluación real histórica debemos comparar el comportamiento de la inflación en Colombia, con respecto a los precios de los países que son nuestros mercados o proveedores más importantes.

NOTA TÉCNICA(1): nuestros productores y exportadores se verían beneficiados con una baja inflación doméstica, una devaluación nominal del peso y una alta inflación externa.

La inflación doméstica viene en franco descenso desde hace un par de decadas. En 1990 la inflación era del 33%, y desde hace casi una década tenemos una tasa de incremento de precios por debajo del 10%, actualmente la inflación en Colombia es del 3%. Este comportamiento es positivo desde el punto de vista de la tasa de cambio real, ya que la caída de la inflación implica una menor necesidad de devaluación nominal para compensar el alza doméstica de los precios.

Pero, mientras la inflación colombiana viene de 8% en 2001 a 3% en 2012, la de Estados Unidos oscila entre 3% y 1%, teniendo un techo de 4% en 2007 y un piso de 0,08% en 2008. O sea, en general, durante la década, la inflación de Estados Unidos es inferior a la colombiana, lo que, en términos simples, exige una devaluación nominal del peso para compensar la pérdida de competitividad.Tal vez, el único mercado importante con una alta tendencia inflacionaria ha sido Venezuela, -con tasas entre 20 y 30%- pero este país ha perdido peso como destino de nuestras exportaciones. Por lo tanto:

NOTA TÉCNICA (2): tenemos una inflación más alta que los mercados con los que nos relacionamos y y una revaluación que ha bajado nominalmente al dólar de 2300 pesos a 1800 en diez años. En otras palabras, nuestros precios suben más rápido que en los países que son nuestros mercados y proveedores principales: Estados Unidos y la Unión Europea. O sea, una revaluación nominal superior al 20% (1800/2300) aunada a una inflación comparada negativa durante la década (doméstica mayor que externa), nos coloca en el peor de los mundos.

¿Por qué no se ha notado esto en las exportaciones? porque estamos vendiendo al mundo petróleo, carbón, ferroníquel y café. China y su dinámica de crecimiento han llevado a los commodities a precios estratosféricos, pero cuando la bonanza acabe, el comercio exterior nos pasará la cuenta de cobro. Ya los cafeteros encendieron las alarmas.

O sea, tenemos síntomas de enfermedad holandesa: bonanza de commodities, revaluación del peso, auge de sectores no transables -servicios financieros, comunicaciones y otros- y deterioro de los demás sectores de transables: industria manufacturera y sector agropecuario.

Estamos viviendo como nuevos ricos, sin pensar en el futuro. Si la economía de Norteamérica y de Europa no sale de su letargo, -ya llevan 5 años moviéndose entre desaceleración y recesión-, los precios del petróleo comenzarán a bajar porque China depende en gran medida de sus exportaciones a estos mercados. Adicionalmente, Colombia no tiene reservas de combustibles para muchos años. La situación se complica aún más.

El otro hecho es que estamos teniendo un déficit en cuenta corriente, o sea, más importaciones que exportaciones de bienes y servicios.  Aunque en materia de mercancías se tiene un pequeño superávit, en servicios factoriales el déficit es enorme: pago de intereses de deuda externa y, especialmente, la repatriación de utilidades de las empresas extranjeras que invierten en el país. Por lo tanto, entre la deuda externa y los capitales que llegan a la minería y al sector servicios -banca y telecomunicaciones, principalmente- estamos compensando el hueco que hay en la cuenta corriente….esto es una bomba de tiempo.

¿Qué hacer? hay que desarrollar el campo y la agroindustria, fortalecer la industria manufacturera, reducir los costos logísticos -transportes, vías, puertos-, mejorar costos de producción de las empresas -investigación, innovación, tecnología- y crear nuevos productos, empresas e industrias que lleven a nuestra economía a la producción de bienes de mediana y alta tecnología para dejar de depender de los commodities y cobrar por la agregación de valor.

Si no invertimos adecuadamente la bonanza de combustibles que hemos tenido y si no canalizamos la inversión privada y el gasto público hacia lo importante: innovación y nuevas industrias; entonces, la “enfermedad holandesa en la que estamos” nos pasará cuenta de cobro.

Revaluación del peso: ¿problema monetario o estructural?

La revaluación es, de manera simple, el fortalecimiento de la capacidad adquisitiva de una moneda frente a otra. En pocas palabras “una unidad de mi moneda compra más bienes y servicios extranjeros que antes

Colombia está viviendo un fenómeno crónico de revaluación. Sin mirar cifras muy detalladas y sin hacer mayores precisiones sobre la relación entre la tasa de cambio nominal y la inflación, es evidente que si el dólar en Colombia cuesta menos en pesos hoy que hace 10 años, es porque estamos revaluados (ver enlace). Aunque la inflación en Colombia ha bajado sustancialmente, nuestros datos históricos no son en promedio más bajos que los de los países que nos compran la mayor parte de las mercancías: la Unión Europea y Estados Unidos. Por lo tanto, para no hablar de revaluación el dólar debería estar, al menos, un poco más caro que en años atrás. Y no es así.

La consecuencia de esta situación es que nuestros salarios son internacionalmente altos, nuestros productos son comparativamente costosos y, por ende, somos propensos a comprar más bienes importados y a vender menos de lo nuestro. Mientras hace poco menos de dos décadas un obrero colombiano ganaba cerca de US$100, hoy el salario mínimo supera los US$300. En consecuencia, es comparativamente más caro producir en Colombia hoy que antes.

¿Por qué se está dando este fenómeno? por diversas razones. Algunas son externas a nuestro país y, digámoslo así, se salen de nuestras manos: la política macroeconómica de Estados Unidos y la debilidad de los indicadores de ese país generan devaluación del dólar. Pero, de otro lado, nuestro “éxito en los mercados de capitales”, y la bonanza ya casi crónica de los mercados de commodities, nos están inundando de dólares. O sea, créditos externos, inversiones extranjeras en minería y aumento de los ingresos por exportaciones de carbón, ferroníquel y petróleo principalmente, están revaluando al peso. Coloquialmente hablando, nos estamos llenando de dólares.

Si nos está yendo tan bien, por qué ¿nos preocupamos? Porque este éxito no es equilibrado. Lo que se logra con exportaciones mineras afecta a la industria y a la agricultura, que no exportan mucho y que, como consecuencia de la revaluación, cada vez enfrentan  más competencia extranjera que llega al país en forma de importaciones.

Esta situación tiene dos características que señalan lo anómalo del fenómeno. De un lado está el hecho que la economía no se está desarrollando de manera equilibrada, o sea, tenemos una minería próspera y creciente, mientras, del otro lado, se encuentran, una industria y una agricultura deprimidas o, al menos, estancadas. Adicional está el hecho que Colombia no tiene grandes reservas de hidrocarburos, por ende, la prosperidad vía petróleo  no es sostenible en el largo plazo. Aunque suene un poco simplista, Venezuela puede fincar su desarrollo en la industria petrolera, sin fortalecer otros sectores porque sus reservas confirmadas del oro negro se miden en décadas y hasta en siglos; en cambio, las colombianas apenas las podemos medir en años o lustros.

Entonces, volviendo a la pregunta original: ¿es la revaluación un problema monetario? ¿puede el Banco de la República resolver el problema bajando las tasas de interés y comprando unos milloncitos de dólares al día? Creo que no.

Obviando las variables externas, -que en la práctica no se pueden obviar, pero que lo hacemos para fines metodológicos- el problema es que mientras consumamos de cuenta de una bonanza de commodities, estaremos destruyendo a otros sectores de la economía que son reemplazados por los competidores extranjeros: la industria y la agricultura. Nuestro problema es estructural y, por ende, debe resolverse redefiniendo nuestras estructuras de gasto, de inversión y de producción.

Si no ahorramos, poniéndole algo de freno al consumo privado y al gasto público, y si no redireccionamos nuestros recursos más importantes hacia inversión en sector manufacturero, agro, infraestructura, ciencia, tecnología, educación y desarrollo de nuevas industrias, nos comeremos la bonanza y estaremos sembrando la miseria que cosecharemos en el futuro.

Veámoslo así: si hay más ciencia, más tecnología, mejor infraestructura y más trabajadores educados y saludables, entonces nuestras empresas serán más innovadoras, tendrán menores costos y agregarán mayor valor a sus productos, lo que permitirá obtener una mejor remuneración por lo que se venda en el país y lo que se exporte al extranjero. En consecuencia, no importará si el dólar está un poco más barato (nominalmente) ya que el aumento de las eficiencias -más productividad- y la agregación de valor -mayor precio de venta-, compensarán esta pérdida. He ahí el truco.

Moraleja: estamos ante un problema estructural y su solución es estructural.  

Dolar barato: problema global en la puerta de nuestra casa

Píldoras para inducir el tema:

1. Aunque nos preocupa la revaluación del peso en Colombia, no podemos perder el horizonte de que éste es un problema global. O sea, el dólar está barato en todo el mundo.

2. Aunque el problema se puede atacar directamente, frenando la entrada de dólares por alguno de sus canales, también es cierto que hay raíces más profundas en la poca capacidad de ahorro del país y en los continuos déficits fiscales.

3. Aunque nos parezca que el precio del dólar es una gran preocupación de los exportadores, los desequilibrios de tasa de cambio también pueden provocar burbujas en sectores no transables, -como la construcción- con efectos muy nocivos en el largo plazo. Una bonanza de divisas eleva los precios de los no transables -que no tienen competencia vía importaciones- pudiendo atraer capitales desde sectores transables -que sí tienen competencia en las importaciones- lo que desequilibra la estructura del aparato productivo.

Problema Global

Hay dos actores fundamentales en este problema: China y Estados Unidos. El primero es un país que recicla una gran cantidad de dólares por ser el mayor exportador de la economía mundial y por atraer importantes flujos de inversiones extranjeras para su emergente industria; sin embargo, su política de control de cambios no permite que se de la deseada revaluación de su moneda: Yuan Renminbi.

El segundo actor es Estados Unidos, país que ha salido debilitado de la última recesión económica y cuya política monetaria expansiva estimula la devaluación del dólar. En otras palabras, el dólar está barato en el mundo porque la economía americana se ha debilitado y porque las autoridades monetarias toman medidas que aumentan la oferta mundial de dólares. Ello les ayuda a mejorar los precios de sus mercancías exportables y alivia en parte sus problemas de déficit comercial y caída del empleo.

Soluciones Globales:

Actor uno: China acaba de subir sus tasas de interés y, de este modo, trata de suavizar dos de sus mayores dolores de cabeza macroeconómicos. De un lado, frena el crecimiento de la demanda interna, que se ha expandido como consecuencia del aumento del ingreso de sus habitantes, lo que se refleja especialmente en la inflación de los bienes no transables, particularmente la vivienda. Del otro lado, estimula el interés de los inversionistas extranjeros por los papeles bursátiles chinos, lo que debería llevarnos a la revaluación de su moneda, que es la mayor exigencia que americanos y europeos le hacen al gobierno de Beijing.

Actor dos: Estados Unidos no debería relajar más su política monetaria, que está aumentando la liquidez en dólares de los mercados mundiales. Pero, esto difícilmente va a suceder; mientras no hayan señales de inflación en Estados Unidos, la Reserva Federal va a seguir expandiendo la oferta monetaria para estimular el consumo, la inversión y el empleo, que son sus mayores prioridades de corto plazo.

Una gran conclusión global: Estados Unidos es más débil ahora que antes, los mercados emergentes están copando espacios y, por eso, el dólar es y debe ser una moneda más devaluada que en el pasado. Aceptemos una nueva realidad, la devaluación del dólar también es una manifestación clara que el aparato productivo estadounidense está dejando de ser el más competitivo.

Problema local:

Colombia, al igual que muchos mercados emergentes, se ha convertido en un importante receptor de dólares: los precios mundiales de los commodities -particularmente los combustibles- lo atractivo que se ha vuelto el país para las inversiones en minería, servicios de comunicaciones y sector financiero, principalmente, al igual que la privatización de ciertas empresas, además de un flujo significativo de remesas enviadas por los colombianos que migraron en la década pasada, hacen casi inevitable una tendencia revaluacionista del peso.

Soluciones locales:

En el corto plazo se puede pensar en mayores compras de reservas por parte del Banco de la República o en alguna intervención estatal sobre las entradas de capitales (plazos de reintegros, impuestos a los movimientos de capitales, etc.).

Pero hay que entender que, en el largo plazo, el problema más que cambiario es fiscal. Colombia necesita aprender de los chilenos y manejar una política fiscal más sana, o sea, menos deficitaria, que sea realmente contracíclica y que en momentos como éstos permita que bajen las tasas de interés. Un déficit fiscal cuasi-crónico como el colombiano mantiene al Estado endeudado, conllevando altas tasas de interés en el mediano y largo plazo, lo que motiva el ingreso permanente de capitales que buscan la rentabilidad de  los títulos de deuda.

Una gran conclusión local: el Banco de la República puede dar una manito, pero el problema real es que el dólar es una moneda devaluada en el mundo y la manera estructural de evitar que los efectos sean mayores en Colombia es a través de una política fiscal más ortodoxa que ayude a mantener las tasas de interés en niveles que hagan competitivo al aparato productivo.

Pero, para eso, hay que mirar la economía en el largo plazo. Darle gusto a ciertos sectores o gremios o tomar medidas de impactos inmediatos da más réditos políticos que ser juicioso y aplicar recetas que aseguren crecimientos sostenibles en el largo plazo.

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