Realmente no conocí mucho a Don Antonio Mazo. Aunque había oido su nombre en los circulos académicos, no había tenido la oportunidad de escucharlo o leerlo. Fue por el año 2011 cuando pude acercarme a este Maestro…¡qué grata experiencia!
Recordar a Don Antonio es evocar la palabra precisa, el sentimiento transparente, al maestro inspirador. Porque eso fue Don Antonio a lo largo de su vida: un Maestro. Y no sólo lo digo por sus antecedentes en escuelas rurales o por su carís de profesor de secundaria en Medellín. Don Antonio era un Maestro por esencia, por naturaleza: tenía el don de la palabra inspiradora.
En los últimos años de su vida, cuando yo lo conocí, se le trataba con respeto, se le reconocía su condición de directivo universitario y de emprendedor de la educación superior.Pero yo lo percibí diferente, lo que queda en mi recuerdo es otra esencia de su personalidad. De su pausada voz emanaban consejos, lecciones de vida, reflexiones éticas o simplemente aclaraciones etimológicas. Nunca dejó de ser un Maestro, ese es el Antonio Mazo que yo guardaré en mi memoria.
Aquellos quienes tuvimos el privilegio de conocerle, tuvimos en Don Antonio al bastón de sabiduría para recorrer la vereda de la vida; en sus palabras, la luz estelar aclaradora en una oscura noche de incertidumbres; y en su ejemplo, la inspiración para hacer siempre lo correcto…lo ético.
Ahora, cuando el Maestro ha partido, no sólo nos quedan recuerdos. Don Antonio nos ha dejado un legado: el compromiso con la educación de nuestros jóvenes, con una actitud responsable, solidaria y valiente. Su legado es recorrer con las nuevas generaciones la alameda de sus sueños, sin ambiguedades, con tenacidad y con un claro sentido de servicio al prójimo.
Descanse Don Antonio, otros recogen su estafeta…porque su paso por este mundo no ha sido en vano.