La coyuntura nos hace olvidar el horizonte.

Giovanny Cardona Montoya, octubre 25 de 2020.

 

En Colombia, a través de algunas dinámicas medianamente participativas, se han formulado apuestas de largo plazo. Son propuestas que a veces nos hacen ilusionar que vamos a tener una hoja de ruta para transformar el país, para hacerlo más desarrollado, justo y sostenible. Pero casi siempre son cantos a la bandera, ilusión de un día. ¿Alguien se acuerda de Colombia 2032? Mmmm, probablemente pocos.

De igual manera, crisis trascendentales sirven para sugerir que no debemos mantener este rumbo, que es hora de cambiar. Con el Covid lo hemos dicho -yo también-: el mundo no puede ser el mismo después de la pandemia; pero, ¿el mundo va a ser otro o nosotros vamos a actuar diferente?

Los números de la pandemia cada día son más claros y dolorosos: el desempleo y pobreza se extreman. Ya se habla de 50% de pobres en Colombia por culpa de la pandemia. Y la tentación es resolver esto con medidas de choque.

Se viene un año electoral y tras él  muy probablemente “la limosna” desde el erario público, la exhacerbación del clientelismo, las medidas populistas y demás trucos de magia que mitigan los síntomas de la miseria y el hambre, pero que también distraen para no hablar de las raíces de dichos malestares.

No dudo que hay que aplicar paliativos y medidas urgentes para atender a los más afectados, ojalá se estuviera haciendo incluso ahora que la situación es tan crítica para miles de familias. Pero no podemos olvidar que más allá de la pandemia, hay problemas estructurales que al atenderlos se siembra para cosechar un desarrollo más sostenible.

Visión Colombia-2032 pretende convertir este país en la tercera economía de América Latina, como resultado de la innovación y las exportaciones basadas en alto valor agregado. Para que la economía colombiana evolucione en la dirección deseada es necesario que se generen ciertas condiciones que aseguren un entorno favorable para las empresas, a la vez que hay que hacer una revisión de las industrias a las que se les desea dar prioridad en un nuevo modelo de desarrollo.

Sugiero retomar cinco propósitos estratégicos que ya eran claros desde que se formuló Colombia 2032 y que siguen teniendo pertinencia:

1. Consolidar un talento humano creativo, innovador, adaptable al cambio y a las condiciones de un mercado global cada vez más cambiante y complejo. El país debe asegurarse que el sistema educativo, la alimentación de los niños y los programas y estrategias de CTeI creen las condiciones para que el talento humano eleve la productividad, la calidad y la agregación de valor de nuestros bienes y servicios. Este problema se manifiesta desde la educación pre-escolar y se extiende hasta la educación superior que debe formar técnicos, tecnólogos, ingenieros, estrategas e investigadores.

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2. Fortalecer el mercado laboral formal. La economía informal y el subempleo se presentan como una espada de doble filo en contra del desarrollo económico. De un lado, los bajos e inestables ingresos debilitan la demanda agregada reduciendo el efecto multiplicador de la inversión productiva que hagan las empresas o el Estado. De otro lado, la informalidad se convierte en una competencia desleal para el comercio legal, a la vez que es fuente de crisis del régimen de seguridad social. Para nadie es un secreto que el SISBEN y los aportes subvalorados al régimen contributivo están haciendo un hueco en las finanzas del sistema de salud. Empleos bien remunerados y formales son una fuente de solución para esta crisis.

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3. Desarrollar la infraestructura física y tecnológica del país. El fortalecimiento de las relaciones comerciales entre el campo y la ciudad y entre el país y el resto del mundo, reclama unas inversiones significativas, de mediano y largo plazo que van más allá de las autopistas 4G. Para poner sólo unos ejemplos, este país no tiene una suficiente y adecuada salida al Pacífico, eje del comercio mundial. De igual modo, hay ausencia de vías terciarias y carreteras adecuadas para que las ciudades, pueblos y veredas movilicen los productos en doble vía.

4. Reducir la dependencia de la producción y exportaciones de los combustibles fósiles. El problema de fondo no es que en la pandemia hayan caído los precios internacionales del petróleo; el problema de fondo es que Colombia no tiene reservas importantes del combustible fósil para el largo plazo. Nos guste o no, esa es la realidad; adicional al problema del calentamiento global agudizado por el uso de combustibles fósiles, debemos mirar hacia otros sectores con más potencial de largo plazo. Por ello, de éste reto se deduce el último de nuestra lista.

5. Desarrollar sectores exportadores con recursos renovables. Colombia se ha venido desindustrializando a lo largo de las últimas tres décadas. Cada vez nuestros productos tienen más componentes importados, a la vez que las exportaciones manufactureras y agropecuarias se han convertido en marginales en la balanza comercial.

Está claro que las economías industrializadas y las emergentes se han consolidado a partir de la agregación de valor a sus mercancías y la consolidación del sector servicios. Aproximadamente ¾ partes del comercio mundial tiene que ver bienes de alto valor agregado, sólo lo restante son commodities; a la vez que el 70% del comercio mundial se realiza entre Europa Occidental, Norteamérica y el Este Asiático.

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En este contexto, asumiendo que la sostenibilidad de nuestro desarrollo conlleva la necesidad de resolver problemas estructurales de la población más pobre, muchos de los cuales viven en el campo o han huído de éste; y que el potencial de nuevos sectores fortalecidos por I+D+i tiene semillas importantes en el sector rural, se hace relevante recordar los retos que señaló hace cinco años el Censo Nacional Agropecuario:

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Qué la pandemia no nos enceguezca, la fragilidad con la que nos encontró el Covid se corresponde con problemas estructurales que requieren salidas de largo plazo y no pañitos de agua tibia. El potencial rural colombiano en recursos naturales y humanos puede ser una de las claves de un exitoso proyecto de largo plazo. Proyecto que busque reestructurar la economía del país, centrándola en propósitos dirigidos hacia la sostenibilidad, la formalidad empresarial y la diversificación industrial que, apalancada en I+D+i, enriquezca de valor nuestra oferta productiva y exportadora.

Mipyme: el eslabón perdido de la internacionalización económica.

Giovanny Cardona Montoya. octubre 18 de 2020-

 

1. El diagnóstico.

Para la economía mundial, las mipymes son actores fundamentales para dinamizar el crecimiento y la generación de empleo. Sin embargo, hay matices a la hora de explicar lo que es una pequeña empresa y su rol en la dinámica económica de diferentes países. En general, los países determinan la diferencia entre microempresas, pequeñas, medianas y grandes empresas a partir de la medición del número de empleados, el valor de sus activos o el valor de las ventas. Este último criterio sería bastante útil para el análisis dinámico y estratégico. Para los expertos, las ventas dan una idea de la capacidad dinámica de las empresas, mientras que el número de empleados y el valor de los activos se circunscriben a la dimensión del desempeño potencial.

Para efectos de la clasificación del tamaño empresarial en Colombia “se tendrá como criterio exclusivo los ingresos por actividades ordinarias anuales de la respectiva empresa” según el Decreto 959 de 2019.

La relevancia de abordar las mipymes como objeto de análisis para el proceso de internacionalización de la economía colombiana radica en el hecho que aquellas representan el segmento más grande del tejido empresarial colombiano, En 2014, casi 95% de las unidades productivas eran microempresas, mientras que las pymes representaban el 4,8%. En otras palabras, la mipyme alcanza casi el 99% del universo empresarial.

Esta distribución de las empresas no se diferencia de la que se presenta en países como México, Gran Bretaña o Perú; incluso en Estados Unidos casi el 80% de las empresas tienen 10 trabajadores o menos. Un poco diferente es el caso de Chile ya que las microempresas no alcanzan el 80% y la gran empresa representa más del 1.5%.

Sin embargo, aunque la estructura empresarial colombiana se asemeja a la de otros países de referencia a la hora de ver la generación de empleos, hay diferencias evidentes en el papel que juegan las empresas según su tamaño. Mientras en Colombia, en un escenario semejante al de Perú, la mipyme es responsable de 80% de la ocupación, en Estados Unidos y Reino Unido la gran empresa es responsable de 50% y 40% del empleo, respectivamente.

Ahora, entrando en el eje de análisis que le da sentido a este artículo,  el BID señala que las mipymes latinoamericanas tienen una menor participación relativa en el comercio global si se le compara con otras regiones del planeta. Así, por ejemplo, sólo 13% de las pymes de América Latina exportan, mientras que en Corea son el 19%, en Tailandia el 47% y en Malasia el 55% (BID, 2014).

10 EXPORTADORES COLOMBIANOS COMPARADOSegún estos datos de ANALDEX, la concentración de exportaciones colombianas es muy alta (10 exportadores son responsables del 67% de las ventas internacionales). Es una manifestación clara que son un pequeño grupo de grandes empresas las que lideran la internacionalización de la economía colombiana.

2. La oportunidad.

Esta situación muestra grandes y particulares retos para los gerentes que lideran empresas en Colombia. De un lado es claro el hecho que los mercados de referencia señalan un gran potencial asociado al fortalecimiento de la gran empresa como generadora de empleo y, del otro, también es evidente que la mipyme puede jugar un papel más que trascendental y que requiere de estrategas capaces de fortalecer su participación en los mercados locales y globales.

En ese contexto, la existencia de una nueva y más profunda división internacional del trabajo, en la cual las factorías no elaboran productos sino tareas en una cadena inter-empresarial de producción de bienes y servicios, hace necesario repensar el objeto de trabajo de los gerentes y estrategas, quienes deberán gestionar organizaciones encadenadas.

La visión tradicional del Gerente receloso de la información de su empresa no es compatible con la creciente cooperación interempresarial que va desde la provisión de insumos hasta el servicio postventa. Las Cadenas Globales de Valor le dan sentido a la idea filosófica de la Coo-petencia entre empresas que comparten objetivos y mercados. Como señalábamos en un artículo hace unos años en este mismo espacio. “soy Gerente de un eslabón de una Cadena Global de Valor”.

origen de las CGV

En el caso colombiano se abre camino la posibilidad de desarrollar cluster regionales que conecten a la gran empresa con las mipymes que puedan ensamblar y producir con eficiencia y calidad, componentes necesarios en la cadena de valor.

Ahora, para hacer efectiva la participación de mipymes en encadenamientos productivos, se hace necesario detener esa tácita animadversión a la innovación. Si las empresas más pequeñas no replantean los ejes de su competitividad, pasando del modelo económico centrado en mano de obra barata, para incursionar en elementos de competitividad asociados a las economias de escala (costos bajos), diferenciación (agregación de valor) y foco (especialización), difícilmente se podrá materializar esta oportunidad.

Con el fin de potenciar su participación en los mercados internacionales, las pymes pueden echar mano del comercio electrónico. Un estudio a nivel mundial revela que 95% de las pymes que venden en eBay exportan a través de esta plataforma, lo que es siete veces superior al total de exportadores de América Latina, que equivale al 13,4% del total de empresas de la región. La tecnología sirve a las empresas para superar la barrera de la distancia. Un incremento de 10% en la distancia reduce las exportaciones tradicionales en 18%; mientras que el comercio que se da a través de la web se reduce solamente 3% (eBay, 2013).

Los modelos de negocio centrados en Internet requieren de condiciones –conectividad, servicios, logística y régimen regulatorio-, que faciliten el acceso de las pymes a los mercados internacionales; por ejemplo, obtener información de mercado y servicios logísticos y financieros a un costo competitivo si se le compara con exportaciones bajo métodos tradicionales.

Incluso, el e-commerce fomenta la confianza entre compradores y vendedores, ya que contribuye a que el comprador desvincule la calidad y fiabilidad del exportador, de la imagen del país de donde proviene la mercancía o el servicio (Lendle, Olarreaga, Schropp y Vezina, 2012).

 

Estado de Derecho Formal vs. Estado de Derecho Real.

Giovanny Cardona Montoya, septiembre 20 de 2020.

 

El Estado es un constructo socio-político que moldea la gobernanza de las complejas relaciones sociales de una nación en un momento histórico determinado. Sin embargo, señalar que cada pueblo o nación “se da el Estado de Derecho que se merece” es mucho decir. La legitimidad del Estado siempre será cuestionada al menos por aquellos que añoran ciertos patrones de comportamiento en decadencia o por los otros que consideran que es anacrónico frente a principios filosóficos, económicos, culturales o sociales emergentes.

Para quienes consideramos que nuestro tiempo es el de los Derechos Humanos, el de las Libertades Civiles, el del impero de la Razón en el mundo del Derecho y el del Respeto por la Naturaleza como entidad proveedora de vida, era anacrónico el Estado de Derecho sudafricano que daba piso legal al Apartheid o la segregación de razas en el Sur de los Estados Unidos a mediados del siglo XX.

La ilegitimidad de esos regímenes llevó a cambios en la legalidad de sus Estados de Derecho. El anhelo social se convirtió en ley.

DERECHOS CIVILES

Del mismo modo, hoy, los seguidores del franquismo español pueden añorar el Estado más centralizado y que restringia el uso oficial o público de las lenguas de la autonomías; también, promotores de los movimientos que defienden los intereses de la población LGBTI pueden considerar que el Estado de Derecho en Colombia aún permite la discriminación legal de este grupo poblacional.

El Estado de Derecho en Occidente (que sugiero, de un modo un poco atrevido, que se entienda como el de las sociedades herederas de la Ilustración, el Humanismo y la Racionalidad) no sólo se debe caracterizar por el imperio de la ley -en principio todos los Estados se caracterizan por ello- sino por contar con mecanismos que permiten que la diversidad social, política, económica y cultural tenga efectiva cabida; o sea, que los gobernados se puedan defender efectivamente de posibles abusos del gobernante, que las mayorías gobiernen pero que las minorías sean atendidas efectivamente en sus reclamos, que la oposición tenga posibilidades reales de acceder al poder y que el individuo pueda ser efectivamente escuchado y atendido ante sus reclamos y necesidades. (Nota: la redundancia de la palabra efectivamente fue intencional.

La tutela, el derecho de petición, de réplica o de apelación, el derecho a la huelga, el derecho a la protesta pacífica y las elecciones transparentes y plurales son algunas de estos mecanismos que deben evitar que “en nombre del Estado” se violen los derechos de los ciudadanos y las comunidades. Cuando estas válvulas existen pero no funcionan o son defectuosas, entonces el Estado de Derecho es Formal, pero no Real.

Actualmente el Estado de Derecho en Colombia corre sus mayores riesgos en la grieta que existe entre el Estado Formal y el Estado Real; esto debido a que existen claras manifestaciones de inoperancia de la ley, de politización de la misma e, incluso de coptación del Estado por parte de privados. Más que una cirugía para transplantarle nuevos órganos, lo que el Estado de Derecho en Colombia requiere es una reanimación. No respira y su corazón late con muy poca fuerza.

JUSTICIA

Veamos algunos ejemplos:

– La Constitución Política de Colombia en su Artículo 67 declara que la educación: “…será obligatoria entre los cinco y los quince años de edad y que comprenderá como mínimo, un año de preescolar y nueve de educación básica.” Sin embargo, Unicef señala que “alrededor de 1.5 millones de niños, niñas y adolescentes en Colombia, entre los 5 y 16 años, no van al colegio por distintas razones. La inequidad social y económica es la principal causa de este panorama.”

– El Artículo 49 de la Constitución Política de Colombia señala: “Se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud.” Sin embargo, un estudio publicado por Banco de la República muestra que a pesar de que entre 1997 y 2012 aumentó la cobertura del aseguramiento (de 56,9% a 90,8%), el acceso a los servicios médicos al momento de necesitarlos, disminuyó  de 79,1% a 75,5%.

– El Artículo 11 de la Constitución Política de Colombia señala que “El derecho a la vida es inviolable”. Sin embargo, mientras la tasa de homicidios en el mundo por cada 100 mil habitantes asciende a ocho, en Colombia dicho guarismo es de 25, incluso superior al promedio de América Latina. Según datos del Banco Mundial, 170 países tienen una tasa de homicidios intencionales inferior a Colombia (datos de 2018).

– El Artículo 86 de la Constitución Política de Colombia reconoce el derecho de amparo. Cualquier ciudadano puede recurrir a la  tutela para reclamar ante los jueces, la protección inmediata de sus derechos fundamentales, cuando éstos sean vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública. En Colombia se presentaron 7 millones de tutelas entre 1992 y 2017. El indicador puede ser interpretado de manera positiva, ya que, el ciudadano cuenta con un instrumento efectivo para defender sus derechos. Sin embargo, es preocupante que 1664 veces al día se presenten solicitudes extraordinarias (tutelas) para defender derechos fundamentales. ¿Qué pasa con los mecanismos ordinarios? ¿Por qué no son efectivos?

Son sólo algunos ejemplos, pero sirven de ilustración para entender que nuestro Estado de Derecho Formal tiene un cúmulo de cualidades que si se materializaran se traducirían en una transformación cualitativa de la convivencia, el bienestar social y el desarrollo de este país.

Fortalecer la democracia (sin financiación privada, con electores educados y sin hambre), despolitizar la justicia, hacer cumplir mandatos emanados de la Constitución Política que aún están “congelados”, sancionar efectiva y ejemplarmente a los funcionarios públicos que transgreden las normas y a los privados que se les alían para coptar el Estado en su beneficio, son cambios trascendentales que se traducirían en el fortalecimiento del Estado de Derecho Real.

Sin embargo, según el Indice Global de Impunidad, que mide el proceso de denuncia, el esclarecimiento de los hechos, el castigo de los delitos, el enjuiciamiento de los responsables y la reparación de la víctima, Colombia ocupa el 8vo lugar entre 59 países medidos. En el análisis hecho por ese estudio, se señala que 57% de los municipios tienen una alta tasa de impunidad y que, la comisión de delitos tiene un estímulo fuerte en la convicción del delincuente de que “nada le va a pasar”. Incluso, en medio del debate sobre la cadena perpetua para violadores, muchos juristas señalaron que el problema no era alargar las penas, sino hacer efectiva la denuncia, la captura, el juicio y la condena.

Educación: sin TIC no hay calidad ni cobertura.

Uno de los componentes más valiosos del acervo de una sociedad es la educación de sus niños y jóvenes. Sin embargo, los rezagos y retos estructurales de los sistemas educativos son de gran envergadura y reclaman consistencia en las políticas públicas de largo plazo.

Los rezagos más evidentes están asociados a la cobertura, pero también hay problemos serios en materia de calidad. Particularmente la actual coyuntura desatada por la pandemia del Covid evidenció un problema cuali-cuantitativo, el cual tiene que ver tanto con la cobertura como con la calidad del sistema educativo: el uso de las TIC en las escuelas.

Problema cuantitativo: cobertura.

En Colombia no existe aún cobertura universal en la educación media -grados 10 y 11-; ésta tan sólo alcanza el 72%. De estos, sólo 52% se matriculan en la educación superior  -técnico profesional, tecnólogo y universitario- y, más crítico aún, 47 de cada 100 estudiantes universitarios no logran culminar satisfactoriamente su carrera.

cobertura educativa en Colombia siglo XXI

En la educación básica y media se encuentra un problema de cobertura asociado a la deserción, el cual denota una profundización de las brechas de inequidad social. Para mediados de la década que acaba de terminar, en las zonas rurales de 100 estudiantes que ingresan al sistema, sólo 48 terminan la educación media, mientras en las ciudades este indicador alcanza el 82% de efectividad.

Problema cualitativo: calidad y pertinencia.

En materia de calidad, hay problemas serios de pertinencia asociados a) a la falta de visión de futuro -formar ciudadanos para un desarrollo sostenible en lo social y ambiental-; b) al desdén por las particularidades y necesidades territoriales locales -currículos centralizados-; c) al papel marginal que juegan los problemas sociales vigentes en las propuestas educativas -problemas de convivencia, inequidad, discriminación y medio ambiente, por ejemplo-; y d) a la desvalorización de la docencia como profesión (los mejores bachilleres no se matriculan en las facultades de licenciaturas y la tasa de profesores de inglés que no tienen la idoneidad es muy alta).

Un indicador interesante para hablar de pertinencia son las pruebas Pisa. La medición histórica que se ha hecho de Lectura, Matemáticas y Ciencias, competencias transversales que son necesarias en diferentes dimensiones de la vida del ser humano, muestra un constante y significativo rezago de nuestros estudiantes con respecto a otros países referentes. Recurrentemente Colombia se ubica entre los puestos 60 y 70, en un universo estadístico de 79 países que presentan dichas pruebas.

pruebas pisa

El uso de TIC, un problema cuali-cuantitativo.

El uso de TIC en la educación es un tema de calidad. Los jóvenes deben aprender a desenvolverse en redes, accediendo a información, produciendo contenidos y estableciendo relaciones con personas de diferentes culturas. Su vida adulta -en la universidad, en el trabajo, en el mercado, en su crecimiento personal y en las relaciones sociales- estará marcada por las posibilidades y retos que implican las tecnologías de información y comunicaciones. Es el momento histórico que nos tocó vivir. Los retos y oportunidades en todas las dimensiones se relacionan con el uso de las TIC.

No se trata de hacer una apología de esta revolución tecnológica. Sabemos de infinidad de problemas y complicaciones que han surgido con la expansión de Internet, pero todo cambio profundo trae consigo retos que pueden ser de índole social, económico, jurídico e, incluso ético y estético. Esta no será la excepción y habrá que enfrentarlos.

En consecuencia, la educación de este siglo XXI para que sea de calidad, debe incluir a las redes de información y conocimiento, tanto en sus contenidos como en las metodologías de enseñanza y aprendizaje. Y esto es una necesidad en todos los niveles del Sistema Educativo.

Pero, la pandemia del Covid hizo visible algo que todos sabíamos, pero de lo que nadie hablaba: la infraestructura y la cultura para el uso de las TIC se hallan rezagadas y dicho retraso también evidencia muestras de inequidad social.

Cuando los países entramos en cuarentena por causa de la pandemia, los sistemas educativos de todo el mundo tuvieron que recurrir a la virtualidad para dar continuidad a los procesos curriculares. ¿Y sí se pudo dar continuidad?

Aún no hay estudios suficientes y amplios, pero está claro que se encontraron problemas de calidad -los diseños curriculares no estabán adecuados para ser gestionados de manera remota; muchos maestros no estaban preparados para guiar el aprendizaje por fuera de su salón de clases y gran parte de los estudiantes no tenían ni las competencias, ni la motivación para sustituir sus clases de aula por sesiones sincrónicas en una plataforma de comunicación virtual.

Esto era de esperarse. A pesar de que Internet ya tiene más de seis lustros expandiéndose por el mundo, las escuelas y universidades aún centran sus esfuerzos en las mediaciones tradicionales. En consecuencia, la coyuntura seguramente será una oportunidad para impulsar a futuro los sistemas educativos combinando mediaciones -el aula presencial, el museo, la empresa, la granja, Zoom, Teams, etc.-. Se enriquece el abanico de oportunidades para las didácticas de los maestros y para el aprendizaje de los estudiantes.

Pero, la virtualidad, que ya se entendía como un vehículo para poder ampliar la cobertura llegando a comunidades lejanas y a personas con restricciones para asistir a los centros educativos -problemas de movilidad en las ciudades o limitaciones laborales o físicas), terminó siendo en esta pandemia una radiografía de inequidad social: durante la cuarentena, muchos niños y jóvenes no pudieron continuar sus estudios, ya que, no tienen conectividad o en sus casas no hay un computador para poder estudiar.

UNESCO señala en un informe que 17% de los niños en edad escolar quedaron literalmente “desconectados” de sus clases durante el cierre de sus escuelas, debido a la ausencia de condiciones tecnológicas: 258 millones de niños y jóvenes en todo el mundo. Este dato catastrófico cobija fundamentalmente a inmigrantes, niños de escuelas rurales, minorías étnicas y mujeres.

Según el mismo organismo, 40% de los países de ingreso medio y bajo no hicieron suficientes esfuerzos para evitar que la población más vulnerable parara sus estudios durante el cierre de las escuelas.  De igual manera, IESALC realizó un estudio que descubre que la pandemia dejó por fuera a 25% de los estudiantes de las universidades de América Latina, tan sólo por problemas de conectividad.

El mensaje es claro. Las inversiones en tecnología para la educación, con todas sus dimensiones -pedagógica, social, económica, ética-, deben ser una prioridad de la entrante década para asegurar una educación de calidad en el marco de una mayor cobertura. 

 

 

 

Fin de la cuarentena: sembrar futuro en lugar de volver a la normalidad.

Giovanny Cardona Montoya, agosto 23 de 2020.

 

Comienza a respirarse un aroma a posible “regreso a la normalidad”.

A pesar de que el número de fallecidos va camino del millón de personas, que los contagiados confirmados superan los 22 millones, -siendo éstos la muestra de un número desconocido de contagiados no diagnosticados-, y que se presentan rebrotes en algunas ciudades del mundo donde ya se han relajado las restricciones de interacción social, todo indica que Colombia y el planeta se van preparando para “volver a la normalidad”.

El anuncio de vacunas en Rusia y China, además de los informados avances de otras en Europa y Norteamérica y el “agotamiento” de un sistema económico focalizado en el crecimiento más que en el desarrollo social y ambiental, son los principales determinantes del final de la extendida pero necesaria cuarentena.

Sentiremos el alivio de poder volver a la calle y de reencontrarnos con seres queridos, de viajar y de sentarnos en un restaurante a departir con amigos. Probablemente los amantes del fútbol, de los conciertos y de las discotecas no están tan optimistas aún; las aglomeraciones siguen siendo “el Caín” de esta historia.

Digamos que esta lectura de un posible final de la cuarentena es básicamente un momento feliz. Y es comprensible.

Sin embargo, durante la pandemia han aflorado cuestionamientos serios a nuestro lifestyle, demandando una “nueva realidad”; no volver al tren de vida de antes. Pero parece que ya se nos está olvidando.

La súbita aparición del Covid conllevó incertidumbre, angustia y reacción. No lo vimos venir, no lo esperábamos, no sabíamos cómo actuar. Improvisación ha sido el nombre del juego.

¿Seguiremos siendo reactivos hacia el futuro? No deberíamos. ¿Por qué no?

1. La pandemia dejará secuelas. Aunque pronto habrán vacunas, los contagios y decesos continuarán por un buen tiempo (años). Adicionalmente, la Organización Panamericana de la Salud  señala que las enfermedades psicosociales se han multiplicado por el esfuerzo físico y emocional de evitar el contagio y por el miedo a la incertidumbre económica. Adicionalmente, millones de personas han perdido familiares (no sólo por el Covid) y no pudieron hacer el duelo, tienen una herida emocional abierta.

2. La normalidad es parte del problema.

El virus es altamente contagioso, pero su letalidad no lo es tanto. Por ello, la cuarentena es fundamental para minimizar los riesgos de contagio, agravamiento y muerte. La clave es que el crecimiento de contagios sea lento para que los sistemas de salud y  particularmente las Unidades de Cuidados Intensivos- UCI- no colapsen. Pero la normalidad de la que venimos es aquella en la cual millones de personas viven en la informalidad y no pueden darse el lujo de encerrarse en sus casas. Deben salir a la calle para asegurar su sustento.¿A esa normalidad deseamos regresar?

El Estado de Bienestar de esta época neoliberal – de los 80s hasta nuestros días- tiene como su hilo más delgado a la ecuación empleo-desempleo. Si tienes un contrato laboral estás cubierto, sino, caes al vacío. ¡Sálvese quien pueda!, no hay un sólido principio de solidaridad para el bienestar. En este contexto, la pandemia ha obligado al cierre de empresas, por ende, el desempleo y la reducción de salarios se han disparado en el mundo.  Según CEPAL, Latinoamérica incrementará su desempleo en más de 11 millones de personas-.

Esta crisis ha sido atendida bajo la perspectiva de la ortodoxia neoliberal: estabilidad macroeconómica  y lógica de mercado para distribuir sus costos. Se sacrifican empleos y salarios, a la vez que caen primero los trabajadores informales y las microempresas. Banco Mundial estima que 100 millones de personas caerán en pobreza extrema como consecuencia de la pandemia.

A nivel global sucede lo mismo. Es un virus que pone en peligro a toda la humanidad y no tenemos un régimen multilateral sanitario para enfrentarlo. Somos un archipiélago de países luchando contra un virus que no conoce de fronteras. Al mismo tiempo, ya comenzó la “subasta” para que cada país trate de acceder a la vacuna. ¿Dónde quedó el Preámbulo de la Carta de San Francisco: “…emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos.”?

economia informal             Imagen tomada de: https://comunicacionparalaincidencia.wordpress.com/2012/06/09/imagenes-de-la-economia-informal-8/

3. La cuarentena, una pausa del desarrollo “insostenible”.

La presencia de algunos animales exóticos o salvajes hacia grandes urbes ha sido una curiosidad de la cuarentena. Hechos más concretos y significativos fueron las chimeneas apagadas de fábricas cerradas, la menor movilidad de vehículos, la reducción de la huella de carbono de millones de personas que se quedaron en sus casas. Pero volveremos a la calle, prenderemos las calderas, volverán los vehículos a las autopistas. ¿Queremos regresar al desarrollo “insostenible”?

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4. ¿Un mundo interconectado?

La recesión no es más aguda en este primer semestre de 2020 gracias al teletrabajo, el e-commerce y la educación virtual. Sin el desarrollo de las TIC, la crisis económica habría sido mucho más aguda. Sin embargo, es claro que las escuelas no estaban preparadas, el teletrabajo no se ha afianzado y el comercio electrónico apenas representa 13%  de los intercambios nacionales e internacionales.

La escuela y las bibliotecas ya no son la principal fuente de información. El campus educativo debe ser para pensar, para co-crear y para debatir, usando la virtualidad como vehículo de acceso, producción e intercambio de datos, información y conocimiento. En esta época, una buena educación presencial se debe apoyar en la virtualidad y, de otro lado, la distancia no tiene que ser una barrera para acceder a educación de calidad.

Sin embargo, en la cuarentena se evidenciaron muchos y elevados muros: modelos educativos tradicionales, docentes sin experiencia y estudiantes no preparados, ni motivados para una comunicación remota. Peor aún, según UNESCO, hay un alto porcentaje de hogares sin acceso a Internet.

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En síntesis, no debemos regresar a la “vieja normalidad” porque:

– es una normalidad basada en una ética socioéconómica excesivamente individualista y en una frágil solidaridad supranacional entre los países;

– las secuelas de la pandemia (económicas, físicas y emocionales) requieren de creatividad solidaria para una rápida recuperación;

el planeta no resiste el tren de producción y consumo que llevábamos antes de la pandemia. Hay que migrar hacia una cultura de la frugalidad.

– el acceso universal a las TIC podría elevar nuestra calidad de vida, mejorando la cobertura, oportunidad y eficiencia de servicios que requerimos: educación, salud, banca, recreación, etc. No se trata de poner la virtualidad por encima de la convivencia tradicional, sino de aprovechar su potencial.