Inteligencia Artificial y Mercado Laboral: algo va a cambiar, es un hecho.

Giovanny Cardona Montoya, junio 24 de 2019.

 

Desde que Drucker habló por primera vez de Sociedad del Conocimiento (1959), hay evidencias teóricas y empíricas de que algo viene sucediendo en los procesos productivos. Si bien este tema va más allá de lo económico -lo cultural, lo social, lo político, etc.-, vamos a concentrarnos en la dimensión económica del proceso.

Drucker señaló, entonces, que las empresas estaban vinculando trabajadores que pasaban más tiempo interactuando con la información que con las máquinas , las herramientas o la tierra -los tradicionales factores de producción-. En otras palabras, se trata de trabajadores cuya labor principal es la gestión del conocimiento. Estamos pasando de habilidades físicas a las de pensamiento. He ahí la clave de la nueva competitividad.

Esta sociedad del conocimiento se ha acompasado en las últimas décadas, del desarrollo de ciertas tecnologías entre las que se destacan las del transporte y las de la información y las comunicaciones -TIC-. El avance de estas tecnologías ha sido fundamental para el denominado proceso de globalización, el cual ha venido derrumbando fronteras para la interacción entre las personas del planeta, a la vez que, acelera todos los procesos de producción e intercambio de bienes y servicios.

El auge de las tecnologías siempre ha traido consigo transformaciones en el mercado laboral. Los avances frecuentemente han desplazado labores humanas pero al mismo tiempo han reclamado que la población tenga una formación más compleja para interactuar con dichas tecnologías: ya sea para gestionarlas o para potenciarlas hacia la producción de bienes y servicios antes impensables.

Así, con el vehículo a motor, los cocheros y jinetes perdieron su trabajo; pero los nuevos conductores pudieron transportar más pasajeros, más carga, a distancias mayores y en menor cantidad de tiempo.Se destruyeron muchas ocupaciones (el herrero, el fabricante de sillas de montar, por ejemplo) pero nacieron muchas más,ya que, al poder transportar más gente, a mayores distancias y en menor tiempo, el mercado se incrementó (el conductor, el piloto, el mecánico, el ingeniero, etc). Hubo más y mejor trabajo; menos físico, más intelectual.

La Sociedad del Conocimiento parece replicar el reto de anteriores revoluciones industriales (la de los artesanos con respecto a la economía rural; la de la máquina a vapor; la de los vehículos de combustible). Ahora, nuevamente, el desarrollo científico y tecnológico está automatizando y robotizando procesos, a tal punto que desaparecen  muchos oficios, tareas, labores, empleos y hasta profesiones: el conductor de transporte público -aéreo y terrestre-, el técnico contable, el médico general, el maestro de tiza y tablero, el mensajero, el soldado de campo de batalla (eso sí es una muy buena noticia), el operario de máquinas de cualquier fábrica, etc. Todas esas tareas las realizan máquinas: ahora las palabras claves son “algoritmos”, “apps”, “drones”, “robots”.

Sin embargo, el fenómeno de la destrucción de empleos y la creación de nuevos se está dando en un contexto diferente al de revoluciones anteriores.

1. Nos encontramos en un mundo superpoblado. La tierra era un planeta subpoblado hasta bien entrado el siglo XX. Ahora se destruyen millones de empleos pero ¿está listo el sistema para entrenar y reubicar a tanta población?

poblacion mundial2. Vivimos en un mundo interconectado, no existen los fenómenos locales o nacionales sin consecuencias de carácter internacional, incluso, global.  Las Cadenas Globales de Valor hacen que si una empresa entra en crisis, las consecuencias de desempleo se expandan por todo el planeta. Nada sucede de manera local o aislada.

Entonces, la pregunta es: ¿Si el desempleo que generará la Inteligencia Artificial es de carácter global, pero las políticas por el empleo se toman es a nivel nacional, será posible que se logre un reordenamiento del mercado laboral, que sea equilibrado en la ecuación nación-planeta?

comercio mundial 2016Las firmas desagregan su producción a través de procesos de manufacturación oversea y offshoring.

 

3. La teoría de la economía política siempre ha confrontado dos paradigmas antagónicos. De un lado, la tesis de Adam Smith que señalaba que el empresario buscando su lucro personal generaba un beneficio social o colectivo. Así, con el ánimo de vender más y obtener más ganancias, el empresario reduce costos y/o eleva calidad, lo que al final beneficia a una mayor cantidad de consumidores (la sociedad). Del otro, la teoría de Karl Marx, quien señalaba que los intereses sociales eran antagónicos de los privados. Un ejemplo de la tesis de Marx sería la idea que el empleador preferiría pagar salarios más bajos (beneficio privado), lo que se traduciría en menos capacidad de compra de toda la sociedad.

Todo indica que la actual revolución tecnológica (la de la Inteligencia Artificial) permitirá nuevamente confrontar las dos anteriores hipótesis. El desarrollo tecnológico destruirá empleos, esa es una verdad de a puño. Como dice John Charles Pool: “un robot puede hacer un auto, pero no puede comprarlo”; entonces, ¿cómo va a reaccionar el sistema ante esta creciente y acelerada realidad?

La Inteligencia Artificial destruye empleos, entonces, ¿qué hará el sistema de economía de mercado? ¿quién tendrá la razón, Marx o Smith?

Hay medidas que se pueden tomar para que las posibilidades que ofrece la nueva revolución tecnológica no se traduzcan en una aguda crisis de la economía de mercado. Veamos algunas de ellas:

crecimiento acelerado, exponencial y de calidad del sistema educativo a nivel global. Si la cobertura educativa crece y las personas se forman en el manejo de las nuevas tecnologías y en competencias transversales como la gestión del cambio y de la incertidumbre, el emprendimiento, el trabajo en redes, la creatividad intelectual y artística, entre otras, entonces, probablemente la economía mundial viva una nueva expansión. ¿Quién pagaría semejante inversión en el corto y mediano plazo?

reducción de la jornada laboral para absorrver una mayor cantidad de mano de obra. ¿Quién pagaría esta reforma laboral mundial?

– aprobación de una renta mínima universal para todos los habitantes del planeta: si las personas no trabajan no tienen ingresos, entonces, no consumen; ¿sino consumen, para quién producir?

El carácter planetario de la actual revolución tecnológica y la velocidad con la que se presentan los cambios en los procesos productivos, fruto de los desarrollos tecnologícos de nueva generación, hacen de esta nueva contradicción tal vez la más aguda que haya tenido la economía de mercado en sus siglos de existencia.

 

 

Fracking: plan B de una economía sin propósitos de largo plazo

Hace una década este país declaró un horizonte de largo plazo -hacia el año 2032-: ser la 3a nación más competitiva de la región, tener el 3o ingreso per capita más elevado de la región y elevar el PIB. Sin embargo, el Consejo Nacional de Competitividad reitera, año tras año, que no se toman las medidas necesarias para alcanzar dichos objetivos.

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Algo va de Catalunya a la disolución de la URSS.

En el año en que España vive el episodio más real de separatismo desde que se reinstauró la democracia en la década de 1970, también se conmemoran 100 años de la creación del, otrora, país más grande del mundo, el cual no alcanzó a vivir siquiera 75 años.

¿Por qué los países se dividen?

Yugoslavia, Etiopía o Checoeslovaquia fueron casos concretos de división de estados nacionales en el siglo XX. Pero hay otros fenómenos latentes en Bélgica, Italia, España, Canadá y en las naciones donde viven los kurdos.

Sin embargo, cada caso tiene su propia historia. Algunas secesiones se dieron cuando naciones existentes (con identidad cultural, económica e histórica) hacían parte de Estados más grandes donde se asfixiaba su identidad nacional. Probablemente esto explique la separación de la república Checa y Eslovaquia, o tal vez sea el caso de las naciones balcánicas que se habían organizado como Yugoslavia al desaparecer los grandes imperios al final de la primera guerra mundial; pero que se separaron después de un sangriento “divorcio”.

Geopolíticamente hablando, estas separaciones lograron cierta legitimidad internacional, la cual se fundamentó (o excusó) en la reconocida identidad nacional de los territorios que se separaron.

 

El aún inexplicable caso de la implosión de la URSS.

El caso de la Unión Soviética no es tan simple. Tal y como lo argumenté en un artículo que escribí hace varios años durante mis estudios en Argentina, la implosión de la URSS es compleja, ya que, si bien el país se conformaba por 15 repúblicas, de las cuales algunas tenían una clara identidad nacional (Estonia, Letonia, Lituania, por ejemplo), otras poseían una historia más compleja: una Ucrania culturamente dividida (un Occidente católico y ucraniano-parlante enfrentado a un Oriente ruso-parlante y ortodoxo) o las repúblicas del Cáucaso, creadas artificialmente por el gobierno bolchevique de Moscú en la primera mitad del siglo XX.

Tal vez pocos discuten por qué el partido comunista perdió el poder en ese enorme país o por qué todas naciones de la exURSS abandonaron el socialismo y transformaron sus sistemas, social, político y económico en democracias liberales y mercados capitalistas. Sin embargo, no es claro por qué un país conformado por territorios que por siglos estuvieron unidos, se desmoronó.

En este caso, mi hipótesis, -ver artículo- es que se dio una combinación de factores: nacionalismos en algunos casos -los bálticos, por ejemplo-, antipatía hacia las élites rusas que gobernaban en diferentes regiones de la URSS -las cuales pasaron a ser minorías étnicas en cada nuevo país- y la necesidad de élites locales de controlar sus mercados, incluído el político.

¿Por qué la complejidad del caso de Catalunya?

En otro estudio que hice hace varios años, -ver artículo- señalé la contradicción dialéctica que se presenta entre la globalización y la descentralización (o, incluso, separatismos). El caso de España cabe dentro de esta reflexión.

España es un país conformado por regiones autónomas, con una legendaria historia de unidad territorial -siglos-, a pesar de que en varias de aquellas se tiene una lengua propia. España es multicultural, eso no se discute. De hecho los vascos tienen una identidad cultural con significtivas diferencias con respecto a las demás regiones, cuyas lenguas tienen el mismo origen: son lenguas romances.

Pero, la otra categoría que marca la evolución del estado nacional en las últimas décadas es la globalización. Esta última genera un cambio en el ejercicio de la soberanía por parte de los estados. Para España este fenómeno es particularmente evidente en las últimas tres décadas desde que ingresó al bloque europeo, el cual se caracteriza por un proceso gradual de supranacionalidad por el cual la Unión Europea asume funciones que anteriormente ejercían los estados nacionales; como es el caso de la soberanía comercial, la monetaria y, en parte, la fiscal. O sea, los estados miembros de la Unión Europea renuncian a parte de sus funciones soberanas en favor del bloque.

Bajo este contexto es que se nace la pregunta ¿por qué se separan los catalanes? no tienen una historia de identidad nacional que les preceda, por lo menos durante siglos; tienen una fuerte interdependencia económica con las demás regiones de España y, además, quieren ser parte de la Unión Europea. O sea, ¿se separan de España para unirse a la Unión Europea y convertirse en socios de España?

ingreso a la zona euro

Como se puede ver, no es fácil de entender este caso de separatismo. Sin embargo, a riesgo de reducir el tema, no se puede negar que en España se mantiene viva la discusión por la necesidad de ampliar la autonomía en el marco de un proceso histórico de descentralización del país.

La autonomía fiscal aparece en el orden del día de las relaciones entre Madrid y las regiones autonómicas de España. Este tema, que como todo proceso de descentralización es una manera de hacer más real la democracia en tanto se acercan las decisiones mayores al constituyente primario, también es un mecanismo para fortalecer la convivencia entre las élites centrales y las regionales.

La anterior explicación sirve para entender, al menos parcialmente, cómo el separatismo catalán en tan sólo unos años logró poner en jaque la soberanía española, algo que no alcanzaron los vascos -con una combinación de formas de lucha- a lo largo de décadas.

A modo de conclusión.

Los separatismos no tienen explicaciones unidimensionales. Son complejos. Cada caso tiene sus propias razones e historia. La identidad nacional (o al menos la identidad local) se combina con los interese de élites para argumentar un proceso separatista, a pesar de los costos que genera la incertidumbre del cambio.

Sin embargo, es evidente también que las democracias maduras tienden a ser descentralizadas como un mecanismo que hace más real la participación del ciudadadano en las decisiones que le son importantes.

Seguramente con la aplicación del artículo 155, el gobierno de Rajoy logrará detener, al menos temporalmente, este intento separatista. Pero las huellas que este proceso dejará en las presentes y futuras generaciones no sabemos que tan profundas serán. O sea, seguramente en el campo jurídico se socava la independencia, pero en el político “el fuego seguirá quemando el bosque.”

En consecuencia, ya sea por identidad nacional o por negociaciones de élites, el futuro de España está atado a una revisión de su constitución, particularmente en aquello que tiene que ver con las autonomías locales.

La globalización es compleja: los países se unen entre ellos -o al menos sus mercados- mientras sus hilos internos se descosen.

 

 

 

Populismos de derecha e izquierda: ¿qué tienen en común?

“Los populistas no están de moda, hablar mal de ellos, sí” (N.N.)

Se ha consolidado una especie de consenso global (y globalizante), en el sentido que los valores que son tan preciados a Occidente están en peligro con el auge de los llamados populismos, sean estos de derecha o de izquierda.

Sin embargo, el consenso trae consigo, generalmente, el riesgo de la falta de discernimiento. Es tan obvia la “maldad” en los populismos que no dejamos espacio para la reflexión. Este siglo XXI está cargado de movimientos políticos denominados “populistas”, sin mayor explicación: “son populistas, entonces, son malos

Populismos en el siglo XX.

Dussel nos recuerda que en el siglo XX hubo movimientos nacionalistas denominados populistas, los cuales incluyen a Lázaro Cárdenas (que nacionalizó el petróleo mexicano), a Irigoyen y a Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil y a Arbenz, derrocado en Guatemala (1954) por élites que defendían intereses del capital norteamericano en Guatemala.

Esta experiencia de gobiernos y partidos populistas alimentó el surgimiento y desarrollo de una burguesía nacional, a la vez que se consolidaba, atada a ésta, una naciente clase obrera. El populismo, entonces, se entendía, como procesos nacionalistas que desdecían de las teorías clásicas y neoclásicas del desarrollo económico (liberalismo económico), para explorar nuevos caminos que sacaran a los frágiles países latinoamericanos, del subdesarrollo.

trabajadores

Una de las fortalezas del populismo del siglo XX es que gradualmente se fue apoyando en tratados teóricos que daban nuevas perspectivas al desarrollo de los países. El marxismo, el estructuralismo y la Cepal (ésta última, en las décadas de 1960 y 1970) sirvieron de base para que los procesos sociales y económicos de naciones denominadas subdesarrolladas tomaran rumbo propio, lo que se tradujo en industrialización, consolidación de clases sociales urbanas, reformas agrarias y fortalecimiento de la participación ciudadana en lo político (voto femenino, por ejemplo).

¿Quiénes son los populistas del siglo XXI?

En este siglo XXI, los gobiernos de centro-izquierda en América Latina, contrarios al modelo de globalización neoliberal, han sido denominados “populistas”. Con el liderazgo de Chávez y el poder de Lula, la región se llenó de estos gobiernos, con excepción de Colombia y México (Chile es un caso aparte, merece un capítulo propio). Este denominado populismo no duró mucho y antes de terminar la segunda década del siglo, parecen ser cosa del pasado. Pero, lo que es claro es que estos gobiernos cuestionaron el modelo de globalización neoliberal que se impuso en el planeta desde la década de 1980.

Adicionalmente en naciones de Europa, y ahora en Estados Unidos, también han surgido movimientos políticos denominados “populistas”; son una especie de nacionalismos que cuestionan en parte a la globalización existente. Sin embargo, estos movimientos no tienen raíces de izquierda (por decir, comunistas, socialistas, socialdemócratas o algo parecido), sino todo lo contrario, vienen de las entrañas de los movimientos conservadores. Los hay con fuerza en Francia, en Austria, en Holanda y expresan un triunfo concreto en Reino Unido al haber logrado la aprobación del Brexit, o sea, desconectar la isla británica del bloque europeo.

¿Qué se le cuestiona a los populistas?

A los populistas latinoamericanos se les cuestiona desde la “ciencia”, por la falta de ortodoxia en sus modelos económicos: practican políticas “populistas” insostenibles. O sea, se señala que lo que hacen es loable pero no viable; en cambio, lo que sí sería sostenible sería la economía de mercado. En la crítica se les recuerda que el socialismo prosoviético y el modelo keynesiano habrían demostrado su ineficiencia y entraron en desuso. El Estado cede su preeminencia al mercado.

neoliberalismo money

A los populistas europeos y a Trump se les acusa de xenófobos, de racistas, de poner en entredicho los valores occidentales, construidos a lo largo de los siglos. La idea de frenar la libre movilidad de personas y la intención de revalorizar la “identidad nacional” se cuestionan como ideologías que contradicen un objetivo más loable, cómo lo es el de la libertad de las personas, en este caso la libertad de movimiento.

En otras palabras, el “consenso” prooccidental combina los cuestionamientos al “neoproteccionismo” y a la xenofobia y los convierte en un mismo “demonio”: el populismo.

Pero ¿quién vota por los populistas? ¿por qué lo hacen?

Aqui es donde deseo deshacer el consenso. Existe un hilo conductor que relaciona a los populismos latinoamericanos de comienzos de siglo XXI con el discurso de Trump, de Le Pen o de los defensores del mismo Brexit. Y este hilo conductor son sus electores. Si bien es cierto que por Trump o Le Pen votaron personas que tienen una posición discriminatoria con respecto a los inmigrantes, la verdad es que muchos electores de los populistas de ambos continentes son obreros, campesinos y microempresarios que sienten que la globalización neoliberal les roba el empleo en particular y el bienestar en general.

Seguramente se puede aceptar que los políticos “populistas” manipulan la opinión pública, señalando, por ejemplo, que los inmigrantes roban los puestos de trabajo. Pero el hecho fundamental es que hay ingentes grupos de personas que cuestionan el  modelo económico que ha regido al planeta en los últimos treinta años. Tanto en América Latina como en Estados Unidos o en Francia, hay trabajadores que sienten que la globalización neoliberal les ha robado la oportunidad de tener garantizados unos mínimos de bienestar.

trabajador

En síntesis, si  bien los populismos del siglo XXI viven en un contexto diferente a los del siglo pasado y, además, no aparecen nuevas teorías de desarrollo social y económica que renueven los argumentos en pro del proteccionismo, la verdad es que el auge de estos partidos es, ante todo, una protesta que se está haciendo mundial, para cuestionar  a un neoliberalismo que impone una globalización inequitativa, que privilegia los logros del mercado más que los de los ciudadanos. Como ha sucedido en otros momentos, es posible que el remedio sea peor que la enfermedad, pero la cura no se puede buscar si se niega la existencia de una patología. Y  los síntomas son incuestionables.

 

¿Instituciones educativas del siglo XIX para una sociedad del siglo XXI?

Se ha vuelto frecuente cuestionar al profesor que, recurriendo a la metodología de reproducción de conocimiento, “dicta clase” en un formato magistral para, posteriormente, verificar lo que sus estudiantes aprendieron.

Flaco favor se le hace a la educación cuando las metodologías son cuestionadas sin mayores análisis.

La palabra pedagogía tiene su sentido etimológico en el griego (paida -niño- y gogos -acompañante, guía-), que hace referencia a la persona que llevaba al niño. La pedagogía es la ciencia que se ocupa de estudiar todos los procesos de aprendizaje de las personas, ya sean estos en escenarios escolarizados (didáctica escolar) o no escolarizados (la casa, por ejemplo). En este contexto, somos maestros (educadores, acompañantes) todos aquellos que tenemos como labor facilitar, el aprendizaje del prójimo.

El maestro en la sociedad industrial.

Desde hace medio siglo, aproximadamente, la sociedad ha venido viviendo una seria transformación en la gestión de la cadena datos-información-conocimiento; dicho cambio está afectando todas las facetas de la vida de las personas: la económica, la social, la cultural, la política, etc. Las manifestaciones concretas de este cambio se traducen en:

– la cantidad de datos e información que se ponen a nuestra disposición crece exponencialmente y a una gran velocidad;

- cualquier individuo puede ser autor y llegar con sus contenidos a receptores en cualquier lugar del planeta en tiempo real;

– casi han desaparecido las barreras de tiempo (7/24) o distancia para acceder a contenidos o para transmitirlos.

Hago la anterior aclaración para señalar uno de los problemas del sistema educativo actual y, así, recoger el debate con el que comenzamos este artículo. Durante el siglo XIX y hasta la década de 1980, transmitir información o actualizar en contenidos temáticos era una de las principales funciones del docente. Las limitaciones de acceso al conocimiento, especialmente científico y tecnológico, -libros impresos y costosos, bibliotecas de horario limitado, producción en otra lengua, etc.- implicaban que alguien cumpliera las veces de “transmisor” para lograr masificar el acercamiento al acervo de la humanidad.

En consecuencia, la clase magistral o conferencia a un grupo amplio de estudiantes era una de las mejores herramientas que tenía el maestro para acompañar en el aprendizaje a sus pupilos. Difícilmente en la sociedad industrial se hubiera podido pensar en otro camino didáctico para llegar a masas crecientes de estudiantes que necesitaban formarse para trabajar en procesos productivos estandarizados. Así era el siglo pasado: aprendias tareas, te preparabas para cumplir funciones y vivias en un mundo mecanizado -aplicar el manual de funciones en la oficina, leer el periódico los domingos en la mañana, trabajar de 8 a.m. a 6p.m., tomar el bus de las 7 a.m., etc.-

procesos mecanicos

Pero el mundo ha cambiado.

La informática, Internet, las tecnologías del transporte y las migraciones masivas han transformado al mundo. No sólo ha cambiado el mundo productivo, sino que la cultura en su más alta expresión se transforma, a la vez que se derrumban las fronteras locales, haciéndonos cada vez más globales: dominamos una segunda lengua, tenemos contactos por todo el planeta (amigos, socios, colegas, familiares, clientes, proveedores) e intercambiamos en tiempo real conocimientos y valores sobre la vida y la convivencia, afectándose permanentemente nuestra cosmovisión.

En consecuencia, la docencia de los siglos pasados se ha quedado anacrónica. La nueva realidad reta a los docentes porque:

– nuestros estudiantes se deben preparar para ser productivos y felices en un mundo cambiante y globalizado;

– el futuro de las sociedades, los territorios y las empresas, estará marcado por la capacidad de innovar de las personas, o sea, de tomar el conocimiento científico y de aplicarlo en la solución de problemas y retos inesperados pero permanentes.

Es aquí donde se evidencia que el sistema educativo requiere de una revolución.

EDUCACION ANTICUADA

¿Qué aprender? ¿Cómo hacerlo?

La vida se transforma de manera acelerada desde todas sus dimensiones. La familia cambia (hogares unipersonales, divorcios, parejas interculturales, etc.); la tecnología evoluciona acelaradamente (los dispositivos que hoy utilizamos serán obsoletos en pocos años); las culturas se mezclan (idiomas, valores, costumbres, religiones); las empresas mutan (cadenas globales de producción, teletrabajo, auge del comercio de servicios), la naturaleza se deteriora (picos climáticos, estaciones inesperadas, pérdida de bosques, etc.)

Estos ejemplos son cambios que se ven desde hoy; pero ¿y las transformaciones que vendrán y que aún no conocemos?

Por lo tanto, es necesario que las personas que lideran el sistema educativo hagan una lectura prospectiva de los retos que enfrentarán nuestros jóvenes en las próximas décadas. La formación en conocimientos, en habilidades y en valores debe ser consecuente con el mundo cambiante y con las necesidades de las futuras generaciones.

Los conocimientos deben ser más universales, mejor fundamentados, más transversales y más interdisciplinarios. Se necesita formar en conocimientos que puedan conversar con los de otros “terrícolas” formados en otras culturas, venidos de otras latitudes del planeta.

Las habilidades que necesitan nuestros estudiantes, son de pensamiento: capacidad de análisis, de síntesis, de abstracción, de comunicación, de interacción, de adaptación. de lectura del entorno, de construcción de conocimiento. Son estas habilidades las que le permitirán al estudiante enfrentar la incertidumbre, trabajar con la información existente e innovar para resolver los retos que vivira.

Los valores que debe apropiar el estudiante deben ser los más universales, los que partan del reconocimiento de la diferencia y de la valoración del planeta como una “casa común” para muchas culturas, incluso, para muchas especies. Se necesita una ética que parta de la humildad, esto es, la ética de un ser que se reconoce a sí mismo como inacabado pero perfectible.

Para lograr este nuevo cometido, es necesario repensar la forma como se desarrolla el proceso de enseñanza y aprendizaje. El debate debe sustituir a la magistralidad “ilustradora”y el experimento se tiene que convertir en la principal tarea de los estudiantes: probar, revisar, corregir y volver a intentarlo. En consecuencia las aulas de cuatro paredes tienen que rediseñarse, los pupitres habrá que moverlos, el tablero debe estar libre para el uso de todos -no sólo del profesor-, los grupos deben estar compuestos de mentes que conversan entre ellas y que, a la vez, lo hacen con las de otros grupos.

El conocimiento se construirá de manera colectiva, reconociendo los particulares intereses, motivaciones y capacidades de cada uno de los estudiantes.

niños estudiando