Caudillismo Competitivo (J. A. Schumpeter) a la colombiana.

Si hay una categoría política de múltiples significados, esa es La Democracia. Desde el Contrato Social de Rousseau hasta la denominada Democracia Participativa, pasando por la Dictadura del Proletariado de Marx y el Caudillismo Competitivo de Schumpeter, diversas corrientes de pensamiento han tratan de explicar el significado “real” y la forma “como se manifiesta” esta categoría cuya etimología griega se traduce como “poder del pueblo“.

Viendo lo que sucede en el tinglado político colombiano, particularmente desde el referendum de refrendación del Acuerdo de Paz entre el gobierno y las FARC, y especialmente en este período de cara a las elecciones de 2018, vienen a mi memoria algunas de las lecciones de Joseph Alois Schumpeter, particularmente aquellas en las que denuncia que la democracia real -la que existe, no la que soñamos- es sólo un instrumento de élites para capturar el voto de masas, sin que ello genere compromisos vinculantes de las primeras para con las segundas.

En pocas palabras, el Caudillismo Competitivo es la pugna entre las élites por el voto de las masas. Para este autor austriaco-norteamericano, lo único real en la democracia es “la fiesta“: las campañas, las convenciones, la plaza pública, los panfleto y banderines. En otras palabras: pan y circo. La fórmula no ha cambiado.

Y es que lo que estamos viendo en esta contienda electoral es eso, una lucha por la “mermelada” a través de un show mediático sin precedentes en el cual lo menos importante son los argumentos ideológicos, las propuestas programáticas o simplemente la verdad. Todo es válido con tal de ganar adeptos.

elecciones

Del Frente Nacional a un nuevo “Frente Nacional disfrazado”

Si el Frente Nacional unió a las élites para compartir el poder, diluyendo el color del “trapo rojo” y el de la bandera azul hasta tal punto que no importaba quien ganara las elecciones -al final se repartirían el botín-, la Constitución de 1991 y especialmente el triunfo del uribismo en las elecciones de 2002, parecían abrir el compás para que giráramos alrededor de un sistema real de gobierno y oposición. Pero el nuevo modelo no alcanzó ni a dar una vuelta.

La crisis electoral de los partidos comenzó con el desgaste del conservador a finales de la década de 1990 y se afianzó con la debacle del partido liberal a la sombra del naciente éxito de Álvaro Uribe en las elecciones de 2002. Sin embargo, estas realidades sólo representaban una reubicación “electorera” de la mayoría de los otrora caciques del partido liberal y un reacomodamiento del menguante partido conservador que se ha alineado en los últimos 19 años con la campaña ganadora. Sin candidato propio, los conservadores han gobernado desde Andrés Pastrana hasta nuestros días.

En otras palabras, con el fracaso del proceso de paz de Andrés Pastrana, gran parte de las élites liberales se unieron al naciente uribismo, a la vez que el partido conservador se hizo su aliado más ferviente, renunciando a su “vocación de poder” como partido. Este nuevo “Frente Nacional disfrazado” gobernó por 8 años el país y pretendió seguirlo haciendo al menos por dos períodos más. Fueron uribistas tanto Vargas Lleras como Juan Manuel Santos al igual que muchos caciques de la costa, antioqueños, vallunos y demás.

Las élites se acomodan y se reacomodan.

La expansión de las FARC en la última década del siglo XX fue el detonante para que Uribe pudiera dar sentido a un nuevo Frente Nacional. Sin embargo, con los éxitos militares de sus dos períodos de gobierno y el consecuente debilitamiento de las FARC, el ungido – Santos- dio viraje a la llamada Seguridad Democrática y buscó el final de conflicto por la vía de las negociaciones. Esto incomodó al líder natural pero no a la mayoría de sus seguidores. Para su sorpresa (no para Schumpeter) las mayorías del naciente partido de la U (entonces, partido de Uribe) se quedaron con Santos y su proceso de paz…y su mermelada.

Tal vez alguna ilusión hubo en los pequeños partidos de centro y de izquierda (los verdes y el Polo Democrático) al ver que se consolidaba una gran alianza para terminar el coflicto, reivindicar las víctimas, obtener la dolorosa verdad del prolongado conflicto y un poco de justicia. Pero las élites marginadas se levantaron y en las elecciones de 2014 el país se vio claramente dividido. Aunque las mayorías de Santos se mantuvieron, era claro que las mismas no eran sólidas; la mayor evidencia de esto fue la victoria del NO en el plebiscito refrendatorio del Acuerdo de Paz.

Ahora que el Acuerdo de Paz está en su fase de implementación a la vez que se avecinan elecciones, la fragilidad de la alianza por el SI se evidencia. Que Cambio Radical ahora desdiga de un acuerdo que apoyó para que se firmara, que los conservadores comiencen a titubear si se quedan con Santos o se acercan a Uribe, que los congresistas de la U (ahora de Santos) falten a las sesiones y no permitan que se aprueben las leyes de implementación del Acuerdo, son evidencias de que lo menos importante son los argumentos ideológicos o programáticos. Llegó la hora de los cálculos electorales.

Llegó la hora, nuevamente, de una pugna de las élites por el voto de las masas.

Ahora hay que convencer al electorado de lo que sea, con tal de conquistar su voto. “Qué hay cosas del acuerdo que no comparto”, “qué esto no es lo que yo esperaba”, “qué no estoy de acuerdo con que las FARC lleguen al congreso”, “Qué lo único que Santos quería era un premio Nóbel”. Todo se vale con tal de limpiar la imagen para conseguir los votos. O sea, las élites que fueron liberales o conservadoras, que fueron uribistas y que fueron santistas, ahora serán nuevamente uribistas porque es lo que conviene.

Con seguridad hay genuinos líderes partidarios del acuerdo de paz al igual que otros que no lo son. Seguramente unos y otros darán la batalla por sus principios. Pero los cambios que se viven actualmente, que desdibujan las mayorías existentes, evidencian que la interpretación que Schumpeter hace de la democracia sigue vigente, y que se puede palpar en el actual proceso electoral.

Es altamente probable que la victoria de uno u otro frente político (los del SI o los del NO) dependa del péndulo en el que se moverán las élites que han gobernado el país y sus regiones por décadas, y que se acomodarán nuevamente -al margen de las ideas-, para conservar su pedazo de pastel en el poder del Estado (léase: mermelada).

voto si o no

 

 

 

 

 

Razones para explicar mi voto en el plebiscito del 2 de octubre.

Yo sólo necesito una razón para votar por el sí: quiero que mi hijo, mis sobrinos y todos los de su generación tengan la oportunidad de vivir en un país en paz. A mis hermanos, a mis primos, a mis amigos y a mí no nos tocó. No le ofrezco a mi hijo la certeza de un futuro feliz, pero sé que si ganara el NO, sencillamente la guerra continuaría. Tengo la oportunidad de apostarle a un futuro con optimismo en lugar de la prolongación de un pasado gris que mi generación ha tenido que padecer. Continuar leyendo

Economía 2016: razones para el pesimismo.

 

Septiembre 28 de 2015

 

Autor: Giovanny Cardona Montoya

El contexto:

La economía colombiana, al igual que la de varios países exportadores de commodities de la minería, está viviendo un viacrucis por cuenta de la estrepitosa caida en los precios internacionales, particularmente de los combustibles fósiles.

Sin embargo, esta caída no es la única mala noticia. Europa, economía que se recupera muy lentamente de una larga recesión, ahora vive una crisis social nacida de las entrañas del conflicto sirio, la cual seguramente pasará factura a las finanzas públicas y a la confianza de los inversionistas.

Adicionalmente, China continúa su proceso de desaceleración económica, el cual seguramente sólo se detendrá con cambios estructurales, los cuales no se darán en el corto plazo. El coloso asiático ha sembrado un mercado doméstico, el cual ahora florece con espinas inflacionarias, las cuales no dejarán de provocar incertidumbre hasta que la producción de bienes y servicios no transables no se adecue a los reclamos de la creciente demanda.

Adicional a Europa, Japón sigue estancado y el crecimiento norteamericano es frágil. De hecho, a pesar de su debilidad, seguramente antes de que termine este 2015 la FED subirá sus tipos de interés, enviando una señal de que se acabó la época de estimular el crecimiento a través de medidas monetarias. La fiesta se habrá acabado, a pesar de que aún los invitados no han celebrado suficiente.

¿Cuál es la situación de la economía colombiana?

Pero no sólo las grandes economías industrializadas y China andan en un proceso de desaceleración económica. El escenario también es negativo para Brasil y para otras economías que son muy sensibles a nuestros intereses: México y Ecuador. La situación de esta última nación es particularmente crítica, ya que no sólo sufre las consecuencias de un petróleo barato, sino que, además, no tiene moneda propia para devaluar, por lo tanto, las demás industrias no se benefician de un tipo de cambio que reduzca importaciones o compense la rentabilidades de otros bienes exportables (banano, por ejemplo).

En consecuencia, las exportaciones colombianas caen drásticamente (los ingresos por la venta al exterior de combustibles, representan alrededor del 70% del total) y las finanzas públicas se contraen. Lo anterior conlleva pérdida de dinamismo en el mercado doméstico, particularmente por el ajuste que tiene que hacer el gobierno. Pero, si bien en la coyuntura éstas son las señales más críticas, en el fondo el problema es más estructural.

La devaluación del peso, que ha sido bastante drástica (60%, nominalmente hablando), debería ser el vehículo para un ajuste-precio que se tradujera en más exportaciones y menos importaciones. Pero esto no se sucede si no hay condiciones.

Algunos exportadores se beneficiarán -los caficultores, los floricultores, los bananeros, principalmente-. El margen de ganancia crecerá para ellos, pero su participación en los mercados no aumentará, por lo menos en el corto plazo. De un lado, porque otros países exportadores también tienen devaluación y, del otro, porque son mercados saturados o porque nuestras empresas no tienen la capacidad de aumentar la oferta en el corto  .Un ejemplo claro es la forma como Colombia ha ido perdiendo participación en el mercado mundial de café -desplazado por Vietnam e Indonesia-, a la vez que Brasil ha seguido consolidando su liderazgo en esta industria. Esta tendencia no es fácil de romper.

La otra cara de la moneda son las importaciones. Para el ajuste adecuado estás no están cayendo al ritmo necesario, y la razón es muy sencilla: necesitamos importar aquello que no producimos y este país cada vez tiene una oferta nacional menos diversificada. Importamos todo tipo de bienes de consumo, a la vez que la industria manufacturera y las pocas exportaciones con valor agregado tienen un alto componente de insumo importado.

En síntesis, no habrá un suficiente ajuste-precio en el corto plazo y, por lo tanto, el equilibrio tendrá que darse a través de la renta: gasto público, empleo y salarios. En consecuencia, el crecimiento económico, desde las variables domésticas, seguirá desacelerado. Este año creceremos más cerca del 2% que del 3% y las expectativas para 2016 son inciertas.

Adicionalmente, este mes de septiembre, el Banco de la República ha subido los tipos de interés un cuarto de punto, lo que indica que hay nubarrones de inflación en el corto plazo. O sea, la economía desacelerada y el banco central aplicando medidas de contracción. ¿Puede haber peor escenario?

¿Cuál puede ser la ruptura de corto plazo?

La tendencia de desaceleración (con riesgos de recesión), sólo se podrá romper en el corto plazo si los precios de petróleo se recuperan. ¿Esto de qué depende? Si miramos el mercado objetivo, no habrá recuperación de precios con la tendencia recesiva de las economías industrializadas y emergentes. Con un crecimiento tan frágil, la demanda de combustible no crecerá. Si pensamos en otros factores, entonces, habrá que esperar si la OPEP reacciona, lo que depende de factores geopolíticos o de la evolución de las exploraciones de combustibles no convencionales (fracking).

¿Cuál puede ser la ruptura de largo plazo?

Colombia tiene que revisar su modelo de desarrollo. Nuestra capacidad de responder y adecuarnos a crisis cíclicas y estructurales de la economía global no puede depender de la tasa de cambio o de la firma de uno u otro TLC. Este país tiene que recomponer el camino, reduciendo la dependencia de las exportaciones de petróleo y de las importaciones de bienes de consumo.

Para hacerlo, es necesario tomar las decisiones correctas, a nivel de Estado, con la participación de gremios y la Academia para que se fortalezcan, el sector rural, la agroindustria y la industria manufacturera. Se deben hacer las obras de infraestructura, invertir en I+D+i, elevar la calidad educativa, formar ingenieros, formalizar el empleo y fortalecer el sistema de salud. La competitividad se logra con una industria productiva y de calidad.

El postconflicto tiene que ser algo más que tierra para el campesino. Hay que modernizar el aparato productivo y hacer viable la vida empresarial en el campo y la ciudad.

 

 

 

 

 

Colombian peace and political stability in Venezuela: good business

Traductor (translator) Andrés Fernando Cardona Ramírez

Ver versión en castellano: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/?p=1099

Colombia and Venezuela are living momentous political processes. The first ventures into a new attempt to cap the legendary conflict between the government and the FARC. Across the border, Venezuelans go to the polls to decide whether to continue with the political project called “XXI century socialism” or give a 180 * turn and allow the opposition to present an alternative to the nearly three decades of Chavez government.

Both the issue of war and peace, and the Venezuelan political climate are vital phenomena for stability, growth and development of the Colombian economy.

The end of the war: a motor for prosperous fields and more sustainable cities.

The first conclusions that have been raised against the armed conflict can be summarized in three points: military spending will not be reduced, peace involves decades of increased public spending to compensate victims but at the same time, contribute between 1% and 3% GDP growth. There will be no cuts to military spending partly because other destabilizing factors survive, like BACRIM and drug trafficking.

While the contribution to GDP (1-3%) can be considered a pretty solid argument to bet on the negotiation, it is necessary to review a little more to realize that the possible effects have to do with not only growth but, specially the socio-economic development. The war has brought many evils and one of them, transcendental due to our demographic structure has been the migration from the countryside to the city. This situation has led to the deterioration of our rural economy and the emergence and development of poverty belts in cities.

The end of the war must stop this wave of migration, raising the potential of the field as an economic sector, improving food supply, encouraging new industries to move into international markets, therefore improving the quality of life in cities, with adequate and financially sustainable urban planning.

The country in recent years has become a magnet for foreign capital, but funds have been especially directed towards the mining industry and to the financial services and telecommunications. The end of the conflict could reduce the level of risk; improve the skills of Colombia, creating a new appeal for foreign capital to finance the production of food, raw materials of plant and animal origin and biofuels. The comparative advantages of good climate, good soil and industrious workforce, could be the seed for creating competitive advantages from a field that is modernized, which and makes way for an export-oriented agribusiness.

Venezuela: (potential) strategic partner.

When it comes to economic matters, for decades, Venezuela has been instrumental in the Colombian economy. The crisis of commercial relationships that we are currently facing has been a blow to the economic development of our country. Although exports to the world have grown, despite the withdrawal of Venezuela from the Andean Community of Nations (AC), qualitatively speaking, the damage has not been compensated.

Why do we say that the damage has not been compensated? Because Venezuela was the largest importer of Colombian manufacturing-products with added value; while the growth of exports to the rest of the world has been mainly of mining commodities. Do not forget that before Venezuela left the AC, the country imported 80% of vehicles exported-equivalent to 20% of imports from Venezuela to Colombia, and 50% of the clothing we exported to World -16% of their total purchases from Colombia.

Venezuela was our second largest trading partner, aside from the U.S., in fact, to the border departments of Santander, Norte de Santander and Arauca, it was critical on many economic fronts and for other regions such as the Aburrá Valley it was an engine for commercial-industrial employment.

Similarly, Venezuela’s withdrawal from AC has weakened the bloc. The largest commercial center of this ambitious integration agreement was the exchange between Colombia and Venezuela, followed by Colombia and Ecuador. Peru has its sights set on global markets for mining products and Bolivia is very much dependent on Mercosur.

Perhaps the AC isnot a great accord of economic integration, although it aims to create a Customs Union. But many nations of the world today consolidated their position in the market through the blocks to which they belong. Keeping isolated weakens the bargaining power in forums such as the WTO. There, for example, an agricultural G-20 was developed to meet the interests of rural America and the European Union, and in that group is not Colombia.

Things with Venezuela, from an economic perspective, are not on the best course. But this neighbor is a strategic partner that we must recover. Independent of the results of the October 7 elections, social and political stability in the neighboring country suits our economy. Retaking the road to good relations is a key strategy for social and economic development of Colombia.

History tells us that in the past the Colombians migrated to Venezuela looking for “El Dorado” due to the lack of opportunities in our land. If In fact, long term migration enriches cultures, in the short and medium run it affects the strength of the development of cities and sometimes brings security problems. A social crisis in Venezuela could lead to a reverse migration wave, for which we are not prepared, as our current growth is not based on labor intensive sectors and the rise of underemployment may offset the demographic balance that could start generating if peace comes the Colombian countryside.