Economía 2016: razones para el pesimismo.

 

Septiembre 28 de 2015

 

Autor: Giovanny Cardona Montoya

El contexto:

La economía colombiana, al igual que la de varios países exportadores de commodities de la minería, está viviendo un viacrucis por cuenta de la estrepitosa caida en los precios internacionales, particularmente de los combustibles fósiles.

Sin embargo, esta caída no es la única mala noticia. Europa, economía que se recupera muy lentamente de una larga recesión, ahora vive una crisis social nacida de las entrañas del conflicto sirio, la cual seguramente pasará factura a las finanzas públicas y a la confianza de los inversionistas.

Adicionalmente, China continúa su proceso de desaceleración económica, el cual seguramente sólo se detendrá con cambios estructurales, los cuales no se darán en el corto plazo. El coloso asiático ha sembrado un mercado doméstico, el cual ahora florece con espinas inflacionarias, las cuales no dejarán de provocar incertidumbre hasta que la producción de bienes y servicios no transables no se adecue a los reclamos de la creciente demanda.

Adicional a Europa, Japón sigue estancado y el crecimiento norteamericano es frágil. De hecho, a pesar de su debilidad, seguramente antes de que termine este 2015 la FED subirá sus tipos de interés, enviando una señal de que se acabó la época de estimular el crecimiento a través de medidas monetarias. La fiesta se habrá acabado, a pesar de que aún los invitados no han celebrado suficiente.

¿Cuál es la situación de la economía colombiana?

Pero no sólo las grandes economías industrializadas y China andan en un proceso de desaceleración económica. El escenario también es negativo para Brasil y para otras economías que son muy sensibles a nuestros intereses: México y Ecuador. La situación de esta última nación es particularmente crítica, ya que no sólo sufre las consecuencias de un petróleo barato, sino que, además, no tiene moneda propia para devaluar, por lo tanto, las demás industrias no se benefician de un tipo de cambio que reduzca importaciones o compense la rentabilidades de otros bienes exportables (banano, por ejemplo).

En consecuencia, las exportaciones colombianas caen drásticamente (los ingresos por la venta al exterior de combustibles, representan alrededor del 70% del total) y las finanzas públicas se contraen. Lo anterior conlleva pérdida de dinamismo en el mercado doméstico, particularmente por el ajuste que tiene que hacer el gobierno. Pero, si bien en la coyuntura éstas son las señales más críticas, en el fondo el problema es más estructural.

La devaluación del peso, que ha sido bastante drástica (60%, nominalmente hablando), debería ser el vehículo para un ajuste-precio que se tradujera en más exportaciones y menos importaciones. Pero esto no se sucede si no hay condiciones.

Algunos exportadores se beneficiarán -los caficultores, los floricultores, los bananeros, principalmente-. El margen de ganancia crecerá para ellos, pero su participación en los mercados no aumentará, por lo menos en el corto plazo. De un lado, porque otros países exportadores también tienen devaluación y, del otro, porque son mercados saturados o porque nuestras empresas no tienen la capacidad de aumentar la oferta en el corto  .Un ejemplo claro es la forma como Colombia ha ido perdiendo participación en el mercado mundial de café -desplazado por Vietnam e Indonesia-, a la vez que Brasil ha seguido consolidando su liderazgo en esta industria. Esta tendencia no es fácil de romper.

La otra cara de la moneda son las importaciones. Para el ajuste adecuado estás no están cayendo al ritmo necesario, y la razón es muy sencilla: necesitamos importar aquello que no producimos y este país cada vez tiene una oferta nacional menos diversificada. Importamos todo tipo de bienes de consumo, a la vez que la industria manufacturera y las pocas exportaciones con valor agregado tienen un alto componente de insumo importado.

En síntesis, no habrá un suficiente ajuste-precio en el corto plazo y, por lo tanto, el equilibrio tendrá que darse a través de la renta: gasto público, empleo y salarios. En consecuencia, el crecimiento económico, desde las variables domésticas, seguirá desacelerado. Este año creceremos más cerca del 2% que del 3% y las expectativas para 2016 son inciertas.

Adicionalmente, este mes de septiembre, el Banco de la República ha subido los tipos de interés un cuarto de punto, lo que indica que hay nubarrones de inflación en el corto plazo. O sea, la economía desacelerada y el banco central aplicando medidas de contracción. ¿Puede haber peor escenario?

¿Cuál puede ser la ruptura de corto plazo?

La tendencia de desaceleración (con riesgos de recesión), sólo se podrá romper en el corto plazo si los precios de petróleo se recuperan. ¿Esto de qué depende? Si miramos el mercado objetivo, no habrá recuperación de precios con la tendencia recesiva de las economías industrializadas y emergentes. Con un crecimiento tan frágil, la demanda de combustible no crecerá. Si pensamos en otros factores, entonces, habrá que esperar si la OPEP reacciona, lo que depende de factores geopolíticos o de la evolución de las exploraciones de combustibles no convencionales (fracking).

¿Cuál puede ser la ruptura de largo plazo?

Colombia tiene que revisar su modelo de desarrollo. Nuestra capacidad de responder y adecuarnos a crisis cíclicas y estructurales de la economía global no puede depender de la tasa de cambio o de la firma de uno u otro TLC. Este país tiene que recomponer el camino, reduciendo la dependencia de las exportaciones de petróleo y de las importaciones de bienes de consumo.

Para hacerlo, es necesario tomar las decisiones correctas, a nivel de Estado, con la participación de gremios y la Academia para que se fortalezcan, el sector rural, la agroindustria y la industria manufacturera. Se deben hacer las obras de infraestructura, invertir en I+D+i, elevar la calidad educativa, formar ingenieros, formalizar el empleo y fortalecer el sistema de salud. La competitividad se logra con una industria productiva y de calidad.

El postconflicto tiene que ser algo más que tierra para el campesino. Hay que modernizar el aparato productivo y hacer viable la vida empresarial en el campo y la ciudad.

 

 

 

 

 

Bajos precios del petróleo: ¡a industrializarnos!

Preámbulo:

El año 2014 ha sido nefasto para la industria petrolera. El barril, en los mercados mundiales ha bajado aproximadamente 50%. Hay diferentes razones objetivas para esta situación: la desaceleración de la economía china, el estancamiento de Europa y Japón y el aumento en el autoabastecimiento de economías como la norteamericana.Adicionalmente, el incremento en las reservas mundiales por la exploración de pozos no convencionales y la negativa de la OPEP a reducir la producción, allanaron el camino para la caída en picada de los precios del crudo.

La situación ha puesto en alerta a empresarios y autoridades económicas. ¿Por qué la preocupación?, porque, en palabras de Minhacienda, el petróleo representa el 50% de las exportaciones, el 16% de las finanzas públicas y el 5% del PIB.

Colombia; ¿país petrolero?

El Consejo Privado de Competitividad prende las alarmas desde hace varios años: Colombia ha venido dessofisticando sus exportaciones. En 2001, los bienes primarios representaban el 62% de nuestras exportaciones, mientras que en 2012, este indicador llegó al 83%. En el mismo lapso de tiempo, las manufacturas de mediana y alta intensidad tecnológica pasaron de representar el 22% al 10%.

La situación de esta economía es contraria al dinamismo de los mercados emergentes y nuevas naciones industrializadas. No sólo Corea, Turquía o Malasia evidencian un acelerado proceso de industrialización. Incluso, República Dominicana o México han incrementado sus exportaciones manufactureras y han reducido la dependencia de los commodities.

Ahora, no todos los países tenemos que dedicarnos a lo mismo. Algunas naciones son más fuertes en materia de agricultura y otras tienen reservas de petróleo. Somos un sistema, la interdependencia es una realidad. Sin embargo, hay dos razones de peso para no alentar a Colombia como país exportador de commodities.

La primera y más simple es que este país no tiene grandes reservas de petróleo. No podemos fincar nuestras esperanzas en un recuros escazo. Según la ANH, tenemos reservas confirmadas para 6.6 años y, además, no se puede olvidar que hay 10 países que son dueños del 85% de las reservas mundiales.

La segunda es más prospectiva: la producción de riqueza y la distribución de riqueza se hace mayor y más justa en economías que agregan valor a sus mercancías. Mientras una libra de café se vende en Nueva York a USD 2,0, Starbucks vende decenas de tazas de café, extraídas de la misma libra, a USD 4,0 cada taza. La situación con el petróleo no es diferente: el precio del crudo ha bajado más del 50%, pero en ningún lugar del mundo la gasolina y otros derivados del petroleo han bajado de precio de manera significativa.

El mercado mundial crece, en tanto aumenta la participación de las manufacturas en éste. Los productos con valor agregado representan una cuarta parte del comercio mundial, y son la fuente de riqueza de los países industrializados y de los más exitosos mercados emergentes.

En otras palabras, la asociación entre educación de calidad, investigación, desarrollo tecnológico, innovación y riqueza es directamente proporcional; a más valor agregado mayores posibilidades de generar riqueza y de distribuir la misma. Cuando una economía se especializa en productos de alto nivel de complejidad tecnológica, su éxito depende de la mano de obra educada, creativa e ingeniosa, por ende bien remunerada.

Para cerrar:

Si no tenemos reservas de petróleo para largo tiempo, si los precios mundiales se ven inestables, si las inversiones en exploraciones de hidrocarburos van a caer, al igual que la inversión extranjera para el sector, es necesario que revisemos nuestra agenda y pensemos en el largo plazo.

Países como Colombia, con una de las mayores biodiversidades del mundo, con potencial agrícola y para la producción de biocombustibles, con mucha población joven y adulta, con una importante extensión territorial y una ubicación geográfica privilegiada, tiene grandes posibilidades para ser exitoso en los mercados globales. Hay que dar el siguiente paso: decidirse por la educación de alta calidad, la ciencia, la tecnología, la innovación y la agroindustria.

La locomotora de la minería no puede ser el fin, sino un medio. Los excedentes de esta industria deben dirigirse hacia la labor científica, la educación, la agroindustria y otros ramos necesarios de desarrollar, si queremos salir del círculo vicioso del subdesarrollo en el que permanecemos desde hace un siglo.

 

 

 

Economía 2014: no es lo mismo crecer que desarrollarse.

Por Giovanny Cardona Montoya

Cada año nuevo nos vemos tentados a “lustrar la bola de cristal” y tratar de ver lo que nos deparan los próximos 12 meses. Desde nuestro blog trataremos de ser un poco heterodoxos a la hora de arriesgar algunos pronósticos para el recién nacido 2014, evitando quedarnos en el tema del crecimiento económico de corto plazo.

Variables y procesos a monitorear en Colombia:

éste es un año electoral, y no cualquier año electoral. Además de que la reelección del presidente Santos no se ve muy clara, está el tema del proceso de paz. Coyunturalmente hablando, el primer semestre estará lleno de incertidumbres que afectarán a la administración pública -especialmente por la ley de garantías electorales- pero que también abrirán un compás para la especulación cambiaria y bursátil: las encuestas, las entradas y salidas de nuevos candidatos, los boletines de La Habana, serán un caldo de cultivo para que los grandes inversores-especuladores  hagan su agosto.

Pero, desde una perspectiva más estructural, el resultado en las elecciones parlamentarias, y luego las presidenciales -muy probablemente con segunda vuelta incluida-, dará señales de lo que nos deparará el próximo cuatrenio en temas como: el posible acuerdo de paz con las FARC -y luego con el ELN-, la materialización de la ley de tierras, la formalización del empleo y las reformas a los sistemas de salud y de pensiones.

Ahora, saliéndonos de los determinantes políticos, es necesario monitorear el tema de las llamadas “locomotoras” de la economía del actual gobierno. Hasta ahora, la minería se ha consolidado como el sector que arrastra el crecimiento económico de este país. En cambio, la tecnología, la investigación y el desarrollo, lo mismo que la infraestructura, aún se presentan relegados.

Y aquí sí quiero dejar sentado mi pronóstico: no va a pasar nada, vamos a seguir aferrados a una economía extractiva que no agrega valor a su producción. No hay a la vista un proyecto de política económica que vaya en otra dirección. Ni siquiera en la tercería, hasta ahora bastante difusa, se puede esperar un cambio significativo. Seguiremos el camino errado que llevamos en las últimas décadas: un país minero que renuncia a su potencial agropecuario y que desdeña los esfuerzos de manufactureros emprendedores.

Donde hay esperanzas aún es en materia cambiaria. Si bien la revaluación del peso no sólo depende del mercado doméstico, es por lo menos aceptable que el carácter técnico de la Junta del Banco de La República nos permita tener el optimismo que se apliquen medidas que compensen las pérdidas que la crónica revaluación ha producido sobre la menguada industria manufacturera y el sector agropecuario.

Tenemos una economía exportadora de hidrocarburos que atrae inversión casi que exclusivamente para este sector, lo que inevitablemnte deteriora a los demás sectores transables de la economía: la inflación es baja en el campo doméstico, pero con esta crónica revaluación de casi una década, la competitividad de nuestras manufacturas y productos agrícolas es imposible. Esperemos que en materia cambiaria se sea un poco más agresivos, sin que con ello se pierda la ortodoxia que caracteriza al Banco de La República.

Variables y procesos a monitorear en el mundo:

Si de crecimiento económico se trata, las cartas están echadas: la evolución de la economía europea, que posiblemente salga en 2014 de manera clara de su crónica crisis, y la consistencia de la recuperación económica de Estados Unidos, son procesos que se deben monitorear. La estabilidad de las inversiones hacia nuestro país, los posibles beneficios de los TLC y los precios de los commodities, dependerán en gran medida de la solidez de la recuperación de estas economías.

Pero en Europa el tema es complejo, ya que estamos hablando de un bloque donde se combinan políticas nacionales con políticas supranacionales. O sea, la recuperación también depende de decisiones que se tomen en Berlín, París, Madrid y Roma.  Esta crisis demostró que, en expansión Europa es una, pero en recesión son 27 países, cada cual con sus problemas.

De otro lado, están los mercados emergentes, particularmente China. El coloso asiático tiene una “espada de Damocles” que pende sobre su economía: el consumo doméstico. De un lado, los ingresos de los chinos crecen, lo que estimula la inflación, especialmente de los no transables -vivienda y servicios- pero, de otro lado, la crisis global de 2008, señaló los peligros de depender excesivamente de las exportaciones. Fortalecer el mercado doméstico es un objetivo que la dirigencia de Beijing se tiene que proponer para logar una mayor estabilidad y sostenibilidad de su crecimiento económico.

Últimas palabras:

Desde el punto de vista del crecimiento económico, el panorama de 2014 se ve más o menos claro. Las señales de los mercados internacionales se ven relativamente positivas, compensando un poco la incertidumbre interna que viene, especialmente, desde el ámbito de lo político.

Pero, en materia de desarrollo hay dos tendencias. La primera es sumamente preocupante y negativa: en 2014 no pasará nada especial en materia de formalización laboral, mejoras de infraestructura o inversiones en I+D+i. Seguimos retrocediendo en sofisticación de nuestra oferta exportadora.

La segunda es más optimista: los avances en materia de implementación de ley de tierras y el posible fin del conflicto armado, convierten al 2014 en un posible año de quiebre para la evolución del campo colombiano: mejores condiciones para la inversión, empleo en el campo, menos migraciones a las ciudades y un aumento, en consecuencia, del mercado doméstico.

Ahora, en el plano  mundial sigue un tema latente, el cual, según su desarrollo, señalará los rumbos de la economía global en la próxima década: las negociaciones de la Ronda de Doha de la OMC. Aunque el panorama allí sigue oscuro y no se avisoran acuerdos, no se debe olvidar que no hay mal que dure 100 años…

…y estas negociaciones ya llevan mucho tiempo.

 

 

 

OMC, Seattle y Eduardo Sarmiento: un poco de todo.

Preámbulo:

Estoy en casa viendo una película, Noviembre Negro, la cual presenta una perspectiva de lo que sucedió en 1999 cuando los manifestantes antiglobalización se tomaron las calles de Seattle y bloquearon las negociaciones de la OMC. Al final, la película me recordó la Conferencia de Cancún, 2003, en la cual los países industrializados y naciones como Brasil se trenzaron en una batalla diplomática por el tema de la protección a las patentes de laboratorios farmacéuticos y el derecho a la salud pública.El balance de Cancún fue la congelación de negociaciones en el marco de la Ronda de Doha de la OMC.

Este momento me llevó a revisar los apuntes que levanté durante un conversatorio la semana pasada, al que asistió Eduardo Sarmiento, uno de los economistas más prestigiosos del país, y uno de los mayores críticos al proceso de apertura económica. Pero, a diferencia de la película, Sarmiento no se centra en la perspectiva socio-política, sino en una mirada muy técnica, haciendo uso de metodología y modelos econométricos.

Los argumentos:

Para Sarmiento, la economía de apertura lleva un cuarto de siglo de crisis. Después de tantos años, la economía colombiana se ha fortalecido en la minería y el sector servicios. Pero, el primero no es un sector intensivo en mano de obra y el segundo se lucra significativamente de la economía informal, expandiendo el subempleo. Ello implica que el rezago del agro y la industria es una nefasta consecuencia en materia de generación de empleos.

Pero, la crítica de Sarmiento es técnicamente más elaborada: en este modelo económico, el Estado sólo se ha ocupado de lo monetario, dejando relegadas las políticas fiscales. En opinión del experto, los bancos centrales se han concentrado en el control del poder adquisitivo de la moneda (inflación y tasa de cambio) mientras los gobiernos no le dan a los impuestos y al gasto público el rol de eje macroeconómico que les corresponde. En otras palabras, desde que nuestros países abrazaron el modelo de apertura económica, el Estado ha dejado al mercado que decida cuáles son los sectores económicos que se van a desarrollar.

Como lo planteaba el profesor Sarmiento, no tiene ningún sentido la planeación estatal si es el mercado el que va a tomar las decisiones. Ahí están las consecuencias: menos agro,  menos industria, más minería. En consecuencia, si bien por períodos significativos la economía colombiana ha tenido tasas de creciimiento importantes (1993-1994; 2005-2007), la productividad de las empresas colombianas no ha crecido en 20 años, a la vez que los índices de distribución de la riqueza no muestran avances significativos. No sólo hemos entrado en un proceso gradual y constante de desindustrialización, sino que la concentración de la riqueza se ha exacerbado.

Según Sarmiento, una política fiscal que reduce los impuestos alos ricos para trasladárselos a la clase media es una política errónea. Además, una política asistencialista, si bien puede ayudar a reducir la pobreza extrema, no reduce la inequidad. Como se lo pregunta el analista: ¿cómo conciliar crecimiento con equidad?

En lugar de conclusiones:

Estamos viviendo un momento histórico, se incrementan los cuestionamientos al modelo actual. No exactamente en términos de criticar la apertura per se, sino de reclamar un Estado más protagonista, con una política fiscal que conscientemente busque el desarrollo de ciertos sectores de la economía, aquellos intensivos en mano de obra y capital, que estimulen el crecimiento sostenible de un empleo de calidad.

Desempleo en Colombia: ¿hay razones para tanto optimismo?

La navidad de 2011 fue bastante alegre para el gobierno nacional: el niño Dios le trajo de regalo un cuarto trimestre con un desempleo inferior al 10%. Al fin, después de 20 años, la tasa de desocupación es de un dígito. Sin embargo, este dato, que evidentemente es positivo, debe ser analizado con lupa. Lejos estamos de un desempleo aceptable, que refleje un mejoramiento sostenible de la calidad de vida de los colombianos.

Para comenzar digamos que, según datos de la CEPAL, entre 1990 y 2010, en Suramérica sólo Colombia tuvo permanentemente tasas de desempleo de dos dígitos. De hecho, cuatro de nuestros vecinos, a pesar de las diferentes crisis, siempre estuvieron con un desempleo de un solo dígito. Los únicos países que mostraron tasas de dos dígitos en algunos años fueron: Argentina (con la crisis de la paridad y el corralito) y Venezuela, a partir del caracazo y durante la última década del siglo XX.

De hecho, un dato significativo es que durante estos 20 años Colombia ha tenido, año tras año, la primera o segunda mayor tasa de desempleo del subcontinente. Por lo tanto, si bien hay naciones que no muestran el atractivo para la inversión extranjera que exhibe hoy nuestro país o que tienen una elevada inflación, la verdad es que es crítico ver que la relativa bonanza de la economía colombiana no se refleja en una mejor distribución de la renta, vía empleos. De hecho, en 2007, año en el cual el PIB colombiano creció casi 8%, nuestro país tenía la más alta tasa de desempleo de Suramérica.

Subempleo e informalidad: la máscara de la pobreza en un país que crece.

Pero, no sólo el desempleo abierto muestra la magnitud del problema. Aunque nuestra economía ha sido de las más estables de Latinoamérica por décadas, y crece satisfactoriamente en los últimos años, esto no se traduce ni en más empleos, ni en reducción del subempleo, ni en más estabilidad para los trabajadores vinculados.

Según el DANE, para junio de 2011 el  país se acercaba a los 2.5 millones de desempleados, pero el número de subempleados se multiplicaba casi por 4 (9.3 millones).

Históricamente, en el último lustro, el desempleo y el subempleo han sido relativamente inelásticos. Esto significa que a pesar del auge económico de 2006 y 2007 o la recesión de 2008-2009, la tasa de ocupación ha variado poco y el subempleo se ha mantenido en proporciones más o menos estables. Así, en 2002, año de la mayor tasa de desocupación en varias décadas, la suma de desempleo y subempleo se acercaba al 60%.  De igual manera en 2007, el año de mayor crecimiento en la década, desempleo más subempleo superaban el 50%.

Pero, el deterioro del mercado laboral tiene una tercera dimensión: la inestabilidad del trabajo. Según el DANE,  en 1990, en el sector industrial los empleos permanentes representaban más del 90% de los ocupados, mientras los temporales sólo llegaban al 7%. Para 2003, la ocupación temporal en el sector supera el 25%. A partir de 1994, según Ramírez y Guevara, los temporales siguen creciendo, además de un aumento de la subcontratación y la vinculación por prestación de servicios, en lugar de contratos laborales. Evidentemente el empleo también se ha malogrado por su creciente inestabilidad.

Causas y consecuencias de este problema:

1.    Algo crítico está pasando. Las exportaciones crecen a pasos agigantados, los inversionistas extranjeros  nos eligen como uno de sus destinos preferidos en la región, y el PIB tiene un relativo buen comportamiento a lo largo de la década…pero muchos colombianos no encuentran un empleo estable, digno y bien remunerado: son desempleados, son subempleados, tienen trabajo temporal o se vinculan por prestación de servicios.

Autores como Enzo Faletto, hace 20 años, ya explicaban las “bondades” de una economía informal para un mercado poco justo en la distribución de la riqueza: la existencia de vendedores ambulantes, viviendas subnormales y otros servicios personales prestados en condiciones irregulares, permiten que los trabajadores puedan subsistir con salarios bajos. En otras palabras, aunque la informalidad en la economía es una competencia “desleal” para los empresarios que pagan impuestos y cumplen las normas técnicas exigidas, aquella permite que trabajadores de la economía formal puedan subsistir con salarios bajos, al acceder a bienes y servicios de la economía informal.

2.    El otro elemento crítico de este débil mercado laboral es la sostenibilidad del régimen de seguridad social. Si pocos colombianos tienen empleo formal, bien remunerado y a término indefinido, entonces, muchos compatriotas deben recurrir al régimen subsidiado, ya que no cotizan al régimen de salud o lo hacen con bajas cuotas. En consecuencia, el Estado, a través del SISBEN, debe asegurar la cobertura del grueso de la población colombiana, incrementando el déficit fiscal.

Moraleja
Estamos haciendo lo incorrecto. En lugar de asegurar empleos estables, permitimos un mercado laboral lleno de informalidades –hasta el Estado ha incrementado la contratación de proveedores de servicios en lugar de su vinculación laboral-. Por lo tanto, en vez de tener un régimen de seguridad social auto-sostenible, financiado con los aportes de los trabajadores y los empleadores, mantenemos un sistema clientelar, ya que los desprotegidos deben acudir al “Gran Hermano” para que supla sus necesidades insatisfechas: salud para los pobres, asistencia a los ancianos no jubilados y alimento para los niños desprotegidos.

El aguinaldo del niño Dios para el gobierno colombiano no se comparte con la mayoría de la población. La economía crece, la inversión extranjera llega, las exportaciones se multiplican, pero el mercado laboral colombiano no refleja estos avances…lo que no sólo afecta a los desempleados y subempleados sino que debilita el proceso de desarrollo que se pretende construir. Es imposible salir del subdesarrollo con una economía altamente informal y un mercado doméstico débil.