Contra la enfermedad holandesa: inversiones para la competitividad.

La punta del iceberg: se ha vuelto recurrente que los medios de comunicación recojan preocupaciones empresariales por el tema de la revaluación. El año pasado los confeccionistas encendieron las alarmas; ahora son los caficultores los que protestan porque el gobierno y el Banco de La República no están haciendo suficiente para enfrentar el problema de la revaluación. En la misma dirección, cada vez que el dólar se pone por debajo de los 1800 pesos, la prensa nacional hace eco de angustias por una fuerte revaluación.

Elementos para el análisis: para empezar tenemos que decir que desde el punto de vista nominal, la revaluación es un hecho que nos ha acompañado desde hace más de un decenio, tal y como lo mostramos en el artículo pasado (revaluación del peso). Ahora, para hablar de una revaluación real histórica debemos comparar el comportamiento de la inflación en Colombia, con respecto a los precios de los países que son nuestros mercados o proveedores más importantes.

NOTA TÉCNICA(1): nuestros productores y exportadores se verían beneficiados con una baja inflación doméstica, una devaluación nominal del peso y una alta inflación externa.

La inflación doméstica viene en franco descenso desde hace un par de decadas. En 1990 la inflación era del 33%, y desde hace casi una década tenemos una tasa de incremento de precios por debajo del 10%, actualmente la inflación en Colombia es del 3%. Este comportamiento es positivo desde el punto de vista de la tasa de cambio real, ya que la caída de la inflación implica una menor necesidad de devaluación nominal para compensar el alza doméstica de los precios.

Pero, mientras la inflación colombiana viene de 8% en 2001 a 3% en 2012, la de Estados Unidos oscila entre 3% y 1%, teniendo un techo de 4% en 2007 y un piso de 0,08% en 2008. O sea, en general, durante la década, la inflación de Estados Unidos es inferior a la colombiana, lo que, en términos simples, exige una devaluación nominal del peso para compensar la pérdida de competitividad.Tal vez, el único mercado importante con una alta tendencia inflacionaria ha sido Venezuela, -con tasas entre 20 y 30%- pero este país ha perdido peso como destino de nuestras exportaciones. Por lo tanto:

NOTA TÉCNICA (2): tenemos una inflación más alta que los mercados con los que nos relacionamos y y una revaluación que ha bajado nominalmente al dólar de 2300 pesos a 1800 en diez años. En otras palabras, nuestros precios suben más rápido que en los países que son nuestros mercados y proveedores principales: Estados Unidos y la Unión Europea. O sea, una revaluación nominal superior al 20% (1800/2300) aunada a una inflación comparada negativa durante la década (doméstica mayor que externa), nos coloca en el peor de los mundos.

¿Por qué no se ha notado esto en las exportaciones? porque estamos vendiendo al mundo petróleo, carbón, ferroníquel y café. China y su dinámica de crecimiento han llevado a los commodities a precios estratosféricos, pero cuando la bonanza acabe, el comercio exterior nos pasará la cuenta de cobro. Ya los cafeteros encendieron las alarmas.

O sea, tenemos síntomas de enfermedad holandesa: bonanza de commodities, revaluación del peso, auge de sectores no transables -servicios financieros, comunicaciones y otros- y deterioro de los demás sectores de transables: industria manufacturera y sector agropecuario.

Estamos viviendo como nuevos ricos, sin pensar en el futuro. Si la economía de Norteamérica y de Europa no sale de su letargo, -ya llevan 5 años moviéndose entre desaceleración y recesión-, los precios del petróleo comenzarán a bajar porque China depende en gran medida de sus exportaciones a estos mercados. Adicionalmente, Colombia no tiene reservas de combustibles para muchos años. La situación se complica aún más.

El otro hecho es que estamos teniendo un déficit en cuenta corriente, o sea, más importaciones que exportaciones de bienes y servicios.  Aunque en materia de mercancías se tiene un pequeño superávit, en servicios factoriales el déficit es enorme: pago de intereses de deuda externa y, especialmente, la repatriación de utilidades de las empresas extranjeras que invierten en el país. Por lo tanto, entre la deuda externa y los capitales que llegan a la minería y al sector servicios -banca y telecomunicaciones, principalmente- estamos compensando el hueco que hay en la cuenta corriente….esto es una bomba de tiempo.

¿Qué hacer? hay que desarrollar el campo y la agroindustria, fortalecer la industria manufacturera, reducir los costos logísticos -transportes, vías, puertos-, mejorar costos de producción de las empresas -investigación, innovación, tecnología- y crear nuevos productos, empresas e industrias que lleven a nuestra economía a la producción de bienes de mediana y alta tecnología para dejar de depender de los commodities y cobrar por la agregación de valor.

Si no invertimos adecuadamente la bonanza de combustibles que hemos tenido y si no canalizamos la inversión privada y el gasto público hacia lo importante: innovación y nuevas industrias; entonces, la “enfermedad holandesa en la que estamos” nos pasará cuenta de cobro.

Revaluación del peso: ¿problema monetario o estructural?

La revaluación es, de manera simple, el fortalecimiento de la capacidad adquisitiva de una moneda frente a otra. En pocas palabras “una unidad de mi moneda compra más bienes y servicios extranjeros que antes

Colombia está viviendo un fenómeno crónico de revaluación. Sin mirar cifras muy detalladas y sin hacer mayores precisiones sobre la relación entre la tasa de cambio nominal y la inflación, es evidente que si el dólar en Colombia cuesta menos en pesos hoy que hace 10 años, es porque estamos revaluados (ver enlace). Aunque la inflación en Colombia ha bajado sustancialmente, nuestros datos históricos no son en promedio más bajos que los de los países que nos compran la mayor parte de las mercancías: la Unión Europea y Estados Unidos. Por lo tanto, para no hablar de revaluación el dólar debería estar, al menos, un poco más caro que en años atrás. Y no es así.

La consecuencia de esta situación es que nuestros salarios son internacionalmente altos, nuestros productos son comparativamente costosos y, por ende, somos propensos a comprar más bienes importados y a vender menos de lo nuestro. Mientras hace poco menos de dos décadas un obrero colombiano ganaba cerca de US$100, hoy el salario mínimo supera los US$300. En consecuencia, es comparativamente más caro producir en Colombia hoy que antes.

¿Por qué se está dando este fenómeno? por diversas razones. Algunas son externas a nuestro país y, digámoslo así, se salen de nuestras manos: la política macroeconómica de Estados Unidos y la debilidad de los indicadores de ese país generan devaluación del dólar. Pero, de otro lado, nuestro “éxito en los mercados de capitales”, y la bonanza ya casi crónica de los mercados de commodities, nos están inundando de dólares. O sea, créditos externos, inversiones extranjeras en minería y aumento de los ingresos por exportaciones de carbón, ferroníquel y petróleo principalmente, están revaluando al peso. Coloquialmente hablando, nos estamos llenando de dólares.

Si nos está yendo tan bien, por qué ¿nos preocupamos? Porque este éxito no es equilibrado. Lo que se logra con exportaciones mineras afecta a la industria y a la agricultura, que no exportan mucho y que, como consecuencia de la revaluación, cada vez enfrentan  más competencia extranjera que llega al país en forma de importaciones.

Esta situación tiene dos características que señalan lo anómalo del fenómeno. De un lado está el hecho que la economía no se está desarrollando de manera equilibrada, o sea, tenemos una minería próspera y creciente, mientras, del otro lado, se encuentran, una industria y una agricultura deprimidas o, al menos, estancadas. Adicional está el hecho que Colombia no tiene grandes reservas de hidrocarburos, por ende, la prosperidad vía petróleo  no es sostenible en el largo plazo. Aunque suene un poco simplista, Venezuela puede fincar su desarrollo en la industria petrolera, sin fortalecer otros sectores porque sus reservas confirmadas del oro negro se miden en décadas y hasta en siglos; en cambio, las colombianas apenas las podemos medir en años o lustros.

Entonces, volviendo a la pregunta original: ¿es la revaluación un problema monetario? ¿puede el Banco de la República resolver el problema bajando las tasas de interés y comprando unos milloncitos de dólares al día? Creo que no.

Obviando las variables externas, -que en la práctica no se pueden obviar, pero que lo hacemos para fines metodológicos- el problema es que mientras consumamos de cuenta de una bonanza de commodities, estaremos destruyendo a otros sectores de la economía que son reemplazados por los competidores extranjeros: la industria y la agricultura. Nuestro problema es estructural y, por ende, debe resolverse redefiniendo nuestras estructuras de gasto, de inversión y de producción.

Si no ahorramos, poniéndole algo de freno al consumo privado y al gasto público, y si no redireccionamos nuestros recursos más importantes hacia inversión en sector manufacturero, agro, infraestructura, ciencia, tecnología, educación y desarrollo de nuevas industrias, nos comeremos la bonanza y estaremos sembrando la miseria que cosecharemos en el futuro.

Veámoslo así: si hay más ciencia, más tecnología, mejor infraestructura y más trabajadores educados y saludables, entonces nuestras empresas serán más innovadoras, tendrán menores costos y agregarán mayor valor a sus productos, lo que permitirá obtener una mejor remuneración por lo que se venda en el país y lo que se exporte al extranjero. En consecuencia, no importará si el dólar está un poco más barato (nominalmente) ya que el aumento de las eficiencias -más productividad- y la agregación de valor -mayor precio de venta-, compensarán esta pérdida. He ahí el truco.

Moraleja: estamos ante un problema estructural y su solución es estructural.  

Expansión del Mercosur: ¿desaparecerá la CAN?

English version: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/

Autor: Giovanny Cardona Montoya

Traductor: Andrés Fernando Cardona Ramírez

¿De qué estamos hablando?

Desde que en 1960 se creara la ALALC, redefinida en 1980 como ALADI, en esta región se ha planeado crear un bloque económico latinoamericano o, al menos, suramericano. En el marco de la ALADI surgieron la CAN y el Mercosur, dos proyectos de integración que buscan, cada uno por su lado, la consolidación de un territorio aduanero subregional equivalente a una Unión Aduanera (UA). Por lo anterior, la firma del acuerdo CAN-Mercosur se podía entender como un puente entre dos subgrupos que nacieron para fundirse en uno solo.

¿Se desmorona la CAN?

Sin embargo, la firma del TLC entre Colombia y Estados Unidos -hace ya cinco años-  y la crisis política vivida por Paraguay a mediados de este 2012, han sido los detonadores de un cambio significativo en la estructura de los dos grandes bloques suramericanos. La salida de Venezuela de la CAN, acompañada de su posterior ingreso al Mercosur parece ser sólo el inicio de un proceso de expansión de éste y de deterioro del bloque andino, puesto que ya se ventila el ingreso de Bolivia y de Ecuador al bloque que lidera Brasil.

Con la salida de Venezuela de la CAN cayó uno de los intercambios comerciales más significativos del bloque: las exportaciones desde Colombia hacia Venezuela. Sin embargo, a pesar de que el comercio intra-andino sólo representa el 7% de las exportaciones de los 4 países del bloque, se debe destacar que casi ¾ partes del mismo son de bienes manufacturados; y ello es muy significativo para economías mono-exportadoras, que dependen en gran medida de los mercados de hidrocarburos.

Según estadísticas oficiales, Venezuela llegó a representar más del 50% de las compras intra-andinas, siendo el 2º principal mercado mundial para las exportaciones colombianas. En 2008, Venezuela importó a la CAN mercancías por un valor superior a 8 mil millones de dólares, mientras el resto del bloque compró poco más de 7 mil. Para 2011 – ya sin Venezuela-, Ecuador y Bolivia representa casi el 40% de las importaciones intra-bloque. Por lo tanto, un posible ingreso de Bolivia y Ecuador al Mercosur no es un tema poco relevante para los exportadores de Perú y Colombia, los supervivientes de la CAN.

 COMUNIDAD ANDINA: EXPORTACIONES, SEGÚN ZONA ECONÓMICA, 2008-2011(Millones de dólares)

ZONA ECONÓMICA                  2008          2009                2010             2011       

TOTAL MUNDO                            93.654      77.680               98.003        131.626

COMUNIDAD ANDINA             7.005         5.774               7.810           9.187

Bolivia                                                479              535                   636              714

Colombia                                              2.456        2.116           3.063                     3.428

Ecuador                                           2.491        1.586           2.127                2.770

Perú                                                       1.579          1.538            1.984                   2.275

MERCOSUR                                        5.516          3.578            5.517                   7.462

Chile                                                      4.284         2.328            3.187                   5.130

México                                                   1.037            865            1.034                   1.272

Venezuela                                        8.080       5.449         3.174                4.335

Resto del Mundo                             25.528         23.791          30.394                41.489

Fuente: http://estadisticas.comunidadandina.org/eportal/contenidos/compendio2012.htm

¿Será Mercosur el futuro de Colombia?

Si reducimos el tema a una cuestión aduanera, entonces, hay que destacar algunos temas principales:

– el proteccionismo del Mercosur es más elevado que el de la CAN. En consecuencia, ingresar al Mercosur implicaría elevar nuestras barreras, lo que rompería con un modelo económico aperturista que se ha posicionado en la política comercial colombiana desde hace un par de décadas. ¿Estamos dispuestos a ello?

– Entre el año 2006 y el 2012, el promedio arancelario colombiano ha bajado de 12% a 6,2%. Sin embargo, la mayoría de las importaciones están gravadas, adicionalmente, con un IVA, y en el caso de bienes agrícolas se utiliza el sistema de Franja de Precios Andina.

– Colombia ya tiene TLC con Estados Unidos y con la Unión Europea, hecho que no se presenta en ninguna de las naciones del Mercosur.

– Todo lo anterior nos lleva a concluir que ni Perú -que también tiene un modelo de apertura económica-, ni Colombia, tendrían posibilidad de ser miembros plenos del Mercosur, si así lo desearan. La posición más coherente y viable sería la actual: tener un acuerdo comercial con el Mercosur, sin ser miembros plenos de éste. Algo similar al modelo chileno.

Pero, si llevamos el tema más allá de lo aduanero, entonces, quedan más preguntas que respuestas:

No tener un bloque regional fuerte (por ejemplo la Unión Aduanera Andina) debilita nuestra capacidad de negociación con países de otras latitudes. Tal es el caso de nuestra poco activa participación en los escenarios de negociación de la OMC.

– El ingreso de países andinos al Mercosur reduce el potencial de mercado regional para las manufacturas colombianas. La pérdida del mercado venezolano fue notoria en el comercio colombiano de los últimos años, si sucede lo mismo con Ecuador, el impacto también será significativo. Es claro que Argentina y Brasil pueden aprovechar impactos de desviación de comercio o de erosión de preferencias colombianas en los países andinos, desplazándonos como sus proveedores principales.

– Recordemos que la estrategia chilena de tener acuerdos con todo el mundo, pero sin incursionar plenamente en un bloque que le restringa su autonomía en materia de políticas aduaneras, se ha acompañado de políticas de desarrollo económico que lo han llevado a una gran diversificación de sus mercados: Este asiático, Norteamérica, Latinoamérica y Europa Occidental son mercados importantes para las exportaciones del país austral. El caso colombiano es muy diferente, tenemos una gran concentración del mercado exportador en Norteamérica y la Unión Europea, con productos mineros  o de otros sectores con bajo nivel de complejidad tecnológica.

Reflexión final: lo crítico de esta situación  no es que nuestros vecinos busquen refugio en el Mercosur, lo verdaderamente grave es que la política comercial colombiana no se está definiendo en nuestro país, sino que tendrá que ser una reacción a las estrategias activas de las demás naciones.

La CAN, como el Mercosur, ha tenido una retórica activa pero un accionar débil. Ambos proyectos han tratado de crear bloques con un importante nivel de supranacionalidad que no se materializa. Sin embargo, mientras estén latentes, pueden ser fuente de bienes públicos que estimulen el desarrollo interno y que fortalezcan las capacidades de negociación con países industrializados y con bloques del mundo.

¿Sabe Colombia para dónde vá en materia de comercio exterior? ¿Tenemos claro cuál es nuestro horizonte? Me temo que no.

National Competitiveness Policy: good intentions rosary

Autor: Giovanny Cardona Montoya

Spanish version: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/?p=1131

Translator: Andres Fernando Cardona Ramírez

 

Over 20 years ago, Colombia, like most Latin American nations, renounced the development model inspired by ECLAC and enrolled in the liberalization model derived from the Washington Consensus. This change led to a reduction in state involvement in economic dynamics, enterprise privatization, unilateral trade liberalization and the spread of regional trade agreements (RTAs) with neighbors and nations around the world.

To provide a framework that legitimizes the new political and economic direction the country has been endowed with documents such as the Monitoring Report, also 20 years ago, and a dozen CONPES that have claimed to be the beacon to follow to a safe harbor. But time passes and the balance is not yet satisfactory. Despite being, for decades, one of the most stable nations in the region in macroeconomics, to achieve significant export growth and prove an attractive nation for foreign investment, especially in recent years, developing data-that is not synonymous with growth- indicates that the country is not moving in any direction.

The compass:

In 2006 passed the Conpes 3439 which created the National Competitiveness System. This system established a Vision for the future of the country:

“In 2032 Colombia will be one of the three most competitive countries in Latin America and will have a high level of income per person, equivalent to an upper middle income country, through an export driven economy of goods and services with high added value and innovation, with a business environment that encourages local and foreign investment, fosters regional convergence, better formal employment opportunities, raises the quality of life and substantially reduces poverty levels. ”

But time is handing us the bill for missed tasks. In 2006, the Global Competitiveness Indicator World Economic Forum, which measures 142-nations, our country stood at the 65th place among 125 countries. In 2011, Colombia was ranked 68th and in 2012 at 69. If we compare ourselves with our Latin American neighbors, the scenario is not better: we fell from the 5th to the 8th place.

This indicator shows that our relative position has not improved. Now, to achieve this goal it is necessary to make progress with other indicators related to production and income:

– According to the Privy Council on Competitiveness, between 2006 and 2010, income per person in Colombia has been growing at an average rate of 4.4%. However, the Council believes, if we are to meet the goal of being one upper middle income country by 2032, it should reach growth rates between 6% and 7% per year on average.

– At the beginning of the last decade of the twentieth century, Colombia depended heavily on exports of coffee, some oil and other agricultural or agro-industrial exports, mainly. After the discovery of oil in Cusiana and global coffee crisis, Colombia became more dependent on mining. In 2006, Colombian exports with low levels of innovation amounted to 83% of the total, by 2012, this figure reached 90%. Are we back? All signs point to yes.

Is it bad to grow depending almost exclusively mining?

No, not bad. First we can say that a country with sufficient reserves for decades can finance the dynamics of its development projects, even leverage those to generate new industries (manufacturing, services, etc..). But Colombia has not substantially increased its oil reserves. These are on average 2,200 million barrels, a low figure compared to other Latin American countries such as Ecuador which produces 6,200 million to 11,400 million or Mexico or Venezuela that reach almost 300,000 million.

So in addition to the fact that we need the resources of the “oil boom” to be used to build capacity (infrastructure, education, CT + I, etc…) We also require that explorations increase the reserves so that we have the cushion to finance the industrial conversion of our economy.

But, despite the relative and sustained macroeconomic stability, the mining export boom and the increasing flow of foreign investments the country preserves some burdens that do not allow us to move towards a more competitive economy:

- Weaknesses in the education system. In addition to the low coverage -25% of adults are high school graduates, less than 40% of high school graduates enter higher education and only half of these graduate, there are serious quality problems: the career of teachers (graduates) is not chosen by the best graduates, there is little demand for agricultural careers-an industry that has great potential, while young people show little interest in training in mathematics, physics, chemistry or biology, key disciplines for innovation and the development of new products, processes and services;

- Absence of a state policy on infrastructure. For decades in this country there’s been talk about the need for a interoceanic canal, tunnels to facilitate traffic through so many mountains, a new railway, a project for navigation through the Magdalena river, another port in the Pacific, etc… However, most of these proposals are still on paper and those under construction are years behind.

- High laboral informality. What is handled as a strategy to reduce labor costs, informality, is in actuality a drag that does not us to modernize our economy: there are workers who do not contribute to social security, worker cooperatives exist that threaten stable pay, there’s jobs that are performed through contracts to provide services rather than indefinite term labor linkages, etc. This worsens the fiscal deficit-SISBEN-, weakenes revenue base of households and thus the purchasing and debt, stagnates the domestic market.

- Abandonment of the rural sector. The field is not the supplier of raw materials for the city and, therefore, is not a strong market for the purchase of industrial goods and services. Although the armed conflict is a determinant factor of this abandonment, rural informality, and extensive landlordism “fattening”, accompanied by unproductive fragmentation, do not facilitate the transition to a competitive field.

- Colombia: a country that does not invest in R & D. This is evident: our exports of high and medium technology amount to barely 9%, and we are a country without patent path. While successful emerging markets spend several points of GDP to CT + I, Colombia spends just under 0.3%.

Although a new System of Science Technology and Innovation has been defined, and Colciencias has been given the status of Administrative Department, at the same time considerable resources have been approved for research and innovation, there are indications that the political prey resources will prevail over the long term aspirations of this country.

All these shortcomings show that we are far from a new project Country, in other words, that Colombia 2032 is an ode to the flag … and nothing else.

Colombian peace and political stability in Venezuela: good business

Traductor (translator) Andrés Fernando Cardona Ramírez

Ver versión en castellano: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/?p=1099

Colombia and Venezuela are living momentous political processes. The first ventures into a new attempt to cap the legendary conflict between the government and the FARC. Across the border, Venezuelans go to the polls to decide whether to continue with the political project called “XXI century socialism” or give a 180 * turn and allow the opposition to present an alternative to the nearly three decades of Chavez government.

Both the issue of war and peace, and the Venezuelan political climate are vital phenomena for stability, growth and development of the Colombian economy.

The end of the war: a motor for prosperous fields and more sustainable cities.

The first conclusions that have been raised against the armed conflict can be summarized in three points: military spending will not be reduced, peace involves decades of increased public spending to compensate victims but at the same time, contribute between 1% and 3% GDP growth. There will be no cuts to military spending partly because other destabilizing factors survive, like BACRIM and drug trafficking.

While the contribution to GDP (1-3%) can be considered a pretty solid argument to bet on the negotiation, it is necessary to review a little more to realize that the possible effects have to do with not only growth but, specially the socio-economic development. The war has brought many evils and one of them, transcendental due to our demographic structure has been the migration from the countryside to the city. This situation has led to the deterioration of our rural economy and the emergence and development of poverty belts in cities.

The end of the war must stop this wave of migration, raising the potential of the field as an economic sector, improving food supply, encouraging new industries to move into international markets, therefore improving the quality of life in cities, with adequate and financially sustainable urban planning.

The country in recent years has become a magnet for foreign capital, but funds have been especially directed towards the mining industry and to the financial services and telecommunications. The end of the conflict could reduce the level of risk; improve the skills of Colombia, creating a new appeal for foreign capital to finance the production of food, raw materials of plant and animal origin and biofuels. The comparative advantages of good climate, good soil and industrious workforce, could be the seed for creating competitive advantages from a field that is modernized, which and makes way for an export-oriented agribusiness.

Venezuela: (potential) strategic partner.

When it comes to economic matters, for decades, Venezuela has been instrumental in the Colombian economy. The crisis of commercial relationships that we are currently facing has been a blow to the economic development of our country. Although exports to the world have grown, despite the withdrawal of Venezuela from the Andean Community of Nations (AC), qualitatively speaking, the damage has not been compensated.

Why do we say that the damage has not been compensated? Because Venezuela was the largest importer of Colombian manufacturing-products with added value; while the growth of exports to the rest of the world has been mainly of mining commodities. Do not forget that before Venezuela left the AC, the country imported 80% of vehicles exported-equivalent to 20% of imports from Venezuela to Colombia, and 50% of the clothing we exported to World -16% of their total purchases from Colombia.

Venezuela was our second largest trading partner, aside from the U.S., in fact, to the border departments of Santander, Norte de Santander and Arauca, it was critical on many economic fronts and for other regions such as the Aburrá Valley it was an engine for commercial-industrial employment.

Similarly, Venezuela’s withdrawal from AC has weakened the bloc. The largest commercial center of this ambitious integration agreement was the exchange between Colombia and Venezuela, followed by Colombia and Ecuador. Peru has its sights set on global markets for mining products and Bolivia is very much dependent on Mercosur.

Perhaps the AC isnot a great accord of economic integration, although it aims to create a Customs Union. But many nations of the world today consolidated their position in the market through the blocks to which they belong. Keeping isolated weakens the bargaining power in forums such as the WTO. There, for example, an agricultural G-20 was developed to meet the interests of rural America and the European Union, and in that group is not Colombia.

Things with Venezuela, from an economic perspective, are not on the best course. But this neighbor is a strategic partner that we must recover. Independent of the results of the October 7 elections, social and political stability in the neighboring country suits our economy. Retaking the road to good relations is a key strategy for social and economic development of Colombia.

History tells us that in the past the Colombians migrated to Venezuela looking for “El Dorado” due to the lack of opportunities in our land. If In fact, long term migration enriches cultures, in the short and medium run it affects the strength of the development of cities and sometimes brings security problems. A social crisis in Venezuela could lead to a reverse migration wave, for which we are not prepared, as our current growth is not based on labor intensive sectors and the rise of underemployment may offset the demographic balance that could start generating if peace comes the Colombian countryside.