Propongo reingeniería al sistema educativo colombiano: redefinirlo todo.

Se ha vuelto lugar común señalar que Colombia necesita un sistema educativo que garantice Cobertura, Calidad y Pertinencia. Bajo este slogan se han implementado programas gubernamentales para lograr que niños y jóvenes de escasos recursos puedan estudiar (Ser Pilo Paga, por ejemplo), se han creado indicadores y sistemas de medición de calidad (CNA en la educación superior)  y se ha buscado el acercamiento de las empresas a las instituciones educativas (la unión Universidad, Empresa, Estado es un ejemplo de ello).

El estribillo, aunque incompleto, no suena mal. El problema es la forma como ha sido interpretada la melodía a lo largo de las décadas. Aunque los dos últimos gobernantes han dado relativa estabilidad a esta cartera (Uribe tuvo una sola ministra y Santos en sus dos períodos lleva 3 ministras), no hay evidencias que estos 16 años de neoliberalismo económico hayan apuntado en una única dirección. O sea, cada ministra ha tratado de dejar su propia huella personal.

Sin desconocer que la consigna tiene valor (cobertura, calidad y pertinencia), voy a sugerir lineamientos necesarios para una política de Estado que se apropie de los propósitos y estrategias de la educación de Colombia, despojando a los gobernantes de turno de la iniciativa:

1. Un verdadero Sistema Educativo.

El actual sistema educativo se divide en “compartimentos estancos” que no conversan entre ellos. Desde la primera infancia hasta llegar a la formación de magisters y doctores -pasando por la básica y la media, y conectados con la formación para el trabajo y el desarrollo humano-, diferentes organismos  hacen esfuerzos deshilvanados que terminan dando resultados marginales. El sistema educativo tiene que poner su foco en “el ser“, quien desde su infancia hasta la vejez es el mismo, sólo que se desarrolla, pero sigue siendo el mismo; por ende, no se le puede seguir parcelando, haciendo que los subsistemas educativos no se guien por el hilo conductor de la persona que se forma.

Hoy la universidad se queja de la calidad de la educación media y el gobierno reconoce que no tiene los mejores profesores en la educación básica -mal remunerados, mál seleccionados, poco motivados-, y el Sena cualifica a los futuros operarios de las empresas al margen de lo que sucede en el resto del sistema educativo. Tenemos un archipiélago de instituciones educativas separados por un mar de “excusas y razones burocráticas y egoistas“.

Necesitamos un sistema educativo integrado, que garantice enlaces inteligentes entre sus diferentes componentes.

2. Formar un Ser Social para que construya un nuevo país.

No voy a cuestionar la formación por competencias. Este es un debate mayor. Sin embargo, las competencias, sea cual fuere la definición que se tome, se componen de elementos cognitivos (conocimientos), aplicados (habilidades y capacidades) y axiológicos (actitudes y valores), y la verdad es que nuestro sistema educativo sigue centrado en conocimientos y habilidades.

Algunas instituciones educativas se han quedado anacrónicas al seguir colocando el foco de su labor formativa en la “transmisión de conocimientos.” El mundo ha cambiado y los docentes ya no podemos considerarnos poseedores del saber; la llamada Sociedad del Conocimiento abrió una enorme compuerta por la cual se filtra el acervo de conocimiento de la humanidad. Por ende, los maestros estamos llamados a “dar método“, esto es, a ofrecer caminos para que los estudiantes busquen, seleccionen, procesen y construyan nuevo y pertinente conocimiento.

que como cuando donde

En este proceso evolutivo, algunas instituciones educativas creen que su propósito mayor es “formar para dar empleo o para crear empresa“; en otras palabras, estamos evadiendo la responsabilidad social al reducir el futuro de las personas a sus necesidades materiales, las cuales se satisfacen a través del aparato productivo. Somos mucho más que potenciales trabajadores o empleadores: somos seres sociales que necesitamos desarrollarnos íntegramente para hacer un aporte a los retos que en su momento histórico enfrenta “la vida“.

Digo “la vida” y no la sociedad para extender nuestro compromiso a todas las especies vivas del planeta. Hoy más que nunca hay que hacer dicha extensión de propósitos. Necesitamos un niño y un joven que crezcan con los valores de su responsabilidad social y ambiental, con su compromiso por el respeto a la vida, con el valor de la tolerancia y el respeto a la diferencia, con una actitud creativa y proactiva frente al futuro complejo e incierto.

Si la corrupción es un problema medular de nuestra sociedad, si la vida está en riesgo porque se le subvalora y por el calentamiento global, entonces; necesitamos un sistema educativo integrado que ponga el foco en los valores para dar vida, para consolidar convivencia y asegurar futuro a las nuevas generaciones.

enseñando en el bosque

3. Garantizar el acceso a la educación

La Constitución Política de Colombia ofrece una educación gratuita y obligatoria de los 5 a los 1 5 años de edad, lo que incluye un año de preescolar y la educación básica (hasta 9o grado). Eso es insuficiente, pero lo más grave es que tampoco se cumple.

Es imperativo que todos los niños tengan atención educativa desde la primera infancia, independiente de su situación social y económica. Es catastrófico que tengamos bebés que son objeto útil para la mendicidad, que haya niños trabajando en el campo o adolescentes delinquiendo en lugar de estar usando sus talentos para la creatividad y la innovación social. Abolir estas prácticas perversas no sólo es arrebatarle a la violencia su más preciada “materia prima”; sino que es asegurar que todas las personas, estén donde estén, tengan una oportunidad de desarrollarse y de aportar a la construcción de una mejor sociedad. Esta sería la mayor manifestación de que existe una verdadera democracia: oportunidades educativas para todos.

niño con computador y abuela en el campo

No debe haber dudas: ahorrar en educación es sinónimo de suicidio por parte de una sociedad. Todos los problemas empiezan a resolverse cuando a ninguna persona se le niega el derecho a una educación pertinente y de calidad.

Necesitamos un sistema educativo de cobertura universal desde la primera infancia.

Para cerrar:

Esto no lo hará ningún gobernante; a ellos les cuesta invertir en el futuro; ya lo hemos visto por décadas. Los políticos gobiernan para asegurar su supervivencia en el mercado electoral. Es necesario crear una política de Estado (no de gobierno) que asegure la coberture universal, que desmercantilice la educación (y no me refiero a la coexistencia de instituciones públicas y privadas, sino a la formación de jóvenes sólo para que sobrevivan en el mercado) y que asegure su carácter sistémico.

 

 

 

Internacionalización de la economía: más pragmatismo, menos dogmatismo.

Cuando los estrategas de una organización planean su futuro, fijan el rumbo guiados por una Visión, la cual indica el Norte de su desarrollo. La Visión es el faro que inspira las decisiones estratégicas de los directivos de una empresa. ¿Cuál es la Visión que lleva a Colombia hacia el futuro?

Internacionalización de la economía colombiana: medidas y resultados.

Hace casi un cuarto de siglo, Colombia renunció al modelo proteccionista y abrazó el proyecto neoliberal de apertura y modernización de la economía. Más allá de las presiones de organismos financieros internacionales, promotores del Consenso de Washington, hay que reconocer que el relativo éxito de los llamados tigres asiáticos inspiró a muchas naciones latinoamericanas para liberalizar sus economías.

En esta tabla se evidencia que desde finales de la década de 1980, los países latinoamericanos han venido reduciendo sus barreras aduaneras al comercio, ya sea vía unilateral -curva roja- o a través de convenios preferenciales bilaterales -líneas amarillas-. En promedio, los aranceles han bajado de 42% a poco más del 12%.

 

En el marco de esta estrategia, el país ha liberalizado su comercio y ha firmado una docena de acuerdos comerciales, algunos con vecinos de la región -CAN, G-2, Chile, Mercosur- y otros con mercados de otras latitudes: TLC con Estados Unidos, Unión Europea o el reciente con Corea. En esto  nos parecemos a muchas naciones de la región y del planeta que han desarrollado un regionalismo abierto, fundamentalmente apoyado en la firma de TLC.

La presente tabla muestra que las exportaciones de muchos países latinoamericanos se realizan gozando de preferencias arancelarias fruto de acuerdos comerciales regionales (barra roja) o extrarregionales (barra azul).

 

Como resultado de esta estrategia, las exportaciones colombianas también han sido beneficiadas con preferencias aduaneras, primero con países latinoamericanos en el marco de los acuerdos subregionales reconocidos por la ALADI, y a través de preferencias unilaterales de Europa y Norteamérica (SGP y ATPDEA). En el futuro cercano estas preferencias estarán enmarcadas en los TLC recientemente firmados.

Sin embargo, tras 23 años de apertura económica un hecho relevante se presenta: la oferta exportadora colombiana no cambia, seguimos siendo exportadores de commodities, sin valor agregado. El proceso de apertura económica no se ha traducido en una modernización evidente del sector industrial, lo que se notaría en una diversificación y sofisticación de la oferta exportadora colombiana.

A pesar de las preferencias arancelarias, Colombia sigue siendo un exportador de combustibles (carbón, petróleo, ferroníquel), de bienes agrícolas tropicales (café, bananos) y de unas pocas manufacturas de baja complejidad tecnológica (confecciones). De hecho, el peso significativo de las manufacturas en las exportaciones sólo es evidente en el marco del mercado andino. ¿Por qué no se ha dado la transformación económica?

 

¿Dónde se embolató la receta?

Cuando miramos casos exitosos como los de Corea o de sus vecinos asiáticos, encontramos que los resultados han sido más que evidentes: diversificación de su oferta exportadora, agregación de valor a sus bienes y servicios, crecimiento significativo de sus exportaciones y del PIB per capita, caída en los niveles de pobreza, entre otros. Chile, nuestro vecino, con resultados menos asombrosos pero que van en la misma dirección, ha reducido su dependencia de las exportaciones de cobre, y ha ganado mercados importantes en Asia y Latinoamérica, además de incrementar sus ventas a Europa y Norteamérica.

Tanto en el caso asiático como en el chileno, el Estado no ha renunciado a su rol director de la economía, implementa políticas fiscales enfocadas al estímulo a la inversión, la innovación, el desarrollo tecnológico y la investigación. Además, son crecientes los recursos que utiliza para fortalecer las capacidades productivas: educación, infraestructura, capacidades científicas y tecnológicas, etc. O sea, las razones de su éxito no se reducen a la firma de acuerdos comerciales.

La formación bruta de capital fijo es la creación de capacidades para aumentar y diversificar la producción: nuevas industrias, infraestructura, tecnología, etc. Chile es un país que desde hace más de 20 años viene dedicando más de 1/4 de su PIB a formación bruta de capital fijo.

 

En Colombia no surgen nuevas industrias, los recursos para Colciencias son limitados, además de los problemas de gestión que aún vive, en Colombia no se patenta, la cobertura educativa sigue siendo baja, se tienen grandes problemas de vías terrestres y de puertos, además de una ausencia de opciones ferroviarias y fluviales. Pasados más de 20 años desde el cambio de modelo, Colombia no tiene nuevas industrias, el país sigue dependiendo de hidrocarburos, de café, de flores, de bananos y de una industria liviana tecnológicamente poco desarrollada.

En la cadena global de valor, donde la producción de bienes conecta a fábricas de países de todo el mundo, distribuyendo tareas de diversa complejidad, Colombia participa sólo en las puntas: de un lado, abastecemos de combustible a las fábricas asiáticas, europeas y norteamericanas y, del otro, ensamblamos productos de baja tecnología, vendiéndoles nuestra mano de obra barata.

En ejemplos más complejos que el que veremos a continuación, hay grandes oportunidades para empresas que incursionen en procesos tecnológicos apoyados en estrategias de innovación y de investigación. En estos eslabones de la cadena es que debemos incursionar si queremos, realmente, superar los niveles de pobreza y ausencia de oportunidades para gran parte de la población:

El comercio mundial de tareas representa casi el 50% del intercambio de mercancías y servicios entre el Este Asiático y las empresas de Europa y Norteamérica. Si un producto tan simple como éste requiere la participación de fábricas de 6 países, entonces, mayores oportunidades existen en la cadena global de valor de aeronaves, TIC, agroindustria, biotecnología, entre otros.

 

La firma de TLC y la apertura unilateral de comercio son parte de una estrategia que no nos llevará muy lejos si no la complementamos con acciones contundentes para fortalecer nuestra capacidad productiva: infraestructura, educación, desarrollo, investigaciones, innovación y emprendimiento, principalmente.

100 años de la Economía Colombiana: ¿qué ha cambiado? Algunos datos.

Nuestro diario EL COLOMBIANO hoy cumple 100 años. Sea esta la oportunidad para presentar unos datos que permitan comparar lo que ha cambiado, desde la economía colombiana de comienzos del siglo XX hasta la actual.

Hace 100 años: población y educación.

Según Jorge Orlando Melo, uno de los principales estudiosos de la historia económica de Colombia, 100 años atrás este país era habitado por 4 millones de personas, de los cuales, 88% vivían en el campo o en pueblos de menos de 10 mil habitantes. Una familia tenía, en promedio, seis hijos, de los cuales, uno moría antes de cumplir el primer año de edad –enfermedades gastrointestinales o viruela-, y sólo uno más lograba llegar a la escuela primaria. El 75% de la población era analfabeta, sólo el 2% de los colombianos terminaba la secundaria y menos del 0.5%, una carrera universitaria.

Colombia hoy: población y educación.

Según el Banco Mundial, Colombia tiene una población cercana a los 47 millones de habitantes, y el DANE indica que la mortalidad infantil para comienzos de esta década se halla en 0.2%. En 100 años la población ha aumentado casi 12 veces, viviendo una tercera parte de ésta concentrada en 4 ciudades: Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla.

En materia de calidad de vida son evidentes los cambios en temas de educación; según el MEN para inicios de ésta década, la cobertura de educación secundaria es del 73% y la de primaria 92%. En la misma dirección, como resultado de una estrategia patrocinada por organismos multilaterales, el estado colombiano ha incrementado los recursos para aumentar la cobertura en educación superior. En la actualidad, el 35% de los bachilleres ingresa a una carrera profesional -universitaria, técnica o tecnológica-, aunque, sólo la mitad de ellos logra graduarse: preocupante que se tenga una tasa de decersión tan alta; ello demuestra, tanto problemas económicos de los estudiantes como ausencia de una mayor articulación pedagógica entre la educación universitaria y los procesos curriculares de los colegios y escuelas.

Hace 100 años: la mujer en la sociedad y la economía.

Aunque la legislación relegaba a las mujeres a la condición de amas de casa, en la práctica, muchas familias pobres eran lideradas por mujeres que araban la tierra o elaboraban artesanías. Sin embargo, la universidad les era vedada y aquellas que tenían un salario, sólo lo hacían por el desarrollo de actividades de servicios domésticos.

La mayor posibilidad que tenían las mujeres de superarse y articularse en la vida social y económica era a través de la educación o la iglesia: su papel como maestras –normalistas alfabetizadoras- o monjas que atendían enfermos en los hospitales, fue fundamental para mejorar la baja cobertura de salud y educación de la época. Sin embargo, en opinión de Melo, ya para 1920 comenzaba el proceso de igualación de géneros en materia educativa y laboral. En dicha década habían tantos hombres como mujeres en la escuela primaria; a partir de 1930, el proceso comenzó a notarse en la educación secundaria, para luego, las mujeres, gradualmente, abrirse paso en la educación superior.

Colombia hoy: la mujer en la sociedad y la economía.

Las mujeres son aproximadamente la mitad de la población colombiana (ver gráfico 2.9 de DANE y DNP). Aunque aún se presentan evidencias de discriminación, especialmente en materia de remuneración salarial, es notorio el creciente rol de la participación de la mujer en los diferentes escenarios de la vida social, política y económica del país. La población estudiantil cuenta con una distribución muy pareja de los cupos en centros educativos. Incluso, en algunas profesiones, las mujeres ocupan más de la mitad de los cupos en Instituciones de Educación Superior.

En materia laboral y política, la proporción de mujeres es cada vez más notoria, aunque hay evidencias que muestran un rezago para que ellas accedan a los cargos más altos de las organizaciones públicas y privadas. Aunque parezca paradójico, la existencia de normas que establecen que en ciertos niveles del sector público deba garantizarse un mínimo de cupos para las mujeres, evidencia la presencia, aún, de discriminación en la sociedad con respecto al género femenino.

Hace 100 años…y Colombia hoy: sector externo. ¿Nada cambia?

Según Banrepública, a comienzos del siglo XX, la balanza comercial debía ser, fundamentalmente, superavitaria, ya que el país no tenía un acceso estable al crédito internacional. En consecuencia, las exportaciones debían aportar los ingresos suficientes para cubrir las necesidades de importaciones. En consecuencia, el tabaco, el café y algunos minerales tenían la responsabilidad de asegurar los recursos para comprar los bienes industriales que no producía el país.

Gráfico

Colombia: protagonista del mercado mundial cafetero durante 100 años

Pero, lo llamativo es que a lo largo de los últimos 100 años se ha evidenciado una constante: una economía con pocos cambios derivados de una política pública de internacionalización. A diferencia de las demás naciones, nuestro país comenzó el siglo XX con una economía más cerrada que la del resto de naciones del continente, dicho proteccionismo a través de las décadas se fue agudizando, ahora si, en línea con nuestros vecinos.

Sin embargo, las cifras evidencian que el mayor o menor grado de apertura, a lo largo del siglo, siempre se asocia a los precios internacionales de algunos productos estratégicos: petróleo y café, principalmente. En consecuencia, las exportaciones como porcentaje del PIB han sido un indicador que crece o decrece como consecuencia de los precios internacionales de commodities y no como resultado de políticas conscientes de internacionalización. Incluso, desde los inicios de la apertura económica (1990), la participación de las exportaciones en el PIB sólo ha crecido cuando los precios internacionales han aumentado y, adicionalmente, como resultado de la expansión del comercio regional latinoamericano, en el marco de Acuerdos de Integración en los que parece que los gobiernos colombianos no creen mucho.

El siglo XXI: son las exportaciones de commodities, el motor de la economía colombiana, igual que hace 100 años… ...¿Será que todo tiempo pasado fue mejor?

 

 

Reforma a la Educación Superior en Colombia: ¿qué está en juego?

Versión en inglés: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/?cat=4

Traductor: Andrés Fernando Cardona Ramírez.

Colombia es un país que ocupa lugares poco destacables en dos indicadores de medición de Bienestar a nivel mundial: Competitividad y Distribución del Ingreso.

Desde la perspectiva de la competitividad, a nuestro país se le señalan debilidades en infraestructura, innovación y ambiente legal. Con respecto a la distribución del ingreso, el recién posesionado Ministro de Trabajo acaba de señalar que 14 millones de colombianos no cuentan con un trabajo digno. Adicional a esto, el salario mínimo colombiano es de los más bajos de Suramérica y la cobertura educativa está lejos del promedio de países de nivel de desarrollo como el nuestro.

Sin embargo, competitividad y distribución del ingreso no siempre son compatibles. O sea, pueden no serlo bajo ciertas ópticas, ideológicamente concebidas. Y estas miradas harán parte de la discusión que se re-inicia en el país con respecto al futuro de la Educación Superior.

Si hablamos de competitividad, hay una variable que tiene un peso fundamental: el emprendimiento empresarial. El éxito de muchos de los Mercados Emergentes  que lideran la locomotora de la economía mundial en la actualidad se debe, en gran medida, al surgimiento y consolidación de nuevas industrias: nuevas empresas en sectores intensivos en conocimiento; empresas que agregan valor a sus procesos, bienes y servicios, como estrategia central de éxito.

En materia de emprendimiento, la Universidad está haciendo mucho, pero está logrando poco. El emprendimiento se ha vuelto un lugar común en el lenguaje coloquial universitario, especialmente de las facultades de administración y afines. Incluso, pululan las cátedras de emprendimiento, la enseñanza para la formulación de Planes de Negocio y los concursos que premian a los planes mejor formulados. Pero, a la vez, cada vez hacemos menos por profundizar los cimientos del emprendimiento: la innovación.

La población que estudia ingenierías es cada vez menor, a la vez, que hay un desaliento por profundizar en matemáticas, física, química y biología. No es que todos debamos ser biólogos o matemáticos. Pero, un país que desea ser competitivo y una empresa que pretenda ser innovadora, requieren de masa crítica que patente nuevos productos, diseñe procesos nuevos, modele nuevos productos o servicios y registre software que solucionen necesidades de la sociedad. Y eso no se logra sin estas ciencias. Incluso, un país que, como Colombia, cuenta con gran potencia en agricultura, agroindustria y recursos naturales, tiene pocos recursos humanos dedicados a la investigación, el desarrollo y el estudio en carreras relacionadas con el mundo rural y el medio ambiente.

Si damos una mirada al grueso  de planes de negocio que se elaboran en las universidades, encontraremos que se fundamentan en ideas que tienen que ver con negocios o industrias tradicionales –comercializadoras, confeccionistas, procesamiento de alimentos o restaurantes y otros locales para el comercio de bienes de consumo masivo-. Esto no tiene nada de malo, pero la realidad es que esta situación demuestra lo estrecho que es el universo empresarial de nuestros universitarios y, lo que es más crítico, la mayoría de estos proyectos empresariales no se fundamentan en procesos estructurados de innovación y el valor agregado que proponen tiende a ser superfluo.

Colombia es un país que no invierte en investigación y tecnología. No sobresalimos en materia de patentes y licencias. Aquellos que van a la cabeza del pelotón en competitividad si lo hacen: Alemania, Corea, Japón, China. De hecho, si damos un vistazo a los grupos de investigación que clasifica COLCIENCIAS, son pocos los que se destacan por patentes, registros de nuevos software o productos o, incluso, spin off. No es malo publicar libros o artículos en revistas indexadas –por suerte algunos se esmeran en este frente-, pero hay un desequilibrio en la distribución de los pocos recursos que se dedican a la investigación y al desarrollo.

Pero, la Universidad no es una maquina que produce mano de obra cualificada. La Universidad es el escenario en el que se delinea el futuro de un país. Y estamos en un momento de quiebre de la historia mundial y nacional: la sociedad industrializada, de una marcada filosofía consumista, está en crisis; el país vive un momento trascendental en lo que ha sido uno de sus mayores karmas del último medio siglo: el conflicto armado; igualmente, después de 20 años, el sistema político colombiano, al igual que el de nuestros vecinos suramericanos, parece estar viviendo una gran transición. ¿Cuál es la respuesta de la Universidad frente a estos retos? ¿cuál es el país que vamos a construir ante los retos en Derechos Humanos, Participación Política, Medio Ambiente, Competitividad y Cultura, por ejemplo?

Este último planteamiento lo hago para preguntarnos por la formación ética, estética, política y humanística de nuestros universitarios.  La Universidad está llamada a formar ciudadanos integrales y, en su claustro, se debe asegurar una apertura al discurso diverso, a la metáfora y a la reflexión política. En los últimos 20 años, la cátedra universitaria parece haber caído en los dominios del paradigma realista: un pragmatismo individualista e inflexible, ausente de compromiso social, ajeno a las preocupaciones políticas y cerrado a la lectura de miradas alternativas.

Entonces, si vamos a hacer una reforma al sistema educativo, que eleve nuestra competitividad y mejore la distribución del ingreso, en un ambiente de formación de seres humanos -con calidad de mayores de edad como lo explica Kant- y no simplemente de mano de obra, la pregunta es ¿cómo se va a financiar ésta?

Una educación de cobertura universal y de calidad no es un reto de poca monta. En Colombia de 100 bachilleres que entran a la universidad, sólo 50 se gradúan. Y de 100 jóvenes que terminan el bachillerato, sólo 35 entran a la educación superior. Y no sigamos hacia atrás, porque en el mundo del bachillerato y la primaria, inclusive, queda otro tanto de sueños frustrados en el camino. En otras palabras, la inversión que hay que hacer para este objetivo es de magnitudes comparables con la reforma al sistema de seguridad social o la ley de reparación de víctimas del conflicto armado. Porque los problemas que vive la Educación Superior no comienzan allí…despegan en la primera infancia y el preescolar.

No es gratuito que Estados Unidos en las negociaciones del TLC, haya puesto sobre la mesa la exigencia que la Universidad colombiana pudiera ser con ánimo de lucro…evidenciaban nuestros socios un potencial y enorme negocio. Aunque Colombia no aceptó tal exigencia, el hecho de que el gobierno de Santos, en la propuesta inicial, haya incluido la inversión privada para financiar el futuro de la educación, da una idea de quienes han sido los inspiradores de la reforma.

Jóvenes estudiantes: a leer nuevamente a Keynes, Prebisch, Marx, Ricardo y Friedman para poder terciar en el debate.

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