Ver a lo lejos: Proactividad en tiempos de incertidumbre.

Giovanny Cardona-Montoya, abril 4 de 2021.

1. La paradoja del presente.

Probablemente la humanidad jamás había tenido tanto acceso a la información; el hombre nunca había desarrollado metodologías y dispositivos tan sofisticados para obtener, crear y usar el conocimiento; nunca habiamos estado tan conectados todos los seres humanos del planeta. La Sociedad del Conocimiento y la Globalización son una realidad dinámica y creciente.

Pero, a pesar de ello, y como en otras épocas, vivimos tiempos de incertidumbre.

Lo más palpable de nuestra incertidumbre es la crisis de la pandemia desatada por el Covid-19. En poco más de un año, este virus ha llevado a los gobiernos, empresarios y familias de todo el planeta a improvisar decisiones acorde a la evolución de la coyuntura. En el momento que escribo estas líneas, muchos países toman medidas reactivas frente a un tercer pico de contagios. Aunque hemos aprendido mucho en este último año, aún no somos capaces de interpretar el comportamiento social bajo estas circunstancias, ni anticipar el desempeño del virus en el ambiente.

La comunidad científica y médica ha avanzado. Ya tenemos vacunas, aunque aún no tenemos certeza de su efictividad (tal vez haya que vacunarse cada año, probablemente algunas cepas nuevas del virus sean más resistentes, etc.). Conocemos medidas preventivas que funcionan (distanciamiento social) y se han fortalecido las capacidades para tomar pruebas Rcp y para atender en Unidades de Cuidados Intensivos, UCI.

Pero, a pesar de los logros, aún no sabemos cuando seremos capaces de llevar este virus a un estado de convivencia razonable -tal y como hacemos con los de influenza, por ejemplo-. Hay una profunda incertidumbre sobre el tiempo necesario para terminar con la pandemia. Ya hablamos de años.  Si no estamos dando palos de ciego, por lo menos aceptemos que no tenemos una bitacora de vuelo.

Pero no se trata sólo de la pandemia. La cuarta revolución industrial (relacionada con la transformación digital y la Inteligencia Artificial -IA-) al igual que la crisis del Desarrollo Sostenible, derivada de las consecuencias del calentamiento global, están colocando a la humanidad ante cambios profundos y acelerados que dificultan anticipar lo que sucederá en las próximas décadas.

Estas dos grandes tendencias – Transformación Digital y Calentamiento Global- marcarán el destino de la humanidad en particular y del planeta en general. Habrá cambios en el empleo, en la educación, en la producción de bienes y servicios, en la movilidad, en los sistemas de salud, en el marketing, en las finanzas, en las relaciones entre países y regiones. Y aún no sabemos exactamente cuáles serán las implicaciones -y sus dimensiones- para la humanidad y para el planeta.

2. De la Actitud Reactiva a la Proactividad.

¿Qué estamos haciendo? Estamos tratando de llevar el mismo tren de vida mientras realizamos algunos ajustes sobre la marcha. Aplicamos paños de agua tibia para ir sobrellevando la situación, pero no estamos viendo los riesgos de mediano y largo plazo.

Así, por ejemplo, cada vez que los indicadores de riesgo de la pandemia se suavizan -pocos pacientes en UCI, reducción del número de contagiados, de la tasa de positivos y del número de fallecidos-, entonces, el Estado relaja los controles y la sociedad olvida los riesgos: se abre el comercio, el turismo se fortalece, el transporte público se satura, etc. Y, como una montaña rusa, semanas después la realidad vuelve y nos encierra en las casas.

¿Por qué actuamos así? Sabemos que mientras no haya una vacunación masiva planetaria el riesgo seguirá latente. Y esa vacunación NO se está dando.

Estamos actuando sin un sentido de Visión Compartida de Futuro y pensando que se trata de un problema temporal, algo de corto plazo; pero, la realidad es que no son hechos coyunturales, estamos hablando del futuro de la humanidad y del planeta.

¿Qué vamos a hacer si desaparecen millones de empleos porque la IA realizará labores que hoy son responsabilidad de seres humanos? Esto es un tema que debe preocupar en primera instancia a las familias, al mercado de bienes y servicios, a las instituciones educativas y a los sistemas de seguridad social. No es un tema menor.

¿Qué vamos a hacer con las escuelas, el trabajo de oficina, el transporte público y el comercio, si el distanciamiento social se debe mantener por algunos años? ¿Estamos preparados para ofrecer alternancia y virtualidad con plena cobertura y calidad? ¿Estamos listos para un teletrabajo que no invada la vida familiar y asegure la idoneidad en el cumplimiento de las labores? Claro que no. Pero seguimos enfrascados en la discusión de si regresar a las aulas y a las oficinas el próximo lunes. Cómo si la pandemia ya hubiera sido superada. El tema es más serio y va para largo.

¿Qué vamos a hacer con el transporte público, el comercio al detal, los estadios, auditorios para conciertos y  restaurantes, si el distanciamiento social se mantiene como medida preventiva durante varios años? ¿Qué haremos ante el hecho que el nivel del mar irá ocupando territorio en las zonas costeras e inundando islas?

Nos está cogiendo la noche para pensar en el mediano y largo plazo. No podemos seguir concentrados en la coyuntura, tratando de tomar medidas que generen opinión pública favorable o votos en los próximos comicios electorales. Es hora de pensar en las futuras generaciones.

3. Nuevas perspectivas para enfrentar retos globales.

Un problema que hay que abordar es la ausencia de multilateralismo y solidaridad internacional. La pandemia y el calentamiento global no tienen solución local o nacional. Si no pensamos planetariamente, estos problemas nos van a arrasar. ¿Qué van a hacer los países que vacunen al 100% de sus habitantes o que logren una inmunidad de rebaño? ¿Cerrar los aeropuertos de manera definitiva? ¿Suspender el turismo receptivo? En la economía globalizada eso es imposible. Hay que abordar estos temas con más solidaridad, se requiere una nueva ética, así sea motivada por objetivos utilitaristas.

Otro reto es el modelo de producción y consumo. Vemos imposible tomar medidas drásticas con respecto a los combustibles fósiles, el consumo de plástico, el consumo de carne, la tala de bosques o la contaminación del aire: es que el modelo económico no lo permite. Si no superamos este paradigma, si no replanteamos la cultura de consumo y si no ponemos sobre la mesa la discusión acerca de las tasas de crecimiento del PIB, entonces, no habrá futuro.Todos queremos tener el estandar de vida promedio de un norteamericano, dos carros por vivienda. Eso no es posible. No hay planeta para ese estilo de vida.

Es hora de que este tipo de discusiones salgan de los escenarios académicos y entren a debate entre los partidos políticos, los movimientos sociales y la población en general. Hay que abordar diversas posibilidades concretas de aplicar cambios drásticos antes de que sea tarde.

Por último, está la cultura de la solidaridad y del fortalecimiento de lo público. La discusión frente a estos retos de futuro ya no pasa por la disyuntiva entre mercado y Estado o sector público y propiedad privada. Una nueva y creativa ecuación debe ayudarnos a afrontar los retos venideros. No se trata simplemente de reformas tributarias o de privatizaciones. Hay que “pensar fuera de la caja.”

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Un robot puede hacer un carro, pero no lo compra. Si la IA destruye empleos, la sociedad debe estar lista para asegurar no sólo la supervivencia de las familias que pierden sus empleos, sino que, el mercado necesitará compradores, pero no los habrá a no ser que pensemos diferente. Aquellos que hablan de renta universal (en sus muchas versiones) están dando luces para la discusión.

Alguien debe asumir los costos de atender a los refugiados ambientales. Las poblaciones más vulnerables a las inundaciones y sequías necesitarán recursos para recuperarse, tal vez debamos recibirlos en nuestros países y ciudades. La solución requiere de una ética que entienda que el planeta es un Arca en el que todos debemos poder resisistir este “diluvio”.

De igual manera, la pandemia pone en tela de juicio las fortalezas de los tradicionales sistemas de seguridad social. Las dificultades con la realización de suficientes pruebas Pcr, la escasez de UCI para atender a los enfermos más graves y la escasez e inequitativa distribución de vacunas en el mundo, prueban que los sistemas de salud no están a la altura de los retos presentes y venideros.

Pocos países pueden sacar a relucir los logros de su seguridad social durante la crisis del Covid. Pero, incluso en esos casos, hay que recordar que lo que estamos viviendo exige una respuesta única: no se salva nadie si no nos apoyamos entre todos.

La crisis del Covid, el calentamiento global y las transformaciones que trae la cuarta revolución industrial prueban que como especie y como planeta somos un sistema y que la globalización tiene sólidos vasos comunicantes, tanto para lo bueno como para lo malo. La interdependencia que hemos construido, especialmente en las últimas décadas, conlleva que la única salida es colectiva.

Sólo nos queda trabajar sobre una Visión Compartida de Futuro.

 

 

 

¿Ocupación?: Gerente de eslabón en una Cadena Global de Valor.

Un nuevo mundo, más interconectado, para los futuros administradores de empresas.

Las facultades de ciencias económicas aún forman Administradores de Empresas, sin embargo, la producción mundial ha sufrido fuertes transformaciónes a lo largo de las últimas  décadas. Uno de los cambios más significativos es el hecho que los bienes y servicios no son producidos en una empresa sino en una cadena que involucra a diferentes factorias, las cuales elaboran partes, componentes o simplemente son responsables de diseños, de la marca  del servicio post-venta. Continuar leyendo

Colombia: una Economía Subdesarrollada con ropajes de Mercado Emergente.

Autor: Giovanny Cardona Montoya

Marzo 12 de 2016.

 

No porque las élites y medios de comunicación lo digan, y porque las mayorías nos lo hayamos creido, este país se ha convertido en una economía emergente. Si nos quitamos el velo de los ojos, sabremos que aún nos arropa el subdesarrollo de las décadas anteriores a la Apertura Económica.

¿Cuáles son las economías emergentes?

Antes de que se popularizara el término “economías o mercados emergentes”, ya eran reconocidos los “tigres y dragones asiáticos”; países del Este y Sudeste Asiático, otrora subdesarrollados, que con un conjunto de estrategias habrían acelerado sus procesos de industrialización, modernización de sus capacidades productivas y de reducción de la pobreza.

Países como Corea, Taiwan y Singapur se volvieron referentes para indicar que un país subdesarrollado podría agregar valor a sus mercancías, fortalecer sus capacidades de innovación y desarrollo, a la vez que generar más y mejor remunerados empleos. Con estos ejemplos, la teoría sobre la ventaja competitiva que se había impuesto en Europa, Norteamérica y Japón, se consolidaba como fuente de desarrollo económico, en lugar de los bicentenarios postulados de la ventaja comparativa de David Ricardo.

Con estos modelos, se abría la ilusión para las naciones subdesarrolladas, las cuales podían creer que sus economías alcanzarían los estándares de modernización y competitividad que las de los países industrializados.

Desde la década de 1980 se evidenció que algo pasaba en el Sudeste Asiático y que, a la par con China, el Oriente daba el salto hacia el primer mundo, el mundo desarrollado. Con el pasar de los años, y particularmente en el marco de un mundo menos proteccionista, otros países subdesarrollados como Brasil, Chile, Turquía, China o India, entran en el selecto grupo de Economías Emergentes. Con el nacer del siglo XXI, comienzan a descollar los BRICS y tras este grupo de punta, se señalan otros seguidores como los CIVETS, sigla en la que se recoge a nuestro país cafetero y petrolero.

Sin embargo, como sucede con todos los paradigmas -en la acepción de Kuhn-, la doctrina se vulgariza, y los teólogos pasan al cuarto de San Alejo, mientras los apóstoles más efusivos pero menos fundamentados se convierten en proclamadores de la verdad revelada: bienvenidos al futuro, al mundo desarrollado, a la OCDE. En otras palabras, más arengas que argumentos.

¿Qué es una economía emergente?

Voy a tomar posición y sobre estos argumentos voy a sustentar mi tesis sobre Colombia: un país que retorna al subdesarrollo.

Las economías emergentes tienen una característica externa, y es su fuerte y creciente conexión con los mercados globales. Ello explica que frecuentemente se les reconozcoa como aquellos que firman muchos TLC y que materializan una fuerte política aperturista. Es evidente que algo que caracteriza a Chile, Corea o Taiwán es la firma de acuerdos comerciales y el desmonte significativo de barreras al comercio, particularmente al de bienes manufacturados. Sin embargo, esta no es la característica más relevante.

Los países emergentes como China, India o Corea se caracterizan por un fuerte direccionamiento económico hacia la modernización de sus aparatos productivos. Las aperturas económicas y los estímulos a la inversión privada, doméstica y extranjera, se han enfocado hacia el fortalecimiento de ciertos sectores estratégicos, los cuales con apoyos en materia de ciencia, tecnología, educación y de políticas fiscales se han venido consolidando y modernizando. Los otrora productores de materias primas como Corea o China o el mismo Brasil, son ahora países productores de bienes de compleja composición tecnológica, con valor agregado.

Estos logros no han sido casuales, ni sólo resultado de decisiones empresariales. Las alianzas público-privadas y las políticas de Estado -o sea, de largo plazo- en materia de infraestructura, educación, ciencia, tecnología y empleo fueron fundamentales para que los Emergentes se pararan sobre los pedestales que hoy les conocemos. El resultado son naciones que agregan valor, que reducen la participación de los commodities en sus exportaciones, que modernizan su infraestructura, que atraen inversión, que desarrollan ciertas industrias estratégicas, que compiten con calidad, que, elevan la calidad  y cobertura educativa, que  generan empleos y reducen pobreza. Colombia no hace parte de este grupo.

El creciente y sólido comercio mundial se da entre países industrializados y nuevos emergentes, es un comercio de bienes manufacturados con alto valor agregado. Ahí no está Colombia.

El creciente y sólido comercio mundial se da entre países industrializados y nuevos emergentes, es un comercio de bienes manufacturados con alto valor agregado. Ahí no está Colombia.

Colombia: ¿por qué la confusión?

Somos un país subdesarrollado que confundió el camino en la década de 1990. ¿Qué hemos hecho?:

– apertura comercial, lo que controla la inflación y mejora las posibilidades de consumo de los colombianos con ingresos medios y altos;

– privatización de empresas, con la esperanza que en manos del sector privado sean más eficientes y competitivas. Pero el resultado ha sido la renuncia del monopolio del Estado para entrar en economías de competencia oligopólica entre grandes grupos concentradores de riqueza,

– elevar la inversión en educación, lo que ha ampliado la cobertura, pero aún deja mucho que desear en materia de calidad y pertinencia.

Pero hay cosas que los coreanos, los chinos o los brasileños han hecho y nosotros no. No tenemos políticas de Estado, no hay un Norte en materia de desarrollo industrial y, en cambio nos hemos convertido en exportadores de commodities no renovables. Las cifras son claras, hace 30 años, nuestras exportaciones estaban más diversificadas y tenian una participación importante de agricultura y agroindustria. En cambio, hace 18 meses, cuando comenzó la escandalosa caida de los precios de los combustibles, el petróleo y el carbón y el oro representaban 3/4 partes de la oferta exportable de este país.

Hemos pasado, en un cuarto de siglo, de ser agrícolas y agroindustriales, a ser mineros y altamente dependiente de importaciones de bienes procesados. ¡Bienvenidos de vuelta al subdesarrollo!

Hemos pasado, en un cuarto de siglo, de ser agrícolas y agroindustriales, a ser mineros y altamente dependiente de importaciones de bienes procesados. ¡Bienvenidos de vuelta al subdesarrollo!

Ahora que tenemos este par de gemelos, petróleo barato y dólar caro, nos hallamos en la encrucijada: ¿con qué vamos a financiar este tren de gasto de importaciones al que nos hemos acostumbrado desde finales del siglo XX?

Es increible, pero la actual coyuntura es altamente favorable para diversificar las exportaciones, pero no se puede. ¿Por qué? porque nuestras manufacturas tienen un alto componente de importaciones, por lo tanto no somos competitivos. Si a esto le agregamos la informalidad en el empleo, la baja calidad educativa y de salud, se hace evidente que no hay posibilidades, desde el desarrollo económico y de capacidades productivas, de aprovechar en el corto plazo las bondades de una tasa de cambio favorable a las exportaciones.

Por esto, porque no tenemos Norte, porque nos hemos desindustrializado, porque no hay políticas de Estado, sino apaga-incendios de gobierno, y porque dependemos de una minería insostenible y un abastecimiento de importaciones inviable, Colombia no es un Mercado Emergente, sino una economía que se sumerge: bienvenidos al pasado.