Nuevos principios éticos para enfrentar las crisis globales.

Giovanny Cardona Montoya, mayo 2 de 2021.

 

1. Somos un solo mundo y no nos hemos dado cuenta.

A pesar de que por mles de años hemos sido la especie dominante del planeta, los humanos crecimos distanciados. Nos pueden hablar de los vikingos, de las cruzadas, de los viajes de Marco Polo, de la búsqueda de Las Indias por parte de los italianos y los ibéricos, etc. Pero, la verdad es que hasta hace 500 años los nativos americanos jamás habían oido hablar de Europa y lo mismo le sucedía a estos últimos con respecto a las tribus del Nuevo Mundo. De hecho, los europeos no sabían que existía este pedazo de tierra.

A pesar de que los chinos, los mongoles, los indios y los europeos se cruzaban una que otra vez en el camino o los últimos visitaban a los primeros (con el crucifijo, con mercancías y con armas), la verdad es que el común de la gente sabía más o menos nada de la existencia de los otros.

O sea, una cosa es que la literatura especializada halle evidencias de ciertos contactos interregionales e interculturales y otra cosa muy diferente es que los habitantes de a pié de Europa supieran algo acerca de personas que vivian más allá de la Villa, el Ducado o el Reino. Definitivamente, hasta hace muy poco el mundo era un archipiélago de culturas separadas por océanos, mares, montañas o desiertos.

La expansión del cristianismo, el imperio de los mongoles, el imperio romano, la expansión de los musulmanes, el descubrimiento de América y la conquista de África por parte de los europeos, fueron necesarios para una integración religiosa, linguística, tecnológica y comercial de las diferentes regiones del mundo.

El desarrollo del comercio marítimo, el descubrimiento de América y las revoluciones industriales (a partir del siglo XVIII) motivaron viajes, conquistas, relaciones diplomáticas, flujos de mercancías e inversiones internacionales que han creado al mundo globalizado de hoy.

Tanto se han recortado las distancias y caído los muros que, en 2019 aterrizaron en otro país más de 1400 millones de personas -una quinta parte de la población mundial-. En esa misma dirección, podemos señalar que la Inversión Extranjera Directa -IED- en todo el mundo (2019) superaba los 1.5 billones de dólares (millones de millones). Otro tado relevante es la dependencia de las exportaciones. Para México, las ventas al extranjero representan casi el 40% de su PIB; para el planeta, dicho guarismo supera el 30%.

Estos datos y otros asociados al uso de Internet, a las pandemias, a los conflictos internacionales y al calentamiento global, traen como consecuencia una realidad: las fronteras nacionales se hacen porosas y, en algunos casos, se desmoronan. Hay dos dimensiones complementarias que explican este nuevo mundo que hemos construido:

El intelecto humano y los intereses económicos culturales, religiosos y políticos han motivado el derrumbe de fronteras: el fortalecimiento de las comunicaciones internacionales y del transporte, el turismo internacional, el comercio exterior, los acuerdos de cooperación e integración y las cadenas globales de valor son resultado de una acción consciente del hombre para unificar y homogeneizar mercados y culturas.

– Pero, del otro lado, las guerras, las epidemias y el deterior del medio ambiente son fenómenos transnacionales. Cruzan la frontera los soldados, las víctimas del conflicto, de las pandemias, de la miseria y del calentamiento global. Todos necesitan huir de su territorio para encontrar esperanza.

refugiados en el mundo

2. ¿Una nueva ética para la globalización?

choque de civilizaciones HuntingtonHoy más que nunca, el panorama pintado por Samuel Huntington hace varia décadas, requiere de reflexión social e individual. Un choque civilizaciones sólo acelerará el camino de la humanidad y del planeta hacia el desfiladero. En respuesta al Clash of Civilizations debemos anteponer un “Ejercicio Extendido de Soberanías”.

Tal vez lo que se necesita en las actuales circunstancias no es formular un nuevo tratado ético, sino revivir algunos de los patrones que se han escrito a lo largo de varios milenios pero que han caído en el olvido, y adecuarlos al actual momento histórico y al devenir de la humanidad y del planeta.

Revivirlos, porque muchas veces se ha hablado de la unión dialéctica entre el individuo y la sociedad y entre el hombre y la naturaleza. Y adecuarlos, porque ello implica renunciar a estereotipos, creencias y valores que se caracterizan, entre otros, por la segmentación de las identidades: yo, el colombiano; yo, el afroamericano; yo, el católico; yo, el clase media; yo, el género masculino, etc. Ahora se trata de una ética para seres individuales que son, a la vez, ciudadanos del mundo.

La ética (costumbres y valores, capacidad de diferenciar el bien y el mal, comportamientos a partir de ciertos patrones morales, etc.) no es una categoría abstracta, es concreta y se materializa en ciertas sociedades y momentos históricos. El esclavista tenía una ética, el soldado se guía por patrones éticos en la guerra, el cazador de elefantes tiene ciertos valores, el sacerdote y el ateo, ambos tienen rasero ético; al igual que el obrero sindicalizado y el dirigente gremial.

Entonces, nuestra vida frecuentemente enfrenta el dilema ser individual-ser gremial. Eso es claro y comprensible. Pero se hará difícil resolver los retos globales si persistimos en desconocer o menguar nuestra identidad de Seres Vivos. Para no entrar en detalles, la humanidad está abocada a retos que van a cambiar el mundo que conocemos, en las próximas décadas. Se acabó el tiempo de pensar en “las futuras generaciones”. Los cambios ya están aquí a la vuelta de la esquina. De hecho, si hubiéramos actuado desde hace medio siglo, las oportunidades serían mayores.

Los principios éticos que colocan la vida digna en el centro de las prioridades, aquellos que señalan la importancia de tratar la naturaleza como Par del ser humano, hoy adquieren total pertinencia y relevancia.

Pero ese discurso ético, “revivido y readecuado”, requiere de una estructura social, política y económica más universal, menos parcelada. Una cultura que se enfoque en los derechos de cada ser vivo para tratar de preservar la vida como un todo. Las fronteras entre países no protegerán a unos pocos, porque la Globalización es una realidad que permea y cruza cualquier muro.

La pandemia del Covid-19 es sólo un ejemplo de lo que nos espera. Ningún país saldrá del problema por sí solo. Los viajes internacionales seguirán transportando el virus o la economía se estancará si solo viajan los vacunados. Tal vez algún empresario crea que resolverá el problema vacunando a sus empleados, pero ¿y sus clientes, socios y proveedores? ¿y los familiares de sus trabajadores?

Adicionalmente, las mutaciones del virus parece que traen más dolores de cabeza de los que ya tenemos y ningún país o empresa podrá resolver esto solo. Ya es hora de dejar de pensar que esto lo resuelve cada uno por su lado.

El calentamiento global es más complejo y definitivo. La población de las costas e islas debe migrar (refugiados ambientales), los campesinos perderán sus cosechas, los habitantes de las laderas de los rios verán inundar sus casas, los incendios cada vez serán más recurrentes. ¿En cual país? En todo el planeta. Ningún país, ninguna raza, ninguna religión podrá resolver esto por sí solo.

Y hay más, se aproxima una transformación radical de la economía y, por ende, del modelo de poder político. Todo lo asociado a la cuarta revolución industrial -transformación digital, inteligencia artificial, etc.- pondrá de cabeza el sistema productivo.

El poder de los últimos siglos se ha sustentado en la capacidad productiva. Los hombres fueron los únicos importantes hasta que el sistema de economía de mercado entendió que las mujeres serían fundamentales para producir, para comprar, incluso, para ganar las guerras. Pero se acerca el momento en el que ni hombres, ni mujeres serán relevantes para producir o batallar. De eso se irán ocupando los robots, los drones, las impresoras, 3D, los algoritmos, etc. ¿Estamos preparados para esta nueva realidad?

Ya hay drones repartidores, francotiradores y lanzabombas. Ya existen las impresoras 3D que hacen máquinas, vehículos y edificaciones. Con ciertos algoritmos, las redes te ayudan a comprar tus tiquetes o reservar tu habitación de hotel. ¿Quién dice que el avión no lo piloteará un robot o que éste no te aseará la habitación? De hecho, ya puede recoger la cosecha de naranjas con las que te harán el jugo al desayuno.

La realidad de la Cuarta Revolución Industrial no es una crisis en sí misma. Seguramente es una oportunidad. Pero esta oportunidad no se puede aprovechar con principios éticos que tratan la naturaleza como inferior y segregan a grupos poblacionales de manera arbitraria: nacionalildad, raza, género, etc.). El siglo XXI no puede ser de guetos, sino de un único rebaño de seres vivos.

Es hora de cuestionar el carácter absoluto de los nacionalismos y de establecer fronteras líquidas para que la concertación, la cooperación y la integración puedan alcanzar la amplitud y profundidad que reclaman los retos que la humanidad y el planeta enfrentan en la actualidad. Ejercicio Extendido de la Soberanía en lugar de murallas. De otro modo, no saldremos bien librados de lo que nos está pasando y lo que se avecina.

En síntesis, estamos en un momento histórico de implicaciones globales. La nueva ética debe conectar lo multilateral con lo local, lo social con lo individual y al ser humano con las demás especies del planeta. El camino que se debe tomar requiere un repensar de la amalgama dialéctica entre la unidad y el todo.

Chernobyl: una cicatriz que nos recuerda lo frágil que es la humanidad.

Reproduzco un texto que escribí hace 5 años, a propósito del aniversario de uno de los dos mayores accidentes nucleares de la historia.

Hace 35 años, en esta misma fecha, abril 26, me encontraba yo en Kiev. Todo parecía normal, el año académico estaba en su última etapa, comenzaba a florecer la ciudad y se acercaba el puente festivo del 1º de mayo. Lejos estábamos de imaginarnos que un riesgo mortal se incubaba a unos 100 kilómetros de la ciudad.

El accidente en el 4º reactor de la estación nuclear de Chernobyl pendía como espada de Damocles sobre la vida de millones de europeos de la otrora Unión Soviética y algunos de sus países vecinos. De hecho, nos enteramos de la catástrofe cuando el Kremlin tuvo el deber de dar respuesta a las inquietudes que desde Suecia se presentaban con respecto a un incremento inusitado de niveles de radiación en aquel país escandinavo.

Años después, la crisis de Fukushima, al conmemorar las “bodas de plata” de Chernobyl, debe hacer pensar nuevamente a los políticos, a los empresarios y a los expertos sobre las implicaciones ambientales y planetarias del consumo ilimitado y de la búsqueda acelerada y “salvaje” de fuentes alternativas de energía.

Las preguntas que surgen en la actualidad no sólo tienen que ver con la producción de energía o el desarrollo de alternativas diferentes a los combustibles fósiles. Adicionalmente hay que destacar:

1. Los accidentes producidos en reactores nucleares (de los cuales, Chernobyl y Fukushima son los más conocidos pero no los únicos) demuestran que la tecnología moderna aún no es capaz de controlar los monumentales daños que aquellos pueden producir. Según la OMS, los afectados por la radiación de Chernobyl superan los 5 millones y, aunque fuentes oficiales rusas y ucranianas hablan de 10.000 muertos, Greanpeace asegura que el número de fallecidos supera los 100.000. Pero, lo destacable es que la magnitud de los daños es monumental a pesar de que la energía nuclear sigue siendo una fuente menor.

2. El creciente consumo frente a la capacidad limitada del planeta. Los economistas y los hacedores de políticas públicas hemos permitido que por décadas, tal vez siglos, se deje al crecimiento del PIB como eje del Desarrollo Económico -significativo ejemplo es el de la expansión de los llamados mercados emergentes-. Pero, los problemas ambientales del presente muestran que el ilimitado Crecimiento Económico es un verdadero riesgo para la sostenibilidad del Desarrollo: ¡vivimos en un planeta de recursos limitados!

3. La búsqueda permanente por el control de las fuentes de energía, particularmente las fósiles, explica en gran medida la dinámica de las mayores crisis geopolíticas del mundo. No es casual que en el último siglo, los mayores conflictos bélicos focalizados se hayan realizado en el Medio Oriente y Norte de Africa, o que a Rusia y Estados Unidos les preocupe tanto la situación política del Caucaso. Estas son dos de las regiones que poseen las mayores reservas de petróleo y gas del mundo.

4. ¿Se da suficiente importancia a la búsqueda de nuevas fuentes de energía que sean ambientalmente limpias? La producción de energía limpia implica grandes inversiones con retornos en el largo plazo. El tema aún está en los niveles de la ciencia (innovación) y de la tecnología (implementación). Hay hallazgos económicamente inviables y hay temas aún sin explorar. En el caso de la viabilidad económica estamos encontrando externalidades gigántescas: de un lado, la producción de biocombustibles de primera generación reduce la frontera agrícola de alimentos y, del otro, se hace necesario mantener el precio de los combustibles fósiles en niveles elevados, para hacer viable la inversión en energías limpias.

Sean, este momento conmemorativo -35 años de Chernobyl- y la década de Fukushima, escenarios propicios para una gran reflexión económica: la economía de mercado no puede seguir de espaldas a la realidad ambiental. Más que continuar con la línea de crecimientos ilimitados, la política económica debe moverse en dos direcciones pertinentes: mejorar la capacidad de distribución de la riqueza y asegurar la sostenibilidad del desarrollo.

Ver a lo lejos: Proactividad en tiempos de incertidumbre.

Giovanny Cardona-Montoya, abril 4 de 2021.

1. La paradoja del presente.

Probablemente la humanidad jamás había tenido tanto acceso a la información; el hombre nunca había desarrollado metodologías y dispositivos tan sofisticados para obtener, crear y usar el conocimiento; nunca habiamos estado tan conectados todos los seres humanos del planeta. La Sociedad del Conocimiento y la Globalización son una realidad dinámica y creciente.

Pero, a pesar de ello, y como en otras épocas, vivimos tiempos de incertidumbre.

Lo más palpable de nuestra incertidumbre es la crisis de la pandemia desatada por el Covid-19. En poco más de un año, este virus ha llevado a los gobiernos, empresarios y familias de todo el planeta a improvisar decisiones acorde a la evolución de la coyuntura. En el momento que escribo estas líneas, muchos países toman medidas reactivas frente a un tercer pico de contagios. Aunque hemos aprendido mucho en este último año, aún no somos capaces de interpretar el comportamiento social bajo estas circunstancias, ni anticipar el desempeño del virus en el ambiente.

La comunidad científica y médica ha avanzado. Ya tenemos vacunas, aunque aún no tenemos certeza de su efictividad (tal vez haya que vacunarse cada año, probablemente algunas cepas nuevas del virus sean más resistentes, etc.). Conocemos medidas preventivas que funcionan (distanciamiento social) y se han fortalecido las capacidades para tomar pruebas Rcp y para atender en Unidades de Cuidados Intensivos, UCI.

Pero, a pesar de los logros, aún no sabemos cuando seremos capaces de llevar este virus a un estado de convivencia razonable -tal y como hacemos con los de influenza, por ejemplo-. Hay una profunda incertidumbre sobre el tiempo necesario para terminar con la pandemia. Ya hablamos de años.  Si no estamos dando palos de ciego, por lo menos aceptemos que no tenemos una bitacora de vuelo.

Pero no se trata sólo de la pandemia. La cuarta revolución industrial (relacionada con la transformación digital y la Inteligencia Artificial -IA-) al igual que la crisis del Desarrollo Sostenible, derivada de las consecuencias del calentamiento global, están colocando a la humanidad ante cambios profundos y acelerados que dificultan anticipar lo que sucederá en las próximas décadas.

Estas dos grandes tendencias – Transformación Digital y Calentamiento Global- marcarán el destino de la humanidad en particular y del planeta en general. Habrá cambios en el empleo, en la educación, en la producción de bienes y servicios, en la movilidad, en los sistemas de salud, en el marketing, en las finanzas, en las relaciones entre países y regiones. Y aún no sabemos exactamente cuáles serán las implicaciones -y sus dimensiones- para la humanidad y para el planeta.

2. De la Actitud Reactiva a la Proactividad.

¿Qué estamos haciendo? Estamos tratando de llevar el mismo tren de vida mientras realizamos algunos ajustes sobre la marcha. Aplicamos paños de agua tibia para ir sobrellevando la situación, pero no estamos viendo los riesgos de mediano y largo plazo.

Así, por ejemplo, cada vez que los indicadores de riesgo de la pandemia se suavizan -pocos pacientes en UCI, reducción del número de contagiados, de la tasa de positivos y del número de fallecidos-, entonces, el Estado relaja los controles y la sociedad olvida los riesgos: se abre el comercio, el turismo se fortalece, el transporte público se satura, etc. Y, como una montaña rusa, semanas después la realidad vuelve y nos encierra en las casas.

¿Por qué actuamos así? Sabemos que mientras no haya una vacunación masiva planetaria el riesgo seguirá latente. Y esa vacunación NO se está dando.

Estamos actuando sin un sentido de Visión Compartida de Futuro y pensando que se trata de un problema temporal, algo de corto plazo; pero, la realidad es que no son hechos coyunturales, estamos hablando del futuro de la humanidad y del planeta.

¿Qué vamos a hacer si desaparecen millones de empleos porque la IA realizará labores que hoy son responsabilidad de seres humanos? Esto es un tema que debe preocupar en primera instancia a las familias, al mercado de bienes y servicios, a las instituciones educativas y a los sistemas de seguridad social. No es un tema menor.

¿Qué vamos a hacer con las escuelas, el trabajo de oficina, el transporte público y el comercio, si el distanciamiento social se debe mantener por algunos años? ¿Estamos preparados para ofrecer alternancia y virtualidad con plena cobertura y calidad? ¿Estamos listos para un teletrabajo que no invada la vida familiar y asegure la idoneidad en el cumplimiento de las labores? Claro que no. Pero seguimos enfrascados en la discusión de si regresar a las aulas y a las oficinas el próximo lunes. Cómo si la pandemia ya hubiera sido superada. El tema es más serio y va para largo.

¿Qué vamos a hacer con el transporte público, el comercio al detal, los estadios, auditorios para conciertos y  restaurantes, si el distanciamiento social se mantiene como medida preventiva durante varios años? ¿Qué haremos ante el hecho que el nivel del mar irá ocupando territorio en las zonas costeras e inundando islas?

Nos está cogiendo la noche para pensar en el mediano y largo plazo. No podemos seguir concentrados en la coyuntura, tratando de tomar medidas que generen opinión pública favorable o votos en los próximos comicios electorales. Es hora de pensar en las futuras generaciones.

3. Nuevas perspectivas para enfrentar retos globales.

Un problema que hay que abordar es la ausencia de multilateralismo y solidaridad internacional. La pandemia y el calentamiento global no tienen solución local o nacional. Si no pensamos planetariamente, estos problemas nos van a arrasar. ¿Qué van a hacer los países que vacunen al 100% de sus habitantes o que logren una inmunidad de rebaño? ¿Cerrar los aeropuertos de manera definitiva? ¿Suspender el turismo receptivo? En la economía globalizada eso es imposible. Hay que abordar estos temas con más solidaridad, se requiere una nueva ética, así sea motivada por objetivos utilitaristas.

Otro reto es el modelo de producción y consumo. Vemos imposible tomar medidas drásticas con respecto a los combustibles fósiles, el consumo de plástico, el consumo de carne, la tala de bosques o la contaminación del aire: es que el modelo económico no lo permite. Si no superamos este paradigma, si no replanteamos la cultura de consumo y si no ponemos sobre la mesa la discusión acerca de las tasas de crecimiento del PIB, entonces, no habrá futuro.Todos queremos tener el estandar de vida promedio de un norteamericano, dos carros por vivienda. Eso no es posible. No hay planeta para ese estilo de vida.

Es hora de que este tipo de discusiones salgan de los escenarios académicos y entren a debate entre los partidos políticos, los movimientos sociales y la población en general. Hay que abordar diversas posibilidades concretas de aplicar cambios drásticos antes de que sea tarde.

Por último, está la cultura de la solidaridad y del fortalecimiento de lo público. La discusión frente a estos retos de futuro ya no pasa por la disyuntiva entre mercado y Estado o sector público y propiedad privada. Una nueva y creativa ecuación debe ayudarnos a afrontar los retos venideros. No se trata simplemente de reformas tributarias o de privatizaciones. Hay que “pensar fuera de la caja.”

idea-1880978_640

Un robot puede hacer un carro, pero no lo compra. Si la IA destruye empleos, la sociedad debe estar lista para asegurar no sólo la supervivencia de las familias que pierden sus empleos, sino que, el mercado necesitará compradores, pero no los habrá a no ser que pensemos diferente. Aquellos que hablan de renta universal (en sus muchas versiones) están dando luces para la discusión.

Alguien debe asumir los costos de atender a los refugiados ambientales. Las poblaciones más vulnerables a las inundaciones y sequías necesitarán recursos para recuperarse, tal vez debamos recibirlos en nuestros países y ciudades. La solución requiere de una ética que entienda que el planeta es un Arca en el que todos debemos poder resisistir este “diluvio”.

De igual manera, la pandemia pone en tela de juicio las fortalezas de los tradicionales sistemas de seguridad social. Las dificultades con la realización de suficientes pruebas Pcr, la escasez de UCI para atender a los enfermos más graves y la escasez e inequitativa distribución de vacunas en el mundo, prueban que los sistemas de salud no están a la altura de los retos presentes y venideros.

Pocos países pueden sacar a relucir los logros de su seguridad social durante la crisis del Covid. Pero, incluso en esos casos, hay que recordar que lo que estamos viviendo exige una respuesta única: no se salva nadie si no nos apoyamos entre todos.

La crisis del Covid, el calentamiento global y las transformaciones que trae la cuarta revolución industrial prueban que como especie y como planeta somos un sistema y que la globalización tiene sólidos vasos comunicantes, tanto para lo bueno como para lo malo. La interdependencia que hemos construido, especialmente en las últimas décadas, conlleva que la única salida es colectiva.

Sólo nos queda trabajar sobre una Visión Compartida de Futuro.

 

 

 

¿Combustibles fósiles o biocombustibles? Estudio prospectivo.

Giovanny Cardona Montoya, marzo 22 de 2021.

Presento mi nuevo artículo  Fossil or bioenergy? Global fuel market trends, publicado en la revista Renewable and Sustainable Energy Reviews. Este es resultado de la investigación que realicé con Diana Alejandra Londoño, Juan Carlos Restrepo y Francisco Muñoz Leiva.

https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1364032121001982?dgcid=coauthor

https://reader.elsevier.com/reader/sd/pii/S1364032121001982?token=506B784EFE6954DEA487915D4B5BC575C1D41013E27628ECB1FE732340C5B0873DF1F7AFEB88EF38957404119833ED57

Resumen:

La producción de energía y su consumo se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la humanidad. La necesidad de energía para el crecimiento económico en antagonismo con los retos del calentamiento global genera la mayor disyuntiva de la humanidad desde la segunda mitad del siglo XX.

Esta investigación cualitativa identifica tendencias contemporáneas, específicamente en relación entre energía derivada de fuentes renovables y y los hidrocarburos. El estudio prospectivo busca fundamentar escenarios posibles tanto para los combustibles fósiles (petróleo, carbón) como para los biocombustibles.

reservas de petroleo no convencional

La naturaleza prospectiva de este trabajo involucra métodos cualitativos (consulta a expertos, ábaco de Francois Regnier) para argumentar tendencias a largo plazo. Las opiniones de los especialistas se yuxtapusieron con datos estadísticos de centros especializados y tanques de pensamiento. El estudio combina análisis de fuentes de energía alternativas, políticas ecológicas y hechos geopolíticos.

Se encontraron dos patrones clave para estructurar los escenarios: la primacía del uso de combustibles fósiles y el gradual fortalecimiento de las fuentes de energía
alternativas en función de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

fuentese alternativas de energia

Colombia no es una Economía Emergente, es un país subdesarrollado.

Giovanny Cardona Montoya, marzo 6 de 2021.

 

Dice Harari Y. N. que los sapiens dominamos el mundo porque somos la única especie capaz de crear historias ficticias y “tragarse el cuento”. A propósito de esta premisa, viene a mi memoria que hasta la década de 1980 en el imaginario social (incluidas las instituciones educativas, las empresas y el Estado), existian tres grupos de países: los del primer mundo (capitalistas desarrollados), los del segundo mundo (socialistas) y tercer mundo (subdeasarrollados).

Sin embargo, con la caída del socialismo en Europa del Este y la URSS y con la notoria transformación económica de países del este y sudeste asiático (China, Corea, Taiwán Singapur), esta clasificación entró en desuso. En su lugar, aparicieron nuevas categorías, la mayoría de ellas asociadas a la idea de Economías Emergentes, para señalar que abandonan el subdesarrollo o que se convierten en naciones industrializadas.

En ese contexto, hace un par de décadas, John O´Neill de Goldman Sachs acuño el acrónimo BRIC para indicar que Brasil, Rusia, Chna e India tenían ciertas características comunes que elevaban su atractivo para los inversionistas. Pero, nuestra capacidad de crear fantasías transformó BRIC en BRICS (para sumarle a Sudáfrica) y luego se extendió la cadena con otros acrónimos como MINT,  y CIVETS -creado por The Economist-, en el cual ingresa Colombia con Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica.

De hecho, un estudio indicaría que las acciones de los países envueltos en alguna de estas siglas, valorizan hasta 8,5% más que las de los que no están. Sin embargo, lo que nace de un estudio técnico se va conviritiendo en “moda” que hace eco en diferentes dimensiones de la sociedad, ya no sólo en el mundo de las inversiones. El imaginario colectivo comienza volar.

qualcomm

Pero, ¿se puede considerar a Colombia una Economía o Mercado Emergente?   

Según Antoine Van Agtmael (quien fuera economista del Banco Mundial), la combinación entre desarrollo tecnológico y transformación demográfica del planeta genera una nueva categoría de países. Mano de obra barata en acelerado proceso de cualificación, guiada por empresarios y gobernantes emprendedores, da pie a una transformación cuantitativa y cualitativa de las economías regionales. De ahi salen países en proceso de industrialización con un significativo crecimiento de su poder adquisitivo. He aquí los llamados mercados emergentes.

Colombia es un país grande en extensión y en población (entre las 30 naciones más grandes y pobladas del planeta), pero éstas son ventajas naturales. Pongamos el foco en las ventajas que denotan evolución: la transformación de la mano de obra, la evolución de su estructura productiva y el crecimiento del ingreso per cápita.

Para tener una mano de obra más cualificada, un acelerado proceso de industrialización y un crecimiento del ingreso per cápita, se hace necesario, primero que todo, tener buenos resultados en materia de cobertura y calidad educativa. De acuerdo con estudios realizados, entre 2010 y 2014 Dinamarca invirtió en educación el 8% de su PIB, mientras Colombia dedicó el 4,64%, guarismo inferior al de Bolivia, Argentina, Ecuador y Brasil. Un dato complementario es que en 2019, el porcentaje dedicado a la educación cayó a 4,3%.

Como resultado de estos esfuerzos, los departamentos más exitosos en cobertura neta en educación media (porcentaje de niños en edades entre 14 y 17 años, que efectivamente estudian) alcanzan el rango de 50-60% de esta población. En otras regiones dicho indicador oscila entre 40% y 50%. Pero los de peor desempeño alcanzan resultados muy bajos, incluso del 10%.

Adicionalmente, con datos del Ministerio de Educación Nacional, el Consejo Nacional de Competitividad deduce que para las cohortes de 2014 a 2017, de 100 niños que toman el grado 1 de primaria, sólo 44 alcanzan a terminar la educación media (grado 11). Y de los que ingresan a la educación superior, la tasa de deserción por cohorte en la educación técnica profesional, tecnológica y universitaria en 2016 es de 52,3 %, 53,5 % y 45,1 %, respectivamente.

Si nos comparamos con un claro referente de Mercado Emergente, Corea del Sur, la diferencia es contundente: Su sistema educativo “ha logrado alcanzar prácticamente la cobertura total en todos sus niveles: en 2009 tuvo una tasa neta de 99 por ciento en educación primaria y 96 por ciento en educación secundaria, mientras que en la enseñanza terciaria llegó a uan cobertura bruta de 100%.”

idea-1880978_640

La idea es que la población cada vez más cualificada permee el mercado laboral, pero si nos comparamos con los demás integrantes de la OCDE (organización de países desarrollados y emergentes a la que ya pertenece Colombia), nuestra población económicamente activa -PEA- y de ésta, la que se halla ocupada, siguen siendo mucho menos cualificadas. En 2019, sólo 19% de la población que labora tiene educación terciaria, mientras los que tienen básica o menos superan el 44%. En la OCDE estos indicadores son inversamente proporcionales (39,3% y 19,3%, respectivamente).

Como segundo indicador, es fundamental ver la transformación de la estructura productiva. Las economías emergentes vienen cambiando su vocación productiva; de commodities han evolucionado a la producción de bienes con creciente valor agregado.

A lo largo de 30 años de apertura económica, la estructura exportadora del país se ha concentrado y es menos diversificada; depende más de los bienes sin transformar de origen minero que en la segunda mitad del siglo XX. En 2019, las exportaciones mineras sin transformación son el 48% de la canasta de bienes y servicios vendidos al exterior; mientras para América Latina en promedio este indicador es del 25% y para la OCDE es de apenas 7%. Una economía emergente como Sudáfrica apenas llega al 20% en este indicador y para Singapur el dato es de 1%.

Las exportaciones colombianas de alta intesidad tecnológica apenas llegan al 2% de toda la oferta, mientras para la OCDE este indicador es de 13%; para América Latina es 9% y para Singapur es de 26%.

En síntesis, no se avanza suficiente en la cualificación de la mano de obra y ello dificulta la transformación de la oferta productiva. Seguimos siendo un país no industrializado, dependiente de la exportación de recursos naturales y atado a las importaciones de bienes intensivos en conocimiento.

export-2123475_640

Por último, si bien la renta per cápita de Colombia ha aumentado, su volumen y tasa de crecimiento reflejan el relativo rezago con respecto a otras economías emergentes. Según el Banco Mundial, Corea del Sur tiene una renta per cápita en 2019 (a precios constantes de 2010), de 28.675 dólares; la cual se duplicó en 20 años (desde 1999). Chile la duplicó en 15 años, alcanzando los 15.091 dólares, mientras que Colombia llegó a 11.059, tomándose 35 años para duplicarla.

Como dice, Harari, el homo sapiens tiene la capacidad de fantasear y esto ha sido un motor para convertirnos en la especie dominante del planeta. Pero, cuando autodenominarse Mercado Emergente no es un instrumento que mueva a las diferentes organizacione sociales y al sector público para avanzar en una cierta dirección, sino que se convierte en una simple declaración retórica, entonces, aquella no hace ningún aporte.

A pesar de los debates que se puedan suscitar, hay un grupo de países que eran denominados subdesarrollados a finales del siglo XX y que emprendieron una ruta de transformación productiva, lo que se refleja en un cambio cualitativo de sus estructuras productivas. Corea del Sur, China o Taiwán, son países que pasaron de ser proveedores de materias primas sin procesar y de ocupar una mano de obra sin cualificar, a ser motores de las Cadenas Globales de Valor, para lo cual han desarrollado un sólido plan de inversiones en educación, ciencia y tecnología. Han sido constantes y han sido persistentes, en otras palabras, son consecuentes en la relación entre lo que declaran y lo que hacen. Eso no ha sucedido en Colombia.