Mipyme: el eslabón perdido de la internacionalización económica.

Giovanny Cardona Montoya. octubre 18 de 2020-

 

1. El diagnóstico.

Para la economía mundial, las mipymes son actores fundamentales para dinamizar el crecimiento y la generación de empleo. Sin embargo, hay matices a la hora de explicar lo que es una pequeña empresa y su rol en la dinámica económica de diferentes países. En general, los países determinan la diferencia entre microempresas, pequeñas, medianas y grandes empresas a partir de la medición del número de empleados, el valor de sus activos o el valor de las ventas. Este último criterio sería bastante útil para el análisis dinámico y estratégico. Para los expertos, las ventas dan una idea de la capacidad dinámica de las empresas, mientras que el número de empleados y el valor de los activos se circunscriben a la dimensión del desempeño potencial.

Para efectos de la clasificación del tamaño empresarial en Colombia “se tendrá como criterio exclusivo los ingresos por actividades ordinarias anuales de la respectiva empresa” según el Decreto 959 de 2019.

La relevancia de abordar las mipymes como objeto de análisis para el proceso de internacionalización de la economía colombiana radica en el hecho que aquellas representan el segmento más grande del tejido empresarial colombiano, En 2014, casi 95% de las unidades productivas eran microempresas, mientras que las pymes representaban el 4,8%. En otras palabras, la mipyme alcanza casi el 99% del universo empresarial.

Esta distribución de las empresas no se diferencia de la que se presenta en países como México, Gran Bretaña o Perú; incluso en Estados Unidos casi el 80% de las empresas tienen 10 trabajadores o menos. Un poco diferente es el caso de Chile ya que las microempresas no alcanzan el 80% y la gran empresa representa más del 1.5%.

Sin embargo, aunque la estructura empresarial colombiana se asemeja a la de otros países de referencia a la hora de ver la generación de empleos, hay diferencias evidentes en el papel que juegan las empresas según su tamaño. Mientras en Colombia, en un escenario semejante al de Perú, la mipyme es responsable de 80% de la ocupación, en Estados Unidos y Reino Unido la gran empresa es responsable de 50% y 40% del empleo, respectivamente.

Ahora, entrando en el eje de análisis que le da sentido a este artículo,  el BID señala que las mipymes latinoamericanas tienen una menor participación relativa en el comercio global si se le compara con otras regiones del planeta. Así, por ejemplo, sólo 13% de las pymes de América Latina exportan, mientras que en Corea son el 19%, en Tailandia el 47% y en Malasia el 55% (BID, 2014).

10 EXPORTADORES COLOMBIANOS COMPARADOSegún estos datos de ANALDEX, la concentración de exportaciones colombianas es muy alta (10 exportadores son responsables del 67% de las ventas internacionales). Es una manifestación clara que son un pequeño grupo de grandes empresas las que lideran la internacionalización de la economía colombiana.

2. La oportunidad.

Esta situación muestra grandes y particulares retos para los gerentes que lideran empresas en Colombia. De un lado es claro el hecho que los mercados de referencia señalan un gran potencial asociado al fortalecimiento de la gran empresa como generadora de empleo y, del otro, también es evidente que la mipyme puede jugar un papel más que trascendental y que requiere de estrategas capaces de fortalecer su participación en los mercados locales y globales.

En ese contexto, la existencia de una nueva y más profunda división internacional del trabajo, en la cual las factorías no elaboran productos sino tareas en una cadena inter-empresarial de producción de bienes y servicios, hace necesario repensar el objeto de trabajo de los gerentes y estrategas, quienes deberán gestionar organizaciones encadenadas.

La visión tradicional del Gerente receloso de la información de su empresa no es compatible con la creciente cooperación interempresarial que va desde la provisión de insumos hasta el servicio postventa. Las Cadenas Globales de Valor le dan sentido a la idea filosófica de la Coo-petencia entre empresas que comparten objetivos y mercados. Como señalábamos en un artículo hace unos años en este mismo espacio. “soy Gerente de un eslabón de una Cadena Global de Valor”.

origen de las CGV

En el caso colombiano se abre camino la posibilidad de desarrollar cluster regionales que conecten a la gran empresa con las mipymes que puedan ensamblar y producir con eficiencia y calidad, componentes necesarios en la cadena de valor.

Ahora, para hacer efectiva la participación de mipymes en encadenamientos productivos, se hace necesario detener esa tácita animadversión a la innovación. Si las empresas más pequeñas no replantean los ejes de su competitividad, pasando del modelo económico centrado en mano de obra barata, para incursionar en elementos de competitividad asociados a las economias de escala (costos bajos), diferenciación (agregación de valor) y foco (especialización), difícilmente se podrá materializar esta oportunidad.

Con el fin de potenciar su participación en los mercados internacionales, las pymes pueden echar mano del comercio electrónico. Un estudio a nivel mundial revela que 95% de las pymes que venden en eBay exportan a través de esta plataforma, lo que es siete veces superior al total de exportadores de América Latina, que equivale al 13,4% del total de empresas de la región. La tecnología sirve a las empresas para superar la barrera de la distancia. Un incremento de 10% en la distancia reduce las exportaciones tradicionales en 18%; mientras que el comercio que se da a través de la web se reduce solamente 3% (eBay, 2013).

Los modelos de negocio centrados en Internet requieren de condiciones –conectividad, servicios, logística y régimen regulatorio-, que faciliten el acceso de las pymes a los mercados internacionales; por ejemplo, obtener información de mercado y servicios logísticos y financieros a un costo competitivo si se le compara con exportaciones bajo métodos tradicionales.

Incluso, el e-commerce fomenta la confianza entre compradores y vendedores, ya que contribuye a que el comprador desvincule la calidad y fiabilidad del exportador, de la imagen del país de donde proviene la mercancía o el servicio (Lendle, Olarreaga, Schropp y Vezina, 2012).

 

Prospectiva: repensar Desarrollo y Bienestar.

Octubre 13 de 2020.

En 2007, con la crisis global de las subprime, el modelo económico neoliberal entró en una profunda crisis de la que aún no sale: el crecimiento económico de Estados Unidos es inestable, Europa sigue semi-deprimida, Japón no crece y la economía China continúa en una constante desaceleración económica.

Ante el costo social del modelo económico, la primera respuesta había sido una especie de post-neoliberalismo que nació en América Latina y que a la ligera se le denominó Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, la crisis de la economía griega, acompañada del Brexit y el ascenso del neoproteccionista Donald Trump, han sido los verdaderos detonantes que minan desde su interior, las estructuras de esta economía aperturista que reina en el planeta desde hace seis lustros.

Pero, la economía global presenta mayores problemas -algunos engendrados desde el siglo XIX-, los cuales están colocando a la especie humana y a la naturaleza en una encrucijada que parece sólo dejar dos caminos: continuar la senda de la autodestrucción o hacer la pausa y repensar las ideas que tenemos sobre desarrollo y bienestar.

Desde que la economía de mercado tuvo su génesis (hace 500 años, más o menos) el péndulo de la historia ha oscilado entre el proteccionismo y el libre cambio. Dichos movimientos, de cadencia dialéctica, han guiado a la humanidad hacia una cosmovisión consumista fundada en la competencia creativa. Sin embargo, el horizonte desolador que divisamos, obliga a una creatividad disruptiva que rompa con la miope discusión entre fronteras abiertas o fronteras cerradas.

Repensar la idea de que bienestar es poseer y que desarrollo es sinónimo de crecimiento, implica tener en cuenta:

1- El deterioro del medio ambiente. Entre lo empírico y lo científico hay suficientes evidencias del cambio climático; aunque aún hay voces que llaman alarmistas a aquellos que se preocupan por el futuro de nuestro planeta.

Se han masificado los problemas presentes relacionados con la calidad del aire, el acceso al agua potable y la reducción de la biodiversidad. O sea, ni siquiera se trata del devenir de la especie humana, sino de la calidad de vida en nuestras ciudades y en el menguante campo en el presente.

A pesar de los tecnicismos, es claro que los combustibles fósiles, las chimeneas de las fábricas y la deforestación están acabando con el hábitat natural de las especies vivas. La muerte y el deterioro de la salud por culpa de las temperaturas extremas, los fenómenos desbordados de la naturaleza (veranos severos con incendios, inviernos extremos, lluvias que provocan inundaciones) y las cosechas perdidas a pesar de nuestro conocimiento científico-tecnológico, son una constante.

A esta realidad no se le puede llamar desarrollo.

climate-change-2063240_640

2- Migraciones: el territorio local se ha quedado pequeño. La mente humana, los sueños o el miedo han dado alas a la especie humana. Por siglos nos hemos adscrito a un territorio que nos da identidad. Pero las cosas están cambiando, los ciudadanos del mundo, la generación del Milenio, la doble nacionalidad, el turismo, la globalización de idiomas como el inglés, al igual que las hambrunas y las guerras, están llevando a las personas a recorrer el planeta, a desarraigarse, a mestizarse, a reinstalarse…o simplemente a buscar donde sobrevivir.

La economía doméstica se está quedando pequeña para dar bienestar a una ciudadanía global.

migraciones entre 2010 y 2015

3- Violencia ideologizada: en nombre de Dios, de la libertad, de la patria, de la cultura (occidental, oriental, etc.) y de toda idea sublime que pueda ser “utilizada” nos venimos matando por siglos. Las guerras han sido una constante de la historia humana, pero las armas que hoy poseemos las hacen mucho más fratricidas y perversas: armas químicas, armas biológicas, armas nucleares, etc. Hemos desarrollado la capacidad de destruir a la especie.

A esto no se le puede llamar, ni desarrollo, ni bienestar.

4- Miseria crónica y estructural, fundada en insolidaridad. A pesar de que el egoísmo ha sido explicado como motor de desarrollo (la propiedad privada y la mano invisible del mercado) y que pueden existir evidencias empíricas que demuestren que el libre mercado ha hecho crecer las economías, que se ha aumentado y mejorado, gracias a ello, la producción de bienes y servicios, la verdad es que dos mil millones de personas viven con menos de un dólar al día, que millones de personas mueren por causas relacionadas con el hambre y la desnutrición y que porcentajes importantes de la población de las naciones sufren de la ausencia de un empleo digno.

Esto no puede ser Desarrollo Sostenible.

muro entre ricos y pobres

En síntesis, no podemos seguir estimulando un modelo de desarrollo económico centrado en el consumo ilimitado y el crecimiento sin condiciones. Es hora de colocar por encima de variables como inflación o tasas de interés, las de crecimiento compartido y consumo responsable. Qué las políticas económicas se inspiren en estas dos categorías.

Es inviable una humanidad que persiga el crecimiento perenne y el consumo sin restricciones. No hay futuro si no retomamos valores como la frugalidad, la solaridad y la creatividad.

Prospectiva: repensar Desarrollo y Bienestar

Octubre 13 de 2020.

En 2007, con la crisis global de las subprime, el modelo económico neoliberal entró en una profunda crisis de la que aún no sale: el crecimiento económico de Estados Unidos es inestable, Europa sigue semi-deprimida, Japón no crece y la economía China continúa en una constante desaceleración económica.

Ante el costo social del modelo económico, la primera respuesta había sido una especie de post-neoliberalismo que nació en América Latina y que a la ligera se le denominó Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, la crisis de la economía griega, acompañada del Brexit y el ascenso del neoproteccionista Donald Trump, han sido los verdaderos detonantes que minan desde su interior, las estructuras de esta economía aperturista que reina en el planeta desde hace seis lustros.

Pero, la economía global presenta mayores problemas -algunos engendrados desde el siglo XIX-, los cuales están colocando a la especie humana y a la naturaleza en una encrucijada que parece sólo dejar dos caminos: continuar la senda de la autodestrucción o hacer la pausa y repensar las ideas que tenemos sobre desarrollo y bienestar.

Desde que la economía de mercado tuvo su génesis (hace 500 años, más o menos) el péndulo de la historia ha oscilado entre el proteccionismo y el libre cambio. Dichos movimientos, de cadencia dialéctica, han guiado a la humanidad hacia una cosmovisión consumista fundada en la competencia creativa. Sin embargo, el horizonte desolador que divisamos, obliga a una creatividad disruptiva que rompa con la miope discusión entre fronteras abiertas o fronteras cerradas.

Repensar la idea de que bienestar es poseer y que desarrollo es sinónimo de crecimiento, implica tener en cuenta:

1- El deterioro del medio ambiente. Entre lo empírico y lo científico hay suficientes evidencias del cambio climático; aunque aún hay voces que llaman alarmistas a aquellos que se preocupan por el futuro de nuestro planeta.

Se han masificado los problemas presentes relacionados con la calidad del aire, el acceso al agua potable y la reducción de la biodiversidad. O sea, ni siquiera se trata del devenir de la especie humana, sino de la calidad de vida en nuestras ciudades y en el menguante campo en el presente.

A pesar de los tecnicismos, es claro que los combustibles fósiles, las chimeneas de las fábricas y la deforestación están acabando con el hábitat natural de las especies vivas. La muerte y el deterioro de la salud por culpa de las temperaturas extremas, los fenómenos desbordados de la naturaleza (veranos severos con incendios, inviernos extremos, lluvias que provocan inundaciones) y las cosechas perdidas a pesar de nuestro conocimiento científico-tecnológico, son una constante.

A esta realidad no se le puede llamar desarrollo.

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2- Migraciones: el territorio local se ha quedado pequeño. La mente humana, los sueños o el miedo han dado alas a la especie humana. Por siglos nos hemos adscrito a un territorio que nos da identidad. Pero las cosas están cambiando, los ciudadanos del mundo, la generación del Milenio, la doble nacionalidad, el turismo, la globalización de idiomas como el inglés, al igual que las hambrunas y las guerras, están llevando a las personas a recorrer el planeta, a desarraigarse, a mestizarse, a reinstalarse…o simplemente a buscar donde sobrevivir.

La economía doméstica se está quedando pequeña para dar bienestar a una ciudadanía global.

migraciones entre 2010 y 2015

3- Violencia ideologizada: en nombre de Dios, de la libertad, de la patria, de la cultura (occidental, oriental, etc.) y de toda idea sublime que pueda ser “utilizada” nos venimos matando por siglos. Las guerras han sido una constante de la historia humana, pero las armas que hoy poseemos las hacen mucho más fratricidas y perversas: armas químicas, armas biológicas, armas nucleares, etc. Hemos desarrollado la capacidad de destruir a la especie.

A esto no se le puede llamar, ni desarrollo, ni bienestar.

4- Miseria crónica y estructural, fundada en insolidaridad. A pesar de que el egoísmo ha sido explicado como motor de desarrollo (la propiedad privada y la mano invisible del mercado) y que pueden existir evidencias empíricas que demuestren que el libre mercado ha hecho crecer las economías, que se ha aumentado y mejorado, gracias a ello, la producción de bienes y servicios, la verdad es que dos mil millones de personas viven con menos de un dólar al día, que millones de personas mueren por causas relacionadas con el hambre y la desnutrición y que porcentajes importantes de la población de las naciones sufren de la ausencia de un empleo digno.

Esto no puede ser Desarrollo Sostenible.

muro entre ricos y pobres

En síntesis, no podemos seguir estimulando un modelo de desarrollo económico centrado en el consumo ilimitado y el crecimiento sin condiciones. Es hora de colocar por encima de variables como inflación o tasas de interés, las de crecimiento compartido y consumo responsable. Qué las políticas económicas se inspiren en estas dos categorías.

Es inviable una humanidad que persiga el crecimiento perenne y el consumo sin restricciones. No hay futuro si no retomamos valores como la frugalidad, la solaridad y la creatividad.

Fin de la cuarentena: sembrar futuro en lugar de volver a la normalidad.

Giovanny Cardona Montoya, agosto 23 de 2020.

 

Comienza a respirarse un aroma a posible “regreso a la normalidad”.

A pesar de que el número de fallecidos va camino del millón de personas, que los contagiados confirmados superan los 22 millones, -siendo éstos la muestra de un número desconocido de contagiados no diagnosticados-, y que se presentan rebrotes en algunas ciudades del mundo donde ya se han relajado las restricciones de interacción social, todo indica que Colombia y el planeta se van preparando para “volver a la normalidad”.

El anuncio de vacunas en Rusia y China, además de los informados avances de otras en Europa y Norteamérica y el “agotamiento” de un sistema económico focalizado en el crecimiento más que en el desarrollo social y ambiental, son los principales determinantes del final de la extendida pero necesaria cuarentena.

Sentiremos el alivio de poder volver a la calle y de reencontrarnos con seres queridos, de viajar y de sentarnos en un restaurante a departir con amigos. Probablemente los amantes del fútbol, de los conciertos y de las discotecas no están tan optimistas aún; las aglomeraciones siguen siendo “el Caín” de esta historia.

Digamos que esta lectura de un posible final de la cuarentena es básicamente un momento feliz. Y es comprensible.

Sin embargo, durante la pandemia han aflorado cuestionamientos serios a nuestro lifestyle, demandando una “nueva realidad”; no volver al tren de vida de antes. Pero parece que ya se nos está olvidando.

La súbita aparición del Covid conllevó incertidumbre, angustia y reacción. No lo vimos venir, no lo esperábamos, no sabíamos cómo actuar. Improvisación ha sido el nombre del juego.

¿Seguiremos siendo reactivos hacia el futuro? No deberíamos. ¿Por qué no?

1. La pandemia dejará secuelas. Aunque pronto habrán vacunas, los contagios y decesos continuarán por un buen tiempo (años). Adicionalmente, la Organización Panamericana de la Salud  señala que las enfermedades psicosociales se han multiplicado por el esfuerzo físico y emocional de evitar el contagio y por el miedo a la incertidumbre económica. Adicionalmente, millones de personas han perdido familiares (no sólo por el Covid) y no pudieron hacer el duelo, tienen una herida emocional abierta.

2. La normalidad es parte del problema.

El virus es altamente contagioso, pero su letalidad no lo es tanto. Por ello, la cuarentena es fundamental para minimizar los riesgos de contagio, agravamiento y muerte. La clave es que el crecimiento de contagios sea lento para que los sistemas de salud y  particularmente las Unidades de Cuidados Intensivos- UCI- no colapsen. Pero la normalidad de la que venimos es aquella en la cual millones de personas viven en la informalidad y no pueden darse el lujo de encerrarse en sus casas. Deben salir a la calle para asegurar su sustento.¿A esa normalidad deseamos regresar?

El Estado de Bienestar de esta época neoliberal – de los 80s hasta nuestros días- tiene como su hilo más delgado a la ecuación empleo-desempleo. Si tienes un contrato laboral estás cubierto, sino, caes al vacío. ¡Sálvese quien pueda!, no hay un sólido principio de solidaridad para el bienestar. En este contexto, la pandemia ha obligado al cierre de empresas, por ende, el desempleo y la reducción de salarios se han disparado en el mundo.  Según CEPAL, Latinoamérica incrementará su desempleo en más de 11 millones de personas-.

Esta crisis ha sido atendida bajo la perspectiva de la ortodoxia neoliberal: estabilidad macroeconómica  y lógica de mercado para distribuir sus costos. Se sacrifican empleos y salarios, a la vez que caen primero los trabajadores informales y las microempresas. Banco Mundial estima que 100 millones de personas caerán en pobreza extrema como consecuencia de la pandemia.

A nivel global sucede lo mismo. Es un virus que pone en peligro a toda la humanidad y no tenemos un régimen multilateral sanitario para enfrentarlo. Somos un archipiélago de países luchando contra un virus que no conoce de fronteras. Al mismo tiempo, ya comenzó la “subasta” para que cada país trate de acceder a la vacuna. ¿Dónde quedó el Preámbulo de la Carta de San Francisco: “…emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos.”?

economia informal             Imagen tomada de: https://comunicacionparalaincidencia.wordpress.com/2012/06/09/imagenes-de-la-economia-informal-8/

3. La cuarentena, una pausa del desarrollo “insostenible”.

La presencia de algunos animales exóticos o salvajes hacia grandes urbes ha sido una curiosidad de la cuarentena. Hechos más concretos y significativos fueron las chimeneas apagadas de fábricas cerradas, la menor movilidad de vehículos, la reducción de la huella de carbono de millones de personas que se quedaron en sus casas. Pero volveremos a la calle, prenderemos las calderas, volverán los vehículos a las autopistas. ¿Queremos regresar al desarrollo “insostenible”?

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4. ¿Un mundo interconectado?

La recesión no es más aguda en este primer semestre de 2020 gracias al teletrabajo, el e-commerce y la educación virtual. Sin el desarrollo de las TIC, la crisis económica habría sido mucho más aguda. Sin embargo, es claro que las escuelas no estaban preparadas, el teletrabajo no se ha afianzado y el comercio electrónico apenas representa 13%  de los intercambios nacionales e internacionales.

La escuela y las bibliotecas ya no son la principal fuente de información. El campus educativo debe ser para pensar, para co-crear y para debatir, usando la virtualidad como vehículo de acceso, producción e intercambio de datos, información y conocimiento. En esta época, una buena educación presencial se debe apoyar en la virtualidad y, de otro lado, la distancia no tiene que ser una barrera para acceder a educación de calidad.

Sin embargo, en la cuarentena se evidenciaron muchos y elevados muros: modelos educativos tradicionales, docentes sin experiencia y estudiantes no preparados, ni motivados para una comunicación remota. Peor aún, según UNESCO, hay un alto porcentaje de hogares sin acceso a Internet.

niños sin conectividad para su educacion

En síntesis, no debemos regresar a la “vieja normalidad” porque:

– es una normalidad basada en una ética socioéconómica excesivamente individualista y en una frágil solidaridad supranacional entre los países;

– las secuelas de la pandemia (económicas, físicas y emocionales) requieren de creatividad solidaria para una rápida recuperación;

el planeta no resiste el tren de producción y consumo que llevábamos antes de la pandemia. Hay que migrar hacia una cultura de la frugalidad.

– el acceso universal a las TIC podría elevar nuestra calidad de vida, mejorando la cobertura, oportunidad y eficiencia de servicios que requerimos: educación, salud, banca, recreación, etc. No se trata de poner la virtualidad por encima de la convivencia tradicional, sino de aprovechar su potencial.

 

Covid desnuda las debilidades de la ONU y del Sistema de Cooperación Internacional.

Giovanny Cardona Montoya, julio 5 de 2020.

 

En 1944 fue Bretton Woods; en 1945, San Francisco y en 1947, La Habana. La arquitectura de la cooperación internacional post segunda guerra mundial nació en esas tres conferencias. El Sistema de las Naciones Unidas, las instituciones FMI-BIRF y el binomio GATT-OMC fueron erigidos con el propósito de asegurar el desarrollo y la convivencia pacífica entre las naciones, la estabilidad del sistema monetario internacional y un comercio con reglas transparentes y previsibles para los gobiernos y las empresas.

La arquitectura de la cooperación internacional, a pesar de sus críticos.

Por décadas, los teóricos de las relaciones internacionales han debatido acerca de los principios rectores, la eficiencia y la pertinencia de la actual arquitectura de la cooperación internacional. Algunos positivistas ven en la Asamblea General de la ONU el espíritu de “los 14 puntos de Wilson”, mientras los padres de la Realpolitik tienden a endilgarle al Consejo de Seguridad la condición de escenario de negoción entre potencias en un mundo claramente polarizado.

Las instituciones de Bretton Woods (el FMI y el Banco Mundial) tampoco se libran de cuestonamientos teóricos y de señalamientos por parte de movimientos sociales. Los partidos que se ubican del centro a la izquierda del espectro político (laboristas, sociademócratas, verdes y comunistas) tienden a ver al FMI como instrumento para la defensa de los intereses de las grandes potencias y particularmente de sus bancos multinacionales.

El sistema GATT-OMC ha sido duramente criticado por los pensadores de la teoría de la dependencia (Cardoso, Faletto y los cepalinos de los 60s y 70s) por concebirse como un instrumento que facilita a las naciones del Centro acceder a los mercados y a los insumos de la Periferia, condenando a estos últimos a la condición de productores de materias primas.

De hecho, el Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) nació como un reclamo del G-77 en el marco de la UNCTAD, al considerar que la Cláusula de la Nación Más Favorecida pone a desiguales a competir en condiciones iguales, lo que desdice de la realidad del mundo en el que conviven naciones industrializadas, economías emergentes, otros países en vía de desarrollo y aquellos que parecieran inevitablemente condenados a la pobreza -las Naciones Menos Avanzadas-.

La arquitectura de la cooperación internacional, que nació con el final de la segunda guerra mundial y que buscaba aprender las lecciones de los errores cometidos durante la primera mitad del siglo XX, se ha transformado a lo largo de las décadas y, a pesar de las críticas (conceptuales y socio-políticas), ha mantenido cierto nivel de legitimidad…hasta ahora.

Relación dialéctica entre la globalización y el Sistema de Cooperación Internacional.

Tal vez los defensores del Sistema de Cooperación Internacional puedan esgrimir como su mayor logro el auge de la globalización, entendida esta última como un proceso continuo de unificación y homogeneización de mercados y culturas. Muchos eventos dan cuenta que en los últimos 30 años los habitantes del planeta vivimos más juntos (viajamos más, vivimos más conectados) y más integrados -usamos microsoft, consumimos Hollywood, vemos el mundial de fútbol, compramos en Amazon, hablamos inglés-.

Pero obviamente, la realidad no es tan simple. No somos tan homogéneos, no estamos tan integrados y, peor aún, la globalización no es muy justa en la distribución de beneficios y costos.La pésima distribución de la riqueza mundial  (G-7 +3 produce el 66,5% del PIB mundial) y la gradual desaparición de manifestaciones culturales de pueblos y naciones del “Sur”, dan cuenta de una muy inequitativa globalización.

Eso sí, la globalización de los mercados financieros, de bienes industriales y de servicios es una realidad. El FMI y el sistema GATT-OMC (reforzado este último por los TLC), han facilitado la expansión del comercio mundial y del mercado global de capitales.

Ahora, hay que reconocer que existen avances en dimensiones que inciden positivamente en el desarrollo humano y social. Algunos críticos podrán señalar -no sin razón- que no es suficiente, que se ha privilegiado el lucro privado por encima del bienestar social; pero en una línea de tiempo se puede demostrar que el planeta en general -aunque con diferentes niveles de logro entre regiones- ha avanzado, en parte gracias a la globalización y a la cooperación internacional. Los números no mienten.

Datos estimados entre 1800 y 2015

Pero la globalización, con sus aportes y sus defectos, tiene en su naturaleza un principio que le es inherente:

“todo lo que sucede en un lugar impacta al planeta entero; por lo tanto, nada tiene una solución exclusivamente local.”

Ahora, el coronavirus.

Todo indica que nace en un lugar determinado -Wuhan, China-, pero en seis meses (entre noviembre y abril)  invade el planeta. La globalización -viajes internacionales en este caso- acelera el proceso de contagio a nivel planetario. Las consecuencias son amplias y diversas: contagios crecientes, colapso de los sistemas sanitarios locales y muerte de la población más vulnerable. No hay vacuna, por ende, es enorme la incertidumbre sobre la posible duración de la pandemia. Hasta ahí las consecuencias más evidentes.

Pero esta es la pandemia más compleja que ha vivido el planeta como un todo. Aunque hasta ahora los números de víctimas no superan a los de otras pandemias, las dimensiones globales de la crisis sanitaria en tan corto tiempo, son únicas en la historia moderna. De ahí las otras consecuencias.

La mayoría de los países del planeta han tenido que hacer cuarentena y cerrar empresas o diezmar servicios. Se ha deprimido la economía mundial; se estima que la recesión global y el desempleo a finales de 2020 serán comparables con las peores crisis económicas vividas en el siglo XX, incluida la de 1929-1933.

Adicionalmente, casi que se han paralizado los sistemas educativos. Hoy las escuelas y universidades intentan dar continuidad a los procesos formativos a través de la comunicación remota. Pero las evidencias señalan que no había una preparación pedagógica por parte de la mayoría de los docentes, los estudiantes no estaban emocionalmente dispuestos y las inequidades socio-económicas imposibilitan que grandes porcentajes de la población puedan acceder a esta educación por falta de recursos tecnológicos (sin conectividad, sin computador).

Y hay más preocupaciones: crisis emocionales de personas y familias por el encierro y la incertidumbre, dificultades para realizar procesos electorales, limitaciones para que las personas realicen actividad física, pérdida de libertades de los individuos sobre la base de cuidar la vida y la salud de la población, etc.

El problema es global pero la solución se está dando localmente.

La OMS trata de mantener su rol de ente rector para enfrentar la pandemia pero, más allá de dar lineamientos y recomendaciones en materia de salud pública -no sin debates-, su participación es marginal. El problema se está resolviendo en cada país y en cada localidad, según los niveles de autonomía que establezcan las constituciones políticas de cada nación. Así, ha sido caótico el manejo de la pandemia en Estados Unidos, en parte por las disputas entre la Casa Blanca y los gobernantes de cada Estado.

Por lo tanto, la primera cuestión fue la ausencia de concertación para haber frenado o desacelerado la expansión de un virus que fue detectado en un territorio específico. Cada país tomó sus decisiones haciendo lecturas particulares de la situación internacional y de las capacidades y riesgos locales. En otras palabras, el orden multilateral ha sido débil en materia ejecutiva.

Y esta debilidad hace temer por lo que será la implementación de la solución cuando se descubra la vacuna. ¿Se tendrá el orden más adecuado para producir, distribuir y aplicar, de modo tal que se tenga eficiencia y equidad? La ineficiencia y la inequidad en el proceso de vacunación no sólo afectará a los países más pobres. Este es un virus muy “globalizado”, si no se le atiende con ojos planetarios, todos los países correrán el riesgo de una nueva recaída.

Pero lo multilateral no sólo se ve débil en materia sanitaria. La mayoría de los países, de manera unilateral, están flexibilizando las políticas monetarias y la regla fiscal; hay problemas y retos en materia aeronáutica; el año escolar será cuasi-fallido en muchos países, el comercio mundial probablemente vea una nueva ola de neo-proteccionismo, etc.

Un ejemplo muy palpable de extensa y profunda interdependencia es el económico. Cada país ha venido reactivando sus sectores económicas de acuerdo a la evolución de los indicadores sanitarios locales (curva de contagios y fallecidos por coronavirus). Pero la conexión intersectorial es una de las realidades más significativas de la globalización: ninguna empresa hace un producto completo, sino que, depende de proveedores a lo largo y ancho del planeta.

cadenas globales de valor, un avion

Las Cadenas Globales de Valor y el Comercio Mundial de Tareas son la característica más significativa de los procesos productivos en tiempos de la globalización. Por lo tanto, si no se da una coordinación intersectorial -nacional e internacional- la reanimación del ciclo económico será lenta e ineficiente. De nada le sirve a una empresa que su gobierno le autorice a reiniciar labores si sus proveedores no pueden hacerlo o si no hay vuelos programados que transporten los insumos de un lugar a otro. La ausencia de coordinación multilateral pasa cuenta de cobro con consecuencias notorias en la recuperación del empleo.

De la ONU para abajo, el espíritu de La Carta de San Francisco brilla por su ausencia. Bajo el principio de “sálvese quien pueda”, las decisiones locales se imponen, con una frágil excepción en el concierto de la Unión Europea.

El coronavirus ha desnudado las debilidades de la arquitectura del Sistema de Cooperación Internacional. Casi nada se está resolviendo de manera concertada y es muy probable que cierto nivel de autarquia y proteccionismo emerjan en el mundo post-pandemia.

El actual Sistema de Cooperación Internacional se erige sobre pilares de barro. Los intereses mezquinos de ciertos países, reflejados, por ejemplo, en las constantes amenazas de Estados Unidos para desfinanciar a la ONU, a la UNESCO, a la OMS o a cualquier organismo que le sea contrario a sus intereses, así lo demuestran. De igual manera, la naturaleza depredadora del sistema socio-económico imperante no permite a la cooperación internacional de carácter multilateral asumir un protagonismo verdaderamente relevante y trascendental.

En pocos meses el covid-19 nos ha recordado -como lo han hecho  a lo largo de las décadas, la carrera armamentista nuclear y el calentamiento global- que la extinción de la especie humana sí es posible, pero que la solución en gran medida está en nuestras manos. Y dicha solución, en un mundo globalizado, depende de la capacidad de concertación multilateral en función de propósitos superiores.

Pero el actual Sistema de Cooperación Internacional aún se nutre del espíritu insolidario de la desaparecida guerra fría y de la soberbia antropocéntrica de siglos pasados. Esta no es una arquitectura adecuada para el siglo XXI; sus principios no se derivan de los retos compartidos de la humanidad y del planeta.