Economía después de la pandemia: ¿qué hay detrás de las nubes?

Giovanny Cardona Montoya, junio 22 de 2020.

 

En julio de 1944 se celebró la Conferencia de Bretton Woods. Este escenario fue convocado por los aliados para delinear el sistema económico y financiero después de que terminara la guerra contra Alemania. Pero ellos no sabían la fecha en que esto sucedería.

Hoy nos está pasando lo  mismo, estamos tratando de pronosticar el devenir económico después de la pandemia. Pero, poco sabemos de este virus. Los organismos internacionales de salud, con la OMS a la cabeza, y los ministerios de salud de los diferentes países aún no logran dar respuestas a muchas preguntas: ¿Cuándo habrá vacuna? ¿Se afecta el virus con las estaciones, la humedad o el consumo de vitamina D -sol-? ¿El coronavirus se volverá estacional?

No, aún no hay respuestas. Lo único que parece ser cierto es que el distanciamiento social sí reduce los riesgos de contagio.

En consecuencia, pronosticar el compormiento del ciclo económico no es sencillo, ya que, se halla sujeto más a factores de salud pública que económicos. Lo mismo sucedió en Bretton Woods (BW) hace 76 años, el mundo aún estaba en guerra.

Pero la reunión de BW es más que una anécdota. Una de las tareas importantes de dicho encuentro era analizar cómo habían llegado a esa situación. Entender la economía entre guerras fue una labor escencial para poder delinear futuros posibles. Y eso es lo que tenemos que hacer en este momento, antes de aventurarnos con una bola de cristal.

En términos de crecimiento económico, el planeta venía en un proceso de desaceleración económica tal y como lo muestra el Banco Mundial:

crecimiento antes del covid BM

Gráfico: Si miramos los datos hasta 2019 (posterior a dicho año era pronóstico pre-Covid). 
En general la economía mundial venía creciendo de manera desacelerada.

https://elpais.com/economia/2020/01/08/actualidad/1578513958_080117.html

 

Desde la perspectiva del desarrollo económico de largo plazo, cuatro características marcaban al mundo antes de la pandemia:

– El crecimiento demográfico del último siglo, que multiplica por cuatro a la población mundial;

– La huella ecológica que se traduce en un sobreconsumo de recursos con respecto a la capacidad del planeta de regenerar la vida;

– La alta conectividad planetaria que se evidencia en el hecho que casi el 70% de la población mundial cuenta con un dispositivo movil; y

– La deslocalización de la producción mundial que se traduce en la más profunda interdependencia entre territorios y empresas a lo largo y ancho del planeta.

 

En materia de doctrinas económicas, el neoliberalismo continúa su hegemonía en los ambitos, empresarial, académico y gubernamental. A  pesar de que se fortalece el pensamiento sobre la economía circular y la economía en la base de la pirámide. El éxito de estas últimas se concentra en los escenarios académicos y no en los de tomadores de decisiones públicas y empresariales.

doctrinas en auge

En el marco de estos antecedentes -de macroeconomía, de desarrollo económico y de doctrina-, los pronósticos sobre la recuperación económica global se hallan centrados en el ciclo económico y la posibilidad de frenar la caída y comenzar el ascenso. Sin embargo, teniendo en cuenta la incertidumbre que aún genera el Covid, dichos pronósticos pueden ser diversos:

V (ya caímos y comienza la recuperación);

U (estamos terminando de caer y hay que tomar impulso para empezar a recuperarnos;

W (caimos y es posible que volvamos a caer si se presenta la necesidad de otra cuarentena este año o comenzando el próximo).

escenarios post covid V U W

Por último, un escenario más complejo sería el que se derivaría de una ausencia de vacuna en el mediano plazo y del hecho de que el virus se mantenga agresivo en las diferentes latitudes, estaciones y niveles de humedad relativa. En ese caso la L sería la letra del alfabeto, esto es, una nueva normalidad con la productividad, producción y consumo que llevamos actualmente en medio de la pandemia. Ello significa permanecer abajo con los actuales niveles de desempleo.

¿Y en el largo plazo?

Pero, como indicábamos al inicio, no sólo se trata del crecimiento del PIB en el corto plazo, los retos del desarrollo económico (bienestar, distribución, optimización de recursos y la sostenibilidad del crecimiento) están a la orden del día.

La degradación del planeta, el desempleo crónico de cientos de millones de personas y la existencia de un significativo porcentaje de la población mundial que no suple sus necesidades básicas (alimento, techo, salud, seguridad), de un lado; el auge de las TIC y las cadenas globales de valor, del otro, son condiciones a tener en cuenta a la hora de pronosticar y/o promover el posible camino de la economía después de la pandemia.

cuarto eje del desarrollo sostenible

La nueva realidad indica que existen riesgos más básicos que los que hemos destacado en estos últimos años. Además de asegurar la viabilidad de las empresas (economía), la sostenibilidad mínima de la sociedad (distribución de la riqueza) y la recuperación de los recursos naturales (sostenibilidad ambiental), ahora surge la pregunta sobre la capacidad que tenemos de preservar la vida de las personas.

Es claro que el calentamiento global y la pobreza también ponen en peligro la vida de las personas, pero la gradualidad del proceso ha permitido un cierto aletargamiento y tolerancia de la población con respecto a este riesgo. En cambio, el Covid nos muestra como esto puede suceder en el corto plazo. No es la primera pandemia y no será la última, pero en tiempos de globalización, los hechos son mayores -más intensos y extensos-, a la vez que más visibles.

¿Nos acostumbraremos a la muerte como a cualquier dato estadístico o repensaremos el modelo socio-económico para sobrevivir como especie?

 

Cadenas Globales de Valor: para no colocar los huevos en una sola canasta.

Giovanny Cardona Montoya, junio 14 de 2020.

 

A veces la coyuntura nos obnubila y hace que perdamos el Norte de largo plazo. Sin embargo, la aparatosa caida de los precios del petróleo entre marzo y mayo de 202o como consecuencia de la recesión asociada a la pandemia del Covid-19, nos recuerda que la economía colombiana no puede seguir poniendo los huevos en una sola canasta: ser exportador de hidrocarburos.

Por lo anterior, la academia, el sector empresarial y la clase política deben poner sus ojos en una tendencia de largo plazo que marca la dinámica del comercio mundial: las cadenas globales de valor.

Si bien la coyuntura puede insinuar un regreso del proteccionismo (al menos parcialmente), la realidad es que en el largo plazo, los desarrollos de C+T+i seguirán siendo la fuente mayor de generación de riqueza.

A lo largo del último medio siglo,  se ha configurado una redistribución geográfica de la producción de bienes y servicios a nivel mundial.

¿Por qué se ha dado esto?:

1. La posibilidad que tienen las empresas transnacionales de mantener el control de la producción pero con menores costos de mano de obra;

2. La necesidad socio-política de los países industrializados de trasladar procesos productivos contaminantes allende sus fronteras (industrias químicas y petroquímicas, por ejemplo);

3. Cambios políticos en algunas naciones asiáticas y latinoamericanas, con gobiernos neoliberales que crean las bases para transformar sus aparatos productivos, atrayendo la inversión extranjera para reducir su dependencia de la exportación de commodities (tigres asiáticos, China, Chile, Brasil, México);

4. El desarrollo de la C+T+i que transforma los procesos productivos, profundizando los niveles de especialización en las empresas y los territorios;

5. El auge de Acuerdos Comerciales Regionales (ACR) con los cuales se crean condiciones estables, más o menos abiertas, para el intercambio de materias primas, bienes intermedios y productos terminados.

Como resultado de esta combinación de factores, los productos se fueron haciendo cada vez más complejos y su elaboración se deslocalizó. En otras palabras, las actividades inherentes a la producción de una mercancía -diseño, manufacturación de componentes, ensamblaje, distribución y servicio postventa-, se materializan a lo largo y ancho del planeta, ya sea, en el marco de operaciones intra-firma (offshoring y oversea) o de contratación de terceros (outsourcing, maquilas).

Esta transformación da pie a lo que se denominan las Cadenas Globales de Valor (CGV). Según el Banco de la República las CGV consisten en  “…rango amplio de actividades que llevan a cabo las firmas en sus procesos de producción y que van desde diseño, producción, mercadeo, distribución y servicio al cliente. Estas actividades pueden ser llevadas a cabo por la misma empresa en una determinada ubicación geográfica o por diferentes empresas en distintas ubicaciones.”

Interdependencia en cadenas globales de valorCadena Global de Valor del Iphone: Aunque pareciera que el déficit comercial de Estados Unidos es con China (exporta 229 millones de dólares en componentes para Iphone pero, recibe 1875 millones en Iphone ensamblados), la verdad es que esos productos terminados tienen componentes de Taiwán (207 millones), Alemania (161 millones), Corea (800 millones) y otros países (413 millones).

 

Un factor determinante del desarrollo de las CGV es la generación de economías de escala. La especialización en la producción de componentes y bienes intermedios conlleva la manufactura de grandes volúmenes de mercancías complejas, con costos unitarios cada vez más reducidos. Dichas economías de escala se potencian, adicionalmente, gracias a: a) la reducción de costos de comercialización, transporte y comunicaciones; b) la emergencia de empresas especializadas en logística y c) la reducción de barreras aduaneras a través de la firma masiva de TLC.

Son variables críticas del comercio mundial de tareas y de servicios, el talento humano altamente cualificado -técnicos, tecnólogos, científicos-, el desarrollo suficiente de la informática y las telecomunicaciones y el régimen de propiedad intelectual.

Según datos de la OMC, el comercio mundial de servicios en 2017 superó los 5 billones de dólares (contra 17 billones de dólares en mercancías), pero su participación es creciente –8% en 2017-. Se destaca que en dicho año fueron los servicios relacionados con propiedad intelectual los que más crecieron (10%) en el subgrupo de “Otros Servicios”, los cuales representan más del 42% del comercio mundial de servicios.

Adicionalmente vale la pena destacar que, durante 2009, en el marco de la recesión económica global, a pesar de la contracción de la demanda global, el comercio de servicios experimentó un leve incremento.

En la actualidad, la deslocalización cada vez responde menos a argumentos de costo, para incursionar en razones más asociadas a la agregación de valor y la generación de ventajas competitivas. En otras palabras, crece el papel del conocimiento en los procesos productivos en detrimento del uso de mano de obra no cualificada.

Según la OMC, tomando como referencia la manufacturación del sector automotriz, el comercio mundial de tareas se hace cada vez más intersectorial. Ya en 2011, el 32% en total del valor añadido de las exportaciones mundiales de vehículos provenía del sector del automóvil, mientras que el 68% se originó en otros sectores. Adicionalmente, 40% de dicho valor añadido fue derivado del comercio de servicios, no de las manufacturas.

El comercio entre 12 naciones del continente asiático (53% del comercio mundial), se traduce en un intercambio de componentes y bienes intermedios. Desde 1996 el porcentaje de valor agregado de China a sus exportaciones ha fluctuado entre 48% y 57%. La mitad de los productos terminados que salen de China tienen un valor agregado nacional cercano al 50%, la otra mitad son productos ensamblados con pocos componentes domésticos.

Estados Unidos es el mayor demandante de servicios de offshoring en el mundo (51%), seguido por Japón con 17% y la Unión Europea (15 países) con 11%. De igual manera se destaca que los países con la mayor cantidad de centros de maquila y ensamblaje son India y China, seguidos de naciones latinoamericanas y de países de Europa central y del este.

Reflexión Final:

Hace 3 décadas, con la Apertura Económica, el país hizo una apuesta por la modernización del aparato productivo. Y eso no pasó. Hoy somos un país con un nivel consumo sofisticado, financiado con la exportación de productos mineros (petróleo, carbón, ferroníquel, oro). Pero nuestro aparato productivo es más primario que en la segunda mitad del siglo pasado, con un sector  manufacturero altamente dependiente de importaciones, incluso de productos de origen agropecuario.

Colombia tiene pocas reservas probadas de hidrocarburos, no puede darse el lujo de esperar décadas. ¡Qué esta pandemia se convierta en una oportunidad para empezar realmente a hacer diferente las cosas!

Educación: ni presencial ni virtual, blended (híbrida).

Giovanny Cardona Montoya, mayo 12 de 2020.

 

La pandemia del Covid-19 trajo consigo un cambio inesperado: el cierre de las instituciones educativas. Dicho cierre cogió por sorpresa a la mayoría de educadores en Colombia y gran parte del mundo. La respuesta inmediata del sistema educativo fue trasladar el aula de clases a las plataformas de comunicación digital como Zoom y Microsoft Teams o, incluso, a las redes sociales, -clases por Whatsapp-.

Este inesperado cambio colocó sobre la mesa la discusión acerca de la educación virtual en el futuro del sistema, aunque ha habido una tendencia a simplificar el tema y a confundir el e-learning con la comunicación mediada por TIC.

1. La educación como proceso social.

La educación escolarizada es un proceso social condicionado por las características económicas, políticas y legales de la época; la cual delimita las dimensiones, cognitiva, afectiva y ética de los procesos formativos. Así, las tradicionales aulas de clase y la metodología magistral -el profe habla, el estudiante toma nota-, son una réplica de la producción en serie que caracterizó al aparato productivo desde finales del siglo XIX hasta las postrimerías del XX.

De otro lado, la normatividad que regula la vida escolar y universitaria tiende a responder con lentitud a los cambios socio-econoómicos y tecnológicos que exigen  actualizaciones de los procesos formativos. La situación presente no es la excepción.

Actualmente, la legislación colombiana reconoce tres modalidades de educación superior: presencial, distancia tradicional y distancia mediada por tecnologías (virtual). Esta clasificación evidencia tanto su anacronismo, como la falta de una visión pedagógica que caracterice las propuestas de educación para diferenciar los procesos formativos de acuerdo a sus principales cualidades didácticas.

2. La educación tradicional.

El sistema educativo tradicional, aquel que asociamos con aulas de clases estandarizadas y una relación vertical entre el docente y los estudiantes, fue un modelo necesario en un momento histórico en el que se requería ampliar la cobertura llegando a una creciente población (en 200 años la población mundial se ha multiplicado por 7), atendiendo las necesidades políticas del Estado (formar ciudadanos) y las de una economía industrial que requería trabajadores preparados para gestionar la producción en serie que le caracterizaba.

Pero el modelo tradicional no sólo respondía a las necesidades de la época sino, también, a las condiciones y posibilidades de la misma. Hasta la segunda mitad del siglo XX acceder a la información y al conocimiento era un reto condicionado por la tecnología y los canales existentes: los textos impresos, la radio y posteriormente la televisión.

EDUCACION ANTICUADA

En este contexto, las bibliotecas y las clases presenciales se convirtieron en dinamizadores fundamentales del aprendizaje.  Por lo anterior, los exámenes tradicionales “a libro cerrado” cumplian el papel de verificar que el estudiante había accedido a la información (leyó, asistió a la clase) y la había aprendido (podía repetirla o, mejor aún, explicarla, deconstruirla o cuestionarla).

Sin embargo, con el desarrollo de la tecnología digital (la informática) y el Internet el mundo de la creación, preservación y transferencia de la información y el conocimiento se expandió exponencialmente. Y el sistema educativo se ha demorado en darse cuenta de ello.

binario mundo

3. El proceso curricular.

La educación escolarizada es más que las clases en el aula. Las instituciones educativas estructuran procesos curriculares, los cuales requieren mínimamente de un propósito (objetivos de aprendizaje), participantes (docente y estudiantes), metodologías, mediaciones y evaluaciones.

El objetivo de aprendizaje (por ejemplo, el desarrollo de una competencia) es el eje rector del proceso formativo. Teniendo claridades sobre dicho objetivo, el método de enseñanza y aprendizaje, las mediaciones y las evaluaciones pueden mutar.

Aunque el proceso curricular en la actualidad conserva formas muy tradicionales (la clase magistral; aulas de clase estándares, horarios fijos), aquel viene mutando gradualmente. Ciertas universidades y facultades han transformado sus mediaciones y espacios físicos desde hace varias décadas.

De hecho, algunas profesiones nacieron con mediaciones y metodologías innovadoras. Las granjas, los viveros, los laboratorios y talleres de prácticas, los hospitales, las empresas, etc. son espacios en los que se desarrollan procesos de aprendizaje cada vez con más frecuencia.

Adicionalmente, la informática, los dispositivos (computadores, tabletas y smart phones), Internet, la televisión por cable, etc., están cambiando no sólo las posibilidades de acceder, preservar y transferir información y conocimiento, sino, más que eso, están permitiendo crear nuevo conocimiento y, en general, están transformando la vida laboral y social de las personas y las organizaciones. La vida en la red es cada vez más amplia y profunda.

En consecuencia, las dinámicas de aprendizaje están permeadas por todos estos cambios. Los estudiantes consultan en Internet videos y documentos elaborados por diferentes expertos; las bibliotecas digitales se “visitan” a cualquier hora; los profesores dan videoconferencias que se graban y publican en la web; docentes y estudiantes intercambian mensajes con contenidos diversos a través del correo electrónico. Cada vez son  más las acciones de enseñanza y aprendizaje que se realizan por fuera del aula de clases.

No importa si la comunicación es sincrónica o asincrónica o si se da en el aula de clases o través de mediaciones digitales, el proceso formativo no se detiene. Lo importante es que haya un modelo pedagógico que guié la experiencia curricular. La comunicación face to face entre el profesor y sus  estudiantes es sólo un segmento del proceso de aprendizaje.

4, El falso dilema: educación presencial o educación virtual.

niño con computador y abuela en el campo

Por lo anterior, la pregunta de si la educación debe ser presencial o virtual es inútil en el contexto de la sociedad del conocimiento. No sólo los estudiantes que viven en poblados alejados requieren propuestas curriculares flexibles; la realidad es que la mayoría de los modelos pedagógicos deben dar los lineamientos para garantizar a los estudiantes la comunicación oportuna y suficiente (sincrónica y asincrónica, presencial y a distancia), el acceso oportuno a los contenidos curriculares e, incluso, una cada vez más dinámica interactividad con éstos desde diferentes plataformas.

No es la presencia física o el contacto a través de un computador lo que hace la diferencia.Prueba de ello es el estudio que realiza la institución universitaria CEIPA, el cual, basado en el análisis comparativo de los resultados de sus egresados presenciales y virtuales en las pruebas Saber Pro durante los úlitmos seis años, no encuentra diferencias estadísticas significativas en el desempeño.

Mientras los propósitos u objetivos de aprendizaje estén claros, las instituciones educativas pueden combinar todas las didácticas posibles para alcanzar los resultados. El aprendizaje en esta época es un proceso continuo en ambientes discontinuos: el aula, la biblioteca, el campus virtual, las plataformas de comunicación digital, las redes sociales, la empresa, el laboratorio, etc.

En consecuencia, el carácter híbrido (blended) de los procesos formativos es el nuevo nombre del juego.

El coronavirus ha hecho que la mayoría de universidades y colegios en Colombia tengan que atender una contingencia: sustituir los encuentros en aulas por clases en línea. Estos primeros auxilios seguramente están dando resultados diversos. Algunos currículos y las respectivas comunidades académicas estaban mejor preparados que otros; por ejemplo, las instituciones que ya ofrecen educación virtual tienen un acervo que y una comunidad docente que facilitó la adaptación a las nuevas circunstancias.

Pero todo indica que la convivencia social no será la misma después de la crisis sanitaria, por lo tanto, el sistema educativo requiere “una cirugía”.

La sociedad del conocimiento permite crear, preservar, usar y transferir el conocimiento sin barreras de tiempo o espacio. Adicionalmente, la población estudiantil es diversa: centennials, millennials, personas que trabajan y estudian, madres cabeza de hogar, estudiantes que viven en ciudades con dificultades de movilidad, etc. Por lo tanto, es posible y a la vez se requiere, un sistema educativo verdaderamente flexible.

Es necesario ajustar los diseños curriculares para que las mediaciones y las evaluaciones se flexibilicen, reconociendo los objetivos de aprendizaje, las metodologías, las particularidades de los estudiantes, las necesidades sociales y las restricciones del entorno.

La comunicación puede ser sincrónica y asincrónica, se puede dar en línea o en el aula de clase. Los exámenes se pueden presentar en un salón o en una plataforma digital, los estudiantes pueden escuchar la conferencia magistral en el auditorio o verla grabada en la web.

Algunos estudiantes llevarán un ritmo más guiado por el docente y sus compañeros (aprendizaje colaborativo), mientras otros andarán a su propio ritmo (autoaprendizaje). Y todo esto puede suceder en una misma propuesta curricular.

Hay que tumbar los muros de las aulas de clase, flexibilizar horarios y calendarios, hacer un diseño creativo de la partitura (plan de estudio), abrir todos los escenarios de aprendizaje y ofrecer un acompañamiento permanente para que  cada estudiante desarrolle su aprendizaje al ritmo y con las condicionesa adecuadas.

La nueva labor de la comunidad docente no es transmitir información y conocimiento; es diseñar la ruta y guiar al estudiante en su proceso de aprendizaje. Las mediaciones requeridas para ello crecen y se desarrollan exponencialmente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El día después de mañana.

Giovanny Cardona Montoya, 3 de mayo de 2020 (8 semanas desde el inicio del confinamiento).

 

Se ha vuelto lugar común decir que las cosas no serán igual después de esta pandemia. Pero son palabras vacías si cada uno de nosotros no las reflexiona. Facilmente, como ya ha sucedido, podemos caer en los cambios de las apariencias y de las formas, dejando que la naturaleza de los hechos que nos han traido ésta y otras crisis siga incólume.

 

El día de ayer.

Son incontables las veces que la humanidad ha sufrido encierro, hambre, angustia o enfermedad por culpa de sí misma.

La segunda guerra mundial acabó con la vida de 50 millones de personas y dejó hambre, dolor y desolación por toda Europa, parte de Asia y Africa, duante seis largos años. Y después de semejante catástrofe no amprendemos la lección. Han habido más guerras; decenas de guerras en los últimos 75 años.

Y no son sólo las guerras. En la década de 1970 la ONU y luego el Club de Roma con su documento “Los límites del crecimiento” prendieron las alarmas sobre los riesgos de insostenibilidad de un modelo de desarrollo basado en el consumo ilimitado de recursos. En 1987 la Comisión Brundtland en su informe “Nuestro futuro común” formalizó el concepto Desarrollo Sostenible  como «la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».

Muchas de las catástrofes ambientales (sequías con las consecuentes hambrunas; tormentas y derrumbes) son resultado de la mala gestión que hacemos de los recursos del planeta. Recursos finitos para una población que se multiplicó por 5 en el último siglo. Somos demasiados para conservar el tren de destrucción de recursos -agua, aire, flora, fauna- que traemos del pasado. Por encima de una ética ascética, la realidad señala que es materialmente imposible mantener la actual cultura de consumo. El planeta tierra es insuficiente para esta sociedad derrochadora.

Desde 1970 venimos evidenciando que la humanidad consume

Pero también sufrimos catástrofes cuyo origen puede ser difícil de explicar. Tal vez el hombre ha hecho enojar la naturaleza; tal vez aquellas son resultado de la esencia misma del planeta. Pero, con culpa o sin culpa, son reiterativas y podemos aprender de lecciones pasadas: terremotos, huracanes, erupciones volcánicas, epidemias y pandemias. La gripe española, gripe porcina, gripe asiática, ébola, dengue, cólera, malaria, H1 N1. La naturaleza no se cansa de darnos lecciones.

 

El día de hoy.

Muy seguramente la pandemia la superaremos. En un par de años tal vez habremos sido vacunados y algunos hábitos habrán cambiado: aviones con sillas separadas, tapabocas cada vez que tengas gripe, restaurantes con mesas más distantes, algo de teletrabajo, más educación virtual, termómetro en todos los hogares y oficinas, etc. Cambios de forma, de apariencia.

Pero, ¿qué hemos aprendido de la  primera pandemia que amenazó al planeta entero al mismo tiempo? ¿qué aprendimos de las nefastas guerras, catástrofes y pandemias que han traído sufrimiento y muerte en el último siglo? ¿Qué estamos aprendiendo de la crisis  de este modelo de desarrollo socio-económico?

La llamada Cultura Occidental que se predica particularmente en Europa y América, tiene profundas raíces. La Ilustración Francesa, la Racionalidad Kantiana y el Liberalismo Inglés dieron cuerpo a lo que en la actualidad reducimos a Democracia Occidental y Economía de Mercado.

Pero, cuando volvemos a dichas raíces encontramos que el uso de la razón y la mayoría de edad kantiana son una invitación a hacernos cargo, a hacernos responsables de nuestras palabras, de nuestros actos y de nuestras omisiones. Por lo tanto, no podemos vivir tutelados por medios de comunicación amarillistas o entregados a intereses políticos y económicos, por redes sociales cargadas de fake news o por gobernantes que entienden la democracia exclusivamente como un juego electoral entre élites (Schumpeter).

Pero la ética kantiana y la ilustración francesa también traen como paradigma, el valor supremo de la humanidad como un fin, no como un medio; al igual que la democracia como un acuerdo de voluntades, no como un negocio de partidos.

voto si o no

Por lo anterior, deberían estar arraigados, en el ciudadano y en el gobernante, los valores supremos del bienestar individual y colectivo, del respeto al prójimo y de la fraternidad entre diferentes.

El espíritu liberal de Occidente no hace referencia solamente al mercado. No, lejos de eso. Se trata de la convivencia entre la individualidad (emocional, material, ética, estética) y la colectividad social. La idea de tener deberes y derechos implica la necesidad de reconocer al otro, a la vez que me reconozco frente a él. Soy “yo” y hago parte de un “nosotros”, pero también está “él” que existe y es en sí mismo, a la vez que es parte de “nosotros” también.

Debemos dejar de reducir el liberalismo filosófico a la premisa de la libertad de empresa y la libertad del mercado. No, se trata de la libertad de ser. Para “yo” poder ser y para “nosotros” poder ser, es necesario el ejercicio efectivo de deberes y de derechos.  Ambos a la vez.

Pero, un planeta en el que el 10% de su población vive con menos de 1,90 dólares al día, y 20% son pobres en todos los sentidos (no tienen suficientes alimentos, agua potable, electricidad) no puede ufanarse de que se respira la libertad. Es una falacia.  Este es un planeta en el que a muchos (demasiados) se les tienen negados los derechos y unos pocos no están cumpliendo con sus deberes.

Sacar al 20% de la pobreza es sólo el primer paso para que ellos puedan comenzar, al menos, a hacer consciencia de que tienen derechos. Quitar el hambre no es sinónimo de libertad, pero no hay libertad con hambre.

El hambre y la enfermedad son comprensibles en un mundo sin recursos y en una sociedad sin capacidades. Pero no es éste el caso. Según CNN “La fortuna combinada de las 26 personas más ricas del mundo llegó a US$ 1,4 billones el año pasado (2018), la misma cantidad que la riqueza total de los 3.800 millones de personas más pobres.” Los recursos son suficientes para que todo el planeta haga la cuarentena, nadie debería estar en la calle rebuscando el alimento en medio de la pandemia.

muro entre ricos y pobres

El día después de mañana.

En medio de nuestras vicisitudes y de los errores cometidos por la humanidad en general a lo largo de los últimos siglos, la sociedad del siglo XXI tiene unos paradigmas ideológicos que se deben rescatar. Rescatarlos es salvar la humanidad. ¿Salvarla de qué? Salvarla de su autodestrucción.

Covid 19 nos ha demostrado que somos inviables con los niveles de pobreza existentes. No se le puede pedir a 1300 millones de pobres multidimensionales que se queden en sus casas a esperar que la pandemia pase. No, no se puede, los matará el hambre.

Tenemos los recursos suficientes para permanecer en nuestras casas varias semanas y salvar a toda la humanidad del contagio. Pero, Covid 19 nos ha puesto a prueba y hemos demostrado que no lo vamos a hacer, que no tenemos suficiente capacidad de reconocer al otro como igual. Nos hemos educado un egoismo extremo que invita al autocuidado en detrimento del prójimo. Pero, Covid 19 nos dice que no hay auto-protección sin la protección del otro. Si otra persona está en riesgo de contagiarse, entonces, yo también lo estoy.

Por eso, el Estado, la idea de Empresa y el Individuo debemos repensar nuestros valores para construir el trinomio yo-él-nosotros como célula indisolubre y fundacional de la sociedad sostenible. La idea de riqueza que nos inspira actualmente, nos va a destruir.

Por lo anterior, ésta debe ser la primera lección: la ética racional y la solidaridad puestas en un mismo pedestal.

Nuestro futuro se debe apalancar en un Estado Social de Derecho que garantice a todos -absolutamente a todos-, unos recursos materiales y culturales mínimos -significativamente superiores a los requeridos para superar la pobreza multidimensional-, que coloquen a cada individuo en un punto de partida suficiente para que pueda ejercer efectivamente sus derechos.

La segunda lección. La actual Sociedad de Consumo es Inviable.

Décadas de discusión sobre Desarrollo Sostenible no fueron suficientes. Sin embargo, hoy, el Covid 19 nos ha obligado a la frugalidad, a la mesura, a la racionalidad del gasto. Todos en nuestras casas, preocupados por el empleo incierto, la empresa incierta, el ingreso incierto, hemos recurrido a la austeridad. El pánico nos ha acercado a una cotidianidad ascética. Incluso, reflexiva.

La pandemia pasará, pero la lección debe quedar. No existe un futuro posible con el actual tren de consumo desmesurado e inequitativo. Esto debe parar.

Por lo tanto, cuando pienso que el mundo no será el mismo después de la pandemia, quiero proponer que sea un mundo inspirado en las raíces de la la razón humanista, la democracia y la libertad. No me refiero a la precaria democracia y  a la casi exclusiva libertad de mercado. No me refiero a un mundo poblado por personas que no se pueden dar la mano, pero que siguen reproduciendo el veneno del consumismo ilimitado, la inequidad vergonzosa y la insolidaridad, que van destruyendo el planeta.

Si realmente el mundo después de mañana va a ser diferente, debemos preguntarnos por las condiciones para el verdadero ejercicio de la democracia (ciudadanos educados y sin necesidades básicas insatisfechas, eligiendo a sus gobernantes); y por las nuevas características del Bienestar como bien público en convivencia con la libertad del mercado.

El concepto de Bienestar se debe reconstruir, no puede seguir fundado sobre las posesiones materiales, se requiere una categoría más cercana al “estar y al ser” de la persona y a su “convivir” con los demás y con el planeta. Un bienestar que se sienta, que se viva, no que se posea. 

Por lo anterior, no debe haber dudas sobre el derecho efectivo a la educación de calidad, a la salud, a la vivienda digna, a la nutrición adecuada y a la libertad de expresión. La verdadera libertad de informar conlleva que los medios de comunicación  se desaten de los intereses de las élites políticas y económicas. Parodiando al Juez Hugo L. Black de la Corte Suprema de los Estados Unidos, la libertad de prensa fue concebida para proteger al gobernado (al débil), no al gobernante (al poderoso).

Por último, no todo puede ser objeto de mercado y el mercado no puede ser entendido como un recinto sagrado. El equilibro requerido entre Estado y Mercado como ordenadores sociales debe revisarse y ajustarse en función del Desarrollo Sostenible, el cual se refiere a una triada indisoluble, lo económico, lo social y lo ambiental.

Si el mundo después del Covid 19 va a ser diferente, hagamos que valga la pena para todos y para el planeta.

 

 

 

 

 

 

 

 

Crónica de una Recesión Inesperada.

Giovanny Cardona Montoya, Abril 19 de 2020.

Este artículo se fundamenta en el Editorial de mi autoría, publicado en el Boletín de posgrados de la Institución Universitaria CEIPA

 

Introducción:

El año 2020 comenzó con tímidas insinuaciones de una desaceleración económica global. Al Brexit y al menguante crecimiento económico de China se sumaron la guerra comercial entre Trump y el coloso asiático y la casi inevitable recesión alemana.

El año 2020 no pintaba muy bien. Pero, nadie se esperaba lo que vino después de febrero.

La humanidad jamás había tenido una pandemia que se expandiera por todo el planeta en tan poco tiempo. Estos también son los tiempos de la globalización: más interacción sin fronteras entre los ciudadanos del mundo trae como consecuencia mayores relaciones de causa-efecto.

Estamos viviendo una naciente recesión económica derivada de una fuerte pausa en el consumo y la inversión; pausa gestada no por razones económicas sino sanitarias. Consumidores y productores nos encerramos en las casas para controlar una pandemia y, en consecuencia, detuvimos el aparato productivo: no hay quien produzca y no hay quien consuma.

Las escuelas cerraron, al igual diversas plantas de producción; los aviones se quedaron en las pistas de los aeropuertos, los equipos de fútbol no salieron a jugar el domingo y los restaurantes cerraron sus puertas. Como piezas de dominó, tras estos fueron cerrando otros eslabones de sus cadenas de valor: transporte terrestre, operadores logísticos, proveedores de insumos, etc. Así funciona la economía, todos hacemos parte –con mayor o menor importancia- de un engranaje de producción, intercambio y consumo.

Y aunque la caída producción/consumo no se dio en el contexto progresivo del ciclo económico, sino, más bien, al margen de éste, las consecuencias y las recetas de corto plazo serán similares a lo que ya conocemos.

Los gobiernos, en esta fase del ciclo económico -desaceleración y recesión-, tratan a través del Gasto Público y la Política Monetaria (tasas de interés a la baja) de menguar el daño que produce la caída en la actividad privada. Compensar salarios, subsidiar arriendos, dar liquedez a los bancos y empresas, transferir recursos, son recetas conocidas cuando el Estado trata de dar oxígeno a una economía que se asfixia por el lado del mercado. Y eso es lo que están haciendo en mayor o menor medida todos los gobiernos del mundo.

ciclo económico https://co.pinterest.com/pin/154389093459389604/

 

¿Qué se ve venir en el futuro cercano?

Inversiones urgentes del sector público, especialmente en el sistema sanitario y en obras de infraestructura. Este es combustible inicial para poner a marchar nuevamente la locomotora de la economía.

Luego vendrán las ayudas a sectores seleccionados: los de mayor potencial de recuperación y los de mayor incidencia en el empleo. En el caso colombiano, la locomotora dependerá mucho de la recuperación de los mercados mundiales y de las decisiones de la OPEP para levantar el precio del petróleo. Elevar el precio del petróleo significa más divisas para el país –por exportaciones y por inversión extranjera- y recursos para el Estado para financiar su política expansiva de Gasto Público.

El mercado laboral arrancará desde abajo. Recuperación del empleo a salarios bajos y, por qué no, aprovechar la situación para que se filtre en el congreso alguna reforma relacionada con los costos laborales (eliminación de parafiscales, salario diferencial u otra medida que estimule la contratación a costa de los ingresos de los trabajadores).

En los mercados de bienes y servicios, el problema mayor será la gradualidad. Sectores como la construcción y las cadenas de valor de alimentos y salud reiniciarán labores más rápidamente. Sin embargo, la industria de esparcimiento y turismo lo hará después, probablemente se demore varios meses, en consecuencia, la aviación también arrancará a media máquina.

Ahora, como la economía es un sistema y no una nave dividida en compartimentos estancos, las industrias que comiencen más tarde (conciertos, turismo, eventos deportivos, etc.) ralentizarán a las que comiencen a dinamizarse antes. Si hay pocos vuelos, menos pasajeros y baja ocupación hotelera, entonces, la demanda de alimentos y bebidas disminuye, y así sucesivamente.

La delgadez de la cadena se evidencia en la frágil recuperación del empleo, lo que dibuja un círculo vicioso: la lenta recuperación económica se traduce en poco empleo; y este último trae como consecuencia débil recuperación de la demanda de bienes y servicios lo que, por ende, ralentiza su producción.

 

¿Y el futuro de largo plazo?

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Nada más propicio para un futurólogo que esta nueva realidad. Muy seguramente los padres de la prospectiva francesa dirían: “el futuro no está escrito, es una construcción colectiva”

Después de 60 años de reconocer y afrontar tímidamente una crisis de sostenibilidad que se ha ido agudizando por todo el planeta, la pandemia del Covid-19 nos ha ratificado lo vulnerable que es la humanidad.

¿Cuál es el futuro que nos vamos a construir? El futuro de largo plazo será mejor o peor, todo depende de las lecciones aprendidas y de las decisiones que tomemos después de que culmine la cuarentena.

Realmente el debate apenas comienza, después de que la crisis sea superada -en unos meses cuando nos acostumbremos a convivir con el virus y en un par de años cuando ya se cuente con una vacuna en todo el mundo-, vendrán las propuestas paradigmáticas.

Algunos apelarán a la necesidad de hacer ajustes al modelo existente; tal vez, volver la vista al intervencionismo estatal -un poco de Keynes y algo de socialdemocracia- para menguar la velocidad con la que el neoliberalismo nos estaría llevando hacia un desarrollo “insostenible”.

Otros señalarán la importancia de dar un giro de 180 grados al modelo de producción, intercambio y consumo que ha guiado al planeta en los últimos siglos. Tal vez una nueva sociedad con patrones de comportamiento y valores más asociados a la previsión, la solidaridad y la frugalidad.

Pero, sin lugar a dudas, cualquier propuesta que se presente pondrá sobre la mesa la discusión sobre el papel de las tecnologías avanzadas (transformación digital), particularmente las TIC, en la sociedad post-covid19.

Es claro que si los procesos productivos -incluidas las fases de intercambio y distribución- estuviesen más automatizadas, la pandemia hubiera encerrado a las personas en las casas, pero la economía estaría menos estancada. Entonces, ¿puede el actual paradigma económico lograr la armonía suficiente entre propiedad privada, transformación tecnológica y desarrollo sostenible en lo social y lo ambierntal?

Si el teletrabajo, la robotización de plantas de producción, la educación virtual, los vehículos sin conductores, etc, fuesen la constante, entonces ¿qué características debería tener el modelo de generación y distribución de riqueza para que éste fuese viable? ¿Qué relaciones dialécticas le caracterizarían?

usuarios de internet, celular y redes en 2020

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