El salario mínimo en Colombia es muy alto. ¡¿Qué?! ¿No estarás hablando en serio?

Giovanny Cardona Montoya. Junio 8 de 2019.

 

Leer indicadores económicos -interpretarlos- es una habilidad necesaria para no caer en la superficialidad de ciertos titulares de prensa que buscan simplicar realidades que son complejas. Y no lo logran; se corre el riesgo de banalizar hechos que requieren más reflexión.

¿Ha leído este titular: “Pasto la ciudad más cara del país”? Pero la razón de dicha afirmación es que el reporte del DANE coloca a dicha ciudad como la de mayor inflación en el respectivo período de análisis.  La ciudad con la inflación más alta no es la que tiene el costo de vida más alto. Eso es malinterpretar el indicador.

Hace varios años el muy poco popular ministro de hacienda, Alberto Carrasquilla, indicó que el salario mínimo colombiano era “ridiculamente” alto. ¡Y ahí fue Troya! Ahora, el premio Nobel Christopher Pissarides lo ratifica: el salario mínimo es “desastrosamente” alto.

¿Qué significa decir que un salario es muy alto?

Una primera perspectiva nos invita a comparar salarios entre países. En enero de 2019, el salario mínimo más alto de América Latina lo tenían los uruguayos con US$460, mientras Venezuela tenía el salario más bajo con un monto de US$7,0. Colombia ocupaba el 9o puesto con un salario de US$284 dólares, incluido el subsidio de transporte. Incluso, Nicaragua y México tienen salarios más bajos que el colombiano. Por lo tanto, esta perspectiva no nos da mucha información. Incluso, con la revaluación del dólar (más evidente en unos países que en otros), el salario mínimo en Colombia ha bajado más de 2 dólares a junio de 2019.

Otra perspectiva tiene que ver con el poder adquisitivo: ¿es suficiente el salario mínimo para que un trabajador satisfaga dignamente sus necesidades básicas? Para aproximarnos a una respuesta, podemos usar como referente la Canasta Básica Familiar (CBF) definida por el DANE; su composición fue actualizada en enero de 2019 y para una familia de cuatro integrantes tiene un costo de COP 3.488.000, lo que equivale a 4,2 salarios mínimos. Por lo tanto, en un hogar de dos adultos y dos hijos (en 1990 el promedio de los hogares colombianos era 4.6 personas), los padres no pueden proveer los bienes y servicios básicos para la familia si sus ingresos son inferiores a cuatro salarios mínimos.

En otras palabras, ni en comparación con los trabajadores de otros países, ni con respecto a las necesidades básicas de las familias, se puede señalar que el salario mínimo en Colombia sea alto. Más bien, todo lo contrario.

Pero existe otra perspectiva sobre la que se puede hacer este análisis y es la que explica que el ministro y el Nobel hayan dicho que el salario mínimo colombiano es muy alto: se trata de la perspectiva de los costos de producción y de la productividad.

Desde esta perspectiva, el relativamente alto salario mínimo se considera la causa principal de la informalidad y del subempleo. Según Fedesarrollo, el salario mínimo representa mas del 80% del salario medio de los colombianos. En los países europeos esta equivalencia no alcanza el 50%. En otras palabras, el salario mínimo tiene un mayor peso en el mercado laboral de Colombia. La relación de oferta y demanda de trabajo estaría intimamente relacionada con el salario mínimo. Ello lleva a los expertos, como el ministro Carrasquilla o el Nobel Pissarides, a sugerir que un salario mínimo más bajo podría reducir el desempleo y el subempleo.

De hecho, algunos expertos se atreven a señalar que el incremento del desempleo en Colombia, en los últimos meses, (10,2%) se explicaría en parte porque el salario mínimo se incrementó por encima de la inflación de 2018 y del leve incremento de la productividad (0.52%).

Ante esta realidad han surgido varias propuestas, empezando por el congelamiento del salario mínimo para que baje en términos reales (el no incremento, con una inflación de 3 o 4%, significa una caída real del poder adquisitivo del salario mínimo). Otra idea es la aprobación de salarios minimos diferenciales: para jóvenes, por ejemplo, o por sectores económicos. Todas estas propuestas se fundamentan en la idea que, menores salarios estimularían a las empresas a vincular formalmente más trabajadores.

Pero la pregunta de fondo es: si somos una economía poco productiva, ¿la solución es menguar el salario de los trabajadores o invertir para elevar la productividad de los mismos? ¿Cuál es la garantía de que un salario mínimo más bajo se traduzca en más empleos formales y no en un incremento de ganancias de empresarios poco competitivos?

La economía colombiana es monoexportadora (depende en gran medida de hidrocarburos, más intensivos en capital que en trabajo) y la industria manufacturera, al igual que el agro, se han deprimido a tal punto que somos importadores de gran parte de los bienes que consumimos. Entonces, una caída en el salario (nominal y real) puede contraer el mercado doméstico, desestimulando las inversiones para el incremento de la producción. Con datos de 2018 podemos señalar que el consumo de los hogares representa cerca del 68% del PIB en Colombia. Y, si la mayoría de los hogares depende del salario mínimo, la consecuencia nefasta pareciera inevitable.

¿Hay otro camino?

La productividad es una variable que relaciona el resultado del trabajo con los recursos utilizados para lograrlo. En otras palabras, cuánto producto se obtiene con una cantidad determinada de recursos. Según el Foro Económico Mundial los salarios en Suiza, Estados Unidos, Singapur, Malasia y Emiratos Árabes son los más productivos. A la vez que, una hora de trabajo en Irlanda, Noruega, Luxemburgo, Dinamarca u Holanda produce muchos más dólares en bienes o servicios que en cualquier otro lugar del planeta.

productividad laboral

A pesar de que Colombia se halla entre los 30 países más grandes del mundo, ya sea por población, PIB o territorio, los diferentes índices que miden la competitividad y la productividad en el mundo colocan a nuestro país en puestos secundarios: Índice Global de Competitivad (puesto 60), Anuario de Competitividad Mundial (puesto 58) y escalafón Doing Business (puesto 65). Y el hecho es que los países que tienen mayor productividad y competitividad no son los que tienen salarios nominales más bajos o, incluso, jornadas laborales más extensas. Tan sólo basta con mirar estos indicadores entre los integrantes de la OCDE, donde naciones como Chile o México aparecen con baja productividad, bajo salario nominal y larga jornada laboral, contrario a lo que sucede en los países europeos integrantes de la Organización.

indice global de competitividad

En cambio, es claro que los países más productivos son aquellos que tienen mayor cobertura y calidad educativa e invierten una tasa importante de su PIB en I+D+i (alrededor del 2% en las naciones de la OCDE). En cambio, Colombia, hace años tiene una meta de dedicar el 1% del PIB en I+D+i, pero este indicador apenas alcanza el 0,45% y, según el Consejo Nacional de Competitividad, la meta no se alcanzará en el mediano plazo. En materia de educación, los resultados tampoco son muy optimistas: la cobertura en educación superior rodea el 50% de la población que culmina educación media; pero sólo 53 de cada 100 estudiantes universitarios se graduan.

En síntesis, la idea de bajar el salario mínimo para mejorar el desempeño económico colombiano no sólo es socialmente injusto, sino que las evidencias internacionales señalan que es ineficiente. El riesgo es que sacrificar nuevamente el ingreso de los trabajadores en lugar de invertir en educación, ciencia y tecnología y otras condiciones de infraestructura, no sólo no daría los resultados esperados sino que agudizaría los niveles de inequidad en la distribución de la riqueza y mantendría al país postrado como un exportador de commodities y dependiente de las importaciones de bienes con alto valor agregado.

No se debe reducir el salario de los trabajadores, se debe incrementar la productividad del salario.

Guerras Comerciales: ¿estrategia económica o populismo pre-electoral?

Giovanny Cardona Montoya (junio 3 de 2019).

 

Los países, tal y como los conocemos hoy, son agrupaciones que nacieron de la integración de antiguos feudos (España o Italia, por ejemplo) y de la desintegración de grandes imperios (Turquía y las naciones que antes conformaban el Imperio Otomano, por ejemplo). Algunos países cuentan ya con más de 500 años de existencia, mientras que algunas naciones se erigieron a finales del siglo XX (Eslovenia, Croacia, Serbia, por ejemplo). Incluso, algunos pueblos aún esperan su oportunidad para consolidarse como Estados nación, tal es el caso de Palestina o el Kurdistán. Lo anterior, sin contar los intentos separatistas que perviven en Europa Occidental (en España, en Bélgica y en Italia, principalmente).

Sin embargo, a pesar de que los Estados nacionales son organismos vivos, en permanente evolución, hay que reconocer que se han consolidado como la célula de las relaciones internacionales, especialmente desde el siglo XX. Ello explica su preeminencia en la ONU y en diversos organismos multilaterales y regionales. Es en el marco de esta realidad que surgió la OMC (heredera del GATT de 1948) y acuerdos comerciales regionales como la Unión Europea, el Mercosur, la CAN o el NAFTA, entre otros. Tratados entre Naciones.

El surgimiento del GATT, fruto de la Carta de La Habana de 1947, no sólo es la evidencia de la hegemonía de los Estados nacionales en el tablero de las relaciones internacionales, sino que también fue la respuesta al riesgo de guerras comerciales entre grupos de países, particularmente entre Francia, Inglaterra y Estados Unidos, tal y como sucedió en la década de 1930, cuando estos países cerraron sus fronteras para sólo intercambiar productos con sus aliados (América Latina para Estados Unidos) o colonias (en el caso de Francia y Gran Bretaña).

En otras palabras, el temor a las guerras comerciales dio origen a un sistema mundial de comercio en el cual se privilegian principios como el de la No Discriminación (Cláusula de la Nación Más Favorecida) y el de Transparencia y Previsibilidad (a través de la consolidación arancelaria que evita la aplicación indiscriminada de barreras aduaneras). La OMC existe por la convicción de que un comercio transparente, no discriminatorio y tendiente a la liberalización es fuente de desarrollo.

GATT OMC historia

Sin embargo, las guerras comerciales están en auge, ¿qué sucede?

Tal vez, hasta ahora, ningún modelo político económico ha logrado mostrar mayor éxito en materia de libertades individuales y crecimiento económico como lo ha hecho la democracia liberal. Aunque los logros no son homogeneos entre países, dificilmente se pueda encontrar un caso contrario (dictadura y economía planificada) que haya alcanzado el promedio de éxitos que logra Occidente. Lo anterior no quita que China, con un modelo político estatizado, haya logrado el éxito económico combinando al libre mercado con un ferreo control estatal.

Sin embargo, los modelos de gobierno republicano y parlamentario, han entrado en crisis. Si bien las democracias liberales han demostrado ser tal vez el sistema político más exitoso que haya conocido el planeta, aquellas no se hallan libres de averías y dificultades.La actual crisis de las democracias occidentales ha devenido en el nacimiento y consolidación de movimientos políticos populistas que estimulan el nacionalismo y debilitan el desarrollo de los acuerdos y organismos internacionales. De hecho, los gobiernos populistas se apoyan en sentimientos nacionalistas para alcanzar adeptos en la población insatisfecha con élites tradicionales (frecuentemente vinculadas con corrupción) a las que asocian con los problemas sociales y económicos como las migraciones desmedidas o el desempleo. En ese contexto, el proteccionismo adquiere sentido para algunos ciudadanos.

Las guerras comerciales son un reflejo del espíritu proteccionista. Por eso están en boga nuevamente. Hoy las lidera el gobierno populista de Estados Unidos, pero con el Brexit, aquellas podrían desencaderse en otras latitudes.

¿Tienen sentido las guerras comerciales en el mundo presente?

Este artículo no va en la dirección de cuestionar el proteccionismo o de hacer apología del neoliberalismo. No, el propósito es esclarecer por qué estamos viviendo una ola de guerras comerciales y preguntarnos si éstas tienen sentido en la economía moderna. El por qué se ha esclarecido -las crisis de la democracia occicental y del espíritu solidario de las relaciones internacionales-, ahora aclaremos si tienen o no sentido en la actualidad.

El desarrollo de la ciencia y la tecnología ha llevado a las empresas a profundos niveles de especialización. Sólo miremos el siguiente ejemplo:

comercio de tareasNinguna fábrica hace un producto completo. Ninguna mercancía es 100% originaria de un territorio determinado. Un producto tan sencillo como el juguete de esta imagen tiene componentes de 12 fábricas ubicadas en seis países diferentes.

La especialización ha dado pie a las denominadas cadenas globales de valor, o sea, estructuras interregionales de producción, integradas en eslabones materializados en forma de fábricas distribuidas a lo largo y ancho del planeta. A veces se trata de una producción offshoring, donde una misma empresa despliega plantas de producción de componentes y de ensamblaje por diferentes países. La otra opción es el outsourcing (las maquilas), donde la firma dueña de la marca y de los diseños contrata a terceros para que realicen labores de manufacturación y ensamblaje.

Son diferentes las razones por las que se recurre a estas estrategias: economías de escala (volúmenes de producción), costos laborales (salarios más bajso en este asiático, América Latina y Africa), acceso a insumos (minería y agricultura), capacidad tecnológica (cuando recurres a coreanos o a fábricas de países industrializados, por ejemplo) o acceso a mercados (produces en un país que pertenece a un TLC y desde allí distribuyes a sus socios regionales).

El caso, es, retomando nuestra pregunta originaria, que las Cadenas Globales de Valor se han impuesto. Veamos:

comercio mundial 2016Según este mapa, los mayores flujos comerciales del mundo se dan entre los europeos (el comercio dentro de la Unión Europea), entre los norteamericanos (México, Estados Unidos y Canadá), entre las naciones del este asiático (Corea, China, Taiwán, Japón) y entre estas últimas y los norteamericanos y los europeos. El punto es que, aproximadamente el 50% de las mercancías que Estados Unidos exporta a México o a China, y de las exportaciones de Europa a los países del este asiático, son bienes intermedios y componentes. No son productos terminados. En otras palabras, se trata de firmas europeas y norteamericanas que realizan sus procesos de producción a través de Cadenas Globales de Valor para luego distribuir sus productos terminados (ensamblados en China o México) por todo el planeta, incluso hacia sus propios mercados domésticos.

En consecuencia, colocar barreras comerciales a importaciones de México o de China es una decisión proteccionista del gobierno de Trump que no puede producir efectos positivos sobre la economía norteamericana en el corto plazo. Y no puede producir efectos positivos porque las empresas norteamericanas que tienen desplegada su producción en China y México no van a detener sus operaciones para trasladarlas a Estados Unidos, ya que dicha decisión responde a multiplicidad de factores, tal y como ya se señaló (economías de escala, capacidad tecnológica, costos salariales, etc.). En cambio, si se reducen las ventas de productos desde México y China hacia la potencia norteamericana, la consecuencia será también la caída de exportaciones de bienes intermedios y componentes desde Estados Unidos hacia aquellas dos naciones.

En síntesis, en el contexto de las Cadenas Globales de Valor, donde las fábricas no hacen productos sino que son actores del Comercio Mundial de Tareas, una barrera proteccionista que aplique una nación se le devuelve como un boomerang por la amplia y profunda interdependencia existente. El proteccionismo sólo puede producir impactos positivos si hace parte de una estrategia de largo plazo que busque desarrollar capacidades internas, las cuales se blindan con barreras proteccionistas mientras dichas capacidades se fortalecen.

Pero subir aranceles de manera temporal, sin una estrategia de desarrollo que la abrigue, sólo beneficia a los especuladores y, tal vez, le sirva al populista de turno para conseguir los votos que busca de cara a la reelección.

La humanidad: entre el Oscurantismo y la Ilustración.

Giovanny Cardona Montoya. Mayo 19 de 2019.

 

La Ilustración es una etapa de la humanidad que se origina en el siglo XVII en Europa y continúa en América del Norte en el siglo XVIII. Muchos habitantes del planeta, especialmente los de Europa y América, nos consideramos hijos de la Ilustración, el movimiento filosófico, científico, cultural y político que creó a “Occidente“, que es una categoría que representa muchos de los valores que predicamos: el imperio de la razón y del escepticismo científico en lugar del dogma; el Estado secular y la tolerancia religiosa; la libertad individual; y el progreso.

El último valor señalado, el progreso, significa que la humanidad va hacia adelante; en otras palabras, los avances científicos y tecnológicos, la instauración de la democracia y el liberalismo económico, por ejemplo, hacen avanzar a la humanidad hacia un estadio superior de su desarrollo.

Pero, ¿realmente vamos hacia adelante?

El desarrollo científico-tecnológico, especialmente en los últimos cien años, ha traido avances increibles que pueden mejorar las condiciones materiales de vida de la humanidad: alimentación, vivienda, salud, movilidad. Adicionalmente, conocemos el planeta a lo largo y ancho y estamos observando y visitando el cosmos a distancias jamás imaginadas.

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Sin embargo, a pesar de tantas claridades fundadas en la razón y en los derechos del hombre; y de los avances científicos, técnicos y tecnológicos:

1. Gran parte de la población mundial vive en condiciones equiparables con la era de la esclavitud o del feudalismo.

– Más de 1.100 millones de habitantes del planeta (15% de la población mundial) viven en condiciones de pobreza multidimensional: ingresos insuficientes, sub-alimentación, con pocas posibilidades de educación y con condiciones infrahumanas de vivienda -sin agua potable, sin electricidad y en condiciones de hacinamiento). Para evidenciar la gravedad de la situación, señalemos que cerca de 2.600 millones de personas no cuentan con un sistema de servicio sanitario (alcantarillados).

– Los datos del Banco Mundial muestran que más de 50 países del planeta tienen tasas de homicidios -anuales-, superiores a 10 por cada 1oo.000 habitantes. Entre estos, se destaca El Salvador con casi 100 muertes.

– Según Naciones Unidas, al día mueren 17.000 niños en el mundo a causa de enfermedades prevenibles. En 2014 murieron más de seis millones de niños en el mundo.

2. Existe una marcada intolerancia y discriminación en el planeta, por distintas razones (género, religión, nacionalidad, raza, ideología, etc.)

– Según datos de la ACNUR, casi 1% de la población mundial sufre desplazamiento forzoso de sus tierras de origen. Entre estos desplazados hay 25 millones de refugiados, quienes huyeron de conflictos o por razones de discriminación -kurdos, palestinos, congoleses, gitanos, líderes LGBT, afro-descendientes, indígenas, musulmanes, etc.-

– Según la Unión Europea, el 79% de la población mundial vive en lugares donde se ejerce algún tipo de discriminación religiosa.

– Según Kinnval, investigadora de la universidad de Lund de Suecia, en 2007 ya el 20% de la población de 19 países de la Unión Europea se reconocía como xenófoba. Este dato se ha venido corroborando con el auge y expansión de partidos nacionalistas, ultraderechistas e, incluso, xenófobos en Francia, Austria, España, Hungría e Italia, principalmente. Con la política anti-inmigratoria del gobierno de Trump en Estados Unidos y el conservadurismo de Bolsonaro en Brasil, se ratifica que no estamos hablando de un hecho aislado.

Love parade. A group of people holding a huge rainbow heart. LGBT community. Human rights. LGBTQ. Flat editable vector illustration, clip art

3. Estamos destruyendo el planeta.

– Para el año 2008, el 15% de la amazonía (pulmón del planeta) había sido destruido. Según datos existentes, 80% de la deforestación del Amazonas es ilegal.

– Greenpeace asegura que 20% de las especies marinas se hallan en vía de extinción. Desde una perspectiva complementaria, 16.000 especies de flora y fauna están en peligro de desaparecer a causa de la acción humana.

– La ONU señala que se debe asegurar un control al incremento de la temperatura del planeta (riesgo calentamiento global), de modo tal que no supere 1.5 grados centígrados adicionales antes de 2030. La humanidad está en peligro de extinción, no en sus futuras generaciones, sino en el presente.

20 sintomas del calentamiento global

¿Se detuvo la humanidad en un mundo anterior a la Ilustración?

La pregunta con la que concluyo este corto escrito tiene que ver con la relación entre las ideas y las acciones. Si desde el siglo XVII prima la razón sobre los dogmas; si la ciencia se ha consolidado, trayendo avances en todo lo relacionado con la sociedad y la naturaleza; y si la democracia es el modelo de gestión del Estado por excelente en el planeta, entonces, ¿por qué hay millones de habitantes que viven -económica, social o culturalmente- en condiciones tan precarias como las señaladas? y, lo más grave aún, ¿por qué el planeta se halla al borde de su destrucción? ¿Por qué la especie dominante lo está destruyendo?

El tema es que lo que hoy se hace muy visible (por la globalización, por el desarrollo de las TIC) no es algo nuevo, sino que ahora es más evidente. El espíritu de la Ilustración y de los Derechos del Hombre y del Ciudadano no ha permeado a las sociedades y a las autoridades de manera masiva y constante. El colonialismo que apenas termina en la segunda mitad del siglo XX, las dos guerras mundiales, las legislaciones anti-migratorias o las sociedades que se manifiestan homofóbicas, racistas o que discriminan a las mujeres, son realidades históricas que han convivido con un discurso que, aunque humanista y ambientalista, no se concreta.

Si bien las constituciones políticas y la Academia parecen ser hijas de la Ilustración, las sociedades y sus sistemas políticos y económicos aún vivimos en el Oscurantismo del Medioevo; aunque nos parezca increible.

 

 

Brexit o por qué la integración regional no es tan simple

Giovanny Cardona Montoya

Marzo 31 de 2019.

 

Desde que la economía de mercado se consolidó en el planeta en el marco de la revolución industrial y de las expansiones empresariales de los europeos hacia los continentes del Sur -África y Asia- a mediados y finales del siglo XIX, el mundo se ha divido -mal que bien- en países industrializados y naciones subdesarrolladas. El desarrollo económico norteamericano y el rezago de las naciones latinoamericanas desde su independencia a comienzos del siglo XIX, completan el mapa al que nos referimos.

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Fracking: plan B de una economía sin propósitos de largo plazo

Hace una década este país declaró un horizonte de largo plazo -hacia el año 2032-: ser la 3a nación más competitiva de la región, tener el 3o ingreso per capita más elevado de la región y elevar el PIB. Sin embargo, el Consejo Nacional de Competitividad reitera, año tras año, que no se toman las medidas necesarias para alcanzar dichos objetivos.

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