Nuevos principios éticos para enfrentar las crisis globales.

Giovanny Cardona Montoya, mayo 2 de 2021.

 

1. Somos un solo mundo y no nos hemos dado cuenta.

A pesar de que por mles de años hemos sido la especie dominante del planeta, los humanos crecimos distanciados. Nos pueden hablar de los vikingos, de las cruzadas, de los viajes de Marco Polo, de la búsqueda de Las Indias por parte de los italianos y los ibéricos, etc. Pero, la verdad es que hasta hace 500 años los nativos americanos jamás habían oido hablar de Europa y lo mismo le sucedía a estos últimos con respecto a las tribus del Nuevo Mundo. De hecho, los europeos no sabían que existía este pedazo de tierra.

A pesar de que los chinos, los mongoles, los indios y los europeos se cruzaban una que otra vez en el camino o los últimos visitaban a los primeros (con el crucifijo, con mercancías y con armas), la verdad es que el común de la gente sabía más o menos nada de la existencia de los otros.

O sea, una cosa es que la literatura especializada halle evidencias de ciertos contactos interregionales e interculturales y otra cosa muy diferente es que los habitantes de a pié de Europa supieran algo acerca de personas que vivian más allá de la Villa, el Ducado o el Reino. Definitivamente, hasta hace muy poco el mundo era un archipiélago de culturas separadas por océanos, mares, montañas o desiertos.

La expansión del cristianismo, el imperio de los mongoles, el imperio romano, la expansión de los musulmanes, el descubrimiento de América y la conquista de África por parte de los europeos, fueron necesarios para una integración religiosa, linguística, tecnológica y comercial de las diferentes regiones del mundo.

El desarrollo del comercio marítimo, el descubrimiento de América y las revoluciones industriales (a partir del siglo XVIII) motivaron viajes, conquistas, relaciones diplomáticas, flujos de mercancías e inversiones internacionales que han creado al mundo globalizado de hoy.

Tanto se han recortado las distancias y caído los muros que, en 2019 aterrizaron en otro país más de 1400 millones de personas -una quinta parte de la población mundial-. En esa misma dirección, podemos señalar que la Inversión Extranjera Directa -IED- en todo el mundo (2019) superaba los 1.5 billones de dólares (millones de millones). Otro tado relevante es la dependencia de las exportaciones. Para México, las ventas al extranjero representan casi el 40% de su PIB; para el planeta, dicho guarismo supera el 30%.

Estos datos y otros asociados al uso de Internet, a las pandemias, a los conflictos internacionales y al calentamiento global, traen como consecuencia una realidad: las fronteras nacionales se hacen porosas y, en algunos casos, se desmoronan. Hay dos dimensiones complementarias que explican este nuevo mundo que hemos construido:

El intelecto humano y los intereses económicos culturales, religiosos y políticos han motivado el derrumbe de fronteras: el fortalecimiento de las comunicaciones internacionales y del transporte, el turismo internacional, el comercio exterior, los acuerdos de cooperación e integración y las cadenas globales de valor son resultado de una acción consciente del hombre para unificar y homogeneizar mercados y culturas.

– Pero, del otro lado, las guerras, las epidemias y el deterior del medio ambiente son fenómenos transnacionales. Cruzan la frontera los soldados, las víctimas del conflicto, de las pandemias, de la miseria y del calentamiento global. Todos necesitan huir de su territorio para encontrar esperanza.

refugiados en el mundo

2. ¿Una nueva ética para la globalización?

choque de civilizaciones HuntingtonHoy más que nunca, el panorama pintado por Samuel Huntington hace varia décadas, requiere de reflexión social e individual. Un choque civilizaciones sólo acelerará el camino de la humanidad y del planeta hacia el desfiladero. En respuesta al Clash of Civilizations debemos anteponer un “Ejercicio Extendido de Soberanías”.

Tal vez lo que se necesita en las actuales circunstancias no es formular un nuevo tratado ético, sino revivir algunos de los patrones que se han escrito a lo largo de varios milenios pero que han caído en el olvido, y adecuarlos al actual momento histórico y al devenir de la humanidad y del planeta.

Revivirlos, porque muchas veces se ha hablado de la unión dialéctica entre el individuo y la sociedad y entre el hombre y la naturaleza. Y adecuarlos, porque ello implica renunciar a estereotipos, creencias y valores que se caracterizan, entre otros, por la segmentación de las identidades: yo, el colombiano; yo, el afroamericano; yo, el católico; yo, el clase media; yo, el género masculino, etc. Ahora se trata de una ética para seres individuales que son, a la vez, ciudadanos del mundo.

La ética (costumbres y valores, capacidad de diferenciar el bien y el mal, comportamientos a partir de ciertos patrones morales, etc.) no es una categoría abstracta, es concreta y se materializa en ciertas sociedades y momentos históricos. El esclavista tenía una ética, el soldado se guía por patrones éticos en la guerra, el cazador de elefantes tiene ciertos valores, el sacerdote y el ateo, ambos tienen rasero ético; al igual que el obrero sindicalizado y el dirigente gremial.

Entonces, nuestra vida frecuentemente enfrenta el dilema ser individual-ser gremial. Eso es claro y comprensible. Pero se hará difícil resolver los retos globales si persistimos en desconocer o menguar nuestra identidad de Seres Vivos. Para no entrar en detalles, la humanidad está abocada a retos que van a cambiar el mundo que conocemos, en las próximas décadas. Se acabó el tiempo de pensar en “las futuras generaciones”. Los cambios ya están aquí a la vuelta de la esquina. De hecho, si hubiéramos actuado desde hace medio siglo, las oportunidades serían mayores.

Los principios éticos que colocan la vida digna en el centro de las prioridades, aquellos que señalan la importancia de tratar la naturaleza como Par del ser humano, hoy adquieren total pertinencia y relevancia.

Pero ese discurso ético, “revivido y readecuado”, requiere de una estructura social, política y económica más universal, menos parcelada. Una cultura que se enfoque en los derechos de cada ser vivo para tratar de preservar la vida como un todo. Las fronteras entre países no protegerán a unos pocos, porque la Globalización es una realidad que permea y cruza cualquier muro.

La pandemia del Covid-19 es sólo un ejemplo de lo que nos espera. Ningún país saldrá del problema por sí solo. Los viajes internacionales seguirán transportando el virus o la economía se estancará si solo viajan los vacunados. Tal vez algún empresario crea que resolverá el problema vacunando a sus empleados, pero ¿y sus clientes, socios y proveedores? ¿y los familiares de sus trabajadores?

Adicionalmente, las mutaciones del virus parece que traen más dolores de cabeza de los que ya tenemos y ningún país o empresa podrá resolver esto solo. Ya es hora de dejar de pensar que esto lo resuelve cada uno por su lado.

El calentamiento global es más complejo y definitivo. La población de las costas e islas debe migrar (refugiados ambientales), los campesinos perderán sus cosechas, los habitantes de las laderas de los rios verán inundar sus casas, los incendios cada vez serán más recurrentes. ¿En cual país? En todo el planeta. Ningún país, ninguna raza, ninguna religión podrá resolver esto por sí solo.

Y hay más, se aproxima una transformación radical de la economía y, por ende, del modelo de poder político. Todo lo asociado a la cuarta revolución industrial -transformación digital, inteligencia artificial, etc.- pondrá de cabeza el sistema productivo.

El poder de los últimos siglos se ha sustentado en la capacidad productiva. Los hombres fueron los únicos importantes hasta que el sistema de economía de mercado entendió que las mujeres serían fundamentales para producir, para comprar, incluso, para ganar las guerras. Pero se acerca el momento en el que ni hombres, ni mujeres serán relevantes para producir o batallar. De eso se irán ocupando los robots, los drones, las impresoras, 3D, los algoritmos, etc. ¿Estamos preparados para esta nueva realidad?

Ya hay drones repartidores, francotiradores y lanzabombas. Ya existen las impresoras 3D que hacen máquinas, vehículos y edificaciones. Con ciertos algoritmos, las redes te ayudan a comprar tus tiquetes o reservar tu habitación de hotel. ¿Quién dice que el avión no lo piloteará un robot o que éste no te aseará la habitación? De hecho, ya puede recoger la cosecha de naranjas con las que te harán el jugo al desayuno.

La realidad de la Cuarta Revolución Industrial no es una crisis en sí misma. Seguramente es una oportunidad. Pero esta oportunidad no se puede aprovechar con principios éticos que tratan la naturaleza como inferior y segregan a grupos poblacionales de manera arbitraria: nacionalildad, raza, género, etc.). El siglo XXI no puede ser de guetos, sino de un único rebaño de seres vivos.

Es hora de cuestionar el carácter absoluto de los nacionalismos y de establecer fronteras líquidas para que la concertación, la cooperación y la integración puedan alcanzar la amplitud y profundidad que reclaman los retos que la humanidad y el planeta enfrentan en la actualidad. Ejercicio Extendido de la Soberanía en lugar de murallas. De otro modo, no saldremos bien librados de lo que nos está pasando y lo que se avecina.

En síntesis, estamos en un momento histórico de implicaciones globales. La nueva ética debe conectar lo multilateral con lo local, lo social con lo individual y al ser humano con las demás especies del planeta. El camino que se debe tomar requiere un repensar de la amalgama dialéctica entre la unidad y el todo.

Ver a lo lejos: Proactividad en tiempos de incertidumbre.

Giovanny Cardona-Montoya, abril 4 de 2021.

1. La paradoja del presente.

Probablemente la humanidad jamás había tenido tanto acceso a la información; el hombre nunca había desarrollado metodologías y dispositivos tan sofisticados para obtener, crear y usar el conocimiento; nunca habiamos estado tan conectados todos los seres humanos del planeta. La Sociedad del Conocimiento y la Globalización son una realidad dinámica y creciente.

Pero, a pesar de ello, y como en otras épocas, vivimos tiempos de incertidumbre.

Lo más palpable de nuestra incertidumbre es la crisis de la pandemia desatada por el Covid-19. En poco más de un año, este virus ha llevado a los gobiernos, empresarios y familias de todo el planeta a improvisar decisiones acorde a la evolución de la coyuntura. En el momento que escribo estas líneas, muchos países toman medidas reactivas frente a un tercer pico de contagios. Aunque hemos aprendido mucho en este último año, aún no somos capaces de interpretar el comportamiento social bajo estas circunstancias, ni anticipar el desempeño del virus en el ambiente.

La comunidad científica y médica ha avanzado. Ya tenemos vacunas, aunque aún no tenemos certeza de su efictividad (tal vez haya que vacunarse cada año, probablemente algunas cepas nuevas del virus sean más resistentes, etc.). Conocemos medidas preventivas que funcionan (distanciamiento social) y se han fortalecido las capacidades para tomar pruebas Rcp y para atender en Unidades de Cuidados Intensivos, UCI.

Pero, a pesar de los logros, aún no sabemos cuando seremos capaces de llevar este virus a un estado de convivencia razonable -tal y como hacemos con los de influenza, por ejemplo-. Hay una profunda incertidumbre sobre el tiempo necesario para terminar con la pandemia. Ya hablamos de años.  Si no estamos dando palos de ciego, por lo menos aceptemos que no tenemos una bitacora de vuelo.

Pero no se trata sólo de la pandemia. La cuarta revolución industrial (relacionada con la transformación digital y la Inteligencia Artificial -IA-) al igual que la crisis del Desarrollo Sostenible, derivada de las consecuencias del calentamiento global, están colocando a la humanidad ante cambios profundos y acelerados que dificultan anticipar lo que sucederá en las próximas décadas.

Estas dos grandes tendencias – Transformación Digital y Calentamiento Global- marcarán el destino de la humanidad en particular y del planeta en general. Habrá cambios en el empleo, en la educación, en la producción de bienes y servicios, en la movilidad, en los sistemas de salud, en el marketing, en las finanzas, en las relaciones entre países y regiones. Y aún no sabemos exactamente cuáles serán las implicaciones -y sus dimensiones- para la humanidad y para el planeta.

2. De la Actitud Reactiva a la Proactividad.

¿Qué estamos haciendo? Estamos tratando de llevar el mismo tren de vida mientras realizamos algunos ajustes sobre la marcha. Aplicamos paños de agua tibia para ir sobrellevando la situación, pero no estamos viendo los riesgos de mediano y largo plazo.

Así, por ejemplo, cada vez que los indicadores de riesgo de la pandemia se suavizan -pocos pacientes en UCI, reducción del número de contagiados, de la tasa de positivos y del número de fallecidos-, entonces, el Estado relaja los controles y la sociedad olvida los riesgos: se abre el comercio, el turismo se fortalece, el transporte público se satura, etc. Y, como una montaña rusa, semanas después la realidad vuelve y nos encierra en las casas.

¿Por qué actuamos así? Sabemos que mientras no haya una vacunación masiva planetaria el riesgo seguirá latente. Y esa vacunación NO se está dando.

Estamos actuando sin un sentido de Visión Compartida de Futuro y pensando que se trata de un problema temporal, algo de corto plazo; pero, la realidad es que no son hechos coyunturales, estamos hablando del futuro de la humanidad y del planeta.

¿Qué vamos a hacer si desaparecen millones de empleos porque la IA realizará labores que hoy son responsabilidad de seres humanos? Esto es un tema que debe preocupar en primera instancia a las familias, al mercado de bienes y servicios, a las instituciones educativas y a los sistemas de seguridad social. No es un tema menor.

¿Qué vamos a hacer con las escuelas, el trabajo de oficina, el transporte público y el comercio, si el distanciamiento social se debe mantener por algunos años? ¿Estamos preparados para ofrecer alternancia y virtualidad con plena cobertura y calidad? ¿Estamos listos para un teletrabajo que no invada la vida familiar y asegure la idoneidad en el cumplimiento de las labores? Claro que no. Pero seguimos enfrascados en la discusión de si regresar a las aulas y a las oficinas el próximo lunes. Cómo si la pandemia ya hubiera sido superada. El tema es más serio y va para largo.

¿Qué vamos a hacer con el transporte público, el comercio al detal, los estadios, auditorios para conciertos y  restaurantes, si el distanciamiento social se mantiene como medida preventiva durante varios años? ¿Qué haremos ante el hecho que el nivel del mar irá ocupando territorio en las zonas costeras e inundando islas?

Nos está cogiendo la noche para pensar en el mediano y largo plazo. No podemos seguir concentrados en la coyuntura, tratando de tomar medidas que generen opinión pública favorable o votos en los próximos comicios electorales. Es hora de pensar en las futuras generaciones.

3. Nuevas perspectivas para enfrentar retos globales.

Un problema que hay que abordar es la ausencia de multilateralismo y solidaridad internacional. La pandemia y el calentamiento global no tienen solución local o nacional. Si no pensamos planetariamente, estos problemas nos van a arrasar. ¿Qué van a hacer los países que vacunen al 100% de sus habitantes o que logren una inmunidad de rebaño? ¿Cerrar los aeropuertos de manera definitiva? ¿Suspender el turismo receptivo? En la economía globalizada eso es imposible. Hay que abordar estos temas con más solidaridad, se requiere una nueva ética, así sea motivada por objetivos utilitaristas.

Otro reto es el modelo de producción y consumo. Vemos imposible tomar medidas drásticas con respecto a los combustibles fósiles, el consumo de plástico, el consumo de carne, la tala de bosques o la contaminación del aire: es que el modelo económico no lo permite. Si no superamos este paradigma, si no replanteamos la cultura de consumo y si no ponemos sobre la mesa la discusión acerca de las tasas de crecimiento del PIB, entonces, no habrá futuro.Todos queremos tener el estandar de vida promedio de un norteamericano, dos carros por vivienda. Eso no es posible. No hay planeta para ese estilo de vida.

Es hora de que este tipo de discusiones salgan de los escenarios académicos y entren a debate entre los partidos políticos, los movimientos sociales y la población en general. Hay que abordar diversas posibilidades concretas de aplicar cambios drásticos antes de que sea tarde.

Por último, está la cultura de la solidaridad y del fortalecimiento de lo público. La discusión frente a estos retos de futuro ya no pasa por la disyuntiva entre mercado y Estado o sector público y propiedad privada. Una nueva y creativa ecuación debe ayudarnos a afrontar los retos venideros. No se trata simplemente de reformas tributarias o de privatizaciones. Hay que “pensar fuera de la caja.”

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Un robot puede hacer un carro, pero no lo compra. Si la IA destruye empleos, la sociedad debe estar lista para asegurar no sólo la supervivencia de las familias que pierden sus empleos, sino que, el mercado necesitará compradores, pero no los habrá a no ser que pensemos diferente. Aquellos que hablan de renta universal (en sus muchas versiones) están dando luces para la discusión.

Alguien debe asumir los costos de atender a los refugiados ambientales. Las poblaciones más vulnerables a las inundaciones y sequías necesitarán recursos para recuperarse, tal vez debamos recibirlos en nuestros países y ciudades. La solución requiere de una ética que entienda que el planeta es un Arca en el que todos debemos poder resisistir este “diluvio”.

De igual manera, la pandemia pone en tela de juicio las fortalezas de los tradicionales sistemas de seguridad social. Las dificultades con la realización de suficientes pruebas Pcr, la escasez de UCI para atender a los enfermos más graves y la escasez e inequitativa distribución de vacunas en el mundo, prueban que los sistemas de salud no están a la altura de los retos presentes y venideros.

Pocos países pueden sacar a relucir los logros de su seguridad social durante la crisis del Covid. Pero, incluso en esos casos, hay que recordar que lo que estamos viviendo exige una respuesta única: no se salva nadie si no nos apoyamos entre todos.

La crisis del Covid, el calentamiento global y las transformaciones que trae la cuarta revolución industrial prueban que como especie y como planeta somos un sistema y que la globalización tiene sólidos vasos comunicantes, tanto para lo bueno como para lo malo. La interdependencia que hemos construido, especialmente en las últimas décadas, conlleva que la única salida es colectiva.

Sólo nos queda trabajar sobre una Visión Compartida de Futuro.

 

 

 

¿Combustibles fósiles o biocombustibles? Estudio prospectivo.

Giovanny Cardona Montoya, marzo 22 de 2021.

Presento mi nuevo artículo  Fossil or bioenergy? Global fuel market trends, publicado en la revista Renewable and Sustainable Energy Reviews. Este es resultado de la investigación que realicé con Diana Alejandra Londoño, Juan Carlos Restrepo y Francisco Muñoz Leiva.

https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1364032121001982?dgcid=coauthor

https://reader.elsevier.com/reader/sd/pii/S1364032121001982?token=506B784EFE6954DEA487915D4B5BC575C1D41013E27628ECB1FE732340C5B0873DF1F7AFEB88EF38957404119833ED57

Resumen:

La producción de energía y su consumo se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la humanidad. La necesidad de energía para el crecimiento económico en antagonismo con los retos del calentamiento global genera la mayor disyuntiva de la humanidad desde la segunda mitad del siglo XX.

Esta investigación cualitativa identifica tendencias contemporáneas, específicamente en relación entre energía derivada de fuentes renovables y y los hidrocarburos. El estudio prospectivo busca fundamentar escenarios posibles tanto para los combustibles fósiles (petróleo, carbón) como para los biocombustibles.

reservas de petroleo no convencional

La naturaleza prospectiva de este trabajo involucra métodos cualitativos (consulta a expertos, ábaco de Francois Regnier) para argumentar tendencias a largo plazo. Las opiniones de los especialistas se yuxtapusieron con datos estadísticos de centros especializados y tanques de pensamiento. El estudio combina análisis de fuentes de energía alternativas, políticas ecológicas y hechos geopolíticos.

Se encontraron dos patrones clave para estructurar los escenarios: la primacía del uso de combustibles fósiles y el gradual fortalecimiento de las fuentes de energía
alternativas en función de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

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Educación: ¿presencial o virtual? Esa no es la pregunta correcta.

Hace siglos-muchos siglos atrás-, la humanidad decidió que la educación requería de escenarios, metodologías y contenidos escolarizados. O sea, que el aprendizaje silvestre de la vida cotidiana y la familia no alcanzaba. ¿No alcanzaba para qué? En términos generales, no era suficiente para preservar el cada vez más rico y complejo acervo de conocimiento de la humanidad. En términos prácticos, no daba la talla para seguir construyendo ciudadanía, para consolidar la convivencia social, para fortalecer el ejército, para desarrollar la economía, etc. Los grupos sociales (tribus, pueblos, naciones, estados) requieren de ciertos sistemas de educación estandarizada y formalizada (escolarizada) para seguirse desarrollandose como comunidad. De ahí, la Escuela, la Universidad, el Museo, la Biblioteca.

Con esta narración, entre metafórica y simple, explico por qué nació la educación escolarizada.

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Ahora, muchos siglos después, la Universidad ha venido enfrentando el dilema de ofrecer más cobertura o mantener la calidad. ¿Por qué dilema? porque la filosofía económica que nos controla (o nos inspira, si suena menos duro) señala que el conocimiento es un bien escaso. En economía, un bien escaso es aquel que no existe en cantidades infinitas a precio cero. En otras palabras, educar cuesta. Así que, cada paso que damos para ampliar cobertura o mejorar la calidad implica algún nivel de inversión de recursos escasos (tiempo, materiales, suelo, etc.).

El problema de la cobertura tiene que ver con la posibilidad de dar educación a los más pobres y a aquellos que viven más alejados de las grandes urbes. La calidad tiene una doble connotación: una educación que sea consistente con los retos del desarrollo sostenible de la humanidad y la naturaleza y, a la vez, consecuente con el proyecto de vida de cada estudiante.

Resolver ese dilema debería seguir siendo el eje de las preocupaciones de los hacedores de políticas educativas. Sin embargo, la coyuntura de la pandemia del Covid-19 nos está enfrascando en lo que considero es una discusión bizantina: ¿debemos volver al campus presencial o continuar con la educación virtual?

 

Ni lo uno ni lo otro; sino ambos.

Estamos reduciendo el proceso formativo a una mediación. Ni la plataforma zoom, ni un salón con sillas, mesas y tablero, educan; son sólo recursos. La educación es mucho más que eso.

Una experiencia curricular incluye relaciones entre personas, un componente cognitivo (problemas de aprendizaje, objetos de estudio, objetivos y contenidos -conocimientos, habilidades y valores-) y un componente afectivo: métodos, medios, formas y sistemas evaluativos. En el currículo, la plataforma digital o el aula de clases, apenas alcanzan a ser medios.

Sin embargo, la diversidad de medios es ahora una gran oportunidad para redoblar los esfuerzos en pro de una educación con pertinencia, calidad y amplia cobertura. O sea, lo que pretendo con este ensayo es reducir a sus verdaderas proporciones el debate entre presencial o virtual pero, a la vez, quiero elevar a un nivel superior la cuestión sobre el potencial de estrategias como alternancia, blended learning (aprendizaje híbrido) y ubicuidad.

Las primeras dos, alternancia y aprendizaje híbrido, se refieren a una especie de distribución del tiempo -organizada por los educadores-, entre el aula  de clases y la plataforma de comunicación remota. Pero, de otro lado, la ubicuidad como la explica Diego Mazo, rector de la Institución Universitaria CEIPA, es una categoría que abre al estudiante el abanico de oportunidades para elegir su mejor lugar y momento para continuar con el aprendizaje.

En la sociedad del conocimiento, en la cual no deben existir barreras de tiempo o espacio para aprender, la educación puede ser un proceso continuo en ambientes discontinuos.

 

Al pan, pan y al vino, vino.

Hay un conjunto de realidades que necesitamos reconocer para continuar con una discusión sobre cobertura y calidad en nuestros tiempos:

– un buen campus universitario puede ser aprovechado de maneras diversas durante una jornada de aprendizaje: debates con docentes y compañeros, talleres en ambientes físicos, eventos feriales, tertulias informales, deporte, cultura, etc. Pero, cuando aquel se utiliza fundamentalmente para que el estudiante reciba información de sus profesores (clase magistral), entonces, no sólo es un desperdicio sino que se convierte en una barrera injustificable para acceder al conocimiento. Así, por ejemplo, los estudiantes de jornadas nocturnas que llegan literalmente “corriendo” a la universidad desde sus lugares de trabajo, pierden el tiempo de desplazamiento cuando la clase consiste en una sesión teórica de transmisión de información, a la cual se pudo acceder desde una plataforma de comunicación remota.

educacion tradicional, educacion moderna

– una buena propuesta educativa virtual ofrece muchas oportunidades para facilitar el acceso a la información y al conocimiento, a la comunicación bidireccional entre el docente y sus estudiantes e, incluso, a la co-creación y difusión de nuevo conocimiento.

– la educación superior ofrecida bajo modalidad presencial combina inevitablemente la comunicación y los contenidos que se intercambian en el aula con aquellos a los que se puede acceder desde canales, buscadores y plataformas digitales especializadas.

– La informática y el Internet son un recurso enorme para fortalecer procesos de enseñanza, aprendizaje, creación y difusión de conocimiento. La virtualidad (comunicación en línea -sincrónica y asincrónica-, acceso a contenidos y escenario de divulgación) es una oportunidad del mundo moderno para ampliar la cobertura educativa con calidad y pertinencia. ¿Por qué pertinencia? Porque desempeñarse en redes, desenvolverse en ambientes interculturales y co-crear sin barreras de tiempo o espacio, hoy son competencias fundamentales para la profesión y la vida.

– Con la madurez que tienen la pedagogía y la didáctica, la educación de calidad puede expandir su cobertura a todo el planeta, combinando diferentes escenarios de aprendizaje, de comunicación, de acceso y de co-creación de conocimiento. Se aprende en el hospital, en la granja, en el aula de clases, en el museo, en las plataformas virtuales, etc. Maestros y estudiantes se comunican face to face o por medios remotos de manera sincrónica o asincrónica. El menú de oportunidades es amplio. Cada vez más amplio.

– En los países de la OCDE -organización a la que ya pertenece Colombia-, 52, 6% de los jóvenes de 18 a 24 años de edad está estudiando, 33,1% no estudia, pero trabaja y el  14,3% restante es Ni-Ni. Para no ahondar en cifras, es claro que tenemos un gran reto en materia de cobertura.

– Muchas de las personas que no acceden a la educación superior lo hacen por barreras de tiempo (laboran) y/o espacio (viven en el campo o son víctimas de la maraña vehicular de las grandes ciudades.

 

Simbiosis entre virtualidad y educación presencial: más cobertura, más pertinencia.

Si bien el conocimiento es un bien escaso (tiene costo), invertir en él es una decisión altamente rentable. Un ciudadano políticamente culto, un trabajador bien entrenado, un artista bien cultivado, un médico altamente cualificado, un ingeniero creativo, un científico riguroso, un trabajador social comprometido, con seguridad aportarán con creces al desarrollo social, cultural, político y económico de una sociedad.

Por lo tanto, estamos ante una oportunidad que exige dos tipos de inversiones:

inversiones fuertes en ampliación de acceso a la informática y a Internet, por todo el territorio nacional y a todos los estratos socio-económicos. Ello implica, además de redes, acceso a dispositivos y entrenamiento para el uso de los mismos. Este es el nuevo alfabetismo: aprender a leer, escribir, navegar por Internet y usar plataformas digitales. El amplio acceso debe ser para las familias y las instituciones educativas. Ahora no sólo hay que llevar agua, gas y energía eléctrica a los hogares.

inversiones para la reinvensión curricular y cualificación de docentes, de modo tal que la educación sea un proceso de calidad, sin barreras de tiempo y espacio. Eliminar el muro que separa a las modalidades -presencial y virtual- y ofrecer programas híbridos para que los estudiantes “asistan a clases” desde cualquier lugar y en diferentes momentos.  Hermanar el aula de clases con el ciber-espacio, combinar la comunicación sincrónica (face to face o remota) con la asincrónica, enlazar todas las bibliotecas, museos y demás repositorios de información y conocimiento, es una tarea que no se puede abordar desde lo táctico, sino desde lo estratégico y pedagógico: una nueva concepción curricular en la que los objetivos de aprendizaje, los contenidos, las metodologías y las evaluaciones se repiensen para desarrollarse en ambientes discontinuos, desde una perspectiva de la ubicuidad.

Algo es real, ni el docente, ni la biblioteca tienen el monopolio del conocimiento. También es una verdad de a puño que, aunque hay un conocimiento fundamental que no se puede abandonar -la filosofía, las ciencias naturales, la matemática, etc.- y hay retos perennes: la felicidad del ser humano, la justicia social y el desarrollo sostenible, también es cierto que la humanidad debe desarrollar su capacidad de adaptación a las condiciones cambiantes del entorno social y natural. Por ende el sistema educativo tiene que ser flexible, adaptarse a las nuevas realidades y reconocer los nuevos retos y oportunidades; lo que no significa que deba perder su rigor científico y pedagógico.

Estudiante o maestro: no importa donde estés, el proceso formativo no se debe detener.

 

 

La coyuntura nos hace olvidar el horizonte.

Giovanny Cardona Montoya, octubre 25 de 2020.

 

En Colombia, a través de algunas dinámicas medianamente participativas, se han formulado apuestas de largo plazo. Son propuestas que a veces nos hacen ilusionar que vamos a tener una hoja de ruta para transformar el país, para hacerlo más desarrollado, justo y sostenible. Pero casi siempre son cantos a la bandera, ilusión de un día. ¿Alguien se acuerda de Colombia 2032? Mmmm, probablemente pocos.

De igual manera, crisis trascendentales sirven para sugerir que no debemos mantener este rumbo, que es hora de cambiar. Con el Covid lo hemos dicho -yo también-: el mundo no puede ser el mismo después de la pandemia; pero, ¿el mundo va a ser otro o nosotros vamos a actuar diferente?

Los números de la pandemia cada día son más claros y dolorosos: el desempleo y pobreza se extreman. Ya se habla de 50% de pobres en Colombia por culpa de la pandemia. Y la tentación es resolver esto con medidas de choque.

Se viene un año electoral y tras él  muy probablemente “la limosna” desde el erario público, la exhacerbación del clientelismo, las medidas populistas y demás trucos de magia que mitigan los síntomas de la miseria y el hambre, pero que también distraen para no hablar de las raíces de dichos malestares.

No dudo que hay que aplicar paliativos y medidas urgentes para atender a los más afectados, ojalá se estuviera haciendo incluso ahora que la situación es tan crítica para miles de familias. Pero no podemos olvidar que más allá de la pandemia, hay problemas estructurales que al atenderlos se siembra para cosechar un desarrollo más sostenible.

Visión Colombia-2032 pretende convertir este país en la tercera economía de América Latina, como resultado de la innovación y las exportaciones basadas en alto valor agregado. Para que la economía colombiana evolucione en la dirección deseada es necesario que se generen ciertas condiciones que aseguren un entorno favorable para las empresas, a la vez que hay que hacer una revisión de las industrias a las que se les desea dar prioridad en un nuevo modelo de desarrollo.

Sugiero retomar cinco propósitos estratégicos que ya eran claros desde que se formuló Colombia 2032 y que siguen teniendo pertinencia:

1. Consolidar un talento humano creativo, innovador, adaptable al cambio y a las condiciones de un mercado global cada vez más cambiante y complejo. El país debe asegurarse que el sistema educativo, la alimentación de los niños y los programas y estrategias de CTeI creen las condiciones para que el talento humano eleve la productividad, la calidad y la agregación de valor de nuestros bienes y servicios. Este problema se manifiesta desde la educación pre-escolar y se extiende hasta la educación superior que debe formar técnicos, tecnólogos, ingenieros, estrategas e investigadores.

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2. Fortalecer el mercado laboral formal. La economía informal y el subempleo se presentan como una espada de doble filo en contra del desarrollo económico. De un lado, los bajos e inestables ingresos debilitan la demanda agregada reduciendo el efecto multiplicador de la inversión productiva que hagan las empresas o el Estado. De otro lado, la informalidad se convierte en una competencia desleal para el comercio legal, a la vez que es fuente de crisis del régimen de seguridad social. Para nadie es un secreto que el SISBEN y los aportes subvalorados al régimen contributivo están haciendo un hueco en las finanzas del sistema de salud. Empleos bien remunerados y formales son una fuente de solución para esta crisis.

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3. Desarrollar la infraestructura física y tecnológica del país. El fortalecimiento de las relaciones comerciales entre el campo y la ciudad y entre el país y el resto del mundo, reclama unas inversiones significativas, de mediano y largo plazo que van más allá de las autopistas 4G. Para poner sólo unos ejemplos, este país no tiene una suficiente y adecuada salida al Pacífico, eje del comercio mundial. De igual modo, hay ausencia de vías terciarias y carreteras adecuadas para que las ciudades, pueblos y veredas movilicen los productos en doble vía.

4. Reducir la dependencia de la producción y exportaciones de los combustibles fósiles. El problema de fondo no es que en la pandemia hayan caído los precios internacionales del petróleo; el problema de fondo es que Colombia no tiene reservas importantes del combustible fósil para el largo plazo. Nos guste o no, esa es la realidad; adicional al problema del calentamiento global agudizado por el uso de combustibles fósiles, debemos mirar hacia otros sectores con más potencial de largo plazo. Por ello, de éste reto se deduce el último de nuestra lista.

5. Desarrollar sectores exportadores con recursos renovables. Colombia se ha venido desindustrializando a lo largo de las últimas tres décadas. Cada vez nuestros productos tienen más componentes importados, a la vez que las exportaciones manufactureras y agropecuarias se han convertido en marginales en la balanza comercial.

Está claro que las economías industrializadas y las emergentes se han consolidado a partir de la agregación de valor a sus mercancías y la consolidación del sector servicios. Aproximadamente ¾ partes del comercio mundial tiene que ver bienes de alto valor agregado, sólo lo restante son commodities; a la vez que el 70% del comercio mundial se realiza entre Europa Occidental, Norteamérica y el Este Asiático.

comercio mundial 2016

En este contexto, asumiendo que la sostenibilidad de nuestro desarrollo conlleva la necesidad de resolver problemas estructurales de la población más pobre, muchos de los cuales viven en el campo o han huído de éste; y que el potencial de nuevos sectores fortalecidos por I+D+i tiene semillas importantes en el sector rural, se hace relevante recordar los retos que señaló hace cinco años el Censo Nacional Agropecuario:

censo rural 2015

 

 

Qué la pandemia no nos enceguezca, la fragilidad con la que nos encontró el Covid se corresponde con problemas estructurales que requieren salidas de largo plazo y no pañitos de agua tibia. El potencial rural colombiano en recursos naturales y humanos puede ser una de las claves de un exitoso proyecto de largo plazo. Proyecto que busque reestructurar la economía del país, centrándola en propósitos dirigidos hacia la sostenibilidad, la formalidad empresarial y la diversificación industrial que, apalancada en I+D+i, enriquezca de valor nuestra oferta productiva y exportadora.