Hola Galileanos!!
¿Cómo están de memoria por estos días? Se los pregunto porque muchos de nosotros tenemos cosas tan bien guardadas, que en muchos casos olvidamos hasta el sitio que destinamos para archivarlas, y con eso me refiero a libros, discos, revistas y, como no, telescopios.
Y es que hace algunos días, revisando viejas publicaciones en este Blog, encontré referencias a los Galileoscopios, unos pequeños artefactos plásticos que aún hoy se fabrican y que no pasan de los 25 dólares. Esos, los pequeños telescopios, fueron diseñados en 2009 como uno de los hitos importantes en la celebración del Año Internacional de la Astronomía, al que le debemos muchos proyectos, algunas iniciativas y otras tantas actividades que tuvieron lugar en el planeta. Incluso, algunas de ellas tuvieron lugar en Colombia, pero eso será tema para otra ocasión.

Aún se pueden comprar Galileoscopios. Incluso, una nueva versión incluye filtro solar para ver un eclipse de nuestra estrella principal. Sin duda, valdría la pena comprar muchos de estos.
El caso es que aquellos telescopios, réplicas modernas del perfeccionado por Galileo Galilei, permiten observar con algún detalle los objetos celestes que detectamos más fácilmente, como la luna, los planetas observables y algunos cúmulos, varias nebulosas y hasta uno que otro cometa que se deje capturar.
Personalmente pienso que todos los colegios del mundo deberían entregarle a sus estudiantes un Galileoscopio. Es un aparato tan sencillo, barato y fácil de usar, que sin duda sería un excelente insumo para las clases de ciencias, pero también para motivar la curiosidad, la necesidad humana de la exploración, el deseo inagotable de agarrar objetos extraños en las manos y usarlos a voluntad, así sea para dejarlos caer al suelo y sentir que algo valioso perdió su función.
Hay que decir, a favor del artefacto en mención, que por ser de plástico y tan fácil de usar, ofrece cierta resistencia que jamás entregaría un telescopio convencional, lleno de piezas delicadas y espejos que se pueden fracturar con el menor descuido.
¿Y lo de la memoria?
Orden! Como dicen los jueces en las películas. Me fui de largo con lo de los Galileoscopios porque en 2009 logramos traer unas 6 cajas, cada una con 6 de estos artefactos, y es posible que muchas personas, de quienes compraron uno de estos, hoy no tengan idea de dónde quedó el juguetico. Claro, nada trascendente o de alta gravedad si ponemos el olvido en el escenario de los costos, pues al cambio de hoy 25 dólares no llegan a $75.000 pesos, un costo bajísimo para un olvido tecnológico, pero, ¿acaso recuerdan ustedes donde quedó el telescopio ese, el grande, el que el abuelo tenía guardado en un cuarto de la casa, que era metálico, con unos espejos grandes y un trípode de madera? ¿O recuerdan acaso de qué color era el telescopio que le compraron al niño de la casa en alguna navidad, porque aquel año ese fue el antojo del infante del hogar?
Decenas de telescopios y binoculares están perdidos en casas, apartamentos y fincas, ocupando espacios y ganando polvo, moho y otras variedades de hongos, durmiendo el sueño de los justos porque ya no recordamos qué se hizo, dónde lo guardaron o en cuál trasteo se perdió.
Ellos, los telescopios, fueron diseñados y construidos con el fin de acercar nuestros ojos a lo que no alcanzamos a ver bien. Sus ópticas, espejos y trípodes encajaron perfectamente en ecuaciones calculadas específicamente con el fin de ajustar cada detalle, mecanismo y elemento a las necesidades más comunes de observación celeste que podemos tener los humanos corrientes, pues a quienes dedican sus vidas, profesionalmente hablando, a observaciones y estudios más detallados, este tipo de ayudas ópticas van creando muchos rezagos y se les hace necesario integrarse a tecnologías mucho más avanzadas y poderosas que, por ahora, no son objeto de nuestro interés.
Así las cosas regresamos al asunto de la memoria y de los recuerdos:
- viejo, ¿te acordás dónde fue que guardamos el telescopio ese que le regalamos a Juanjo cuando estaba chiquito?
- JUM! Ni idea!
- ese que estaba en una caja de cartón, todavía con las marcas del almacén…
- no, nada. Yo me acuerdo que eso costó mucha plata y que fue un camello traerlo a la casa sin que Juanjo se diera cuenta, y me acuerdo que casi nos sacamos un ojo para armar eso.
- pues sí, sí me acuerdo de todo eso, pero ¿dónde quedó?
- pues debe estar con tu blusita negra, y con el regalo que compramos para la tía Lucía, que jamás apareció!
- ¿será?
- preguntale a Juanjo a ver si él se acuerda
- ese qué se va a acordar, !si desde que anda con esa niña se la pasa viendo estrellas!
- vieja, y entonces, si anda viendo estrellas, ¿para qué querés rescatarle el telescopio?
Ahí estamos pintados…