Spielberg: dos pasos atrás
Por: Íñigo Montoya
La gran virtud de Steven Spielberg es que ha conseguido con muchas de sus películas el esquivo equilibrio entre ese doble carácter del cine –y por momentos contradictorio- de arte e industria. Películas suyas como Encuentros cercanos del tercer tipo, El color púrpura, El imperio del sol, rescatando al soldado Ryan, La lista de Schindler, Inteligencia artificial o Atrápame si puedes, tienen mucho de gran cine y, al mismo tiempo, consiguieron conectar con el gran público.
No obstante, tiene un grupo de películas que están más del lado del cine de evasión y entretenimiento, al cual es más difícil encontrarle virtudes mayores a las de hacer que sean eficaces concretando ese objetivo. En ese grupo se podrían mencionar películas como Tiburón, ET, Indiana Jones, Jurassic Park, Minority report o La guerra de los mundos. De todas formas, son muy buenas películas en su tipo.
Pero hay un tercer grupo de películas que verdaderamente dejan mucho qué desear. Son filmes que fueron creados ya con intenciones de pertenecer al primero o al segundo grupo, pero que no consiguen tener éxito en una u otra forma. Las dos películas que acaba de estrenar, casi simultánemente, pertenecen a este grupo.
Con Las aventuras de Tintín, obviamente, quería hacer un gran filme de aventuras dirigido al público infantil y juvenil. Seguramente esa es la razón para elegir la técnica de “captura de movimiento” (filma los actores y los convierte en animación 3D), porque es atractivo visualmente y está de moda.
Pero a pesar de todo el prestigio de la legendaria histoireta del belga Hergé, Spielberg solo consiguió un relato de aventuras común y corriente, cargado de toda la acción y los lugares comunes típicos de lo más comercial de este género. Es cierto que visualmente consigue una estética propia y hasta fascinante, pero con la tecnología de ahora eso ya no es mayor mérito. Incluso se le debe reprochar que sus imágenes y acciones no explotan el sistema de 3D en todo su potencial (un 70% de la película se puede ver sin las gafas).
De otro lado, está Caballo de guerra, una película que está siendo promocionada como otra entrega de los grandes filmes bélicos de Spielberg, pero lo cierto es que se trata de un relato forzado y sensiblero que tiene a un (milagroso) caballo como su héroe e hilo conductor. Las profundas reflexiones y los duros dramas humanos que se le han visto en sus películas de guerra desaparecen aquí para construir aislados capítulos que explotan la emotividad de una situación y tal vez el amor por los animales.
De manera que con una película quería ser comercial y puro entretenimiento, lo cual puede que logre con cierto público, pero en realidad solo hizo una cinta como cualquier otro director pudo haber coseguido, sin toda su fama y muchas veces demostrado talento; mientras que en la otra, un tema con el que este cineasta ha dicho grandes cosas, solo consigue reproducir la emotividad fácil y el sentimiento predecible.