En el corazón del mar, de Ron Howard

Tras el mito de Moby Dick

Oswaldo Osorio


Ron Howard es heredero de los clásicos contadores de historias de Hollywood. Películas suyas como Un horizonte lejano, Apollo 13 o Desapariciones así lo demuestran. Son relatos construidos con solidez e intensidad que amarran al espectador a la butaca durante todo el metraje. Esta película tiene esas características y, además, cuenta con el valor agregado de tener como referente a una de las más grandes e intrigantes obras de la literatura: Moby Dick, de Herman Melville.

La película es como una suerte de “detrás de cámaras” de la obra de Melville. Empieza cuando el novelista llega adonde un hombre que le contará la tragedia que hace mucho vivió su barco signado por la venganza de la famosa ballena blanca. De manera que el relato va y viene entre el momento en que este escritor estadounidense toma notas para su próxima novela y la recreación de la sorprendente y trágica historia.

Y efectivamente, la película va tomando el tono de los clásicos relatos de aventuras de Hollywood. El colorido de los personajes, el drama íntimo (entre el capitán y su primero al mando) que se mezcla con el conflicto general (el de la caza de ballenas primero y la supervivencia después) y ese énfasis épico en la narración, son las características que conectan a esta cinta con esa tradición de grandes contadores de historias del cine.

Aunque esto sucede especialmente en la  primera parte de la película, cuando el conflicto general está centrado en la caza de ballenas, porque luego, cuando se trata de la supervivencia, el relato cae en el esquema del relato de náufragos que, por lo específico de la situación, limita las posibilidades de que pase algo distinto a lo que ya hemos visto en decenas de películas en las que ocurre el mismo caso.

Así que con menor intensidad en la acción y menos posibilidades para el despliegue visual, el relato avanza, aunque tal vez con mayor dramatismo, en función de la supervivencia de los marineros. Si bien esta trama es la que siempre está en el centro de interés del director, también se ponen en juego ideas como la culpa, el honor, la ética y la camaradería.

En definitiva, aunque estamos ante el Ron Howard de intensos y épicos relatos, así como ante una historia que tiene un interés adicional por la célebre novela a la que hace referencia, la segunda parte de la anécdota cambia tajantemente la clave de la narración y no permite que sea el gran relato que prometía.

Ángeles y demonios, de Ron Howard

De best seller a carrera  de observaciones

Por: Iñigo Montoya

Otra película cuyo máximo valor es haber sido un libro vendido por millones, una razón que, la más de las veces, resulta ser más bien digna de desconfianza. Lo que es masivo, por lo general, está hecho de fórmulas probadas, esquemas y estereotipos, adosado con algo de sensacionalismo. ¿Y qué más sensacionalista que un complot en el seno del Vaticano o la muerte de un Papa, más aún si hay sospecha de asesinato?

Esta película es un thriller policiaco en el que la intriga, los crímenes y los espacios en que se desarrolla tienen el atractivo adicional de estar relacionados con la historia de la Iglesia Católica y todos sus secretos y leyendas, un suculento material para crear una historia policiaca y darle un contexto que la haga parecer muy sesuda y muy profunda.

Pero nada de eso. Apenas la superficie de esa historia, sus diálogos y causalidades, están construidos a partir de ese complejo material, pero el corazón de la historia, lo que le importa a su director, es contar un relato de intriga y misterio a partir de un esquema harto elemental y conocido: Un asesino que deja indicios de sus futuros crímenes y un investigador que siempre va un paso atrás y que sólo en el último momento consigue llegar a tiempo.

Por eso la dinámica dramática y narrativa es tan simple como el hecho de que después del primer crimen sigue el segundo y después el tercero, como una carrera de observaciones, mientras los héroes y espectadores recorren el camino ya trazado y conocido hacia el predecible final, donde siempre tratan de hacer un giro insólito, al que es fácil de adelantarse, simplemente es desechar las falsas pistas obvias y pensar en el menos pensado.

En definitiva, es una gran producción, llena de todo eso que bien sabe hacer Hollywood: persecuciones, explosiones y grandes efectos, creada para entretener y cautivar la atención mientras ocurren las cosas, pero al empezar los créditos finales, ya nada queda en el seso del pobre espectador, eso a pesar de la palabrería y referencias históricas con que se arropó este simple thriller de “Sigo las pistas que el asesino me dejó para capturarlo, y lo capturo.” 

Frost/Nixon: La entrevista del escándalo, de Ron Howard

La Televisión como un campo de batalla

Por: Oswaldo Osorio

Difícilmente alguien pensaría que una entrevista es una buena historia para hacer un filme. Sin embargo, así lo creyó un director de Hollywood, tal vez el más inesperado de todos, Ron Howard, el mismo que acaba de adaptar los best sellers de Dan Brown (El código Da Vinci, Ángeles y demonios) y el mismo que hace parte de la élite taquillera  y “oscarizada” de la Meca del cine con películas como Un horizonte lejano, Apollo 13 o Una mente brillante.

Cuando un estudiante universitario (por poner un ejemplo reciente que conocí) cree que la Segunda Guerra Mundial la ganaron los alemanes y que terminó en 1955, la palabra Watergate o el nombre de Richard Nixon nada le dicen. Incluso en Estados Unidos los jóvenes reconocen más fácil al payaso de McDonalds que la foto de uno de sus presidentes.

Y menciono esto porque la historia de esta cinta (una entrevista) y su tema (Nixon y su dimisión), podría verse como un material demasiado árido y codificado, además sin posibilidades dramáticas y narrativas, un material con el que nadie de Hollywood vería posibilidades.

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