Todo el dinero del mundo, de Ridley Scott

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La madre y el avaro

Oswaldo Osorio

Cuando el dinero se convierte en el objetivo de la vida en sí mismo, y no en un medio para conseguir otras cosas, como el bienestar, por ejemplo, entonces las personas y las relaciones con los demás pasan a un segundo plano, así como la percepción de lo que es importante y esencial en la existencia. Esta película es una visión sobre esa forma de concebir el dinero, pero también es una historia de supervivencia y un thriller, aunque envolvente, no demasiado intenso ni apasionante.

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Prometeo, de Ridley Scott

La misma cosa pero peor

Por: Íñigo Montoya


Si las segundas partes excepcionalmente son buenas, las precuelas (continuación de una saga pero que da cuenta de la historia que ocurrió antes de lo que relató la primera entrega) si que menos. Y con esta película es impensable que una precuela hecha treinta años después se acerque siquiera un poco al nivel de la primera.

En efecto, ese gran clásico del horror y la ciencia ficción que es Alien, el octavo pasajero (1979), realizada por el mismo Scott, se supone que tiene en Prometeo su precuela, pues en esta se cuenta el origen del temible y baboso bicho que ya hemos visto en cinco entregas, contando las dos en que se enfrenta con Depredador.

Quien conozca Alien, el octavo pasajero, reconocerá en esta última entrega exactamente el mismo esquema con los mismos elementos, incluyendo los célebres diseños de H. R. Giger. Sin embargo, no tiene el mismo efecto en términos de la tensión y las sorpresas generadas por la original, todo lo contrario, al reconocer el esquema, y más sabiendo que es una precuela (inicialmente se había promocionado como Alien, los orígenes), es inevitable fruncir un poco el seño porque se reconocen los caminos ya recorridos y, por eso, uno siempre está anticipándose a todo lo que va a pasar. Absolutamente a todo.

Que es una gran producción y tiene secuencias visualmente muy bien logradas, pues eso apenas es natural en estos tiempos. Tal vez un espectador que no sea muy cinéfilo podrá disfrutarla como una película más de acción y ciencia ficción, pero para quienes conozcan el género y se hayan visto las películas de la saga (o al menos la primera), esta última experiencia del alienígena más temible del cine será olvidada rápidamente, en especial porque al bicho se le ve solo en los últimos segundos. Es decir, es una película de Alien pero sin Alien, ¡vaya paquete chileno!

Robin Hood, de Ridley Scott

El pasado del príncipe de los ladrones

Por: Íñigo Montoya

Ya tantas versiones se han hecho de este mítico personaje inglés, que poco entusiasma cuando se anuncia otra. El hecho de que haya sido realizada por el mismo director y protagonista de Gladiador, no cambia mucho la idea de que pueda ser una nueva cinta sobre más de lo mismo. Y efectivamente, nada fuera de lo presupuestado se vio, ni siquiera fue un fiasco, solamente una película más sobre un personaje harto conocido.

Aunque es cierto que existe una gran diferencia con las demás versiones, y seguramente a eso era a lo que le estaban apostando sus realizadores para sacarla del montón, y es que esta película termina donde casi todas las demás empiezan, es decir, con Robin Hood en el bosque, con su banda de forajidos, robándole a los ricos para darle a lo pobres.

De manera que la historia que propone esta cinta es la que ya había contado en sus primeros veinte minutos la versión de Kevin Costner, esto es, el pasado como cruzado del personaje, pero concentrándose en una inusual variación que lo pone como un caballero de la nobleza que lucha contra una conspiración para derrocar al rey. Es decir, le cambiaron por completo la naturaleza al héroe, que pasó de ser el símbolo del pueblo que lucha contra la opresión de la nobleza y la monarquía, a ser un noble patriota que ayuda a su rey a permanecer en el trono.

En otras palabras, por hacer la diferencia, esta película desdibuja por completo lo único llamativo que tiene el personaje, convirtiéndola simplemente en una cinta más de acción con caballeros medievales. De manera que todo en ella está diseñado, como es ya costumbre en las películas de este director y este actor (ya sea juntos o separados), en función del esquematismo de las secuencias de acción, del espectáculo del combate con espadas, de los planificados choques entre ejércitos, y en fin, de lo que tanto hemos visto en tantas películas, sin que, además de eso, ofrezca algo nuevo.