Tron, de Joseph Kosinski

Tron y la relación con los gamers

Por: José Manuel Vélez

En la mente de todo gamer solo puede haber una gran fantasía: el anhelo y ensueño de fundirse con el gran universo virtual, esa quimera que en el arrobamiento del usuario final y sin moverse de su silla, permite viajar por el infinito e inconmensurable mundo de los bits, las ecuaciones y algoritmos. Una realidad tan maleable y versátil como la mismísima mente de cualquier artista, pero a la vez casi tangible y veraz como cualquier determinación física.
Eso plantea Tron, la nueva película de Disney en formato 3D, o por lo menos es el aspecto que a los gamers puede llevar a conmover. En principio puede parecer una película como todas las demás, con trágicas historias y un drama que a lo mejor no sentiremos muy profundamente. Pero solo es llegar al punto cumbre, donde el “usuario” se introduce en aquel universo sintético, lleno de colorido y de unos aspectos visuales no mas que excelentes en su
representación o recreación, entonces llegará el impacto, el nuevo universo ahora está aquí para salvarnos, cada efecto nos hará recordar el Tron 2.0. que, a pesar de sus desmejoradas gráficas y grandes bugs, es una experiencia memorable.
Quizá el gran punto débil del film sea su contenido, ¿pero acaso hay algún interés en un contenido mas allá de efectos e innovación en lógica visual? Desde el inicio se sabe que es una película para pasar un buen rato, y sobre todo para aquellos que estando acostumbrados al mundo de los videojuegos, saben que muy poco contenido productivo encuentran, por ejemplo, en los entretenidos Postal II o Alpha Protocol (que, por supuesto, más contenido tiene una bolsa de basura). Ya sería otra cosa quizá ver una adaptación milimétrica de Half life 2 o de Fallout 3.
Por eso afirmo que esta película en los gamers puede tener un gran significado, como en alguna medida lo tiene Resident evil o El príncipe de Persia, incluso la mismísima y desvalorada Doom. Quizá la gran diferencia es que Tron es una película sobre un videojuego, que puede que trate de dar un argumento en torno a las realidades y la ficción, algo que no se ha abordado en un videojuego existente, porque las mencionadas anteriormente fueron películas adaptadas de los videojuegos al cine.
Los gamers de cine no saben más que cualquier crispetero como yo, o cualquier otro que se le ponen los pelos de punta con solo ver un enfoque de cámara virtual o la imitación de las cámaras de plataforma de los videojuegos. Tron cuenta con lo que un gamer puede esperar de un film, aunque en ocasiones hace falta más de interacción con ese universo, mas acción quizá, pero eso debilitaría, por ejemplo, la relación de padre e hijo que intentan desarrollar de forma progresiva. Otro aspecto fuerte es el acompañamiento sonoro por parte la banda Daft Punk, una compenetración bastante buena y más aún con el guiño del bar de Sussan, donde aparecen los dos integrantes de dicha banda animando el lugar con su música.
Así pues, Tron puede representar más el ideal común de videojuego, mostrando un juego de estereotipo, el juego conocido por explotar la realidad virtual en su máxima forma, definiendo elementos claramente futuristas y quizá inexplicables a algún juicio lógico, sociedades avanzadas o búsquedas de perfección. Esto es lo que hace grandiosa la idea de que un usuario se enfrente, como humano, ante su propia creación irreal y a su universo. Es el juego que muchas veces nos hace trastabillar entre la realidad real y la realidad virtual cuando pasamos tantas horas intentando superar un nivel.

Iron Man 2, de Jon Favreau

Tedio enlatado

Por: Íñigo Montoya

Es absurda la cantidad de veces que nos vemos obligados a comprobar que segundas partes nunca son buenas. Así como sorprendió que, en su primera parte, otra historia más sobre un superhéroe que viste un traje mecánico resultara una cinta interesante y entretenida, ahora no sorprende que su alargue a una segunda parte haya sido un fiasco en casi todos los sentidos.

Como se sabe, las segundas partes se hacen para sacar más provecho a la franquicia luego del éxito de la primera. Excepciones como Terminador, Volver al futuro o Resident Evil, son muy escasas, porque por lo general la segunda resulta una mala copia de la primera en la que, extrañamente, los mismos elementos no funcionan de nuevo.

La idea inicial, que está basada en un superhéroe detrás del cual hay un multimillonario hedonista y arrogante, funcionó muy bien hace dos años, tal vez por la novedad del personaje y su juguete tecnológico. Pero en esta ocasión esa personalidad es llevada a extremos ridículos, como cuando hace de anfitrión de una fiesta con el traje puesto y luego, borracho, pelea con su amigo que le quitó uno de los trajes.

En este sentido el guión resulta trivial y empantanado en una serie de situaciones que no se deciden en, por un lado, desarrollar a profundidad la trama o sus personajes, o por otro, al menos concentrarse en buenas secuencias de acción, de las cuales escasamente hay tres en toda la película, sin que necesariamente sean lo mejor que hayamos visto del cine de acción: sólo pirotecnia visual y máquinas dándose golpes.

Es una lástima ver cómo Robert Downey Jr. desperdicia con cintas así el renacimiento de su carrera (debía aprenderle a Johnny Depp, que advirtió que no participaría de Piratas de Caribe 4 si no le gustaba el guión). Igual es una lástima ver a la bella Scarlet Johansson hacer papelitos de este calibre, luego de actuar a las órdenes de maestros del cine.