Un octubre como todos
Por: Cristian Camilo Aguilar y Carlos Mora
Una sociedad regida por valores religiosos y que ha caído en la monotonía del sistema capitalista que la gobierna se revelan en la película peruana Octubre, de los hermanos Daniel y Diego Vega, galardonada en Cannes.
Una película en la que sus personajes son antagónicos en valores, pues mientras algunos de ellos están ligados a la fe católica, otros se sienten más identificados con el valor del dinero; como es el caso del protagonista de la historia,Clemente, un prestamista independiente que trata de evadir toda clase de compromiso de carácter sentimental y busca una solución para salir de la responsabilidad que tiene con su hija, una niña recién nacida fruto de una relación casual con una prostituta, quien se ha marchado sin dejar huella. Para él la prioridad es el negocio que ha heredado de su padre, el cual le permite conseguir dinero que garantice su bienestar físico.
En el caso de las prostitutas no sólo los favores sexuales se cobran, sino que se saca provecho económico de cualquier situación, porque así lo exige el entorno de marginalidad en el que se mueven.
De otro lado, Sofía es una mujer soltera muy devota al Señor de los Milagros y se ofrece a cuidar la hija de clemente. Pese a sus valores católicos, trasgrede las líneas de lo prohibido incurriendo en el pecado con tal de ganarse el amor del protagonista. Ella se debate entre la fe por sus santos y la pasión que siente por él.
Cada uno de los personajes representa la vida cotidiana de una sociedad sumida en un sistema capitalista, un sistema que acompañado por una doctrina religiosa que impide actuar fuera de los parámetros establecidos, haciendo del ser humano un ser egoísta, materialista, culpable y solo. Es un sistema que hipnotiza y pocas veces permite despertar, cuando la vida pende de un hilo muy delgado. Una película que revela la codicia, los sentimientos, las emociones y unos valores que son base de la moralidad interna.