Preciosa, de Lee Daniels

La marginalidad multiplicada (y manipulada)

Por: Íñigo Montoya
La cuota dramática, conmovedora y de compromiso social de la última entrega de los premios Oscar corrió por cuenta de esta película. Es cierto que se trata de una obra seria y sólida, especialmente en sus actuaciones (cuenta con un gran reparto femenino) y con un acabado visual en clave documental, pero tampoco es la obra maestra de la que muchos hablan.
La cinta cuenta la historia de Precious, una adolescente con todos los problemas posibles: pobre, con sobrepeso, abusada sexualmente por su padre, con una hija con síndrome de down, en embarazo, una madre que la maltrata física y sicológicamente, analfabeta, con  SIDA y negra (ella cree que su vida sería más fácil siendo blanca).
Lo que se puede ver con todas estas características de la protagonista es que se trata de una historia que se esfuerza demasiado en crear un personaje digno de lástima, marginal desde múltiples aspectos y, por eso, tremendamente dramático, un personaje con el que forzosamente –o forzadamente- el espectador debe sentir compasión. Y el relato permanentemente está manipulando este sentimiento en el público, lo cual no deja de ser cuestionable, pues no hay lugar para sutilezas.
Es una película que se deja ver, que conmueve, que tiene algunos momentos de gran fuerza e impacto, pero en últimas termina siendo un drama serio disfrazado de historia de superación y liberación, un relato que hace demasiado evidente su intención de tocar al gran público y mandarlo bien blandito para su casa.