El cine de Luis Alberto Restrepo

El Placer de la Guerra

Por: Sebastian Betancur Ochoa


“Errare humanum est”, cita la clásica expresión latina en la que se deja por sentado que el ser humano, por su naturaleza, es susceptible de cometer errores y es inevitable tratar de impedir que esto pase. Entre los errores que ha cometido y seguirá cometiendo el hombre, está la guerra. Esa lucha implacable y despiadada por el poder, el territorio o por el simple hecho de demostrar superioridad, ha hecho de la historia una gran sucesión de errores y tropiezos en la evolución del ser humano.

Sin embargo, estos han sido enormemente productivos para los artistas que hacen de ella una fuente de inspiración tanto para reflexionar sobre ella como para criticarla en todos sus aspectos. Desde los realizadores norteamericanos utilizando su Guerra Civil, la invasión a Vietnam o la más desgastada ya, Segunda Guerra Mundial; pasando por los españoles que no ignoran la represión de la dictadura franquista y su misma guerra civil, un país como Colombia, cuya historia ha ido de caída en caída, no podía ignorar, a través de sus expresiones artísticas, todo este conflicto que ha acompañado a su población desde hace más de medio siglo.

Luis Alberto Restrepo es uno de esos individuos capaces de analizar y criticar el conflicto que se ha vivido en el país, y presentarlo, utilizando los recursos y la narrativa cinematográfica, para mostrar realidades que casi siempre son ignoradas por los medios que se encargan de delimitar qué y cuánta información recibe la sociedad en general. Pero aun así, éste no lo hace de manera amarillista ni sensacionalista, sino que involucra otros aspectos de la psicología del ser humano que afronta todo este tipo de conflictos y los presenta a través de personajes muy bien construidos que llevan la trama a una faceta que llega a desligarse del asunto guerrerista y se centra en una cuestión más rica en detalles narrativos e ideológicos.

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La pasión de Gabriel, de Luis Alberto Restrepo

Pastor de ovejas negras

Por: Oswaldo Osorio

Si alguien como el padre Gabriel no puede salvar a Colombia, o por lo menos a uno de sus pueblitos, entonces las esperanzas de que este país solucione sus problemas son cada vez más ilegibles. Nuevamente la ficción en el cine colombiano retoma ciertas circunstancias de la realidad, hace su versión y reflexiona sobre la compleja red de causas y actores que intervienen en el conflicto nacional. Y nuevamente Luis Alberto Restrepo plantea, con lúcida sencillez, su mirada a esa guerra que se libra en los campos y sus devastadoras consecuencias para el país.

Ya lo había hecho en La primera noche (2003), su ópera prima, una película que, con descarnada elocuencia, ponía en evidencia el fuego cruzado en medio del cual viven los campesinos colombianos, así como la más nefasta de sus consecuencias, su desplazamiento hacia un oscuro futuro en las ciudades.

Con esta nueva película complementa este enunciado y mantiene el pesimismo sobre las trágicas salidas por las que siempre opta la problemática del país. Si en La primera noche el desamor fue el conflicto íntimo a partir del cual se articuló el otro conflicto más amplio, el armado, en esta otra película el conflicto íntimo que lo articula es el apasionamiento de un sacerdote por los distintos aspectos relacionados con su vida: apasionamiento ante la injusticia social, la corrupción política, la obtusidad de la iglesia y por el amor de una mujer.

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