Sí señor, de Peyton Reed

Lo cómico del Señor No

Las comedias de Jim Carrey siempre han sido polémicas entre el público y, sobre todo, entre la crítica. Acusado de sobreactuación y de hacer películas fundadas esencialmente en su histrionismo, Carrey ha hecho algunas películas realmente tontas y otras osadas e ingeniosas, pero sin importar a cuál grupo pertenezcan, todas han sido muy populares.

Al margen de la comedia, Jim Carrey ha demostrado ser aún mejor actor. Eso se ha comprobado con películas como El mundo de Andy, El Show de Truman o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Su seriedad, versatilidad y talento le han dado la legitimidad como actor que muchos quisieron negarle como cómico.

Con esta nueva película el actor sigue demostrando que es bueno en lo que hace, pero la diferencia con muchas de sus otras comedias es que se trata de una cinta inteligente y bien construida, incluso con una idea esencial de fondo válida y seria.

En principio parece una variación de Mentiroso, mentiroso, pues aquí en lugar de no poder decir mentiras, es que no puede decir que no. La diferencia está en que la primera está construida prácticamente sobre ese histrionismo exagerado del actor cuando trata de evitar decir la verdad, en cambio este nuevo filme está hecho de una sucesión de situaciones cómicas e ingeniosas que sirven para contar una historia con un propósito final. Además, también es una comedia romántica, lo cual le da un ingrediente adicional bastante atractivo para el argumento y el disfrute del público.

I.M.

Siete almas, de Gabriele Muccino

O la pretenciosa sensiblería

El afiche de esta película lo dice todo: Will Smith en una foto tipo documento de identidad. Es decir, una película vendida por el actor, en principio, y lo que es peor, un actor que ha sido muy eficaz para la acción y la comedia, pero que se le ha dado últimamente por hacer dramas en los que no actúa, sino que sólo fija la mirada y hace pucheros.

La historia es otro cuento sensiblero tipo En busca de la felicidad, de esos diseñados para no dejar ojo seco en toda la sala de cine. Pero esa película al menos era un muy bien armado cuento de superación personal, que es justamente lo que muchos buscan en el cine. Esta nueva película, en cambio, no sólo está mal armada, sino que luego se vuelve predecible y al final artificialmente sensiblera (que no sensible, sutil o emotiva).

El primer problema es que para la media hora inicial el espectador no se ha enterado de nada. Ocultan las intenciones del protagonista y se extienden en una presentación de personajes y situaciones inconexas y aburridas. Cuando se sabe por fin para dónde va el asunto, sigue la retahíla de situaciones entrecortadas y aburridas que dilatan y dilatan ese final anunciado desde la primera escena cuando este hombre reporta su propio suicidio.

Pero lo peor de todo: la película parece contada para hablar de la bondad y generosidad de un hombre para con siete personas, pero desde muy temprano es evidente que lo hace es por culpa, que de no haber sido antes tan insensible y negligente no hubiera ocurrido el accidente y su ataque de “generosoidad” nunca sería posible en su vida. Para colmo, enamora a una pobre desahuciada, aún sabiendo que no podrá corresponderle porque se va a suicidar. Pero mucha gente sigue creyendo que esta es una película emotiva y sensible. ¡Sólo una patraña más de Hollywood para incautos!
I.M.

DIARIO DE ÍÑIGO

Enero 18 de 2009. La ciudad del cine cursi. Interior. Noche.
Nunca voy un viernes temprano en la noche a ver cine, menos si es en época de vacaciones. Pero esta vez las circunstancias así lo quisieron. Sabía a lo que me enfrentaba: muchedumbre, crispetas, celulares, batallar con el codo del vecino, en fin. Pero allí estaba, como hacía muchos años no lo estaba. La película era Crepúsculo, una insólita mezcla de cine de vampiros e historia romántica, con menos sangre y acción (mucho menos horror) que romance y cursilerías. Como la vida de un vampiro, una eternidad, eso fue lo que se demoraron en introducir el conflicto. Y como se sabe, un relato sin conflicto es como un muerto en vida, también igual que un vampiro.

Pero más que lo insufrible de la cinta, me sorprendió la actitud del público. En una película de horror la gente grita, en una comedia ríe, pero en una historia de amor, endulzada hasta el extremo, las reacciones son las más insólitas, desde suspiros en coro que se oyen en todo el teatro, pasando por risitas nerviosas, hasta piropos cada que aparece un galán. No miento, ¡piropos! Parezco burlándome de estas criaturas que tan ingenuamente caen en la trampa de una sospechosa película, pero al mismo tiempo, mi sorpresa es porque confirmo la fascinación que aún el cine, pero sobre todo el rito de verlo colectivamente, despierta en el público. Por eso el cine no va a morir nunca como espectáculo, porque muchos espectadores necesitan esa complicidad con los demás en las emociones que el cine despierta. A mí eso me gustaba, pero cuando tenía diez años.

DIARIO DE ÍÑIGO

Noviembre 14 de 2008. La ciudad del cine para tías. Interior. Noche.
Hay unas películas que dan un poco de fastidio, de asco a sus edulcorantes recursos y al obvio e intencional  gesto para conmover. Eso me pasó con la película italiana Rojo como el cielo, de un tal Criatiano Bortone. Tan desagradable como los cerdos podridos de Saw, aunque por razones contrarias. Películas con niños o ciegos o reminiscencias del pasado o internados escolares (y ésta tiene todo eso) son casi siempre iguales: sensibleras y predecibles historias hechas a la medida de las tías que se jubilaron de profesoras de primaria, o algo así. Lo peor es que pasan por “cine independiente”, eso por ser italiana, por tener “mensaje” y porque la exhiben en una sala como la del “Colombo Americano”. ¡Me cago en el cine para tías! Como diría un buen españolote. A mí que el cine me transgreda, me agreda y me ponga a pensar, no que me bañe en chocolate con la historia tonta de un niño ciego.

10 preguntas sobre Hell Boy II

1. ¿Es su argumento un intento de los guionistas por superar la marca de lugares comunes del cine de fantasía y de superhéroes?

2. ¿Qué pasó entre el rodaje de las dos películas, que Liz no sólo aceptó de nuevo a Hell Boy sino que se fue a vivir en concubinato con él?

3. ¿Será cierto que la forma tan fácil como Hell Boy vence a sus oponentes, más que una muestra de sus habilidades, lo que hace es producir menos emoción en el espectador?

4. ¿Sabrá Guillermo del Toro –o al menos su director de arte- que la Venus de Willendorff, esa enorme escultura de piedra que subastan al inicio,  realmente mide sólo 30 centímetros?

5. ¿El hombre de lata lleno de humo verdaderamente no es un héroe demasiado ñoño y “etéreo”?

6. ¿Sabrá Guillermo del Toro que las palabras “predecible” y “elemental” no son buenos adjetivos para estar asociados a sus historias?

7. ¿No se habrá dado cuenta el director la diferencia entre lo bien que funciona el efectismo visual de, por ejemplo, la muerte de ese ser de la naturaleza, en comparación con lo mal que funciona el efectismo argumental de, por ejemplo, no permitir que Hell Boy suelte al bebé en su combate?

8. ¿Los amigos de Guillermo del Toro irán a sus fiestas a tomársele el whiskey de cuenta de los millones que ha ganado con Hell Boy, pero mientras él atiende a otros invitados confiesan que les gusta más  Cronos, su primera película, y cuando hacía cine en México?

9. ¿Si Liz abraza a Abe enojada, entonces Hell Boy cenaría pescado frito?

10. ¿Dónde vivirán Liz y Hell Boy con sus dos diablitos de fuego ahora que no están al cuidado del gobierno, son desempleados y los humanos los discriminan por ser fenómenos (igualito que con los X-Men)?
I.M.

DIARIO DE ÍÑIGO

Octubre 26 de 2008. La ciudad de los necios conjurados. Int/Ext. Día/Noche.
Ayer supe que una amiga no ganó un premio que merecía ganar. Su trabajo es a todas luces de lo más ingenioso y contundente que se ha hecho en la ciudad en el video experimental. Sin embargo, los dos jurados fueron miopes en su apreciación. Aunque en realidad no es su culpa, pues es como si a mí me pusieran de jurado en un concurso de pedigrí canino. Justo a mí que me gustan lo chandosos, creo que eso es por su naturaleza marginal.

No, el problema no fueron los jurados, que sé muy bien que son muy competentes… pero en otros campos, no en el del video experimental. En realidad el problema de fondo en estos casos, casi siempre recae es en los que eligen a los jurados, ésos son los que tienen el verdadero poder, ésos son los que deben saber más que todos, y si no saber, al menos tener el criterio, el sentido común y el conocimiento del gremio. No era éste el caso. Y las consecuencias las sufrió mi amiga, que hizo un video muy bueno llamado Versión Libre.

Uno de los mejores libros que he leído en mi vida se llama La conjura de los necios, de Jhon Kennedy Toole (otro marginal, como los perros chandosos). Siempre lo recuerdo, al menos su título, cuando ocurren estas cosas. Cuando son los necios los que tienen el poder de decisión, cuando alguien que no sabe de cine dirige una revista, cuando a un petardo metódico le dan un cargo en una facultad, cuando los jefes de entidades culturales no tienen idea del asunto, o incluso lo que leen son libros de auto superación.

El problema no es estar rodeados de necios, sino que sean ellos los que tomen las decisiones y los que elijan a otros necios para que siga la cadena de necias decisiones.

88 minutos, de Jon Avnet

 

Otro thriller común y corriente que llega a quitarle espacio a una posible buena película. Ni siquiera su gancho, la presencia del actor Al Pacino, es una buena razón para verla, porque se trata de otro papelito también común y corriente, como los que las estrellas hacen sólo con fines “alimenticios”.

El asunto es muy simple, un sicópata se quiere vengar del testigo que lo hizo meter a la cárcel y orquesta todo un plan para hacerlo. El espectador, por su puesto, no sabe nada sino hasta el final, cuando en un par de minutos, antes del desenlace, le explican todo. Es decir, es lo que se conoce como un “engaña bobos”, un argumento lleno de información oculta, falsas pistas y tensión superficial, que sólo mantiene la atención del espectador por la débil recompensa final de saber quién es el asesino y sus motivaciones.
I.M. 

Mamma Mía! o Nostalgia por ABBA

Contra todos los pronósticos que podrían dar a esta película, de acuerdo con sus componentes, como una más del montón, resulta que ha sido un gran éxito. Y es que se trata de un musical, mezclado con comedia romántica y con toques de película juvenil de vacaciones.

El musical teatral en el que se basa, estrenado en 1999, también fue un éxito, y tal vez la razón de esto no está en el género, ni en su ya conocida trama (la joven que invita a tres viejos amores de su madre para averiguar cuál de ellos es su padre), ni en el tono de comedia, sino que la razón más bien es  la nostalgia musical, específicamente por el grupo sueco ABBA, cuyas canciones son la base del musical, pero también por la época que representa: los setentas y el furor de la música disco.

Ese éxito que la ha acompañado mundialmente no se ha reflejado en Colombia, y es sencillamente porque en este país no pegan los musicales, pues no tenemos esa tradición cinematográfica. Nuestra tradición va por vía del melodrama y el realismo, porque música, sólo en las viejas películas de Disney, en las que ya dejaron el “vicio” de cantar y bailar cada diez minutos.

Esta película, protagonizada por una enérgica y versátil Meryl Streep, alcanza a ser divertida y entretenida, pero si y sólo si (como decíamos en matemáticas) hay una afinidad por ABBA y su música, por lo demás, es una más de todo lo demás.
I.M.

DIARIO DE íÑIGO

Septiembre 26 de 2008. La ciudad del DVD pirata. Interior. Día/Noche/día/Noche…
Andrés Caicedo, el más furibundo cinéfilo del país, ese que decía que, en cuanto al cine, todo gusto es una perversión, también decía, antes de quitarse él mismo con sus propios medios su atribulada vida, que por el cine ser un arte relativamente joven (tenía escasos 80 años en ese momento), era posible ver TODAS las obras importantes del séptimo arte.

Poco más de 30 años después, creo que no es posible este sueño cinéfilo y erudito. Muchas cosas han cambiado en estas tres décadas. La principal es que, si bien Hollywood sigue imponiendo su presencia en las salas, la producción en el resto del mundo ha aumentado y ha cambiado la proporción que antes también dominaba la Meca del cine. En Colombia, por ejemplo, apenas en lo que va corrido el siglo XXI, se han realizado más películas de las que se hicieron hasta 1970.

Hasta hace unos cinco años no había problema con esto, pues “películas que no se conocen, corazón que no siente”. La cuestión es que en los últimos años, por vía de la tecnología, en especial la televisión por cable, las descargas por Internet y, sobre todo, el DVD, se abrió un universo inconmensurable de títulos por ver. Sólo repasar las distintas listas a las que se puede tener acceso ya es una labor que quita mucho tiempo.

Y eso si uno sólo se dedica a ver películas en video, sin contar todos los libros por leer y la música por escuchar y las personas con quien conversar y las horas para fornicar y los nocturnos etílicos y ¡Maldita sea! las horas laborales. Por eso no entiendo a quienes dicen aburrirse en la vida, si lo que hace falta es tiempo para vivirla. Pero con tanto por hacer y por devorar, es imperativo establecer prioridades, ser selectivo: ni todas las películas se pueden ver, ni tiempo completo se debe trabajar. Tampoco beber todos los días y tal vez desechar algunos presuntos amigos. Dormir lo justo para no pasar con sueño, pero tampoco tanto para que los sueños se conviertan en blandas pesadillas. Y muy importante también es tener presente una paradoja: dejar un buen tiempo para perder el tiempo.

Ladrón que roba a ladrón

Internacionalidad latina en lata

La tendencia del mercado en el mundo globalizado es la de hacer menos productos pero dirigidos a un público más amplio. Que eso ocurra con una Coca Cola o un automóvil se puede entender, pero que ocurra con la llamada industria cultural, siempre será peligroso por el tipo de “productos” que resulten de esta política.

Ya las telenovelas llevan aproximadamente una década haciéndolo, es decir, unificando la cultura latinoamericana en una sola mezcolanza de acentos, tradiciones regionales y términos, aunque uniformada en la misma historia trillada y melodramática. Eso mismo ocurre ahora con cierto cine gringo hecho por latinos, y la película Ladrón que roba ladrón (Joe menedez) es el ejemplo perfecto de ello.

Se trata de una historia obvia y predecible desde el mismo momento en que se reclutan a los ladrones y se conoce a la víctima. Lo demás, es decir, el ochenta por ciento del metraje, es carpintería, esto es, esperar a que las cosas que sabemos ya que van a pasar pasen. La única sorpresa la da la motivación que tiene el personaje de Miguel Varoni para robarle al magnate de las televentas, pero es una sorpresa más que inverosímil y cursi. Ahora, si se piensa en la saga de La gran estafa (Steven Soderberg), es casi obvio todo lo que esta cinta quiso copiar el esquema, pero, inevitablemente hay que aceptarlo, con la lógica de un subproducto del tercer mundo.

Esa película no es cine, y mucho menos cine latinoamericano, es más bien un producto planificado con muy poca inteligencia y originalidad, con la mentalidad de la industria norteamericana del entretenimiento, y dirigida al sub-continente que ahora no sólo quiere ser conquistado por los gringos, sino que, peor aún, por los latinos que viven en el país de la cultura artificial y empaquetada al vacío.
I.M.