Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, de David Yates

Lleve la de moda

Por: Iñigo Montoya
La primera razón que se me ocurre para el éxito imparable y en línea de esta saga es un asunto extra cinematográfico, esto es, todo el aparataje publicitario del que viene siempre precedida cada entrega y, como se sabe, la fama trae más fama, sin que necesariamente haya que hacer méritos para tenerla, solo hay que ver a esa gente de la farándula que no hace nada ni tiene ningún talento, sino que son famosos por ser famosos.
El libro tiene el récord de ser el más rápidamente vendido de todos los tiempos: once millones de copias en un día (la marca la tenía el libro anterior de Harry Potter con nueve millones). Es decir, aquí estamos hablando, más que de una película, de un producto de masas que está de moda, hasta el punto que es evidente que su consumo no necesariamente tiene que ver con las características de su contenido, sino con la marca misma.
De no ser por esto, sería otra película más de fantasía protagonizada por jóvenes magos, quienes emprenden una cruzada para recolectar unos poderosos objetos de los que depende la lucha entre el bien y el mal. Toda la película es una seguidilla de conflictos fácilmente planteados y luego fácilmente solucionados, como la pelea entre Harry y Ron, o como cuando son capturados y luego salvados por un ser que sale de la nada.
Tal vez sea una película muy apasionante para quienes crecieron con ella, y por eso la quieren y la apoyan sin importar de qué y cómo está hecha, pero lo cierto es que, si uno no es uno de sus seguidores, encontrará en ella muy poco que sea verdaderamente elaborado o estimulante.

Harry Potter y el Prícipe Mestizo, de David Yates

Aventuras de magos adolescentes

Por: Íñigo Montoya

Confirmo con esta sexta entrega que para que a uno le guste la saga de Harry Potter es condición haber crecido con él, de lo contrario, sólo podrá ver en ella una predecible historia de fantasía, empaquetada en deslumbrantes efectos y sin fuerza alguna en sus conflictos ni originalidad en sus argumentos.

Todo en Harry Potter, y en especial en esta última, son promesas sin cumplir. Promesas de que algo horrible y peligroso pasará, pero siempre ha sido la amenaza de un nombre, Voldemort, que más bien poco hemos visto, y cuando lo vimos, no pareció tan amenazante ni malvado. En el Prícipe Mestizo sólo hacen gastar su nombre impronunciable de tanto pronunciarlo pero nunca se le ve, salvo cuando era un niñito que prometía ser malo.

Para ajustar, la nueva película se gasta casi todo su tiempo y argumento en jueguitos de adolescentes: “Si me quiere, no me quiere, si me quiere…” Los antagonistas de la película son opacados por otros conflictos a los que el relato pone más énfasis, conflictos que tienen que ver con quién besa o será novio de quién. Al final, un ridículo clímax donde, como siempre, todos hacen todo por Harry Potter, salvándolo en el último instante y los problemas se solucionan “como por arte de magia”.

No sé, ni pretendo averiguar, si lo libros son así de leves e inconsistentes narrativa y argumentalmente, pero el caso es que a un público adulto y a los espectadores inteligentes, esta saga, y en especial esta última entrega, les queda debiendo mucho, sobre todo en estos tiempos en que el cine infantil está llegando a unos grados de elaboración y complejidad impresionantes, al punto de poder satisfacer a grandes y chicos. Hay mucho más por decir de esta cinta, pero dejaré este texto en punta, justo como terminó la película, a la manera de una seriado semanal.