En trance, de Danny Boyle

¿Olvidar o recordar?

Por: Oswaldo Osorio


Es mucho el buen cine que hemos visto gracias a Danny Boyle. Él es uno de esos directores que ha encontrado el equilibrio entre un cine entretenido y colorido pero también, casi siempre, complejo y con inventiva visual y narrativa. Desde sus inicios con Tumbas a ras de tierra (1994) y Tranispotting (1996), hasta sus dos últimas cintas ¿Quiere ser millonario? (2008) y 127 horas (2010), este director inglés ha demostrado que ese doble carácter propio del cine entre arte e industria no es irreconciliable.

En trance (Trance, 2013) podría decirse que está más del lado de la industria que del arte, no porque sea una película hueca y desechable como la mayoría de productos de cine para el consumo, sino porque se impone su carácter de cine de género, en este caso el thriller sicológico. De manera que toda la cinta está en función del gran enigma a resolver que proponen todos los thrillers, y para hacerlo aplica los recursos característicos del género: el crimen de por medio, la intriga, el suspenso, el ocultamiento de la información, las sorpresas, etc.

El enigma en esta historia es la ubicación de un valioso cuadro que ha sido robado, pero la historia empieza a dar señas de que no es nada predecible cuando nos dice que el lugar donde hay que buscar no es físico sino que está en la memoria de un hombre. Entonces empieza una ardua y tensa búsqueda materializada en seis personajes y unas cuantas locaciones, pero que realmente se desarrolla en la mente de un hombre y es guiada por una hipnoterapeuta.

Así que con estos elementos el director ya tiene unos ingeniosos recursos para hacer un thriller diferente, en el que el espectador siempre pierda en ese juego que constantemente hace para tratar de predecir lo que viene en la historia. Porque aquí la lógica son los caprichos sicológicos del recuerdo y el olvido, a lo que se suma la capacidad de manipulación de la hipnoterapeuta y la desconfianza que reina entre los seis personajes, que puede dar lugar en cualquier momento al engaño y la traición.

Sexo, acción, violencia, intriga y suspenso. Esta película tiene todos esos elementos propios de un cine muy comercial, propicio para el gusto del gran público. Pero sería limitado ver solo esto en ella, pues de fondo se pueden identificar unos móviles y relaciones mucho más complejos. El deseo de olvidar enfrentado a la pulsión de recordar es un asunto que le da profundidad a la trama y a sus personajes, así como los límites de la codicia que cada uno maneja y un confuso e indefinido triángulo amoroso. Y así, es posible encontrar matices en el argumento y filigrana en los personajes que trascienden los básicos tics de cualquier thriller.

Sin embargo, es un thriller con grandes e inesperadas sorpresas, por eso no se puede ahondar en estos matices y esa filigrana, a riesgo de contar las sorpresas. Baste entonces con recalcar que se trata de la nueva estrega de un director estimulante e inteligente, que pone a pensar con sus historias y siempre es sugerente con sus imágenes, superando con su trabajo la discusión sobre si el cine es un arte o una industria.

127 HOURS, de Danny Boyle

Por: Xtian Romero – cineparadumis.blogspot.com

Hacer adaptaciones en el cine es una cuestión de cojones y de ingenio para poder estar a la altura, como ocurre con la adaptación de libros, pero tal vez, más difícil aún, es la tarea de adaptar un hecho de la vida real, más cuando es un hecho tan famoso y reciente en donde todos conocemos hasta el más mínimo detalle.

¿Cómo empieza? (un joven y solitario aventurero en el desierto del gran cañón), ¿el conflicto?, (se queda atrapado por una piedra que le aplasta el brazo en un acantilado, solo, sin nadie que lo ayude),¿ y cómo termina?, (se corta el brazo para sobrevivir). ¿Cómo diablos nos van a mantener enganchados con esta historia, si ya todos nos la sabemos? Lo que importa no es el cuento, sino cómo lo cuentes.

Arranca con una división de la pantalla en tres partes donde se muestra el agite de la civilización, ciudades, edificios, montones de personas en la calle, para llegar al personaje que será el protagonista de la historia, que empaca todos sus corotos y se lanza a la aventura.

Una buena manera de arrancar la película, ver rodeado a nuestro protagonista de millones de personas en su propio hábitat, el mundo urbano, para acrecentar después su drama en un desierto donde estará completamente solo y tendrá que enfrentarse a sí mismo para sobrevivir.

La historia sigue con un ritmo trepidante, acompañado de una excelente banda sonora y los planos que aprovechan el bello paisaje desértico hasta que de repente, no hemos ni terminado de conocer el personaje, ¡pum!, una piedra se le interpone en su camino y lo deja atrapado.

De nuevo el ingenio de Boyle como storyteller sale a flote y se traduce en un montaje dinámico, casi videoclipero (que a muchos les puede chocar) para mantenernos enganchados todo el tiempo sin dar tiempo a respirar, además de unos movimientos de cámara que a pesar de jugar en un espacio tan reducido, no dejan caer la historia, y así, en medio de ese ritmo caótico, valiéndose de flashbacks nos seguirá presentando el personaje: su vida, sus miedos, sus sueños, sus frustraciones, lo que finalmente es, lo que lo llena de valor para decir “¡Hey, no me puedo dejar morir aquí!” y acto seguido, en una secuencia impactante, tal vez en este caso creo que debió dejar un poco más a la imaginación y no haber sido tan gore, se corta su brazo valiéndose de una navaja desafilada.

Ojo, que no todo se lo dejamos al bueno de Boyle, también se tiene que aplaudir el trabajo de James Franco, pues se echa la responsabilidad de encarnar este personaje, llevarlo en un proceso de transformación tremendo y de sostener todo un metraje a sus hombros, no todo el ritmo narrativo tendría su fuerza sin las cualidades actorales de Franco.

No puedo decir que es un peliculón perfecto, hay cositas que chocan, que me incomodaron un poco, como lo que ya dije anteriormente, su tal vez excesivo morbo en la cortada del brazo, (esto es una opinión muy personal, tal vez soy muy sensible) y la publicidad de bebidas refrescantes, como Gatorade durante todo el metraje, que son descaradamente tirados en tu cara.

Aunque la disfruté mucho no me pareció nominable al Oscar a mejor película, y prefiero no entrar en discusión respecto al tema, ni tampoco la considero el mejor trabajo de Danny Boyle, he visto cosas mejores en su filmografía pero, eso sí, hay que ir a verla, y seguro que en pantalla gigante será un muy buen espectáculo visual.

Aunque no respondo por estómagos sensibles como el mío, pero tranquilos, que igual esa secuencia sólo dura tres minutos, se pueden tapar los ojos en ese corto lapso de tiempo, y pues vale la pena aguantar ese breve momento tan explícito, pues el final, dejará con un muy buen sabor de boca, porque es una verdadera historia de vida, de esperanza y de lucha.