Solo los amantes sobreviven, de Jim Jarmusch

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“La luna es un diamante que emite la música de un gong gigantesco.”

Por: Mario Fernando Castaño Díaz

Existen seres de la noche y del tiempo que, por alguna razón muy comprensible por algunos, han preferido quedarse clavados como estacas en algún rincón, en algo que ellos consideran puro e invaluable, algo tan sencillo como una frase poética, una nota al aire que se deja ir y sigue resonando a través de los siglos y las atesoran como sensaciones que están a punto de ser alcanzadas por la modernidad, por esos zombis llamados humanos.

La esencia de esta singular cinta del género vampírico es llevada a la pantalla por el director de cine independiente Jim Jarmusch, y llega a diferentes gustos que la pueden catalogar como depresiva, banal y cansina. Para otras percepciones se transforma en una historia cautivante con una belleza singular dentro de la fantasía romántica y oscura.

Adam (Tom Hiddleston) es un músico underground que guarda con recelo sus grabaciones y ha sido testigo del pasar de las centurias, ha llegado a componer fragmentos para Shubert y él mismo le dijo que se quedara con los créditos; pero también ama por igual el Blues, el rock, la literatura, las ciencias y sus guitarras clásicas de los años cincuenta. Considera que la humanidad del presente es decadente y vacía, que vive atrapada en un letargo robótico, mediático y cultural, gracias a su dependencia tecnológica, mientras que su afán por acabar con el planeta la ha vuelto mezquina, egoísta y violenta. Los zombis, como él nos llama, han logrado envenenar no solo el aire, los bosques y el agua sino su propia alma, como resultado poseen una sangre cada vez más impura, esto conlleva a que Adam se vea obligado a obtener este líquido vital en laboratorios de hospitales para consumirlo con una mayor calidad.

Eve (Tilda Swinton) es una romántica y soñadora que hace lo que sea por Adam, quien es su esposo desde hace más de 300 años. Ella es capaz de viajar desde Tánger, Marruecos, hasta Detroit, Estados Unidos, para buscar poner orden al caos existencial de Adam. Eve tiene un amigo en Tánger muy especial, es el escritor Christopher Marlowe (John Hurt), un vampiro crepuscular que vive atrapado en el pasado, quien es también un personaje histórico famoso por, supuestamente, haber escrito varias obras para William Shakespeare.

La llegada de Eve es como un bálsamo para Adam y esto los lleva, básicamente, a vivir dentro de su propio paraíso escuchando a sus ídolos musicales, leyendo poesía, jugando ajedrez mientras disfrutan una deliciosa paleta de O positivo o saliendo a pasear a altas horas de la noche cuando la presencia del silencio es el telón de fondo de una Detroit fría y solitaria, pero que a su vez no pierde su belleza nostálgica.

La relación de Eve y Adam se relaciona de una manera científica y la vez poética con la teoría del enmarañamiento o teoría del entrelazamiento cuántico de Albert Einstein, que él mismo referenció como una “fantasmagórica acción a distancia” y que se referencia en la cinta en dondedos partículas están conectadas al punto que lo que sucede con una inmediatamente afecta a la otra, sin importar cuán grande sea la distancia entre ellas”. Todo este idilio se ve opacado de forma tajante al aparecer en escena la hermana de Eve, Ava (Mia Wasikowska), quien es una joven vampira sin experiencia, que altera la paz y el orden que apenas estaba por vislumbrarse.

Solo los amantes sobreviven es una historia, que dentro de su aparente simpleza, se deja ver en una sutil belleza enmarcada en sus planos hipnóticos ambientados por la banda sonora de Sqürl, que, de hecho, es la agrupación musical del director, que con sus notas invitan a dejarse ir por la psicodelia envolvente dedicada solo para los que logren captar que esta experiencia es un singular canto oscuro, y a la vez bello, al amor que pueden tener aquellos seres incomprendidos que se refugian en ellos mismos y se sienten vivos al compartir sus soledades mediante la sencillez de las cosas, como abrazarse o besarse en cómodos silencios, buscándose y reencontrádose en medio de una paz mutua, sin condiciones ni tiempo dentro de un mundo utópico en el que solo aquellos que puedan sentirlo y entenderlo podrán sobrevivir a la decadencia de nuestro ser.