Viacrucis, de Harold De Vasten

Nociones de un cine posible

Oswaldo Osorio

viacrucis

En Colombia hay muchas películas nacionales invisibles, aun cuando tienen buen presupuesto, actores reconocidos o una significativa participación en festivales. Pero también hay otro renglón de películas pequeñas, de muy bajo presupuesto o sin ninguno para su promoción, con actores poco conocidos o no actores y que plantean un sistema de producción que hace viable un proyecto pequeño. Esta película pertenece a ese segundo grupo, el cual es mucho más invisibles todavía. Continuar leyendo

El discípulo, de Kirill Serebrennikov

La biblia parlante

Oswaldo Osorio

discipulo

Con la combinación entre religión y sexo siempre se podrá crear polémica, un discurso efectista y unos dramas llamativos. Es cierto que en esta película no solo se contraponen aspectos sexuales a un sermón cristiano fundamentalista, pero por ahí empieza la cosa: cuestionando los bikinis, la homosexualidad y las clases de educación sexual. Por eso, esta historia puede ser tan pertinente en los debates que propone como gratuita y sensacionalista en sus mecanismos argumentales y dramáticos.

Un adolescente se convierte en un ferviente creyente y lector de la biblia. Tanto las personas en su colegio como su propia madre, empezarán a padecer un acoso y persecución por parte de este joven, quien esgrime, con literal vehemencia, las consignas de las santas escrituras. Pero lo que al principio se revela como un personaje potente y un relato lleno de posibilidades en su complejidad ideológica y dramática, termina siendo una agotadora reiteración de una situación y personaje que, finalmente, se antojan monolíticos y forzados en busca de un efecto.

Aunque es cierto que uno de estos efectos son las lecturas y alusiones que se pueden hacer al contexto de la Rusia y el mundo actual. De un lado, pone en evidencia lo peligroso, arbitrario y hasta absurdo que puede ser el radicalismo religioso, y más aún, tomar al pie de la letra el sentido de los libros sagrados. De otro lado, se infieren comentarios y cuestionamientos sobre este país, del que es conocido la homofobia estatal, su inclinación dictatorial y hasta un atávico antisemitismo aún latente en la sociedad.

Pero uno de los grandes problemas de la película es la gratuidad y unidimensionalidad con que es construido su protagonista. En él solo vemos un instrumento amplificador de los pasajes bíblicos para confrontar a una sociedad que, por demás, no es religiosa en un gran porcentaje, y menos todavía cristiana. Nunca es posible conocer los matices de este joven, tampoco sus motivaciones ni el real sentido de lo que busca más allá de una simple y conveniente locura mística. Incluso termina por ser inconsistente hasta en su mismo fundamentalismo, cuando el guionista lo pone a levantar criminales calumnias contra alguien.

Sin embargo, este efectismo en su personaje y en el tratamiento del tema está conducido por un potente sentido de la puesta en escena, tanto en la fuerza interpretativa de sus actores y la tensión permanente que hay entre los personajes, como en el cinetismo y expresividad que hay en sus imágenes y en la forma como la cámara logra sumergir al espectador en este intenso (aunque artificial) drama. Porque se trata de una película con una premisa poderosa y llena de posibilidades ideológicas y dramáticas, pero termina por agotarse en la reiteración sin matices ni profundidad y en la presentación de debates fáciles y provocadores.

 

 

Silencio, de Martin Scorsese -A favor-

Sometimes silence is the deadliest sound

Manuel Zuluaga – Escuela de Crítica de cine

CykhyxvXAAANcpr

 

Pantalla en negro, se oye la voz áspera y juvenil de Martin Scorsese que dice al protagonista de su película con cierto tono agresivo: “Los pecados no se redimen en la iglesia, se redimen en las calles, se redimen en casa, el resto es cuento y tú lo sabes…“ Así  inicia Malas Calles, tercer largometraje de su carrera, estrenado en 1973. En contraste, el inicio de Silencio, su nueva película. Pantalla en negro, se oye el ambiente de una selva lluviosa, de repente, un silencio total y un título gigante, inicia el film.

La primera, en la Nueva York de los años setenta,  trata sobre un aprendiz de gangster que se ve envuelto en problemas por los atrevimientos de sus amigos, a quienes busca proteger como acto de redención ante dios. La segunda, trata sobre el esfuerzo inhumano de dos posiciones, por un lado, el de los peregrinos de la iglesia católica en Japón, y por el otro, el de los líderes japoneses que buscan exterminar esta empresa. Ambas enfrentadas por un acto de fe, y en la que cada personaje vive su propio acto de contrición en la búsqueda por mantenerse firmes en sus objetivos, y que el proceso no les desbarate la fe.

Las dos escenas mencionadas, dan muestra de los intereses que rondan la obra scorsesiana, redención y sentido espiritual; ambas presentes a través de recursos narrativos acertados, y sobre todo, de una posición personal clara. El italoamericano en algún momento de su vida quiso ser sacerdote y esto ha influido en su obra, tanto como para Bergman influyó que su padre fuese un pastor luterano represivo.

Esta vocación fallida, hace presencia en cada una de sus películas, pero en Silencio, retoma de una manera más explícita sus inquietudes de fe, rescatando la tenacidad del ser humano por continuar, por cumplir sus propios objetivos, como un asunto de fe en sí mismo. Es decir, su interés está en presentar unos personajes que en el fondo no se traicionan, sino que avanzan con convicción, y esta llega por mandato divino. Ya en Kundum (1997), exploraba esto, cómo los seres humanos somos capaces de anteponemos a situaciones  infranqueables, cómo un pequeño Dalai Lama debe regir un mundo espiritual y soportar la invasión china al Tíbet.

Continuar leyendo

Silencio, de Martin Scorsese -En contra-

Cuando el alma interfiere

Santiago Colorado – Escuela de Crítica de cine

Martin_Scorsese-Peliculas-Estrenos_de_cine-Religion-Directores_de_cine-Cine_183742985_24835695_1706x1280

Lo primero que hay que entender es que esta no es una película compleja. Si bien su título se refiere a la difícil cuestión de creer o no en un dios silente, este tema solo es abordado en un par de escenas y únicamente a través los pensamientos del protagonista, sin que esto intervenga en sus acciones; quedando así relegado a un segundo plano y dando paso a otros tópicos más importantes en el relato. En ellos, Scorsese pareciera desarrollar un escabroso dilema, pero en realidad lo único complejo allí son las situaciones que se presentan, mas no el tema como tal; y aunque claramente las decisiones que deben tomar los personajes son complicadas, eso no hace que ellos lo sean.

Más que una reflexión compleja, esta cinta es una exploración sobre la inmutabilidad de las creencias. Y aunque esta tesis puede ser tan válida como cualquier otra, su planteamiento restringe la diversidad propositiva de la película y el conflicto obliga a que los personajes se encasillen en una posición u otra, para luego desacreditar dicho conflicto y terminar concluyendo que nadie puede cambiar su fe. A pesar de las complicadas situaciones de la película, al final ninguno de los personajes sufre un cambio ideológico, y aunque no siempre tiene que haberlo, esta homogeneidad se torna un poco inverosímil y hace que los personajes sean menos interesantes.

De igual manera, otro importante inconveniente es el innegable maniqueísmo que hay en el tratamiento de la historia. Aunque hay varias ocasiones en que se intenta comprender el punto de la vista de los líderes japoneses, al final esas intervenciones terminan siendo una mera fachada para disimular el favoritismo de la película hacia el protagonista y la constante villanización de quienes piensan diferente a él. Todos los argumentos de la película llevan a concluir que los líderes japoneses son ‘los malos’ y todas las manifestaciones cristianas terminan encontrando su redención; de nuevo, tornando el discurso de la película en algo un poco inverosímil y, sobre todo, situándolo en una amañada y categórica posición que termina afectando la percepción de lucidez y claridad de la película.

Y es que aunque la religiosidad de Scorsese le sirve de combustible a la cinta, a la vez parece que afecta la claridad de sus elementos. Un ejemplo particular es el montaje: extrañamente, en esta oportunidad resalta como otro desacierto por sus tendencias experimentales y preceptos facilistas (como el uso innecesario de flashbacks). Aquí la edición no sólo sacrifica la continuidad en favor del ritmo sino que compromete los cimientos básicos de claridad narrativa. Shoonmaker pareciera agotar su característica más distintiva como editora haciendo una cierta mezcla entre Goddard y Malick que, más que innovadora o necesaria para el la película, termina siendo una distracción.

Continuar leyendo

Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda

Nunca hay que olvidar

Por: Iñigo Montoya

El director de la bienamada La lengua de las mariposas vuelve con una historia que tiene mucho en común con aquel conocido título. La infancia, la guerra civil española, el papel de la iglesia y la educación, así como un desenmascaramiento de la represión y la intolerancia de un sistema totalitario, son los elementos esenciales con los que está construida esta película. 

Pero quien crea que va a ver una película emotiva y divertida como La lengua de las mariposas o muchos de los otros títulos de este director español, mejor que se prepare para una mirada un tanto más áspera y dramática. Durante toda la historia la familia protagónica es prácticamente asediada por un sacerdote, que es el maestro del niño. 

Basada en una novela de Alberto Méndez, la película no es nada generosa con la mirada que hace de este sacerdote y la institución a la que pertenece. Se trata realmente de un “villano de película”, y justamente este esquematismo le quita un poco de solidez a una cinta que sabe construir muy bien sus otros personajes, así como una atmósfera de zozobra y opresión que es planteada como una frontal denuncia a la historia española. 

Aún así, se trata de un filme de gran fuerza en cuanto a sus planteamientos: la denuncia al sistema, el retrato de una familia librepensadora y la recreación de una oscura época que España no se cansa de hacer objeto de sus películas.

La guerra civil española terminó hace sesenta años, y siguen haciendo películas sobre ella, pues son concientes de que nunca hay que olvidar. Algo que deberían tomar en cuenta aquellos que piden a gritos que no se hable más de los problemas colombianos en el cine.