El hombre que vendió su piel, de Kaouther Ben Hania

La obra impredecible

Oswaldo Osorio

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Usar el propio cuerpo para crear una obra es uno de los asuntos más polémicos del arte contemporáneo, y no estoy hablando del body painting o del performance, que, en últimas, es arte efímero, sin consecuencias definitivas para el cuerpo; me refiero a artistas como Orlan, quien transforma su cuerpo con cirugías plásticas, o a Sterlac, quien lo interviene con diversos dispositivos. ¿Pero qué pasa cuando el cuerpo convertido en obra no es el del propio artista y se convierte en mercancía para el mundo del arte?

Esa es la premisa de esta película, la cual no es una descabellada ficción, sino que está inspirada en una obra de Win Delvoye, quien tatuó a un hombre y lo “vendió” a un coleccionista en 2008 (el hombre tiene el compromiso de posar una vez al año en una exposición). La directora tunecina Kaouther Ben Hania, la misma de La bella y los perros (2017), toma este episodio y a los cuestionamientos en la esfera artística le suma otros políticos y éticos, en tanto el tatuaje se le hace a un refugiado sirio y la imagen en cuestión es una visa Schengen (esa con la que se puede entrar libremente a Europa).

La primera discrepancia en esta situación es la diferencia que hay entre objeto y sujeto, pues con el primero se puede hacer cualquier cosa y con el segundo, por más que medie un contrato de propiedad, interviene la conciencia de este sujeto, su libre determinación, por no mencionar su conducta y los problemas que arrastra consigo. En otras palabras, es una obra impredecible que se posee solo parcialmente.

La otra discrepancia es el asunto político y ético. El artista lo puede ver como una declaración política sobre la mayor facilidad con que circulan las mercancías en comparación a los seres humanos en el mundo actual, pero otros pueden verlo como el oportunismo y la explotación de la necesidad de un hombre que está en la peor de las condiciones, la de un refugiado, esto es, una persona que lo ha perdido todo, empezando por su propio hogar.

Hay una tercera implicación, esta vez emocional, pues este hombre – obra, por su condición de refugiado, también pierde a su novia, incluso este conflicto interno es mucho más fuerte en él que sus dilemas como obra propiedad de otros. Aun así, el relato da constantes golpes de banda contra cada uno de esos conflictos: el artístico, el ético, el político y el amoroso. Por eso la historia patina largamente en ellos, para bien y para mal, pues como narración puede resultar anegada y tediosa, pero como como un cuestionamiento, tanto reflexivo como un poco cínico, sobre estos asuntos, se antoja muy atractiva y estimulante.

En un mundo hondamente estratificado, donde hay ciudadanos, incluso regiones enteras, de segunda y tercera, y en el que el peso de la materialidad y la circulación de mercancías están en el tope de esta jerarquía, películas como esta buscan poner en evidencia tan arbitraria situación, pero además lo hacen con riqueza de matices y planteando preguntas para sembrar en el espectador inquietudes que tal vez no tenían.

Barbara, de Mathieu Amalric

En la piel de una diva

Oswaldo Osorio

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En esta película una actriz, Jeanne Balibar, interpreta a dos mujeres, a una célebre cantante francesa de los años sesenta y setenta, Barbara, y a una actriz quien, a su vez, encarna a la cantante en una película para un obsesionado director. Es el arte de la creación dentro de una creación, un relato provisto de sutiles capas que el espectador debe identificar y, si esa es su forma de ver el cine, adivinar los pasajes en que una simulación se transforma en la otra. Continuar leyendo

Los últimos días del artista: Afterimage, de Andrzej Wajda

La política contra el arte

Oswaldo Osorio

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En la relación entre el arte y la política siempre se ha dado la polémica en la que se cruzan, al menos, dos visiones: la que dice que todo arte es político, aun sin proponérselo; y la que clama por una independencia con cualquier posición de compromiso ideológico, la cual se puede ver sobre todo cuando se trata del arte formalista o de la opción de hacer el arte por el arte, la cual usualmente es criticada por evasiva, intelectual y hasta burguesa. Continuar leyendo

Rodin, de Jacques Doillon

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Lo humano en el mármol

Oswaldo Osorio

Hacer un biopic (biografía cinematográfica) tan convencional sobre un artista que, literalmente, quiso romper los moldes de su arte y su época, es la contradicción imperdonable de esta película. Y no es que se trate de un filme insufrible, sino que es una lástima que las posibilidades plásticas y dramáticas de la vida del más célebre escultor de todos los tiempos no hayan sido mejor aprovechadas.

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Cezanne, de Danièle Thompson

El rechazado de los rechazados

Íñigo Montoya

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Películas sobre la pintura y los artistas siempre serán atractivas para el cine, más aún si se trata de épocas y movimientos tan fotogénicos como el Impresionismo. Pero la historia de Paul Cezanne, por más que se haya cruzado con este célebre periodo de la pintura, parece tener más diferencias que aspectos en común con los protagonistas del movimiento y sus contemporáneos Manet, Renoir, Pissarro o Degas.

De hecho, esta no es la historia sobre la pintura y un pintor, sino sobre una amistad, y es la que cultivaron durante casi toda su vida este artista y el afamado escritor Émile de Zola. La narración va y vuelve en el tiempo para dar cuenta tanto de los fuertes lazos que los unieron en la niñez y juventud, como de la manera en la que se fue menoscabando su amistad en la vida adulta y la vejez.

En ese sentido, por más que ese recurso de alterar el orden de la historia en la actualidad sea más un gesto de pretendida modernidad, en este caso funciona para entender la naturaleza de la relación entre estos hombres y la forma en que una larga amistad puede deteriorarse con las vicisitudes de la vida, pero mantener su esencia a fuerza de una historia en común y la, a veces, inexplicable lealtad que profesan las amistades de vieja data.

Y aunque se dijo que es la historia de una amistad, el leitmotiv del argumento y la relación es el énfasis que el relato le pone a la desventurada vida, como persona y artista, de Paul Cezanne. Pero sobre todo, a ese carácter, muy difícil de llevar por cierto y definido por la tozudez, que fue el que lo condujo a marcar la diferencia entre sus colegas, quienes si bien tuvieron todo el éxito y reconocimiento que buscaban, terminaron –incluyendo al mismo Zola- por entregarse al gusto mercantil y popular, convirtiéndose finalmente en esa Academia que antes combatían.

Cezanne, en cambio, fue el artista que definió el paso a la siguiente era del arte, al cubismo, la abstracción y las vanguardias. Por eso esta película, aun siendo muy dura con su protagonista, termina argumentando y validando la fuerza personal y artística de un pintor que supo soportar ser el rechazado de los rechazados.