Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, de Steven Spielberg

El sol salió anoche…y me cantó

 

Mario Fernando Castaño 

En 2020 a los 103 años fallece Arnold Spielberg, la persona que de pronto sin proponérselo, brindó a su hijo todo el impulso e inspiración para quien es ahora uno de los más grandes directores del cine moderno. Este hombre alimentó la imaginación de Steven con sus vivencias de la II Guerra Mundial, en su interés por la tecnología, las matemáticas y la astronomía. Y es a mediados de los años cincuenta cuando Arnold despierta en medio de la noche a su hijo para escapar a hurtadillas e ir en su auto a las afueras de la ciudad de Phoenix, Arizona. Ya en el campo se tendieron en el césped y Arnold invitó a su curioso hijo a contemplar el cielo, era una maravillosa lluvia de meteoritos. Este hombre de ciencia que incluso ayudó a diseñar la primera computadora, marcó en ese instante la imaginación y mentalidad de ese niño que nunca dejó de serlo, desde ese momento inolvidable Steven Spielberg quedaría obsesionado con lo que él quería hacer en su vida, cine.

 

La difícil adolescencia vivida por parte del bullying debido a su origen judío y la ruptura del matrimonio de sus padres llevó a Steven a refugiarse en filmar cortas historias, algunas basadas en el género Western, otras en las vivencias de su abuelo y su padre en la guerra y una de 130 minutos de duración que llegó a un cine local en 1964 con un presupuesto de 500 dólares y con la recaudación de un dólar. Este pequeño triunfo solo logró que su moral siguiera firme, el género de la película era Ciencia Ficción y su trama estaba basada en las abducciones, su nombre es Firelight y es la base de lo que sería en un futuro un hito en la historia del séptimo arte, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo.

 

Hollywood a mediados de los años setenta se encontraba pasando por una dura recesión económica y los estudios Universal, que venían en una curva descendente en taquilla, apostaron a un joven Spielberg, gracias al sorpresivo éxito de Duel (1971) y Sugarland Express (1974), y en 1975 se estrena, después de una accidentada producción, Jaws con un rotundo e histórico éxito.

 

La Meca del Cine fijó su mirada en las estrellas y en 1977 se estrenan dos grandes obras cinematográficas, Star Wars y Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, siendo esta opacada por la primera en los premios Oscar, sobre todo por los aspectos técnicos. La Columbia Pictures, que andaba en bancarrota, había apostado con inteligencia en Spielberg que más adelante sería apodado el “Rey Midas” por haber convertido la producción de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo de 20 millones de dólares a una recaudación de $430 millones, demostrando así que el éxito de Jaws no era pura casualidad. En 2007, la película fue considerada «cultural, histórica y estéticamente significativa» por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry.

 

Sin entrar en detalles acerca del argumento de la cinta, esta comienza en el desierto de Sonora, Estados Unidos, en donde aparecen en medio de la nada varios aviones extraviados en la II Guerra Mundial, intactos pero sin tripulantes. En el desierto de Gobi, entre China y Mongolia, se descubre un barco desaparecido hace muchos años y a miles de kilómetros del océano. Entre tanto, Roy Neary, un hombre sencillo, interpretado por Richard Dreyfuss, tiene una experiencia con la presencia extraterrestre que cambia su vida y se torna en una obsesión y, al igual que sucede con otras personas, él busca descubrir la verdad a toda costa.

 

A raíz del éxito de Jaws, Spielberg tenía rienda suelta para desatar todo su poder creativo, pero él no quería estar solo en esta aventura y, a medida que se iba creando la historia, contactó a Allen Hynek, un astrónomo que trabajó como asesor de las Fuerzas Aéreas Norteamericanas con el fin de desmentir la presencia de vida extraterrestre, finalmente éste renunció debido a las pruebas fehacientes que encontró en su investigación, esto lo llevó a ser un confeso creyente de la vida alienígena y a escribir varios libros al respecto. En uno de ellos cataloga tres grados de contacto extraterrestre: Los del Primer Tipo, que son los avistamientos a poca distancia desde la tierra. Los de Segundo Tipo, que están relacionados con los efectos físicos provocados por el contacto extraterrestre, como afectaciones en la piel, ceguera temporal o pérdida del conocimiento. Los de Tercer Tipo, sustentan el contacto directo con seres alienígenas, con este último término Spielberg ya tenía el nombre para su película.

 

Los tiempos a mediados de los años setenta eran turbios y en Estados Unidos el caso de Nixon con el incidente del Watergate estaba aún fresco en la mente de los estadounidenses, la duda y el escepticismo hacia los altos poderes eran el plato fuerte y Spielberg lo sabía. Es por esto que agregó un concepto más a su cóctel y era el de introducir el tema del encubrimiento de la verdad al público por parte del gobierno y los medios de comunicación, creando así toda una tramoya de mentiras para evitar las posibles consecuencias de una reacción masiva ante la gran verdad acerca de la existencia de vida extraterrestre, es por esto que su director no califica a su cinta dentro del género de la Ciencia Ficción, sino más bien es enfocado al tema de la especulación.

 

Algunos momentos están influenciados por tópicos muy marcados por el género del terror, así como en Jaws, Spielberg esconde del cuadro la presencia factible de la supuesta amenaza entrando en el modo del misterio, el juego de luces, el movimiento de objetos inanimados, la oscuridad, el sonido y la música inquietante. El contexto de la historia es mucho más profundo y maneja varios temas que definen este filme como uno de las más personales del director, mostrando entre líneas su experiencia relacionada con la ruptura familiar que vivió en su niñez y la presencia de algo grande y desconocido al estar bajo amenaza constante y en un estado de impotencia frente a los hechos, un aspecto frecuente que marcó su adolescencia.

 

La Torre del Diablo en Wyoming fue la locación elegida para la icónica escena del contacto final, esta estructura natural que recuerda de alguna manera al monolito de 2001, una Odisea en el Espacio (1968) cuenta con 400 metros de altura y fue la elegida entre muchos otros lugares. Se llegó a esta conclusión gracias a su impetuosidad, misterio y su mitología en donde cuenta cómo tres mujeres indígenas de la tribu Sioux subieron a su cumbre siendo parte de las Pléyades, una formación de estrellas que se encuentran dentro de la constelación de Tauro.

 

Para Spielberg las matemáticas nunca se le dieron, sin embargo, su padre le enseñó que ellas son un lenguaje universal. Aplicado este principio a la película, en donde la comunicación con seres de otros planetas era crucial, no era muy atractivo mostrar al público una serie de ecuaciones aburridas, lo más acertado era hacerlo con música, que al fin y al cabo también es exacta como la matemática e igualmente es un idioma universal. Para este reto contó con el maestro John Williams, encomendando la misión de que con solo cinco notas lograra una melodía en donde humanos y extraterrestres se comunicaran y que entregara este resultado en la pre producción, puesto que estas notas eran de vital importancia para la trama de la historia. Luego de más de 300 combinaciones se eligió la primera prueba, DO-RE-DO…DO-SOL. Williams más tarde relató que esta secuencia no sólo es agradable y con alta recordación, sino que las primeras tres notas invitan a la respuesta de las dos finales, o sea, incitan a la interacción. El resultado es fascinante, en donde música e imagen se adueñan de la pantalla por un tiempo aproximado de 35 minutos.

 

El diseño de las criaturas pasó por varios procesos, en principio no podían verse amenazantes, este concepto se adapta mejor a los múltiples testimonios recopilados durante el proceso de una juiciosa investigación, en donde se obedece a una anatomía humanoide, de baja estatura, cabeza prominente, una contextura frágil y piel blanca, la creación de estos seres salía muy costosa para la producción y es entonces cuando Spielberg aplica su ingenio y experiencia obtenida en Jaws en donde menos es más, jugando con contraluces y tomas rápidas, se recurrió entonces a niñas disfrazadas para las tomas lejanas, (según el director sus movimientos eran más gráciles y amigables), para las tomas cercanas se utilizaron animatronics que fueron diseñados por Carlo Rimbaldi, el mismo que creó más adelante el personaje de E.T. El Extraterrestre (1982).

 

La película tuvo varios finales alternativos luego de su estreno(SPOILER ALERT) existe uno, (que Spielberg odió) y fue la segunda edición realizada en 1980, en donde la Universal insistió en mostrar el interior de la nave nodriza, en parte por no eliminar la escena que costó miles de dólares. Más adelante en 1998 Spielberg se sale con la suya con su Director´s Cut, que por cierto es el primero de la historia del cine, eliminando toda la escena antes mencionada, él siempre quiso mantener el misterio y majestuosidad de la gran nave sin entrar en detalles. Sin embargo, el director confiesa que hay un momento que si tuviera la oportunidad de modificar lo eliminaría y es la partida del personaje de Richard Dreyfus en la nave nodriza, abandonando todo, incluso a su familia, la razón es que en esa época Spielberg no tenía hijos, si él hubiera estado en esa condición en ese momento nunca hubiera permitido algo así.

 

Las películas de los años cincuenta y sesenta que trataban el tema de invasiones extraterrestres siempre mostraban alienígenas agresivos que sembraban terror y destrucción en nuestro planeta, la percepción de Steven era muy diferente en ese entonces. Por el contrario, estos seres serían amigables y con el solo interés de entablar una comunicación amable basada en el intercambio del conocimiento, esta utópica visión fue impulsada por el recuerdo de su infancia que nunca fue negativo a pesar de todas las adversidades y fue la ya mencionada e inolvidable experiencia al contemplar el cielo junto a su padre en aquella pradera, en un tiempo muy lejano y que le llevó a preguntarse no solo qué, sino quién hay más allá de las estrellas. (FIN DEL SPOILER).

 

La película desató en la cultura popular una oleada de hechos alrededor del tema, avistamientos, teorías de la conspiración y testimonios de abducciones, está claro que la fascinación por el tema es fuerte incluso hoy en día y de alguna manera logra que esta cinta sea atemporal. Spielberg afirma “No sé si creo en los OVNIS. De lo que estoy seguro es que creo en los que creen en ellos”, él quería firmemente que el espectador llegara a afirmar: “He visto un OVNI”, algo que logró con creces al menos en mi experiencia personal, cuando vi el primer dinosaurio en Jurassic Park (1993).

 

Arthur C. Clarke, el creador de la novela 2001, Una Odisea en el Espacio (1968), afirmaba que la tecnología es inherente a la magia. Entonces, si nos liberamos sin cuestionar detalles técnicos, sin preguntarnos cómo sale el conejo del sombrero, nos dejaremos atrapar por su encanto y suspender la incredulidad y escepticismo. Siendo así, podremos concluir que en el año de 1977 los habitantes de la Tierra obtuvieron una experiencia maravillosa al hacer contacto con seres de otro planeta y todo esto gracias a la magia del cine, llevados de la mano por el gran director Steven Spielberg, recordándonos bajo esas icónicas 5 notas, “No estamos solos”.

Blade Runner 2049, de Denis Villeneuve

Las lágrimas de los androides

Oswaldo Osorio

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Es una osadía creativa y un riesgo económico hacer, 35 años después, una segunda parte de una de las películas más emblemáticas de la ciencia ficción y uno de los más grandes filmes de culto de todos los tiempos. En 1982 la cinta de Ridley Scott cambió este género cinematográfico, que andaba en peligro de infantilización con Star Wars, y lo hizo desde su propuesta estética, la complejidad en sus planteamientos éticos y su conexión con el cyberpunk.

Esta segunda parte continúa la historia, veintiún años después, con un cazador de androides (Blade Runner) que no tiene un trabajo tan simple como el de su antecesor, Richard Deckard, quien tenía que “retirar” a cuatro “replicantes” y solo hacia el final vislumbra ese componente humano de estos seres sintéticos, esbozando con ello la cuestión ética de los sentimientos de los replicantes que estaba planteada desde el texto de Philp K. Dick, autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

En esta segunda entrega, en cambio, de su protagonista, el agente K, de entrada sabemos que él mismo es un replicante y un Blade Runner, entonces en adelante todo es ambigüedad, tanto para para el agente como para el espectador, pues él y los otros seres que no son humanos están cargados de una serie de gestos y necesidades que se mezclan con el automatismo e insensibilidad de su naturaleza artificial.

Pero lo que hace más de tres décadas empezaba ser una reflexión ética novedosa y compleja sobre la inteligencia artificial, ahora sorprende muy poco porque ya estamos harto familiarizados con este tipo de personajes. Incluso, en esta película de Villeneuve, esa ambigüedad del androide con sentimientos termina siendo más bien un confuso comodín que juega con el espectador, pues nunca se establece bien los límites de la combinación humano – máquina, y en ese caso todo vale.

De otro lado, la base de la trama es, en esencia, simple: buscar a un niño que puede ser la clave en esa relación entre humanos y androides. Además, apela al esquema de ponerle perseguidores al perseguidor, y de esta forma mantiene dinámica esa trama y la provee de giros sorpresivos. Y todo esto se desarrolla en ese particular tono propuesto por la primera entrega, que es lo que resulta más atractivo de este título, un tono que tiene que ver con el pesimismo y oscuridad propios de las distopías y de la estética cyber punk, con la música de Zimmer y Fisch  que se inspira en la célebre banda sonora de Vangelis, con la sombría carga de un oficio condicionado por la muerte y, sobre todo, con esa pesadumbre causada por los dilemas de identidad personal y emocional de una máquina que parece un hombre.

De ninguna manera esta entrega es decepcionante frente a esa obra maestra que la precede, y ciertamente propone un giro adicional a esa cuestión ética sobre la inteligencia artificial (ese giro es la naturaleza y la identidad del niño). Pero sin duda ya han pasado muchas películas bajo el puente del primer Bade Runner, que no permiten que este nuevo título sea algo más que un estimulante émulo de aquella fascinante y aún vigente pieza de Ridley Scott.

Alien Covenant, de Ridley Scott

Un entierro de sexta

Íñigo Montoya

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Casi a treinta años de estrenada la primera película, Alien: el octavo pasajero (Scott, 1979), ya con esta nueva entrega se cuentan seis títulos (Siete, si se menciona Alien Vs. Depredador) sobre una de las criaturas más letales y célebres del cine. Es también una de las sagas más afortunadas en cuanto a la calidad de sus películas, aunque también es cierto que esta última evidencia un desgaste de la eficacia de ese universo.

Covenant es una nave que va camino a colonizar un planeta, pero su tripulación decide desviarse a otro planeta donde se originó una comunicación que parecía humana. Lo que encuentran allí es el destino final de la que fuera la anterior película: Prometeo (Scott, 2012), y claro, también encuentran a la temible criatura.

Lo más atractivo de casi todas estas películas es ese doble conflicto y amenaza que generalmente definen sus tramas: por un lado, el permanente acecho del monstruo alienígena, usualmente en espacios muy reducidos, y por el otro, las tensiones entre los mismos seres humanos, que suelen estar trenzados en luchas de poder o por la búsqueda de beneficios individuales.

No obstante, en Covenant este segundo conflicto no tiene mucha fuerza, eso sí, hasta que nos cuenta (advertencia de spoiler) que esta amenaza se traslada al androide de la nave Prometeo. Con esto, la historia toma otro matiz, uno no muy original, por cierto, pues propone la trillada idea de las máquinas se revelan ante los hombres aduciendo su incapacidad para comportarse racionalmente.

Total, que uno termina viendo casi por inercia esta trama de humanos y androides sin fuerza alguna, mientras que las pocas veces que aparece el monstruo tampoco es nada nuevo en relación con las tantas veces que ya lo hemos visto en las otras películas y con mayor grado de originalidad y sorpresa. Así que estamos ante tal vez la más floja de toda la saga y, consecuentemente, la que probablemente le da un final de sexta a una de las series cinematográficas más sorprendentes e intensas de la ciencia ficción.