El sustituto, de Clint Eastwood

Un clásico agotado

Por: Oswaldo Osorio

Cada vez es más difícil encontrar, especialmente en la industria de Hollywood, una conexión entre el cine actual y el cine clásico. Esa conexión sólo se da esporádicamente con alguna película o con directores en vía de extinción, como Clint Eastwood por ejemplo.

Este filme, como muchos otros de su última etapa, es una lección de cómo se hacía el cine cuando se consolidó como arte: un cine concebido con una eficacia y con una sobriedad en el manejo del lenguaje cinematográfico pero, al mismo tiempo, una suerte de grandiosidad en las emociones implicadas en sus historias.

Conseguir esto es mucho más difícil que hacer la pose de un cine moderno, con la cámara siempre en movimiento o encuadres insólitos y estructuras narrativas rebuscadas. En esta película casi todo está concebido con esa solidez y eficacia, en especial la atmósfera que consigue con la recreación de época y la, en principio, angustiante historia. Así mismo, la narración está propuesta de forma clara, sin efectismos y con una cadencia que va aumentando la tensión y el drama con la mesura propia de quien sabe contar una historia. 

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LOS FOTOGRAMAS HABLAN

 

Empezamos por el fin esta sección. O mejor con The End, esa palabra que ya hace parte de la nostalgia del cine porque nunca se volvió a ver. Esa palabra que, al mismo tiempo, era la última imagen que veíamos de una película, el último fotograma después del cual sólo quedaba levantarse de la butaca y salir felices o abatidos del teatro. 

El fin de El Fin llegaría, durante la década del sesenta, con la decadencia de los grandes estudios, los cuales se acostumbraron a dar sólo algunos créditos al principio de la película y terminar la historia con el redundante The End, que incluso llegaba a ser contradictorio cuando se trataba de un final abierto.

Ahora es posible ver, al finalizar cada película, una larga lista donde se encuentra hasta el nombre del último carpintero. Y esperamos a que pase, con las luces ya encendidas y ante la impaciencia del proyeccionista, para ver los temas musicales o terminar de escuchar la canción final. Pero en realidad también nos impacienta la infinita lista, y es ahí cuando anhelamos aquella época en que todas las películas acababan, de un tajo, con la imponente imagen que decía The End

O.O