Los últimos placeres de la bella época
Por: Oswaldo Osorio
Amor, desamor, relaciones por interés, ciega pasión y algunas sutilezas, son variantes de las relaciones afectivas que esta historia presenta en un mismo paquete, además, enmarcada en una exquisita puesta en escena que tiene como cómplice uno de los periodos más estimulantes de la arquitectura, el diseño y el ornato, el art noveau, así como un momento de optimismo y bienestar como pocos ha habido en la historia, la llamada Bella Época.
Su director, el inglés Stephen Frears, tiene una muy respetable carrera de cuarenta años en el oficio y es dueño de algunos títulos que dan prueba de su agudeza para construir personajes y su elocuencia para retratar ambientes y periodos: Mi hermosa lavandería (1985), Relaciones peligrosas (1988), The Grifters (1990), The van (1996), La señora Henderson presenta (2005), La reina (2006), entre otras muchas cintas, menos conocidas pero con cualidades similares.
El punto de partida de esta película es el amor y la diferencia de edad en un contexto donde el hedonismo y la solvencia financiera son determinantes. Pero además, lo que le pone el condimento es, de un lado, que la diferencia de edad se da en la variante mujer mayor con hombre joven, y de otro lado, que la mujer solía ser una cortesana y el joven el hijo de otra. De manera que el concepto de amor por conveniencia es manejado sin rubor alguno ni consideraciones moralistas. El aparente cinismo de uno estar usando al otro hace parecer la relación incluso más honesta, porque cada quien sabe qué esperar.