La increíble vida de Walter Mitty, de Ben Stiller

La transformación de un hombre gris

Por: Oswaldo Osorio


Otra película con Ben Stiller haciendo de tonto pusilánime que se supera a sí mismo al final de la historia. Esta es una afirmación cierta, pero solo si se quiere mirar y despachar esta producción con el facilismo de los prejuicios ante el cine comercial y aleccionador. Es verdad que se trata de una película que, en general, tiene estas características, pero también es cierto que esto lo consiguen con algo de ingenio, encanto y un acertado manejo de los recursos cinematográficos.

Walter Mitty es como “un papel gris” que luego se transforma en alguien como si “Indiana Jones fuera vocalista de The Strokes”. Es una gran transformación, y esto es el asunto central de toda la película. Además, justo en eso está lo aleccionador de la historia, tanto que, si se mira a la ligera, podría verse como uno de tantos cuentos de auto superación.

Pero no es solo un cuento de superación, porque si bien es un personaje y una historia bastante digeribles y complacientes para el gran público, no consiguen esto de forma facilista, pues todo está sostenido en un guion bien armado que respalda la verosimilitud de la historia, lo cual en este caso es una condición fundamental, tanto por el juego entre la realidad y la fantasía que en principio propone la trama como por la “increíble” transformación del personaje central.

Esta transformación y verosimilitud se le presenta al espectador con un gran sentido narrativo y apoyado en diversos recursos: la música, los efectos especiales, la relación entre la realidad y el mundo soñado por el protagonista y los detalles que van encajando poco a poco a lo largo de la historia. La secuencia del gris oficinista que salta a un helicóptero conducido por un piloto ebrio mientras suena Space Odity, de David Bowie, es el mejor ejemplo de esto. Incluso gracias a esta conjunción de elementos consigue superar en muchos sentidos la versión original, dirigida por Norman Z. McLeod en 19447.

De fondo hay dos asuntos universales que mueven a la historia y al personaje: primero que todo, el amor como el motor esencial de las decisiones y la transformación de este hombre, y por otro lado, la contraposición entre el opresivo mundo laboral y corporativo y la liberadora idea de atreverse a vivir la vida y conocer el mudo. El primer asunto es el que resulta más emotivo y convincente de toda la historia y el segundo es el que le da ese matiz aleccionador y de auto superación.

En todo caso, si bien estamos ante una película edificante y algo complaciente, esto está planteado de forma honesta, algo simple y predecible, pero también en esencia resulta emotiva, divertida e ingeniosa.

Los pequeños focker, de Paul Weitz

Más de lo mismo… pero conocido

Por: Íñigo Montoya

A “veces más de lo mismo” no necesariamente significa un defecto en una película. Hay ocasiones en que realmente uno quiere más de los mismo: Terminator, Volver al futuro, el Batman de Christopher Nolan, Toy story, en fin. Eso es cuando “más de lo mismo” no alcanza a agotar la fórmula, cuando a los esquemas y elementos conocidos todavía se les puede sacar provecho de una forma original o novedosa. Pero tal no es el caso de esta película.
La cinta muestra de nuevo las vicisitudes del torpe y siempre con mala suerte Gaylor Focker, interpretado por un Ben Stiller que se repite en cada película cómica donde él es el protagonista. Parece siempre el mismo personaje puesto en distintas películas con variaciones de argumento: el vigilante de un museo que es divorciado, el hombrecito que está loco por Mary, el inseguro novio de Polly, el recién casado que descubre que su esposa es casi una sicópata, el amigo de un inventor de mal gusto, etc.
La esencia de esta saga está en la relación tensionante entre el casi pusilánime Gaylor Focker y su rígido suegro ex agente de la CIA. En la primera entrega este planteamiento fue realmente original y divertido, mientras que en la segunda funcionó muy bien traer como refuerzos a los dos padres Focker, sin embargo, en esta tercera ya no hay novedad. Prácticamente el conflicto y su planteamiento es una mala mezcla de las dos cintas anteriores.
No se trata tampoco de una cinta tediosa o detestable, porque algunos buenos momentos tiene, como cuando Gaylor pone una inyección a su suegro o cuando el mismo Gaylor es acosado sexualmente por Andi García. Pero a pesar de esos momentos, la mayor parte de la película transcurre sin sorpresas ni situaciones que ya no hayan ocurrido antes o que el espectador no pueda anticipar. Esto porque es más de lo mismo pero ya conocido (dos veces).