Una aventura extraordinaria, de Ang Lee

Buscando a Dios en altamar

Por: Oswaldo Osorio


De todas las combinaciones para crear una historia, la de un tigre, un bote y un muchacho difícilmente estaba en el presupuesto de alguien, salvo en el de Yann Martel, autor de la novela, y del director Ang Lee, quien la pudo visualizar para el cine. Porque de esto se trata esta película, de una gran historia contada con muchas artistas, que van desde el relato de aventuras hasta la fábula espiritual.

De hecho, el principal problema de esta cinta se da por vía de todas esas aristas, pues por momentos se torna excesiva, pretenciosa y dispersa, en especial cuando quiere hablar de  espiritualidad o describir la presencia de Dios con unos tibios resultados. Pero cuando se dedica al conflicto simple y directo, el del naufragio, entonces el relato cobra mayor intensidad e instala al espectador en la vertiginosidad y atractivo de una historia de aventuras como las buenas: lugares exóticos, historias extraordinarias y giros inesperados.

Pero lo esencial de esta aventura no son los acontecimientos fabulosos que vive Pi, sino la forma en que enfrenta su odisea, así como su transformación de un noble y soñador muchacho en un hombre con una sabia y sosegada visión del mundo. Su familia, la milenaria cultura india de la que provenía y su particular interés por las religiones fueron los que guiaron esta transformación, porque lo que aquí se hace evidente es que no son los sucesos extraordinarios lo que cambia a las personas, sino que estos solo sirven para sacar aquello que cada quien tiene en su interior, que es lo que mueve esa transformación.

Esta película también hace un especial énfasis en el arte de contar historias. No es gratuito que esa gran aventura se la estén contando a un escritor para que haga uso de ella. Tampoco que lo funcionarios japonenses no sean capaces de encajar esos sucesos extraordinarios en las casillas de sus informes. Y si bien el planteamiento del tigre, el bote y el muchacho ya parece lo suficientemente impactante, es la forma en que está construido el relato lo que le da la fuerza y esa verosimilitud que lo valida y que nos obliga a preferirlo antes que la escueta descripción de los hechos.

Y bueno, para una película de aventuras con una historia extraordinaria, solo había lugar para imágenes extraordinarias. Incluso su concepción visual se pasa de preciosista y efectista, aunque sin duda es con la magnificencia de sus imágenes con lo que le están vendiendo esta cinta al gran público, por eso el formato 3D, que tampoco le agrega gran cosa, y el 4DX (olores, estímulos físicos, etc.), para crear una mayor sensación de inmersión en ese espacio grandilocuente.

No se puede negar que Una aventura extraordinaria (Life of Pi) puede ser una estimulante experiencia cinematográfica, sin embargo, se trata también de un filme irregular en varios sentidos, desde sus fallidas pretensiones espirituales, pasando por chistes fáciles para agradar al público, hasta lo que parece una mayor preocupación por construir las imágenes antes que su relato. Aun así, sigue siendo una gran historia: original, atractiva y muy entretenida.

Lujuria y traición, de Ang Lee

La historia, la política y los sentimientos

 

Esta película produce sentimientos diversos y encontrados. Son apasionantes sus personajes, pero su historia es demasiado simple y pobre; consigue reconstruir con fuerza y esplendor una atmósfera y una circunstancia Histórica, pero por momentos no pasa de ser una convencional película de época; y en buena parte del tiempo crea en el espectador tensión y expectativa por lo que sucederá, pero otro tanto se hace un relato reiterativo y tedioso, al que bien le podrían suprimir 45 minutos de sus más de dos horas y media de metraje.

Por otro lado, se trata de la película de un director con una importante carrera que se debate entre oriente y occidente, es decir, entre sus orígenes y su formación. Por eso cuenta con grandes películas como Banquete de bodas, Sensatez y sentimientos o El tigre y el dragón, pero por otro lado, tiene verdaderos ejemplos de lo superfluo o sospechoso del cine de Hollywood, como Hulk, Cabalgando con el diablo o El secreto de la montaña.

Esta película se sitúa entre esas dos orillas, la intensidad y elaboración de sus mejores cintas, por un lado, y los convencionalismos y efectismos de sus filmes más cuestionables. Y es que realmente esta cinta tiene momentos brillantes y consigue introducirse en las profundidades de los sentimientos de sus personajes, sobre todo de la protagonista, pero también a la larga resulta un relato interminable y lleno de lugares comunes.

Con estos argumentos a favor y en contra, entonces, ¿vale la pena verla? Absolutamente sí. Porque es un director importante y con talento, porque son más los aciertos que desaciertos y porque tiene un final inesperado que es el que le da la fuerza y la profundidad a toda esa cantidad de cosas que se vieron en el filme. Es un final que frustra o fascina, que cuestiona, un final que hace la diferencia y plantea una tesis sobre la condición humana y la naturaleza de sus sentimientos.
I.M