Frente a frente, de John Avnet

El encuentro definitivo

Por: Iñigo Montoya

Desde que a finales de los años ochenta Al Pacino y Robert De Niro se consolidaron como los más destacados actores de Hollywood, toda la cinefilia quería verlos juntos en una película, frente a frente, y apenas se conformaba con haberlos visto en una misma película pero sin tener escenas juntos: El padrino II (1974). En 1995 esa misma cinefilia tuvo una probadita de ese encuentro: el diálogo de siete minutos que tienen de Fuego contra fuego, de Michael Mann.

Pero ahora, por fin, con esta película se materializa el duelo ideal de actores de Hollywood soñado por todos. Aunque más que duelo debería decirse “compadrazgo”, pues no son antagonistas ni la película está hecha para que haya realmente un duelo actoral con personajes cargados de gravedad y emociones.

Incluso es una lástima que no haya sido una película de mayor peso la que los reunió definitivamente, porque lo que tenemos aquí es un thriller policiaco de lo más convencional, y tanto lo es, que el antagonista es un asesino en serie. Que la cosa no es tan simple y al final sí hay un giro que alcanza a sorprender, pero de todas formas no es un thriller que pasará a la historia por su intensidad o su originalidad.

Es una película entretenida y bien hecha que sostiene la atención del espectador, pero una atención que recae, sobre todo, en la presencia de estas dos ya icónicas figuras de la Meca del cine. Además, la relación de camaradería y complicidad que establecen los personajes haría parecer que estos dos grandes actores que tanto estimamos y admiramos son amigos de verdad, y que entre rodajes pasan algunas tardes juntos en sus mansiones de la playa, hablando de lo podrida que está la industria y de sus comunes raíces italianas.

88 minutos, de Jon Avnet

 

Otro thriller común y corriente que llega a quitarle espacio a una posible buena película. Ni siquiera su gancho, la presencia del actor Al Pacino, es una buena razón para verla, porque se trata de otro papelito también común y corriente, como los que las estrellas hacen sólo con fines “alimenticios”.

El asunto es muy simple, un sicópata se quiere vengar del testigo que lo hizo meter a la cárcel y orquesta todo un plan para hacerlo. El espectador, por su puesto, no sabe nada sino hasta el final, cuando en un par de minutos, antes del desenlace, le explican todo. Es decir, es lo que se conoce como un “engaña bobos”, un argumento lleno de información oculta, falsas pistas y tensión superficial, que sólo mantiene la atención del espectador por la débil recompensa final de saber quién es el asesino y sus motivaciones.
I.M.