Sex and the city, de Michael Patrick King

Monumento a la Banalidad y al mal cine

Uno de los momentos más emotivos de esta película es cuando la protagonista le regala a su asistente una cartera de marca. La música, los planos, los diálogos y las actuaciones,  dan cuanta de lo emocionalmente significativa que era la situación. Y así toda la película gira en torno a las posesiones materiales, más que al sexo, que poco de eso hay, o al amor, que estas cuatro mujeres escasamente saben qué es.

La célebre serie televisiva de HBO, que tuvo seis exitosas temporadas (1998 – 2004), en la pantalla grande no se ve ni célebre ni exitosa, es más bien un monumento a sí misma, a la superficialidad de sus protagonistas en particular y de las mujeres norteamericanas en general. Porque no es una cosa que tenga que ver con tener poder adquisitivo o no, pues a esa mujer que le regalaron la cartera, con su sueldo de aspirante a asistente alquilaba carteras de marca, lo cual de por sí ya es una monumental aberración.

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Muerte sí, tetas no

La torpe e irrespetuosa censura a la que el canal RCN sometió a sus dos películas de un sábado en la noche, es una prueba de dos de los tantos males de Colombia: la doble moral y la mala televisón.

 

 

Un país en donde, en los más o menos veinte noticieros diarios que emiten los distintos canales, es moneda corriente ver historias de asesinatos, masacres, secuestros y violaciones a menores, resulta absurdo cómo la censura parroquiana y de doble moral se empeña en no permitir imágenes relacionadas con el sexo, ya sea desde una teta, pasando por una mujer semidesnuda sobre una cama llena de dólares, hasta -mucho menos- un menage a trois con coito masculino de por medio.

La censura siempre ha existido en el cine y la televisión, pero como ocurrió en el Hollywood del Código Hays,  ésta llegó incluso a servir para aguzar el ingenio de los realizadores al decir y mostrar lo innombrable de las más estimulantes formas. Sin embargo, la censura que mutila la obra original es la de peor calaña, como cuando en la España franquista cambiaban los diálogos en el doblaje o cuando en Cinema paraíso el cura tocaba la campana para condenar al fuego purificador los fotogramas obscenos o lascivos.

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LOS FOTOGRAMAS HABLAN

 

Empezamos por el fin esta sección. O mejor con The End, esa palabra que ya hace parte de la nostalgia del cine porque nunca se volvió a ver. Esa palabra que, al mismo tiempo, era la última imagen que veíamos de una película, el último fotograma después del cual sólo quedaba levantarse de la butaca y salir felices o abatidos del teatro. 

El fin de El Fin llegaría, durante la década del sesenta, con la decadencia de los grandes estudios, los cuales se acostumbraron a dar sólo algunos créditos al principio de la película y terminar la historia con el redundante The End, que incluso llegaba a ser contradictorio cuando se trataba de un final abierto.

Ahora es posible ver, al finalizar cada película, una larga lista donde se encuentra hasta el nombre del último carpintero. Y esperamos a que pase, con las luces ya encendidas y ante la impaciencia del proyeccionista, para ver los temas musicales o terminar de escuchar la canción final. Pero en realidad también nos impacienta la infinita lista, y es ahí cuando anhelamos aquella época en que todas las películas acababan, de un tajo, con la imponente imagen que decía The End

O.O