DIARIO DE ÍÑIGO

Septiembre 8 de 2008. La ciudad sin cine continuo. Interior. Día y noche.
A los cinéfilos más jóvenes les resultará, más que ajena, insólita la posibilidad de que hace apenas un par de décadas la usanza para la exhibición de películas era el llamado “cine continuo”: de 11 de la mañana a 11 de la noche se presentaban dos películas “en rotativa”, es decir, empataban una con la otra. Lo insólito es que el público no se programaba, sino que iba a cualquier hora y empezaba a ver una cinta por la mitad o hasta en su final, para tener que esperar a ver la otra y luego el inicio de la que se perdió (había quienes se repetían la segunda). Una práctica nada ortodoxa que quedó inoculada en los genes de imperfectos cinéfilos, quienes siguen haciendo lo mismo con la televisión. Yo me niego a ver una película empezada. Me he devuelto de la puerta del teatro por haberme perdido los primeros minutos.

Podría empezar una secta cinéfila, fundamentalista, por supuesto, para erradicar esas sacrílegas prácticas: ni películas empezadas, ni crispetas, ni celulares, ni opiniones torpes al salir del cine, ni comentarios como de abuelita viendo la telenovela. Erradicar las expresiones como “Qué película tan lenta” o “Qué buena fotografía”. Todo esto sería una buena base para la nueva doctrina cinéfila, y los templos, pues están por doquier, sobre todo en los centros comerciales.

¿Para qué meterse con Zohan?

Salido de la rica cantera de Saturday Night Live, el actor Adam Sandler es entre todos esos comediantes uno de los menos talentosos y poco creativos, y sin embargo, uno de los que mayor éxito tienen. La clave del humor de sus primeras películas era el infantilismo, puro y llano. Al parecer, ya pasados sus cuarenta años, se vio forzado a cambiar la débil lógica de su humor y de la mentalidad infantil pasó, de golpe, a la sexuada en su variante más explícita y vulgar.

Su última película, No te metas con Zohan, tiene un humor casi incomprensible, salvo si se tiene la mentalidad de un arrecho adolescente con poco seso bajo su despeinado cráneo. Un buen ejemplo de esto es cuando se despide de la chica, primero agitando la mano y luego, como si fuera otra mano, con el pronunciado bulto que tiene en su entrepierna. Ni hablar de cuando coge cosas con sus caderas, incluso estando desnudo. Tiene algunos buenos y oscuros chistes (los visuales, porque los verbales son aún más burdos y elementales), como cuando juegan con el gato, pero en general, es otro monumento al mal gusto y vulgaridad de Hollywood. 
o.o

VI Festival de Cine Colombiano Ciudad de Medellín

El balance de Un año

Ante el optimismo que actualmente hay frente al cine colombiano, es indispensable que se propicien espacios en torno a él. La decena de películas anuales que en promedio se están estrenando en los últimos años, bien pueden propiciar un diálogo y una reflexión sostenida sobre el cine nacional. El Festival de Cine Colombiano Ciudad de Medellín es ideal en este sentido, pues en él no sólo hay espacio para la exhibición de películas colombianas estrenadas durante el último año, sino que con sus muestras alternas y su nutrida programación académica se hace posible este diálogo, tanto con los espectadores como entre los mismos protagonistas de nuestra cinematografía.

Este evento, que es organizado por la Corporación Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia, en su sexta versión continúa con su política de cine gratis y al aire libre, para que el público en general tenga acceso a un cine que, por más paradójico que parezca, está limitado o negado en su oferta en las salas comerciales. Por eso el público de Medellín tendrá la oportunidad de ver un grupo de películas compuesto por títulos que, en su mayoría, son desconocidas por el público masivo, pero que en su conjunto le toman el pulso al cine nacional e incluso al país mismo. Esas películas son: como Apocalípsur, de Javier Mejía, Perro come perro, de Carlos Moreno, Buscando a Miguel, de Juan Fisher, Paraíso travel, de Simon Brand, Juana tenía el pelo de oro, Pacho Bottía, Muertos de susto, Harold Trompetero, Entre sábanas, de Gustavo Nieto Roa, Un tigre de papel, de Luis Ospina y El corazón, de Diego García.

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Tropa de élite, de José Padilha

De la favela como género

Por: Oswaldo Osorio

La cinematografía brasileña, como la colombiana, siempre ha estado muy abocada a retratar su realidad, más aún si ésta es conflictiva y violenta. Esta película de José Padilha nos llega precedida de una fuerte polémica en su país, tanto por su tema, las prácticas de un grupo élite policial en las favelas, como por la manera como lo abordó, que ha provocado discusiones entre izquierda y derecha, cada cual atacando la cinta y confirmando con esto lo complejo que es el asunto de que se ocupa. Además de la polémica, también viene coronada por el Oso de Oro del Festival de Cine de Berlin, lo que le da una cierta legitimidad de calidad que trasciende su, también, enorme éxito de taquilla.

Esta cinta bien podría ser un capítulo más de un género cinematográfico que podríamos llamar “cine de favelas”, del cual también harían parte la popular Ciudad de dios (Fernando Meirelles, 2002) y la premiada Orfeo (Carlos Diegues, 1999). Son películas que se ocupan esencialmente de retratar el universo y la lógica de las favelas, lo barrios marginales de Brasil. Estos filmes generalmente hacen un recuento de los personajes y leyes de este submundo, dando cuenta de la jerarquía del crimen y el vicio. Todo regido por una moral donde la corrupción y las reglas de supervivencia son las que imponen sus valores. Además, también hay sugerida una estética, definida por el colorido, también por el calor, el kitsch y/o la fealdad de la pobreza, la cámara en mano (por los espacios reducidos y sinuosos) y la muchas veces inevitable vertiginosidad (por la violencia y la acción).

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DIARIO DE ÍÑIGO

Agosto de 2008. La ciudad de las películas dobladas. Interior. Día/Noche.
Por estrellécima vez recibí hoy la queja de un pobre espectador que padeció a Batman: el caballero oscuro doblada. Los únicos que no entienden que es una flagrante traición doblar las películas son los exhibidores. Las atolondradas niñas de las taquillas y los acomodadores zombies ni se enteran. Ante el reclamo, no entienden qué se les está reclamando, porque para ellos la felicidad consiste en no tener que leer subtítulos y nunca echan de menos las voces originales de los actores, que en la película en cuestión, había un especial interés en la del Guasón, con esa voz cavernosa y sicóticamente pausada que usó el ya finado y por los gusanos devorado Heat Ledger. En la España de Franco usaban el doblaje para censurar, para cambiar las palabras y mensajes que para el régimen eran inmorales o subversivos. En nuestras salas de cine no hay tanta maquiavélica premeditación, es simplemente ignorancia y estupidez.

LOS FOTOGRAMAS HABLAN

¿Qué hace ese gigantesco barco a vapor subiendo por una montaña? Parece una película de fantasía o un absurdo sueño. Pero en realidad esa imagen ocurrió. Aunque lo más sorprendente, es que no sólo ocurrió en la ficción, reconstruida por algún efecto del mentiroso cinematográfico, sino que, efectivamente, ese barco escaló una montaña y llegó al otro lado, en busca de un río.

Esto ocurrió en la película Fitzcarraldo (1982), la delirante historia del hombre que quiso llevar la opera a la selva, realizada por otro hombre, esta vez real, no menos delirante, el cineasta Werner Herzog. Lo que su personaje hizo en la película, las insólitas empresas en que empeñaba su vida, el director alemán lo hizo en el rodaje de sus filmes, especialmente en éste.

Junto a esos dos locos había uno más, el actor  Klaus Kinski. Las crónicas del rodaje hablan de una filmación tan tormentosa y pantagruélica como la película misma. Muertos hubo: pobres indiecitos de la Amazonía peruana colonizados por el cine y los dólares, algunos murieron subiendo el barco, esa desbocada nave conducida por tres delirantes. 
O.O

Expedientes X: Quiero creer, de Chris Carter

No soy fan de la serie. Pero, en general, ¿No se trataba de extraterrestres? Me dicen que también tenía que ver con lo paranormal, sin embargo, que en esta nueva entrega lo paranormal se reduzca a un simple vidente, es todo un timo.

Tampoco soy fan de Mulder y Scully o la posible relación que tuvieron, pero lo que vi aquí fue un melodrama ininteligible en sus motivaciones. Si el que ha sido fan lo entiende, pues por ahí empiezan los problemas del filme, que no se defiende solo, sino que necesita la muleta de la serie.

Es muy sospechoso que el vidente haya sido un sacerdote pederasta, parece más un guiño para crear polémica. Porque si era por relacionar lo paranormal, la ciencia y la fe, la salida fue muy obvia y sensacionalista. ¡Que protesten los guionistas del vaticano!

Me aburrí tremendamente, y como no soy un hombre de fe, salí convencido del teatro de que la única razón por la que hicieron esta película, fue porque sus creadores y el dúo de ex estrellas se estaban quedando sin “blanca”.
I.M.

Batman: El caballero oscuro, de Christopher Nolan

Las horas más oscuras de un héroe

Por: Oswaldo Osorio

Con Batman inicia (2006) nació el mejor Batman del cine, aun contradiciendo la regla que afirma que casi nunca las secuelas de una película son buenas y mucho menos la quinta. Las apuestas acaban de subir con ésta, la era Christopher Nolan, cuando su segunda cinta sobre el hombre murciélago sostiene un nivel jamás alcanzado. Esto parece una herejía, porque implica pasar por encima del gran Tim Burton y sus dos primeras entregas, pero es que frente a esta nueva versión se encuentra el talentoso director de Following (1998), Memento (2000) e Insomnia (2002).

Los superhéroes salidos de los cómics casi siempre han sido explotados por el cine para crear películas de acción y aventuras y para hacer alarde de los últimos avances en efectos especiales. Por lo general, después de una primera e impactante entrega viene una seguidilla de filmes menores que sólo buscan capitalizar el éxito inicial. Ocurrió con Supermán en los ochenta y con Batman en los noventa. Esta última saga llegó a un nivel casi indignante con las versiones de Joel Schumacher (Batman eternamente y Batman y Robin), que fueron esquemáticas en su tratamiento argumental, así como chillonas y superfluas en su tratamiento visual.

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La mejor cara del Guasón

En realidad, por ser un villano, la mejor cara debe ser la peor. Este personaje nació con el mismísimo Batman, en la primera entrega del cómic en 1940. Desde entonces ha sido dibujado e interpretado de distintas formas. Lo que lo define, en esencia, es que es un sicópata. No busca dinero ni poder, sólo causar caos y hacerle todo el daño posible a Batman, pero nunca matarlo porque eso acabaría con la diversión. Veamos algunas versiones:

El dibujado. Ha mutado de apariencia según el dibujante y los tiempos. Igualmente lo han caracterizado de distintas formas: amenazante, torpe, loco, payaso o vulgar criminal.

 

 

 

El de César Romero. Un poco ingenuo y tonto como correspondió a la serie de televisión de los años sesenta, con su estética camp y esos golpes que mostraban su sonido con palabras.

 

 

 

El de Jack Nicholson. Tan desquiciado, delirante e ingenioso como el cine de Tim Burton. También tan abusivamente histriónico como el actor que lo interpretó.

 

 

 

El de Heath Ledger. Más que por la acertada interpretación, su verdadera fuerza viene de la forma como fue concebido, desde su nada glamuroso maquillaje, hasta el extremo sicopático al que el director Christopher Nolan lo lleva. El único de todos que realmente perturba.

DIARIO DE ÍÑIGO

Julio 24 de Julio de 2008. La ciudad de los estudiantes tontos. Interior. Día.
Hoy padecí a otra estudiante pintándose las uñas en clase. En el futuro será jefe de comunicaciones de alguna gran empresa y tendrá a su cargo a muchas personas más inteligentes que ella. Salvo por un leve comentario para que quedara constancia pública de lo que hacía, no le increpé nada. Ya nunca lo hago. Recuerdo mi indignación cuando, hace muchos años, por primera vez una de ellas se las pintaba mientras veíamos El ciudadano Kane. Ahora entiendo que el problema no es mío sino de ellos, de los estudiantes que llegan a un curso de cine diciendo de antemano que no les gustan las películas en blanco y negro. El cine mudo, por supuesto, lo detestan. Ya no me indignan, me dan un poco de lástima. Les doy acaso una mirada, sintiendo pena por ellos y sus futuros subalternos, y me concentro en los otros estudiantes, en los que les interesa el cine y que serán mejores profesionales y personas viendo películas con y sin color.