Febrero 16 de 2009. La ciudad de los amigos. Interior/Exterior. Día/Noche.
¿Se puede perder un amigo por culpa del cine? Parece que es posible. Porque hay quienes tienen fuertes discusiones por hablar de política o de fútbol, pero yo las tengo por el cine. La mayoría de mis amigos son cinéfilos o, al menos, les gusta mucho el cine y lo frecuentan lo suficiente como para tener bien formado el criterio. Pero a diferencia de la política o del fútbol, que generalmente son cosas externas a las personas, el cine siempre tiene que ver con lo que somos y lo que pensamos, porque, como se sabe, el cine es como la vida. Así que mi ataque a una película puede ser tomado de forma muy personal por algún amigo. De hecho ha ocurrido: Con el señor C. la relación se hizo un témpano por poco más de un año, todo por culpa de Vanilla Sky, esa tonta película con Tom Cruise. Y anoche con la señorita M. nos alzamos la voz y nos atacamos con suspicacias por culpa de, quién lo creería, una película infantil: Coraline y la puerta secreta. Se pueden tener tantos amigos como películas imprescindibles pueda haber visto uno, que en realidad son pocas. Y los amigos, generalmente, también son imprescindibles, e igualmente pocos. Pero es que cuando se habla de cine hay mucho en juego: la pasión, la concepción del mundo y la forma de asumir la vida. Son absolutos muy poderosos, que cuando chocan con los amigos, tal vez alguno salga herido.