Milk, de Gus Van Sant

Película para un actor

Por: Oswaldo Osorio

Ésta película es de Sean Penn. No por el Oscar, pues si ese premio realmente hiciera justicia, ya hace mucho y un par de veces que se lo habría ganado. De ahí que quienes eventualmente se la vean doblada se perderán lo más importante. Así mismo, quienes conozcan la filmografía del actor seguramente la disfrutarán más. Por ejemplo, aquellos que vieron Río místico o Todos los hombres del rey, no podrán más que complacerse con el personaje que en esta nueva película hizo el mismo actor. 

Así que es una cinta más de actor que de director. Eso a pesar de estar dirigida por un cineasta de respeto que ha realizado un puñado de joyas, como Cowboy junkies, Perdidos en la noche, Todo por un sueño o Elephant. Pero también es el mismo que ha dirigido infortunadas y complacientes cintas como Good Hill Hunting y Encontrando a Forrester, y qué decir del innecesario gesto de repetir (no de hacer su propia versión) nada menos que Sicosis.

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Frost/Nixon: La entrevista del escándalo, de Ron Howard

La Televisión como un campo de batalla

Por: Oswaldo Osorio

Difícilmente alguien pensaría que una entrevista es una buena historia para hacer un filme. Sin embargo, así lo creyó un director de Hollywood, tal vez el más inesperado de todos, Ron Howard, el mismo que acaba de adaptar los best sellers de Dan Brown (El código Da Vinci, Ángeles y demonios) y el mismo que hace parte de la élite taquillera  y “oscarizada” de la Meca del cine con películas como Un horizonte lejano, Apollo 13 o Una mente brillante.

Cuando un estudiante universitario (por poner un ejemplo reciente que conocí) cree que la Segunda Guerra Mundial la ganaron los alemanes y que terminó en 1955, la palabra Watergate o el nombre de Richard Nixon nada le dicen. Incluso en Estados Unidos los jóvenes reconocen más fácil al payaso de McDonalds que la foto de uno de sus presidentes.

Y menciono esto porque la historia de esta cinta (una entrevista) y su tema (Nixon y su dimisión), podría verse como un material demasiado árido y codificado, además sin posibilidades dramáticas y narrativas, un material con el que nadie de Hollywood vería posibilidades.

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El arriero, de Guillermo Calle

De amores y de mulas

Por: Oswaldo Osorio

Más cine sobre el narcotráfico para todos aquellos que dicen estar cansados del tema, eso a pesar de que rara vez ven una película colombiana (lo he sondeado) y, más aún, a pesar de que todavía es un tópico que realmente nuestro cine no ha explorado lo suficiente. Apenas un puñado de filmes, que ni llegan a la decena, abordan frontalmente el tema, y sólo Sumas y restas (Víctor Gaviria) y El Rey (Antonio Dorado), se pueden considerar acercamientos verdaderamente importantes.

 

Esta película de Guillermo Calle no es ni acercamiento ni importante. En realidad el tema es casi sólo una excusa para contar una historia que únicamente pretende ser divertida y entretenida, lo cual logra en cierta medida, y por eso, no se le deben reprochar con demasiada dureza las ligerezas a partir de las que está construida. Si una cinta está concebida sin pretensiones, no se le puede exigir lo que nunca prometió.

Aún así, el filme, que parte de un relato de Alfredo Molano, empieza por revelarnos un insólito personaje que pocas veces se había considerado dentro de la cadena alimenticia del narcotráfico: el arriero. Ese hombre que, como una cínica paradoja de la honesta y tradicional laboriosidad campesina, se encarga de arrear la mulas colombianas (¿Es esto un pleonasmo?) cargadas de coca al exterior. 

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Monsters Vs. Aliens

La doble lectura del cine infantil

Me ha sorprendido encontrar que hay una cierta animadversión por esta película. Tal parece que la impresión que dejan los cortos promocionales de esta cinta infantil, contrario a su objetivo, está dando la idea de ser una película sin atractivo alguno. Pero eso sólo es una impresión de quienes juzgan las películas por los cortos, pues si bien no estamos ante una gran obra, sí tiene todos los elementos que buscan quienes gustan del cine infantil, no importa su edad.

 

Lo que uno le pide a una película infantil es que sea inteligente y, en lo posible, original. Nada peor que las cintas que subvaloran a su público y creen que con sólo una trama de personajes tiernos, amenazados por malvados pero tontos villanos, es suficiente para entretener a su público. O las que son demasiado pretenciosas, como Coraline, por ejemplo, o las que se pierden en cargadas tramas o chistes de mal gusto y un sinfín de referencias, para tratar cubrir un público mayor, como ocurre con Shrek El Tercero.

 

A despecho de su título, lo atractivo de Monsters Vs. Aliens no es tanto la confrontación entre los monstruos de la tierra y lo alienígeneas. El verdadero conflicto de la historia está en el hecho de que estos “monstruos” son diferentes a todas las demás personas y por eso son excluidos o mirados con temor. De ahí que el verdadero triunfo de los protagonistas no tiene que ver tanto con vencer a los invasores, sino con asumir su identidad como monstruos y  como seres distintos.

 

Por lo demás, es una película que tiene como su principal atractivo, además del nuevo sistema de 3D, su humor ingenioso y hasta elaborado. Solo basta con mencionar el tratamiento que le dan al presidente de los Estado Unidos, de quien se burlan y parodian de todas las formas posibles. Los niños verán en él a un personaje cursi y divertido, pero los adultos harán una lectura de fina sátira política. Ése es el ideal de una película infantil, que consiga ese doble registro, sin que uno u otro público se recienta. 

I.M.

Chef a la carta, de Nacho Velilla

Un plato con todos los ingredientes

El título de este texto puede ser tomado de dos formas opuestas: se puede referir a una película que lo tiene todo, por lo cual es muy buena, o también a una cinta que, por quererlo tener todo, es irregular en sus resultados. Y la respuesta correcta es… la segunda.  

 

Ciertamente es una película divertida y entretenida, pero demasiado cargada de todos esos elementos que, supone cualquier director de comedias, es infalible con el público: sexo, enamoramientos, picaresca, personajes coloridos, ráfagas de diálogos, niños, salidas del closet, fútbol, una pizca de drama y coronado con una tierna moraleja a modo de cereza. Para cumplir con todos los requisitos obvios de las comedias sólo faltó un perrito.

 

Aún así es una comedia con muy buenos momentos, realmente hilarantes y cargados de diálogos ingeniosos y eficaces. Una comedia muy española y para el gusto general, lo cual siempre se agradece al final de una jornada pesada, aunque no tanto como punto de referencia del cine español y las comedias que preferiríamos en nuestras salas.

I.M.

Fragmentos del destino, de Jieho Lee

 

Sin la alquimia del cine

Si una película se pudiera juzgar sólo por el guión y el reparto contratado para darle vida, pues esta cinta sería una muy respetable pieza. Sin embargo, como se sabe, la alquimia del cine está en el talento que el director y su equipo tengan para saber plasmar en la pantalla lo que en principio solo son buenas intenciones sobre el papel.

 

La película propone una estructura que parece original. Se trata de varios personajes que, con una situación general que los une, se van relevando en el protagonismo de la narración. Aunque se mira bien, se trata sólo de una variable de esa tendencia que tan de moda ha estado últimamente, ésa que fragmenta historias, personajes y narración, muchas veces sólo por el puro gusto, como 21 gramos o Babel.

 

La cinta es un thriller donde los personajes que más permanencia tienen son los gángsters. Trata de decir algo sobre el destino de cada uno y cómo unas vidas determinan otras, pero en últimas, si bien por momentos trata de ser entretenida y hasta interesante (sobre todo el personaje de Brendar Fraser, el que puede ver el futuro), finalmente todo se queda en puro artificio argumental y visual, y lo más grave es que tiene el peor problema que pueda tener un thriller: ser previsible.

I.M. 

El Gran Torino, de Clint Eastwood

Wally “El Sucio”

Por: Oswaldo Osorio

¡Ésta sí es una película de Clint Eastwood! Dirán seguramente quienes crecieron (y envejecieron) viendo al vaquero Sin Nombre de Sergio Leone y al duro policía de Don Siegel. Luego el mismo Eastwood,  como director, continuaría los pasos de sus dos maestros, haciendo películas de individualistas con madera de anti-héroes, definidos por su honestidad y sus principios firmes, aunque muchas veces algo fascistas.

Pero a pesar de que acababa de hacer dos “películas de chicas” (Golpes del destino y El Sustituto) un tanto sentimentales y condescendientes, vuelve a sus viejas andadas con esta cinta impecable en su elaboración y contundente en sus planteamientos.

Sin hacer demasiado alarde, ni visual ni narrativo, el veterano Eastwood encara, delante y detrás de la cámara, una historia tan simple en su argumento como compleja en sus implicaciones. Con su mirada de viejo sabio, pero mascullando en tono recriminatorio y con el lenguaje que conoce, le da una mirada a su querida Norteamérica y a algunos de sus problemas más críticos: la violencia, el racismo y la intolerancia.

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Rudo y cursi, de Carlos Cuarón

El dúo dorado de México

Con la película Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón (co-escrita con su hermano Carlos), los actores Gael García Bernal y Diego Luna no sólo consolidaron su estrellato, sino que revelaron esa virtud que sólo cada tanto ocurre en el cine: el perfecto acople de una pareja de actores que, juntos, potencian su carisma, más que cuando están en compañía de otro actor diferente.

Esta película en buena medida fue hecha para aprovechar el buen equipo que hace esta pareja. Los pintorescos personajes que representan, con su acento de provincia y su nula educación, son el vehículo perfecto para lucir sus dotes interpretativas, porque son de esos papeles en que todo vale y todo es posible, y los actores aprovechan para exageraciones y amaneramientos que de otra forma no sería posible y que, lo más importante, el público agradece enormemente.

Y es que se trata de una película cuya historia tiene que ver con lo popular (fútbol, corridos musicales, nuevos ricos), pero también con lo populista, que son dos cosas muy distintas, pues lo popular tiene que ver con el tema, los personajes y ambientes donde se desarrolla la historia, que pueden ser abordados de forma seria y profunda; pero lo populista es el tratamiento que se le da, apelando a fórmulas fáciles, personajes arquetípicos, humor elemental y ganchos visuales y narrativos.

Sin duda es una película entretenida, y por momentos divertida, porque para eso fue hecha, pero, en últimas, una de esas películas que a los veinte minutos ya uno sabe para dónde va y qué pasará más adelante, y que cuando se acaba a uno se le olvida.

La principal y casi única virtud de la cinta, y por lo que vale la pena verla, es justamente la razón por la que fue hecha: ver a estos dos actores en un encantador duelo y contrapunto como pocas parejas del cine lo pueden conseguir.

I.M.

La duda, de John Patrick Shanley

Los caminos del Señor

Por: Oswaldo Osorio

En la lucha contra el demonio es posible alejarse de los caminos del Señor, dice el personaje de Meryl Streep en esta película. Y pensando en una lógica parecida, para tratar un tema harto delicado, fundado en acciones que con seguridad violentan y causan sensación, lo mejor es no asumirlo directa y explícitamente, o al menos así parece que lo decidió el director de esta cinta (también su guionista y autor de la obra original). Y es por este distanciamiento entre el tema y su tratamiento que esta película, de forma modesta y sutil, hace mucho más efectivo y elocuente lo que sobre el asunto tiene que decir.

Este asunto recurrente, sobre todo en los últimos años (y no sólo en el cine), tiene que ver con los abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos contra jóvenes de sus parroquias. En este sentido la película plantea su crítica y denuncia a las prácticas de algunos clérigos, pero sobre todo, al inaceptable proceder de la institución, que no sólo encubre sino que, incluso, llega a premiar a los involucrados con cargos superiores o reubicándolos en mejores lugares.

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Inframundo: la rebelión de los Lycans, de Patrick Tatopoulos

Vampiros sin colmillos y hombres lobo sin carisma

La única razón por la que alguien quisiera ver esta película es porque le gusta muchísimo este tipo de cine: vampiros, hombres lobos, ambiente medieval y mucha acción. Porque ni siquiera esta tercera parte cuenta con la presencia de Kate Beckinsale, que siempre fue un buen aliciente para que, al menos, el público masculino la viera.

También excluye a los más puristas amantes del cine de vampiros, pues aquí han sido desprendidos de todo su mítico y misterioso encanto, para convertirlos en simples tiranos que luchan con relucientes arsenales y no con sus otrora cinematográficos colmillos. Incluso parece más un filme de hombres lobo que de vampiros, aunque el espectador no termina sintiendo ninguna simpatía ni por unos ni por otros.

Cuando se estrenó Van Helsing, una cinta con muchas similitudes a esta trilogía, alguien dijo, con toda la contundencia y malaleche posible, que era la primera película de la historia del cine escrita por un software, en otras palabras, que todo en ella estaba en función de utilizar los efectos especiales y las criaturas creadas por un computador. Esta nueva entrega de Inframudo se acerca mucho a eso mismo, una tesis que es respaldada por el hecho de ser el debut en la dirección de un personaje que antes era el director de efectos especiales de películas como Godzilla y El día de la independencia.

En definitiva, son dos horas en las que sus realizadores ponen un conflicto básico entre dos razas y, para aderezarlo como ordena el esquema, una historia de amor imposible en la que, por supuesto, él pertenece a un bando y ella a otro. La fórmula está sostenida sobre un armazón de efectos y momentos de acción que terminan por hacer más predecible y reiterativa ésta que, como la mayoría de las terceras partes, nunca debió existir.

I.M.