Terminador 4: La salvación, de McG

Cine de acción con abolengo

Por: Oswaldo Osorio

Hace un cuarto de siglo no existía el cine de acción. Lo que el suspenso es para el thriller, la acción era para el western, el cine de aventuras o la ciencia ficción, es decir, sólo un componente de un aparataje argumental y dramático mayor. Pero en los años ochenta aparecen tres películas, con sus respectivos actores y personajes, que establecen las pautas de lo que sería ese nuevo género cinematográfico que ahora es el más explotado por la industria del cine.

Esas tres películas son Rambo (1982), Terminador (1984) y Duro de matar (1988). Hubo más de este cine en aquella década, pero son estas películas (y sus secuelas) las que, por sus características y su éxito de taquilla definieron el esquema general: un protagonista masculino que todo lo sabe y lo puede, quien además es justo, noble, políticamente correcto y patriota; como antagonista, un enemigo absoluto del mundo occidental (es decir, de USA): comunistas, narcotraficantes o terroristas, según la época; y la acción (persecuciones, explosiones, tiroteos y peleas) con un protagonismo que, en la mayoría de estos filmes, termina siendo un fin y no un medio.

De las tres películas, que cada una cuenta ya con cuatro entregas, sin duda la saga más interesante es la de Terminador, que además tiene serie televisiva (Terminator: The Sarah Connor Chronicles, 2008). Es la única que no aplica esta última característica de modo contraproducente, esto es, que la acción sea un fin y no un medio, sino que, adicional al fuerte protagonismo de la acción, de fondo hay una historia y unas ideas con fuerza y relevancia. Son películas que, en mayor o menor medida, según la entrega, reflexionan sobre la confrontación hombre-máquinas, el miedo apocalíptico, la hecatombe nuclear, la ética en relación con la creación de vida artificial y la distinción entre la esencia humana y la insensibilidad de las máquinas.

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Frente a frente, de John Avnet

El encuentro definitivo

Por: Iñigo Montoya

Desde que a finales de los años ochenta Al Pacino y Robert De Niro se consolidaron como los más destacados actores de Hollywood, toda la cinefilia quería verlos juntos en una película, frente a frente, y apenas se conformaba con haberlos visto en una misma película pero sin tener escenas juntos: El padrino II (1974). En 1995 esa misma cinefilia tuvo una probadita de ese encuentro: el diálogo de siete minutos que tienen de Fuego contra fuego, de Michael Mann.

Pero ahora, por fin, con esta película se materializa el duelo ideal de actores de Hollywood soñado por todos. Aunque más que duelo debería decirse “compadrazgo”, pues no son antagonistas ni la película está hecha para que haya realmente un duelo actoral con personajes cargados de gravedad y emociones.

Incluso es una lástima que no haya sido una película de mayor peso la que los reunió definitivamente, porque lo que tenemos aquí es un thriller policiaco de lo más convencional, y tanto lo es, que el antagonista es un asesino en serie. Que la cosa no es tan simple y al final sí hay un giro que alcanza a sorprender, pero de todas formas no es un thriller que pasará a la historia por su intensidad o su originalidad.

Es una película entretenida y bien hecha que sostiene la atención del espectador, pero una atención que recae, sobre todo, en la presencia de estas dos ya icónicas figuras de la Meca del cine. Además, la relación de camaradería y complicidad que establecen los personajes haría parecer que estos dos grandes actores que tanto estimamos y admiramos son amigos de verdad, y que entre rodajes pasan algunas tardes juntos en sus mansiones de la playa, hablando de lo podrida que está la industria y de sus comunes raíces italianas.

Revólver, de Guy Ritchie

¿Dónde está la bolita?

Por: Oswaldo Osorio

Hay personajes, imágenes y situaciones del cine de Guy Ritchie que uno nunca olvidará. Y no tanto porque sean profundas lecciones de vida o verdades reveladas, sino más bien por lo impactantes e ingeniosas, además por su capacidad de jugar y hacer extravagantes o divertidas variaciones con los estereotipos de cine de gangters.

Planteado así esto parece una virtud, que ciertamente lo es y representa la esencia de su cine, pero de esto se desprende también su principal carencia, y es que todas sus películas no trascienden lo límites de los juegos y malabares narrativos, visuales y argumentales. 

Su rutilante entrada al cine fue con Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y luego, con Cerdos y diamantes (Snatch, 2000), le da una vuelta de tuerca a su particular universo gangsteril y su narrativa rauda y copartimentada. En su momento fue inevitable asociar ese universo y narrativa con el cine de Quentin Tarantino, aunque en el caso de Ritchie se trata de una versión más ligera y efectista. 

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Ángeles y demonios, de Ron Howard

De best seller a carrera  de observaciones

Por: Iñigo Montoya

Otra película cuyo máximo valor es haber sido un libro vendido por millones, una razón que, la más de las veces, resulta ser más bien digna de desconfianza. Lo que es masivo, por lo general, está hecho de fórmulas probadas, esquemas y estereotipos, adosado con algo de sensacionalismo. ¿Y qué más sensacionalista que un complot en el seno del Vaticano o la muerte de un Papa, más aún si hay sospecha de asesinato?

Esta película es un thriller policiaco en el que la intriga, los crímenes y los espacios en que se desarrolla tienen el atractivo adicional de estar relacionados con la historia de la Iglesia Católica y todos sus secretos y leyendas, un suculento material para crear una historia policiaca y darle un contexto que la haga parecer muy sesuda y muy profunda.

Pero nada de eso. Apenas la superficie de esa historia, sus diálogos y causalidades, están construidos a partir de ese complejo material, pero el corazón de la historia, lo que le importa a su director, es contar un relato de intriga y misterio a partir de un esquema harto elemental y conocido: Un asesino que deja indicios de sus futuros crímenes y un investigador que siempre va un paso atrás y que sólo en el último momento consigue llegar a tiempo.

Por eso la dinámica dramática y narrativa es tan simple como el hecho de que después del primer crimen sigue el segundo y después el tercero, como una carrera de observaciones, mientras los héroes y espectadores recorren el camino ya trazado y conocido hacia el predecible final, donde siempre tratan de hacer un giro insólito, al que es fácil de adelantarse, simplemente es desechar las falsas pistas obvias y pensar en el menos pensado.

En definitiva, es una gran producción, llena de todo eso que bien sabe hacer Hollywood: persecuciones, explosiones y grandes efectos, creada para entretener y cautivar la atención mientras ocurren las cosas, pero al empezar los créditos finales, ya nada queda en el seso del pobre espectador, eso a pesar de la palabrería y referencias históricas con que se arropó este simple thriller de “Sigo las pistas que el asesino me dejó para capturarlo, y lo capturo.” 

Festival de Cine Sin Fronteras – No metirás

La verdad del cine 

Cine contemporáneo, de diversas nacionalidades y con una temática específica, en esta ocasión la mentira en la sociedad contemporánea, es lo que nos ofrece la tercera versión de este importante festival que se lleva a cabo en el Medellín y su Área Metropolitana entre el 27 de mayo y el 7 de junio.  Lo de importante es porque realmente es un evento que le brinda al público de la ciudad la oportunidad de ver un cine que de otra manera no sería posible ver.

Para esta edición están programadas treinta películas internacionales de producción reciente: cine invisible en Colombia que llega en un 90% en 35 mm y que permitirá aproximarse a los últimos trabajos de grandes nombres del cine mundial como Kiyoshi Kurosawa, Bela Tarr, Joaquim Jordà, Gus Van Sant, Barbet Schroeder, Laurent Cantet, Francisco Lombardi, Abderrahmane Sissako,  Luc y Jean Pierre Dardenne, entre otros.

Además de esta muestra central, la cual cuenta con una importante participación del cine latinoamericano, el festival tiene actividades académicas y lúdicas alternas y, por primera vez, una selección de siete trabajos nacionales por convocatoria relacionados, en su temática o tratamiento, con la mentira: Artefacto, de Daniel Mejía; Camaleones, de Harold de Vasten; Cara y cruz, de Juan Paulo Galeano; En la vida de un top, de Carlos Manuel Hoyos; La serenata, de Carlos César Arbeláez; Por si se te olvido mi letra, de Ana Cristina Monroy, y Versión libre, de Carolina Calle Vallejo, conforman la selección que incluye trabajos de ficción, documental y video-arte.

También se han confirmado invitados nacionales e internaciones como el productor Pablo Ratto (Argentina), los documentalistas Gonzalo Arijón (Uruguay) y Pierre Carles (Francia), los realizadores colombianos Marta Rodríguez, Ciro Guerra, Luis Ospina y Oscar Campo, y el director de la Cinemateca Distrital Sergio Becerra, quienes desarrollarán encuentros y actividades académicas con el público. 

En estos tiempos saturados de festival de cine, la diferencia la hacen  eventos como éste, con un carácter definido y una selección estimulante y reveladora para aquellos espectadores que saben que el cine es más que esa uniforme avalancha de imágenes que colman la cartelera de cine y la programación de la televisión por cable. Además, este festival no sólo es la posibilidad de ver cine bueno y diferente, sino también de reflexionar sobre el mundo de mentiras en que vivimos.

PROGRAMACIÓN CINEMATOGRÁFICA:

http://www.festivalsinfronteras.com/2009/boletines/Programacion.pdf

 

PROGRAMACIÓN ACADÉMICA:

http://www.festivalsinfronteras.com/2009/boletines/Programacion_%20Academica.pdf

X men los orígenes: Wolverine, de Gavin Hood

El arma X diseñada para los fans

Por: Iñigo Montoya 

Secuelas, precuelas, viruelas y triquiñuelas. La industria del cine no se cansa de exprimir una veta que le dio éxito y fortuna. Pocas sagas han hecho que realmente valga la pena su existencia, por el bien de su historia, sus personajes y sus creadores, pues muchas de ellas terminan por cansar al espectador que, cuando ve cada entrega, se siente como cuando sucumbe en la televisión a esas telenovelas a las que les alargan el final para mantener la caja registradora contando.

Guardadas las proporciones, algo así ocurre con la saga de los X-Men. Muy interesante la primera parte, realmente buena la segunda y ciertamente decepcionante la tercera. Ésta nueva entrega, que si bien llega de cuarta su historia sucede antes de lo que cuenta la primera (por eso se llama precuela), sin ser la gran cosa ni  otra cosa desastrosa, sólo viene a reciclar esquemas y fórmulas que ya bien conocemos de sus tres hermanas, y por eso, termina siendo más de lo mismo sin ningún plus que llame la atención.

Woverine aquí hace de chico rudo y solitario, justo y políticamente correcto. Por eso se parece más al estereotipo del héroe de acción que a la naturaleza ambigua e intrigante de todo X-Men. Y encima pasa lo predecible, con la chica, con su hermano, con el coronel que los manipula, en fin. Por eso se trata de una cinta que, para los que no son fans, sólo alcanza a ser entretenida y con la cuota necesaria de secuencias de acción y efectos especiales.

Antes que el diablo sepa que has muerto, de Sidney Lumet

Hermanos de sangre

Por: Iñigo Montoya

Hay directores con los que no se debe pensar dos veces ir a ver sus películas. Lumet es uno de ellos, por muchas razones: ha hecho poco más de cuarenta películas, aún a los 83 años sigue siendo lúcido y contundente, es autor de un inigualable puñado de clásicos (Doce hombres en pugna, Perros de paja, Network, Tarde de perros, Sérpico, El veredicto) y su cine siempre está poniendo en cuestión la ética y moral del sistema y del hombre contemporáneo.

Esta película, como su título lo indica, es un descenso a los infiernos, o al menos una promesa de que eso le pasará a sus protagonistas. Lo más impactante de esta historia  es que está protagonizada por hombres ordinarios, ciudadanos de bien, comunes y corrientes, con esposa, hijos, familia tradicional, corbatas y cuentas por pagar. Pero es este último aspecto el que termina por conducirlos a desmoronarse en un abismo de corrupción y culpa.

Tanto los dos hermanos que, para salir de sus apuros económicos, deciden atracar la joyería de la familia, como el mismo padre de ellos, terminan envueltos en una intrincada trama de desesperación, culpa, desconfianza y asesinatos. Es por eso que el contraste entre el ambiente de normalidad de sus vidas, su trabajo y su casa, en relación con la espiral criminal en que se ven envueltos, es el lo que lleva a este relato a revelarnos la vulnerabilidad a la que puede estar expuesto el hombre actual, sumido en su vida consumista y llena de vicios con los que se busca paliar la infelicidad.

 La película está narrada de forma fragmentada y dando saltos temporales y de puntos de vista, pero no tanto porque está de moda este tipo de relato, sino porque –y éste debería ser el criterio siempre- el énfasis que se le quiere dar a la historia tiene que ver con las decisiones morales que toman los personajes en relación con los demás, quienes, y aquí es donde se concentra la contundencia de este drama, son los integrantes de la misma familia.

Aunque no se trata tampoco de una obra maestra, estamos ante una película estimulante en su narración y que nos deja pensando en sus personajes y en esas decisiones morales que toman, así como las consecuencias de esas decisiones. Es un thriller moral protagonizado por muy buenos actores de Hollywood que, con películas como ésta, hacen la diferencia con tanta películita de robos y asesinatos que nos llega de esa factoría.  

Los viajes del viento, de Ciro Guerra

Huir y buscar por un mismo camino

Por: Oswaldo Osorio

Un hombre nuevo, un hombre viejo y un acordeón con cuernos cruzan el paisaje costeño urgidos por su destino. Estos elementos, ya de por sí complejos y que bien podrían funcionar como sinopsis, componen uno de los relatos más maduros y concientemente sólidos de la historia del cine colombiano. También es una de las películas más esperadas de los últimos años, gracias a la promesa que significó la ópera prima de este realizador, La sombra del caminante (2005), y con la cual comparte unas características en común: un sentido estético definido y sin titubeos, una lúcida cercanía con ciertas particularidades de la identidad nacional y una propuesta narrativa y argumental que no le hace concesiones a ese público que sólo quiere cine rápido y fácil.

De entrada es necesario hablar de lo más vistoso del filme, que es sus paisajes y su fotografía, dos cosas que muchos espectadores suelen confundir. Porque con esta cinta es muy fácil decir –y recuerden que no es una cinta fácil- que tiene una fotografía muy “bonita”, aunque seguramente el comentario está dirigido a los paisajes.

Que en esta película coincidan las dos cosas es una fortuna, pero lo cierto es que tiene una buena fotografía es por la manera como muestra estoy paisajes, por la forma en que los hace, no sólo un protagonistas, sino una condición para el desarrollo de la historia. De ahí la importancia de la expresividad y el esplendor del formato panorámico y en súper 35 en que fue filmada. Y también por eso es un filme que tiene que ser visto en cine. La visionada en video ya será una experiencia muy distinta.

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DIARIO DE ÍÑIGO

Mayo 8 de 2009. La ciudad de los piratas ignorantes. Exterior. Día.

¿Tiene Scarface? Le pregunto a una mujer joven que vendía películas piratas en la Universidad de Antioquia (a ridículos $2000). ¿Cómo? Pregunta ella como con cara de que la estuviera insultando. Scarface, Caracortada. Le repito, ahora mirándola yo como si ella me hubiera insultado. Y en realidad, un poco fue así. Ella no tenía, y menos conocía, la película de Brian de Palma, ésa donde unos colombianos (por supuesto) iban a picar con una sierra eléctrica a Tony Montana, interpretado por un desbordado Al Pacino, que les salió más áspero aún a los pobres colombianos, quienes, al menos en esa sangrienta secuencia, se quedaron sin la coca y sin los dólares. 

Me alejé de la chica pirata y crucé una plazoleta para buscar a otros bucaneros del DVD. La misma historia: me respondían con fastidio o con desdén. A mí también intentó invadirme un oscuro sentimiento, pero luego me di cuenta de que ellos no tenían la culpa. Vendían películas así como podían  vender minutos de celular o manillas o papitas. ¡Qué podían saber de Tony Montana! Entonces me fui para clase con una pequeña tristeza, la cual se hizo grande cuando me di cuanta de que ninguno de mis alumnos  conocía la palabra Decimonónico.

Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda

Nunca hay que olvidar

Por: Iñigo Montoya

El director de la bienamada La lengua de las mariposas vuelve con una historia que tiene mucho en común con aquel conocido título. La infancia, la guerra civil española, el papel de la iglesia y la educación, así como un desenmascaramiento de la represión y la intolerancia de un sistema totalitario, son los elementos esenciales con los que está construida esta película. 

Pero quien crea que va a ver una película emotiva y divertida como La lengua de las mariposas o muchos de los otros títulos de este director español, mejor que se prepare para una mirada un tanto más áspera y dramática. Durante toda la historia la familia protagónica es prácticamente asediada por un sacerdote, que es el maestro del niño. 

Basada en una novela de Alberto Méndez, la película no es nada generosa con la mirada que hace de este sacerdote y la institución a la que pertenece. Se trata realmente de un “villano de película”, y justamente este esquematismo le quita un poco de solidez a una cinta que sabe construir muy bien sus otros personajes, así como una atmósfera de zozobra y opresión que es planteada como una frontal denuncia a la historia española. 

Aún así, se trata de un filme de gran fuerza en cuanto a sus planteamientos: la denuncia al sistema, el retrato de una familia librepensadora y la recreación de una oscura época que España no se cansa de hacer objeto de sus películas.

La guerra civil española terminó hace sesenta años, y siguen haciendo películas sobre ella, pues son concientes de que nunca hay que olvidar. Algo que deberían tomar en cuenta aquellos que piden a gritos que no se hable más de los problemas colombianos en el cine.