Canaguaro: Revista de cine colombiano

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La Revista CANAGUARO, dedicada enteramente al cine colombiano, presenta su primera edición. Se trata de una publicación que busca solucionar el desequilibrio que actualmente existe entre la gran producción nacional y los escasos espacios especializados en el audiovisual que hay en Colombia, los cuales, además, solo parcialmente se ocupan de la actividad local.

Canaguaro es una publicación de Cinéfagos.net, portal dedicado a la difusión del cine y a la formación de públicos, dirigida por el crítico de cine Oswaldo Osorio. Esta primera edición trae un contenido especializado (críticas, entrevistas, festivales, artículos, ensayos y documentos), compuesto por 55 textos y elaborados casi por la misma cantidad de críticos, académicos, especialistas y periodistas de todo el país, desde los más veteranos y reconocidos hasta las nuevas generaciones de escritores de cine.

La revista será cuatrimestral y digital en tres modalidades: una edición virtual alojada en el portal www.cinefagos.net (canaguaro.cinefagos.net/ ), más otra versión con diseño editorial que se distribuirá gratuitamente en el sitio, boletines y redes y que se podrá descargar en PDF, EPUB y MOBI.

Salas de cine y cineclubes en Medellín 1956 – 2020

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Con el objetivo de indagar en la historia de la exhibición cinematográfica en Medellín, con énfasis en los espacios de programación alternativa, nace la investigación Salas y cineclubes en Medellín, realizada por el profesor e investigador Oswaldo Osorio y en la cual desarrolla un recorrido histórico cinematográfico, patrimonial y socio-cultural sobre las salas de cine de la ciudad y los principales cineclubes, desde 1956 (año en que se funda el primer cineclub) hasta nuestros días.

La investigación no sólo propone la elaboración de un mapa que ubique dichos espacios de exhibición, en especial en la zona centro donde se concentraba la mayoría de ellos, sino también el análisis de sus características y dinámicas socio-culturales. Este proyecto es posible gracias a la convocatoria de Estímulos PDL Y PP Cultura 2020 de la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín.

Aunque apenas a un par de décadas de su invención ya era considerado el doble carácter de arte e industria del cine, en realidad solo es desde finales de la década del cincuenta del siglo pasado que se empiezan a diferenciar los espacios de exhibición entre un tipo de cine y otro. Esto se da con la aparición de las salas de arte y ensayo y la proliferación de cineclubes, fenómenos que, en gran medida, fueron consecuencia de una nueva concepción del cine definida por el cine de autor y las nuevas olas, en especial la Nueva Ola Francesa. Es por eso que el rango de análisis empieza en 1956, año en que se funda el Cine Club Medellín, fecha y suceso que sirven como punto de partida para contar una doble historia que corre paralela y que se entrecruza en ciertos escenarios y momentos.

A manera de introducción, la investigación elabora un panorama histórico con la llegada del cine a la ciudad, los antecedentes y cualidades de las salas y ciertas prácticas espectatoriales. El recorrido continúa con la proliferación de los espacios de exhibición a partir de los años cincuenta, que va de la mano con la incorporación de la asistencia al cine entre las prácticas cotidianas de los habitantes. En este punto se relaciona un inventario de las salas de cine de la ciudad, destacando las diferentes dinámicas de su funcionamiento y procesos como las salas de barrio en relación con las salas del centro y luego su paulatino desplazamiento a las periferias y transformación en múltiplex en centros comerciales, así como también enfatizando en aquellas salas con una oferta alternativa como el Subterráneo, el Cine Centro, el teatro Libia, la cinemateca del MAMM y del Museo de Antioquia y el Centro Colombo Americano.

La historia de los cineclubes, por su parte, se construye a partir de las voces de sus integrantes, destacando las lógicas de su programación y el proceso de aceptación que atravesaron en sus inicios por parte de la comunidad eclesiástica.

El relato se acompaña además de un mapa que ubica las salas del centro de Medellín. Así mismo, un doble y comparativo registro fotográfico: imágenes de archivo de los principales teatros e imágenes que registran el estado actual de lo que sobrevive de esos lugares o sus pasadas ubicaciones.

Este proceso investigativo consigue consolidar un conocimiento histórico como aporte a la memoria cinematográfica, audiovisual, social, cultural y patrimonial de la ciudad, en especial del centro de Medellín; una memoria de importantes lugares y prácticas que están siendo olvidadas o que, incluso, las nuevas generaciones de plano desconocen, y cuyo estudio y reflexión puede contribuir al enriquecimiento de las prácticas y procesos de divulgación actuales en el cine y el audiovisual.

 

Él, de Luis Buñuel (1953)

¿Si tan terrible es, por qué te casaste con él?

Por María Fernanda González García

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Después de seis años de exilio en territorio latinoamericano, el director aragonés Luis Buñuel realizó una de las obras más reconocidas de su etapa mexicana: Él. Una radiografía del comportamiento de una sociedad de los años cincuenta: elitista y religiosa, donde la conducta violenta y obsesiva de un hombre se esconde en la imagen de un caballero.

El guion es una adaptación de la novela con el mismo nombre escrito por Mercedes Pinto (1926), donde narra las situaciones difíciles que pasó desde su luna de miel, por culpa de los celos enfermizos de su primer esposo, el capitán de la Marina Juan de Foronda y Cubillas.

Entre los personajes de la película, encontramos uno de los galanes de la Época de Oro del cine mexicano: Arturo de Córdova, interpretando a Francisco Galván de Montemayor, un individuo de clase alta con imagen intachable, quien logra evadir los juicios hacia su comportamiento violento gracias su apellido de élite y amistad con la iglesia. Este hombre no conocía mujer alguna hasta que, en aquel jueves santo, durante el rito del lavado de pies, observando a los feligreses encuentra los pies delicadamente calzados y bellos de Gloria Milalta, interpretada por Delia Garcés.

Esta obra no es una historia romántica, es una ejemplificación de la obsesión y egoísmo de un hombre enfermo que, llevado por sus alucinaciones y creencias, pone en peligro la vida de su esposa, conocidos y amigos. Es una crítica directa sobre la sociedad que justifica el actuar violento de un sujeto cambiando el papel de la víctima a victimaria: “Debes tratarlo con dulzura”. Él nunca dará su brazo a torcer y aunque en el desenlace de la película se le observa como un reinsertado en la comunidad religiosa, su caminar en forma de serpenteo hacia la oscuridad nos da a entender otra idea.

Borat 2, de Jason Woliner

Burlarse en grande de América de nuevo

Oswaldo Osorio

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El periodista más célebre de Kazajistán, Borat Sagdiyev, vuelve a Estados Unidos para ridiculizar y poner en evidencia la ignorancia y doble moral de muchas de las personas que habitan esa “gran nación”. Ya lo había hecho en Borat (2001), con una serie de reportajes para entender la idiosincrasia de ese país, pero ahora lo tiene que hacer para salvar su vida, todo esto en medio de la pandemia y la contienda electoral más polarizada de la historia estadounidense.

Borat Subsequent Moviefilm (2020), se estrenó en Amazon Prime Video justo una semana antes de unas elecciones presidenciales marcadas por el repudio mundial al Presidente-candidato Donald Trump y la mentalidad abstrusa de quienes lo respaldan. Detrás de ella está Sacha Baron Cohen, un polifacético humorista inglés con una propuesta cómica en extremo provocadora e irreverente. Para sus personajes, Ali G, Borat y Brüno, no hay nada prohibido ni sagrado, van por la vida confrontando ideologías y costumbres conservadoras y puritanas, exponiéndolas ante las cámaras y la audiencia.

¿Pero realmente las expone o, como en la lucha libre, todo parece una puesta en escena? No hay una respuesta clara para esto, y justamente ahí está la esencia de su radical propuesta: el punto de partida es la lógica del falso documental, donde terminan siendo borrosas las fronteras de lo que es falso y lo que es documental. Pero que Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York y abogado de Trump, entró a esa habitación de hotel con la joven periodista, no hay duda de que ocurrió; o que la mujer que cuidaba a la hija de Borat sabía o no que todo era una irreverente charada, no está claro.

El caso es que, con ese mismo espíritu, Borat recorre Estados Unidos y habla sobre el aborto, las cirugías plásticas, el machismo, las ceremonias sociales, el antisemitismo, las teorías de conspiración, Trump, la pedofilia, los republicanos, el racismo y, por supuesto, el covid, el tema que amarra con ingenio y solidez toda esa disparatada e hilarante historia. Además, con este tema propone un sorpresivo giro al final, con el cual le da el último y contundente golpe de opinión a la administración Trump, que es esta vez el principal blanco de sus críticas y burlas.

En un mundo genuflexo ante la corrección política y colmado de las vociferaciones del consumismo y la derecha política, resulta liberador y refrescante ver insolentes y libertarias películas como esta. Pero además, una película con una rara combinación de original entretenimiento con fuerte contenido político y crítico. Aunque puede que para entender tanto ese tipo de humor como su carga ideológica, tal vez haya que coincidir con la perspectiva de Baron Cohen y su equipo, porque de lo contrario, puede que solo se pueda ver mal gusto, pecado, irrespeto, comunismo y todas esas ignominias.

Especial de cine colombiano en Cero en conducta

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La Revista CERO EN CONDUCTA acaba de lanzar un especial sobre cine colombiano de la década pasada, una edición compuesta por dos docenas de textos con películas, ideas, pensamientos y conteos que dan cuenta del decenio 2010 – 2019. Este texto hace parte del especial:

https://revistaceroenconducta.com/escritos/especial-cine-colombiano-indice/

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Oswaldo Osorio

  1. Si el largometraje está viviendo en Colombia una bonanza en comparación con épocas anteriores, el corto es pura abundancia. La ingente cantidad de títulos que cada año veo como espectador y como curador de varios festivales solo se compara con su heterogeneidad y la calidad de un buen porcentaje de ellos. Desordenadamente me llegan a la mente algunos de esos buenos cortos –y solo de ficción– de la última década: Los retratos (Ivan D. Gaona), Leidi (Simón Mesa), Solecito (Óscar Ruiz Navia), 7ún3l (Klych López), El Edén (Andrés Ramírez Pulido), Porque no (Ruth Caudelli), Alén (Natalia Imery), Medias blancas (Andrés Isaza Giraldo), Eskwe quiere decir colibrí (Mónica Mondragón), La noche resplandece (Mauricio Maldonado).
  2. Dos críticos incombustibles: Mauricio Laurens y Orlando Mora, quienes cumplieron, respectivamente, su cuarta y quinta década escribiendo.
  3. La fórmula de la comedia populista volvió con Dago García en el siglo XXI, esto es, temas populares, actores y comediantes de la televisión, un humor más de chistes ligeros que de comedia elaborada y lenguaje televisivo. En la primera década del decenio solo se estrenaba cada año la comedia de Dago, la del 25 de diciembre; pero en la segunda década, su formula (y éxito) fue copiada, al punto que este tipo de comedia ha llegado a ser una cuarta y hasta una tercera parte de la producción anual. Pero quién lo iba a pensar, ante tanto sucedáneo y espurio, las películas de Dago García son, por mucho, preferibles a todas las demás.
  4. En la contraparte, también en esta década aparece y se hace cada vez más frecuente (en Colombia, porque ya existía hacía mucho en nombre de diversos cineastas o en movimientos como el Nuevo Cine Argentino) una tendencia del cine que se conoce como realismo cotidiano, o nuevo realismo, o cine centrífugo, y otros rótulos más. Está ligado al cine de autor, moderno, sin conflicto central fuerte, la no acción, los argumentos difusos y la presencia de personajes-personas. Es la puesta al día de nuestros cineastas con las tendencias de la autoría mundial, un cine al que le va bien en festivales y con la crítica, pero muy mal con el público: Vuelco del cangrejo (Oscar Ruiz Navia), Porfirio (Alejandro Landes), La Sirga (William Vega), Cazando Luciérnagas (Roberto Flores), La defensa del dragón (Natalia Santa), Mañana a esta hora (Lina Rodríguez), entre otras.
  5. Cinco discretas joyas: Crónica del fin del mundo (Mauricio Cuervo), Jardín de amapolas (Juan Carlos Melo), Los perros (Harold Trompetero), Nacimiento (Martín Mejía Rugeles), El silencio del río (Carlos Tribiño).
  6. Seis libros: Cine colombiano: Cánones y discursos dominantes (Pedro Adrián Zuluaga), Cine y nación: Negociación, construcción y representación identitaria en Colombia (Simón Puerta Domínguez), Encuentros del cine y la literatura en Colombia (César Alzate Vargas), Historia social del cine en Colombia 1987 – 1929 (Álvaro Concha Henao), La infancia en el cine colombiano: miradas, presencias y representaciones (Camilo Bácares Jara), Narrativas de la historia en el audiovisual colombiano (Isabel Restrepo).
  7. El cine cuir de Ruth Caudeli. Tuvo que venir una extranjera a hacer lo que los cineastas colombianos apenas tímidamente se atrevían.
  8. Películas mutantes: Siete cabezas (Jaime Osorio Márquez), Mambo Cool (Chris Gude), Desobediencia o cómo entrenar gallos de pelea (Juan Pablo Ortiz), Pelucas y rokanrol (Mario Duarte), Lola… drones (Papá Giovanny).
  9. Gaona se escribe con G de Güepsa. Excluyendo las tres grandes ciudades, este pueblito de Santander es el universo más grande del cine colombiano. Esto gracias a Iván D. Gaona, quien ha sabido presentárnoslo y describirlo de forma detallada y entrañable en una obra compuesta por un puñado de cortos, un largo y hasta una serie de televisión.
  10. Un final de película: “Ellos no son los hijos del Animal, ellos son mis hijos”.

La Fuga de Alcatraz, de Don Siegel (1979)

El amarillo de la libertad venciendo al gris del concreto

Por: Mario Fernando Castaño Díaz

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En la mañana del 12 de junio de 1962, el guardia de turno pasa su primer control del día a los reos en sus celdas y, al notar que el prisionero Frank Morris no se mueve, abre la puerta y pretende jalarle el cabello para despertarlo, pero no contaba con la inesperada sorpresa de quedarse con su cabeza en la mano. Lo mismo sucedía con los hermanos Clarence y John Anglin, sus cabezas habían sido construidas con yeso, papel maché, pintura color piel y cabello verdadero para burlar a los guardias de la noche, los presos se habían fugado, la alarma suena y comienza el mito.

Localizada en la bahía de San Francisco, se encuentra la que era la prisión más segura del mundo, llamada popularmente La Roca y sus prisioneros como Hellcatraz, pero todo el que haya escuchado o leído su historia la conoce como Alcatraz. Su nombre viene del ave que frecuenta la zona y que es similar a las gaviotas. Antiguamente, en la isla funcionaba un faro y la primera edificación fue construida en 1856 con el fin de proteger la ciudad durante la época de la fiebre del oro; más adelante, se fortificaron sus instalaciones entre 1911 y 1912 como prisión militar para el Ejército de Estados Unidos y fue remodelada en 1933 para recluir a los criminales más famosos y temibles, en donde incluso Al Capone estuvo tras sus rejas.

Muchos fueron los que trataron de huir, pero murieron en el intento, era un reto casi imposible debido a que la construcción más parecía un búnker de piedra, la vigilancia rayaba en lo inhumano, según los testimonios, y el gélido mar, en el que abundaban los tiburones, era cómplice para que de este recinto penitenciario fuera imposible escapar. Sin embargo, en algunas ocasiones el hambre de libertad puede más que la razón y solo estas tres personas lograron alcanzarla, generando un escándalo que puso en jaque el nombre de la prisión y de quienes la custodiaban.

A partir de este hecho los medios comenzaron a teorizar sobre la suerte de los fugados y cómo lograron esta hazaña. El mal nombre a partir de este suceso, los problemas económicos y el deterioro de sus instalaciones, debido a la humedad causada por la sal marina, llevaron a que en 1963 fuera clausurada y se convirtiera en 1971 en un lugar turístico muy visitado y recordado por su infame pasado.

Su historia se ha plasmado en varios escritos, novelas, series de televisión, videojuegos y un gran número de películas que han pasado por el documental en el que se trata el tema dentro de lo histórico y otros en lo sobrenatural; referenciada en la ciencia ficción (Star Trek: Into Darkness, 2013), en el mundo de los superhéroes (X Men: The Last Stand, 2006), películas clase B de terror (Terror on Alcatraz,1986) y en el género de acción como en The Rock (1996), entretenida cinta en la que actuó nuestro querido y desaparecido Sean Connery.

El guionista Richard Tuggle adapta el libro de J. Campbell Bruce en donde se narra con detalle los hechos que desencadenaron la fuga de Alcatraz. Cansado de que los productores y ejecutivos de los grandes estudios rechazaran su trabajo, porque su historia no contenía tramas amorosas y que sus personajes eran aburridos, decide contactar al agente del director Don Siegel, mintiéndole, asegurando que ya había hablado con él anteriormente y que estaba emocionado con el proyecto. El guion llega a manos de Siegel y se lo muestra al actor Clint Eastwood, quien ya había trabajado con él en varias películas, incluida Dirty Harry (1971). Eastwood se interesa en interpretar a Frank Morris, un personaje silencioso, misterioso, parco, inteligente, muy estudiado y que solo entabla una relación amistosa con las personas que para él realmente valían la pena. Comienza así el rodaje de la película La fuga de Alcatraz, esta sería estrenada en 1979 con gran éxito y se convertiría en un clásico del subgénero carcelario y que muchas películas la tendrían en cuenta como una marcada referencia.

Desde el inicio de la cinta se muestra la llegada de Morris a la isla en medio de la tormentosa noche y una inclemente lluvia. Ya el director nos avisa que veremos una historia que no va con los clichés de las películas de acción del momento, ésta sería una en donde la esperanza por la libertad es solo un sueño y se debe sobrevivir según como se den los interminables días con sus noches en una claustrofobia que no solo se percibe dentro de sus frías paredes sino al ver a lo lejos la libertad reflejada en la lejana, y a la vez tan cercana, San Francisco, que en ocasiones se deja ocultar por la niebla.

La trama que casi raya en lo documental logra, con un guion tan bien elaborado que es uno de los mejores de la década de los años setenta, que no se detenga demasiado en los personajes, consiguiendo con sutileza generar la empatía necesaria por ellos sin interesarse en sus crímenes y centrándose en los hechos históricos.

Desde que se gesta la idea de la fuga comienza a funcionar una maquinaria ingeniosa, habilidosa y recursiva que relata con sumo detalle el cómo los que en un principio eran cuatro prisioneros, van dando forma a su plan, comenzando irónicamente desde la oficina del director de la prisión con el robo de un cortaúñas –que Morris habilidosamente esconde en la suela de su zapato– para poder abrir más adelante y, con mucha paciencia, un hueco atravesando la rejilla de ventilación de su celda.

Los personajes que interactúan con el protagonista tienen sutiles apariciones que develan la humanidad intrínseca en la historia y que van en detalles como la definición de la jerarquía en los escalones del patio de recreo, desde los que se ve el icónico puente Golden Gate y en donde Morris a su manera hace amistad con English, líder de los afroamericanos diciéndole que odia a los negros; también está el amor que tiene uno de los prisioneros por un ratón que acoge como mascota; el pintor que ve cómo lo privan de sus pinceles, pinturas y lienzos, todo por un capricho del alcaide; o Lobo, el hombre que acosa insistentemente a Morris, quien en un momento se defiende y le da su merecido, pero no sin obtener los dos un castigo en el bloque D, o al que llamaban los presos the hole o “el agujero”, un lugar carente de la más mínima comodidad, en donde podían pasar semanas en el encierro, la humedad, la inanición y la oscuridad absoluta.

El realismo es fuerte, teniendo en cuenta que la locación es en la mismísima Alcatraz y, a medida que el día de la fuga se acerca y que es adelantado debido a un posible traslado de Morris, el suspenso y la tensión aumentan, mientras nuestros personajes se ven casi atrapados solo por segundos. Y a pesar de que ya se sabe el final por el hecho de ser un suceso histórico, logra en el espectador el nivel de drama suficiente como para que no importe si sus protagonistas son villanos, solo queremos que consigan su tan anhelado deseo.

Su final es abierto como la realidad misma, dejando en la atmósfera un aire fuerte de esperanza, dando a entender que los prófugos lograron su cometido, todo queda en manos de lo que se pueda suponer acerca de lo que haya sucedido con ellos. Es un cierre casi poético, en donde el alcaide, ya derrotado en su orgullo, recoge en la orilla de la isla una flor amarilla que con su color contrasta con el gris concreto visto a lo largo de la cinta. Esta flor era un crisantemo que Morris conservaba como recuerdo de su amigo el pintor, quien los cultivaba en secreto, y cuando los plasmaba en sus pinturas, afirmaba que su significado es algo que no se puede arrebatar y que todos llevamos muy dentro, él no lo dice, pero asumimos que es la invaluable libertad.

Anna Christie, de Clarence Brown (1930)

Un pasado que pesa

Por: María Fernanda González García

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¿Amar o ser amado? Esa pregunta ha rondado en la mente de los humanos desde tiempos inmemoriales, y a esto se enfrenta nuestra hermosa Greta Garbo interpretando a la joven Anna Christie, a quien la vida no le ha pagado de la mejor manera y por lo que ella buscará alternativas para poder sobrevivir a su desgracia.

Una de esas soluciones es regresar al hogar paterno, del que fue separada desde pequeña. Su padre, George F. Marion interpretando a Chris Christofferson, la había dejado en una granja al cuidado de unos familiares, quienes, aprovechando su corta edad, abusaron de ella sin piedad. Luego, aparece un lapso que no es develado en la trama, pero conocemos casi al final que durante unos dos años trabajó en un prostíbulo para poder costear su vida. La enfermedad toca a su puerta y la recuperación la deja sin fuerzas, por lo que apresura su visita a su padre alcohólico, quien no niega los sentimientos de alegría y añoranza por volver a encontrarse con su hija.

Anna Christie trata de ocultar su pasado gris y, aunque no se siente del todo cómoda, haya la manera de convivir con su padre en un navío, este hombre la trata aún como una pequeña y le insiste en que sería una desgracia si ella se casara con un marinero, debido a la mala experiencia que él tuvo con su madre. Nuestra protagonista hace oídos sordos cuando, en una noche al rescatar tres marineros de un naufragio, entre ellos conoce a Charles Bickford interpretando a Matt Burke el cual se enamora torpemente de ella.

El par de enamorados viven su idilio de mar sin importar que el padre de la joven se niegue rotundamente a la relación, y sigue insistiendo en la separación de estos por el bien de su hija. Las cosas se ponen tensas cuando Matt le propone matrimonio a Anna creyendo que ella es una señorita de “bien”, desde allí el temor y el dolor se manifiestan en el hermoso rostro de la muchacha. El final de esta obra es un poco tosco, pero no niego la caracterización de Garbo, quien a pesar de contar con un porte elegante logra transmitir la preocupación y desgracia de una mujer marginada.

Admiro la fuerza de su discurso cuando decide abandonar a su novio. Una mujer decidida a lanzarse al abismo de la verdad oculta, que sin escatimar su sinceridad, se enfrenta con valor a la negación de su padre y la rudeza de su prometido. Anna Christie es el reflejo de muchas mujeres sobrevivientes de la prostitución quienes buscan una segunda oportunidad.

 

 

Descansa en paz, Dick Johnson, de Kirsten Johnson

La muerte como despedida

Oswaldo Osorio

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En plena era del giro subjetivo, de las narrativas del yo y del cine autorreferencial, una película como esta no sorprende, pero no por eso deja de ser novedosa y estimulante. Esos términos mencionados se refieren a una concepción del cine, en especial del documental, donde la pretendida objetividad que definía a este tipo de discurso audiovisual ya no es condición para hablar de la realidad. Ahora esta se puede abordar desde la subjetividad, la primera persona y hasta la intromisión de la autora misma en la historia que está contando.

Eso hizo la documentalista estadounidense Kirsten Johnson con Dick Johnson Is Dead, que acaba de ser estrenada en Netflix. No solo documentó los últimos años de vida de su padre, quien a sus 84 años empezó a perder la memoria, sino que no contenta con incluirse en su historia, además recreó las posibles muertes que su progenitor podría tener. En otras palabras, realizó un documental con componentes de ficción para despedirse de su padre y, de paso, reflexionar sobre la vida, la muerte, el amor filial y la memoria.

El anciano siquiatra, aún vital y lúcido, se presta para el juego ficcional y documental de su hija. Es un pacto filial que los hace cómplices de una doble empresa: por un lado, empujar los límites y definiciones cada vez más borrosos entre el cine de lo real y el argumental; y por el otro, asumir con entereza la inevitable e inminente separación que significa la paulatina pérdida de memoria de él y su eventual muerte. Por eso se trata de un cariñoso y desenfadado duelo por anticipado y, a la vez, el fortalecimiento de sus lazos afectivos en el final de su relación.

El leitmotiv del relato, que además es lo que le da el valor agregado a la película y también lo que resulta más entretenido, son las distintas simulaciones de las muertes de este bonachón y entrañable viejo. Es el juego de la muerte para prolongar la vida, esa que pervive en el recuerdo, el de su hija y sus seres queridos. Con este juego también vencen el miedo que le tienen a esa doble forma de dejar de existir: la pérdida de la memoria y la desaparición física. Un miedo presente desde que se fue la madre, quien también lo hizo en ambos sentidos.

Ver a Dick Johnson muriendo en repetidas ocasiones o en el cielo o bailando como Fred Astaire, le confiere a este documental un tono agradable y divertido, el cual contrasta con el desasosiego de eso que siempre esta presente en cada escena pero que nunca se dice: que tal vez pronto él ya no va a estar más.

Dice Valeria Valenzuela que el documental contemporáneo se aleja del periodismo y se aproxima, en términos de su gramática, a los filmes de ficción, y eso hace esta película, construir una fantasía para retratar a un personaje y hablar de una verdad, pero también opera como dispositivo de catarsis, como soporte emocional y como un medio para propiciar unas acciones y sentimientos. Porque en el cine actual, la realidad que documentan los cineastas también puede ser creada por ellos mismos.

Los Otros, de Alejandro Amenábar

“Lo único que se mueve aquí es la luz, pero lo cambia todo”

Por: Mario Fernando Castaño

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Es complicado hablar de una película en la que se intuye que la mayoría de personas la han visto y no pensar en los que no lo han hecho, teniendo en cuenta que su final es la clave de todo. Lo más obvio sería advertir al lector desprevenido que no caiga en un spoiler que se puede limitar a una sola frase y que pueda arruinar la sorpresa. Decidí entonces hablar de ella sin tocar el final que es casi como caminar sobre papel de arroz, pero es que es de esto que se alimenta esta historia, contar mucho acariciando la esencia y generando el suspenso.

Todo se desarrolla en 1945, en las islas Channel, Jersey, cerca de las costas francesas de Normandía en el Canal de la Mancha, al término de la II Guerra Mundial. Grace (Nicole Kidman) espera el regreso de su esposo en un caserón que bien podría pertenecer a una época victoriana de mansiones encantadas. Vive allí con sus dos pequeños hijos Anne (Alakina Mann) y Nicholas (James Bentley), en donde reciben a unos inesperados sirvientes, la señora Bertha Mills (Fionnula Flanagan) y el señor Edmund Tuttle (Eric Sykes), junto a una joven muda llamada Lydia (Elaine Cassidy) y estos, al asegurar que ya habían trabajado en la casa anteriormente, son contratados por Grace, quien les indica unas exigentes reglas, como el mantener las puertas bajo llave, respetar el silencio y una de las más importantes, siempre tener las cortinas cerradas debido a que sus hijos son hipersensibles a la luz.

El actor Tom Cruise, cautivado por la dirección del chileno- español Alejandro Amenábar (Tesis,1996), le propone dirigir su propia versión estadounidense de Abre los ojos (1997) para la película Vanillla Sky (2001). Éste se niega, pero la insistencia de Cruise tiene éxito más adelante al comprar los derechos y producir junto con Miramax el nuevo proyecto del director para plasmar en pantalla Los Otros en 2001. Amenábar, el responsable de escribir, dirigir y hasta musicalizar la cinta, impone la condición de grabar con su propio equipo de producción eligiendo como locación Las Fraguas, en Cantabria, España.

La historia, a pesar de ser un guion original, bebe de varias referencias teniendo como base la novela Otra vuelta de tuerca (1898) de Henry James o la película Los inocentes (1961), que es una adaptación de la misma obra; además toma elementos muy característicos del estilo de Alfred Hitchcock para aplicar su dosis de suspenso, teniendo en cuenta que el director no solo sigue su estilo argumental, sino que escoge una rubia como protagonista y le pone como nombre Grace, por lo que es imposible no relacionar a Grace Kelly, una de las musas del maestro del suspense.

Además, su ambiente de casas encantadas recuerda aquellos clásicos del género de fantasmas, incluso algo del cine oriental enfocado en lo sobrenatural, sin embargo, todos estos elementos combinados crean una nueva atmósfera que se hace diferente dentro de códigos visuales y argumentales ya conocidos, pero que traen sorpresas de una manera efectiva e inteligente al tomar su propia forma y estilo y, a pesar de tener de cerca la exitosa película El sexto sentido (2000), que posee una historia similar, logró cautivar al público, ganando 8 premios Goya de los quince a los que estaba nominada, incluyendo Mejor sonido, Mejor fotografía, Mejor Dirección y Mejor Película.

La película también sirvió como un nuevo punto de partida para la actriz australiana Nicole Kidman por su destacada participación siendo un pilar básico para la historia. La presencia blanca, frágil y hermosa de su personaje contrasta con su temple de autoridad y convicción religiosa basada en el castigo divino, ocultando de esta manera su frustración y soledad al enfrentar la ausencia de su esposo y la responsabilidad de hacerse cargo ella sola con la crianza de sus hijos. La actuación de los niños es impecable, mientras Anne se ve como una figura rebelde frente a la autoridad y el amor distante de su madre, Nicholas se presenta temeroso y siempre opacado por su hermana, todo esto producto de la ausencia paternal que es reemplazada de cierta manera por Bertha, la sirviente, y que complementan una misteriosa presencia con el jardinero y la joven muda que los acompaña.

El argumento de la historia se va decantando poco a poco pero no logra bajar el interés por la misma, los pertinentes diálogos, el manejo efectivo de la iluminación junto con el color y esas escenas de miedo que, a pesar de manifestarse en eventos sobrenaturales predecibles, como puertas que se cierran solas, sonidos de pasos o un piano que se toca a sí mismo, más que buscar un susto fácil logran generar en el espectador un frío que sube como dedos helados caminando por la espalda.

El final es lo que más destaca y extrañamente, incluso haciendo una revisión, el impacto es casi el mismo y esto es el resultado de una historia construida con un muy buen sustento a nivel argumental. El espectador se deja sorprender por ese clímax que se acepta sin más, debido a que la credibilidad y la lógica de los hechos son definitivos y contundentes.

Los otros, dentro de su belleza melancólica, es una obra magistral que marca un punto de partida para el cine español dentro del género de terror, como pueden ser El Laberinto del Fauno (2006), de Guillermo del Toro, o El Orfanato (2007), de Juan Antonio Bayona. Además de proponer algo diferente que ya venía contaminado con películas en las que reinaban los clichés. Es una historia que invita a reflexionar sobre muchos aspectos de la vida y, por qué no, de la muerte, en donde se entrelazan de una manera en la que podríamos convivir con esas presencias que nos acompañan, nos observan y susurran en nuestros oídos, dándonos a entender cuánto les importamos para poder existir sin que valga la pena saber si somos ellos o los otros.

 

 

The Leather Boys, de Sidney J. Furie  (1964)

El amor joven

Por: María Fernanda González García

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Motocicletas, peinados exuberantes, cafés y carreras. Ante un primer juicio, podemos evocar la película The Wild One (1953) como una de las referencias de esta obra. Un Marlon Brandon (Colin Campbell) inglés enfrentando diferentes modalidades de amor (familiar, fraternal, romántico, sexual) o por lo menos lo que él supone que es.

La secuencia de los planos son tan sutiles que encantan al espectador, no es necesario mostrar desnudos o escenas exageradas para entender lo que sucede. ¡Particular manera de cautivar los ingleses! Exponer sobre la homosexualidad siempre ha sido tarea difícil y aquí se puede corroborar: “alguien busca algo que otro no entiende”.

El salto de la adolescencia hacia la adultez es algo que muchos temen, privarse de algunas cosas es la primera cachetada de la realidad, lamentablemente crecer no viene con un manual de instrucciones. Ejemplo de ello es la boda prematura entre Reggie y su novia Dot, quienes enamorados deciden unir sus vidas pero que en cuestión de días se convierte una batalla campal donde el amor queda en veremos.

Dot es la imagen de la chica que quiere vivir las cosas que tenía prohibido por ser joven, por otro lado, Reggie es el modelo de chico que quiere disfrutar del sexo, una casa ordenada y un plato de comida. Entre sus diferencias aparece Pete, quien es un hombre extrovertido e interesante por la manera en que contempla la vida, un día puede tener estabilidad pero al siguiente se vuelve en una aventura. Reggie se acerca a Pete como el escape a sus problemas y su mano derecha para lidiar con lo que la vida le ofrece.

¿Reggie sabe lo que hace? En ocasiones pensamos que sí y la naturalidad de su actuar no nos deja otra cosa qué pensar, pero cuando se ve acorralado para tomar una decisión definitiva entendemos que es un chico asustado y perdido.

Fue muy curiosa la forma en que vine a conocer esta película, y fue gracias a un videoclip llamado Girlfriend in a coma – The Smiths.