DIARIO DE ÍÑIGO

Abril 3 de 2010. La ciudad que Peter Greenaway visitó. Ext. Día/Noche.

Paradójicamente, el visionario director inglés vino a Medellín por el deporte y no por el cine. Si supiera el alcalde y su recua de funcionarios, que se creen tan inteligentes, que es más importante para la formación de las personas el cine que el deporte, tal vez le darían al cine solo un poco de la absurda cantidad de millones que invierten en el deporte. El caso es que vino este director y artista con su serie “Greenaway versus”, que, dicho sea de paso, es un poco oportunista. Hizo una sugestiva video instalación con el referente de los gordos de Botero, pero solo con el referente, porque ninguna de las obras del pintor antioqueño aparecían directamente, por fortuna. Ni siquiera la luz era la de las obras de Botero, sino que Greenaway iluminó a sus gordos con su bienamada luz barroca. Más parecían gordos de Rembrandt o Caravaggio que de Botero, por fortuna nuevamente. Su paso por la ciudad la hizo un poco más interesante, sobre todo para los que no nos gustan esas sobredosis de deportes.

Pero no lo fui a ver, porque la farándula me tiene sin cuidado. Busqué las cuatro películas suyas que no había visto y, al verlas, nuevamente me sorprendió. (Advertencia: a quienes les guste el cine convencional, ése que gana premios Oscar, no hagan esa gracia.) Me crucé con el bajando unas escalas del Museo de Antioquia, y a pesar de todo lo que lo admiro, no me recorrió una emoción por todo el cuerpo ni me dieron ganas de saludarlo o preguntarle una bobada. Seguí bajando como si el que pasaba a mi lado fuera otro paisano, mientras recordaba que el día anterior me había visto sus magníficas películas Las maletas de Tulse Luper (1 y 2) y eso sí me emocionó.

Alicia en el País de las maravillas, de Tim Burton

O la historia de las dos Alicias

Por. Oswaldo Osorio


A pesar de todas las adaptaciones que se han hecho del clásico de Lewis Carroll, empezando por la magnífica cinta animada de Walt Disney (1951), es con esta nueva versión que se conjugan dos elementos que potencian su fuerza imaginativa y su fascinante universo fantástico: el director Tim Burton y el desarrollo de la imagen digital. Porque con el talento y la retorcida imaginación de Burton y las posibilidades visuales sin límites que brinda ahora la tecnología, el País de las maravillas y sus personajes se presentan ante el público de una manera nunca antes vista, y que además es complementada por el formato en tercera dimensión.

Lo primero que hay que aclarar es que la película está basada en la combinación de los dos libros que Carroll escribió sobre el personaje, esto es, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865) y  A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1871). Es por eso que el argumento y los personajes se hacen familiares en muchos pasajes, pero también sorprenden en otros. Fue una afortunada decisión que le permitió a Burton ser original con una de las historias más conocidas de la historia de la literatura.

El asunto fundamental aquí, entonces, es el encuentro de este singular director con la popular obra. El relato de Carroll le proporciona un universo justo como los que le son afines a Tim Burton. La particular visión del cineasta se caracteriza por combinar lo fantástico con lo macabro, también por su gusto por los mundos puestos de cabeza, la locura inofensiva y los personajes y criaturas nobles e inocentes, que no ingenuos, pero sí con un aspecto y comportamientos bizarros e inquietantes. Todas estas propiedades coinciden con la obra, por eso la alquimia de este material es evidente, y el espectador asistente a un espectáculo visual llamativo y fascinante, a un vuelo de la imaginación  estimulante y sugestivo.

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Preciosa, de Lee Daniels

La marginalidad multiplicada (y manipulada)

Por: Íñigo Montoya
La cuota dramática, conmovedora y de compromiso social de la última entrega de los premios Oscar corrió por cuenta de esta película. Es cierto que se trata de una obra seria y sólida, especialmente en sus actuaciones (cuenta con un gran reparto femenino) y con un acabado visual en clave documental, pero tampoco es la obra maestra de la que muchos hablan.
La cinta cuenta la historia de Precious, una adolescente con todos los problemas posibles: pobre, con sobrepeso, abusada sexualmente por su padre, con una hija con síndrome de down, en embarazo, una madre que la maltrata física y sicológicamente, analfabeta, con  SIDA y negra (ella cree que su vida sería más fácil siendo blanca).
Lo que se puede ver con todas estas características de la protagonista es que se trata de una historia que se esfuerza demasiado en crear un personaje digno de lástima, marginal desde múltiples aspectos y, por eso, tremendamente dramático, un personaje con el que forzosamente –o forzadamente- el espectador debe sentir compasión. Y el relato permanentemente está manipulando este sentimiento en el público, lo cual no deja de ser cuestionable, pues no hay lugar para sutilezas.
Es una película que se deja ver, que conmueve, que tiene algunos momentos de gran fuerza e impacto, pero en últimas termina siendo un drama serio disfrazado de historia de superación y liberación, un relato que hace demasiado evidente su intención de tocar al gran público y mandarlo bien blandito para su casa.

50 Festival Internacional de Cine de Cartagena

Pálidas bodas de oro

Por: Oswaldo Osorio

Medio siglo de vida es un período muy significativo como para ser condescendientes con el festival más prestigioso del país. Es cierto que sigue siendo el principal punto de encuentro del cine nacional, también que su conjunción de actividades lo hace el más completo e importante y que en los últimos años ha mejorado sustancialmente, pero lo que deberían ser cincuenta años de experiencia acumulada no se vieron de forma cabal en esta última versión.

Son muy grandes sus dos principales problemas como para no empezar por ellos. El primero es la calidad de las proyecciones. Las películas son la razón de ser de un festival, pero el público que las vio y los cineastas que las mostraron muy pocas veces salieron satisfechos de las funciones. En la sala sede, el Teatro Heredia, su capacidad es limitada y, sobre todo, no es un lugar apto para proyectar cine iberoamericano, por las deficiencias de su sistema de sonido.

Mientras que en las salas de Cine Colombia, el festival nunca supervisó las funciones, a cargo, al parecer, de los peores proyeccionistas del país, pues sistemáticamente hubo problemas de sonido, enfoque, formato, cuadro y hasta una película fue proyectada de cabezas.

El segundo problema tiene que ver con la organización. Esperar el primer día tres horas por la escarapela de acreditación ya era un mal augurio. La queja permanente de muchos invitados especiales e internacionales fue la invisibilidad de los organizadores y la falta de acompañamiento por parte del festival. Pero en general se trata de una inexplicable discontinuidad con la experiencia del pasado, como si cada nueva versión fuera realizada por un equipo de trabajo diferente, repitiendo de forma sistemática los errores del pasado.

A pesar de las fallas en las proyecciones, lo mejor del festival, sin duda, fue el cine que se pudo ver. Parece una afirmación obvia, pero no lo es, porque hasta hace unos años la presencia de las películas en el festival no era garantía de su calidad. No obstante, en esta nueva versión pocas fueron las decepciones, tanto los títulos en competencia como las distintas muestras sostuvieron en general el nivel de un festival de calidad.

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50 Festival de Cine de Cartagena

La gran fiesta del cine

Por: Oswaldo Osorio

Se inició el festival más antiguo de Latinoamérica. Para la celebración de medio siglo de existencia, el Festival Internacional de Cine de Cartagena abrió con una película francesa que lleva por título el nombre de la ciudad, y lo hizo al aire libre, en un acto sin precedentes en la historia del evento.

La película Cartagena fue presentada por su director, Alain Monne, y por la actriz colombiana Margarita Rosa de Francisco, quien hace parte del reparto encabezado por Sophie Marceu y Christopher Lambert.

El país invitado es España y será homenajeado el director Carlos Saura, quien, sin embargo, no pudo asistir al evento. Además de la muestra de películas ibéricas y del conocido director, el festival contará con su muestra de películas en competencia (14 iberoamericanas), muestra de documentales, cortometrajes, video arte, cine colombiano, nuevos creadores y la muestra internacional.

El festival, como siempre, tendrá una rica programación de actividades académicas,  ruedas de prensa, talleres, encuentro de productores y, por primera vez, un encuentro de festivales y muestras de cine del país, que suman poco más de medio centenar.

Esta fiesta del cine se extenderá hasta el próximo viernes 5 de marzo, día en que se clausurará el evento con la entrega de once Indias Catalina en las distintas categorías a las mejores películas en competencia.

LOS FOTOGRAMAS HABLAN

Mis muñecas y yo somos tres: yo, mi alma y yo

La joven Jeliza-Rose es la hija de un par de jonkis que mueren de sobredosis. Ella queda sola en el mundo, únicamente con su delirante imaginación y dos cabezas de muñecas que cobran vida en sus dedos. Se trata de Tideland (2005), una de las historias más bizarras y alucinantes de la historia del cine, una cinta trasgresora y extrema, que no podía ser hecha por nadie más que por el gran Terry Gilliam.

Chance, de Abner Benaím

Abajo los ricos

Por: Íñigo Montoya

Una película colombo-panameña realmente parece un bicho raro que produce mucha desconfianza. Y si además está promocionada como una comedia, las sospechas son mayores. Pero a medida que avanzaba el relato, la sospecha es corregida por pequeñas sorpresas y guiños que anuncian que no es una comedia tonta y nada más (aunque algo de eso hay), sino una comedia negra que sabe llevar algunas cosas al extremo.

No se trata tampoco de una gran obra, porque más bien es un filme hecho con los recursos justos, un lenguaje narrativo apenas funcional y una estética más bien plana, pero en el fondo está impulsado por cierto ímpetu e irreverencia en la historia que cuenta y sus personajes.

Ya en el cine hay antecedentes de relatos sobre el personal del servicio que se revela o se toma la casa cuando los patrones no están. El excelente cortometraje de Carlos Mayolo titulado Asunción o la misma Viridiana, de Luis Buñuel, son buenos ejemplos. Pero esta cinta lleva esa situación a un punto de mayor confrontación, incluyendo la violencia y la narración en clave de humor negro.

El personaje de Paquita, interpretado por la colombiana Aída Morales, es la que lleva todo el peso de la trama, una trama muy seria, porque en el fondo el asunto de la película es nada menos que la guerra de clases y la reivindicación de los pobres sobre quienes siempre los han oprimido.

Pero si este personaje y su trasfondo son muy serios, es la dirección que toman las situaciones y la reacción de los demás personajes lo que logra construir un relato cargado de humor negro y hasta truculento, lo cual permite que la película alcance a conectar con el espectador y a salirse por momentos del molde de tanta comedia tonta con la que el cine latinoamericano quiere sostener su inexistente industria.

Día de los enamorados, de Garry Marshall

El amor como lugar común y sin gracia

Por: Íñigo Montoya

Como dirían en la industria del entretenimiento, el material con que está hecha esta película es oro. Lo tiene todo para crear historias buenas, divertidas, emotivas y que conecten con todo tipo de público: el amor y las relaciones de pareja a partir del hilo conductor del día de los enamorados, o el día de San Valentín, como lo llaman los gringos.

Pero ese oro se hizo polvo y el viento se lo llevó de las manos de Garry Marshall, un director que ha hecho algunas buenas comedias románticas y escrito innumerables películas y series de televisión. No supo explotar su material y lo que el espectador terminó viendo fue un conjunto de historias unidas por reiterativas -y por ello molestas- casualidades, todo con el fin de, supuestamente, hablar de amor de manera graciosa.

Sobre el amor nada nuevo dijo y los momentos graciosos fueron realmente pocos. La causa de esto fue tal vez querer recurrir demasiado a los estereotipos y a los casos comunes: amor de niños, de viejos, de adolescentes, de amigos, de homosexuales y de adultos. Todos estaban cubiertos. También el desamor, el despecho, el engaño, el amor imposible, el de toda la vida, etc. La soledad y la búsqueda del amor son, obviamente, otro de los motores que mueven la historia.

Y no es que sea difícil hacer algo original e inteligente con el esquema de película coral (muchos protagonistas) que cuenta varias historias entrecruzadas en torno al amor, y eso lo pueden demostrar dos buenas y recientes películas: Realmente amor (2003) y Definitivamente él no te quiere (2009). Están hechas con el mismo material pero en ningún momento se antojan tan trilladas, predecibles y poco agraciadas como ésta.

Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar

El mismo material, pero mal cosido

Por: Íñigo Montoya

Toda película del más importante director español de los últimos tiempos es esperada como un acontecimiento. Su carrera comenzó haciendo del mal gusto y las extravagancias picantes un arte, luego se transformó en un cine de gran madurez e intensidad, que llega a su punto más alto con Todo sobre mi madre (1999), pero ahora ya da signos de agotamiento, especialmente con esta última película.

Lo particular es que esta cinta tiene todos los elementos que caracterizan el cine del director manchego: es una historia sobre la turbulencia de las relaciones y los sentimientos, tragedias médicas, el quehacer cinematográfico como recurso del relato, melodrama, personajes pintorescos, diseño de arte con estilo propio, referencias directas a otras películas y una chica Almodóvar, esta vez Penélope Cruz.  Y sin embargo, nada funcionó como antes.

Lo que vemos es una tediosa historia en la que no es posible identificarse con ningún personaje, conflictos forzados y estirados que no consiguen que haya tensión alguna y una trama predecible y mal copiada de sus películas anteriores.

Incluso es muy significativo cuando al final nos damos cuenta de que la película que estaba dirigiendo el protagonista es nada menos que Mujeres al borde de un ataque de nervios, la cinta que le dio fama internacional a Almodóvar, lo cual sugiere que es el pago de una deuda consigo mismo, un ajustar de cuentas con tintes autobiográficos que tal vez fue lo que llevó a que esta nueva película estuviera desprovista de la chispa e intensidad de todas las anteriores.

Nine, una vida de pasión, de Rob Marshall

Un musical para Fellini

Por: Oswaldo Osorio

Los homenajes pueden terminar siendo emotivos gestos o pretensiosos remedos. Y es que ésta no es una película solamente, sino que también es un clásico del cine como referente, más la obra de un maestro de sueños y delirios de celuloide. Es por eso que esta cinta, dependiendo de cada espectador, inevitablemente se verá de dos formas distintas. Quienes conozcan la obra de Federico Fellini y su filme más celebrado por la crítica (Ocho y medio, 1963), podrán ver una cinta cargada de referencias y sentido cinéfilo; de otra parte, quienes no, verán un musical con un argumento tal vez un poco extraño, pero finalmente con el espíritu del espectáculo y hasta el optimismo propio de los musicales clásicos.

Aunque esta película no es exactamente un remake de aquel clásico, pero sólo por un tecnicismo, y es que está basada es en un exitoso musical que sí se inspiró en la película de Fellini. El musical fue creado por Arthur Kopit y Maury Yeston y se estrenó en 1982 con la aprobación del director italiano. Pero es improbable pensar que el director Rob Marshall no tuvo siempre presente el filme y la personalidad de Fellini al momento de hacer esta película, y eso es una de las cosas que inmediatamente se da cuenta quien conoce dichos referentes.

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