Una exusa para mirar nuestro dolor

Por: Íñigo Montoya

Cuando los extranjeros vienen a hacer películas sobre Colombia, normalmente el resultado son relatos esquemáticos, cargados de estereotipos y  con visiones sesgadas o superficiales de nuestra realidad. Cintas como María llena eres de gracia (Joshua Marston, 2004) o Rosario Tijeras (Emilio Maillé, 2005) buena fe pueden dar de ello. Sin embargo, no es el caso de esta producción alemana, que se muestra más honesta con su propuesta y su mirada a una situación problemática de Colombia, lo cual consigue porque, justamente, sitúa su punto de vista del lado de un ingenuo y sorprendido extranjero.

Este punto de vista es el que permite que el relato se acerque sin prejuicios ni viciado a la violencia de un barrio marginal en la ciudad de Cali. La película consigue hacer un retrato general de la marginalidad y la criminalidad de este sector, pero hasta allí llegan sus alcances, porque en realidad no consigue dar pistas sobre las razones de esta problemática, ni la forma en que funciona, solamente es testigo de las consecuencias superficiales: muerte, crimen organizado relacionado con el micro tráfico de drogas, confrontaciones entre bandas, desplazamiento, etc.

Por lo demás, todo el tiempo asistimos a la mirada ingenua y casi inconsecuente de un médico de origen alemán que hace su pasantía. Toda su relación con los personajes y el conflicto urbano es forzada, tanto narrativa como argumentalmente. Conoce personas de forma gratuita y toma decisiones que no son coherentes con su oficio ni su naturaleza.

Ante esta situación, siempre se presenta de forma irritante e inconexa casi cada acción y cada diálogo, porque lo que hacen es poner en evidencia que el personaje del médico es sólo una excusa para que un director extranjero se sorprenda y trate de entender esta, para él, extrema y exótica problemática. Y peor aún, si bien todo el asunto es muy forzado, resulta que, además, recurre a un esquema muy conocido: el personaje foráneo que llega a una zona de conflicto y se involucra en él por vía de una improbable relación amorosa y los lazos de amistad que establece con jóvenes y niños del lugar.

De manera que si bien se trata de una película con buenas intenciones, que no busca como otras explotar nuestra realidad, el procedimiento para acercarse a ella no es para nada convincente, y por eso todo queda en una suerte de mirada un poco sensacionalista del extranjero que se conmueve con nuestro dolor.

El cine rumiante

Por: Oswaldo Osorio

Todas las historias ya han sido contadas, eso se sabe. También se sabe que la industria del cine depende en buena medida de fórmulas y esquemas preestablecidos. Pero otra cosa es que el cine se copie a sí mismo, o a la televisión, poniendo en evidencia una probable crisis en el séptimo arte actual, al menos el que pretende ser comercial. Esto a propósito de tres películas que coincidieron en la cartelera reciente y que, por tener en común el hecho de ser productos reencauchados de la década del ochenta, es posible hacer algunas reflexiones sobre el asunto. Estas películas son Furia de titanes, Karate Kid y Los Magníficos.

De la primera, Furia de titanes, la razón para hacer el remake de la versión de Desmond Davis (1981) es los grandes avances logrados en los últimos años con la imagen digital, con la cual ya es posible crear cualquier cosa, desde espacios y objetos hasta personajes y criaturas. De manera que ya era posible perfeccionar los precarios efectos que tenía la versión original. Sin embargo, por este mismo motivo, la nueva versión confunde sus objetivos, y en lugar de concentrarse en construir sólidamente el relato mitológico, casi todo el énfasis lo pone en la espectacularidad del universo creado a partir de los efectos especiales y la imagen digital.

En cuanto a Karate Kid, se trata de un remake en todo el sentido de la palabra, es decir, son mínimas las modificaciones del original, realizado en 1984 (aunque hubo tres secuelas más y hasta una serie televisiva). El punto es que, sin que la película sea una obra maestra y ni siquiera con una historia o una idea significativas, veintiséis años después deciden repetirla tal cual, como si el público o el cine mismo no hubieran cambiado nada. Pero lo más preocupante del asunto, es que realmente los espectadores están premiando este refrito convirtiéndola en un éxito de taquilla.

Ahora, Los Magníficos fue una serie de televisión estrenada en 1983 que se prolongó por cinco temporadas. Su planteamiento era extremadamente simple, pues lo reducía todo a un relato de acción en el que se enfrentaban buenos contra malos. La película no cambia en nada esto, pero lo que sí hace es una puesta al día con el más raudo y espectacular cine de acción del momento, y si bien la trama parece más compleja que los ingenuos y repetitivos capítulos televisivos, en el fondo todo se reduce también al esquema de buenos y malos.

La historia del cine está llena de remakes, pero lo óptimo es que las nuevas versiones se hagan con el propósito de darle una vuelta de tuerca a la idea original y mejorarla, sin embargo, lo que estamos viendo con estos ejemplos es más bien un cine rumiante, consecuencia de una industria que está regurgitando los productos de hace veinte o treinta años y le está dando a masticar al público la misma cosa, apenas maquillada con las nuevas posibilidades tecnológicas o con la vertiginosidad del cine del momento, pero sin ningún atisbo de renovación. Pero como siempre, la industria solo tiene la mitad de la culpa, porque la otra mitad es del público, que parece no tener problema -aun más, lo exige- con que le den más de lo mismo.

Publicado el 5 de junio de 2010 en el periódico El Colombiano de Medellín.

Toy story 3, de Lee Unkrich

Los juguetes también son para los adultos

Por: Oswaldo Osorio

De muy pocas películas se puede decir que han significado una revolución en la historia del cine. Toy Story (John Lasseter, 1995) es una de ellas, por ser la primera hecha enteramente con imagen digital, es decir, generada por computador y sin usar cámaras. Pero este hito técnico únicamente representa la mitad de su importancia, porque pudo ser solo una primera pero olvidable película hecha en computador, sin embargo, ella también inauguró una nueva era de un cine infantil que fue creado con la inteligencia y la complejidad necesaria para cautivar también al público adulto.

Y si bien desde entonces esa técnica y tipo de historias fue lo que se impuso como el estándar  del cine infantil (confinando la animación en dos dimensiones y los relatos simples e inocentes a la televisión), lo que ha conseguido esta película pionera, primero con su continuación, en 1999, y ahora con esta tercera entrega, no ha sido igualado por ninguna de su tipo. Sobre todo esta última se ve beneficiada por el completo conocimiento que el espectador tenía de los personajes, el universo y la lógica de la saga. Por eso, con ese terreno ya avanzado, Toy story 3 pudo ocuparse de profundizar más en el sentido de la trama y en sus personajes.

Ante este panorama, por lo difícil que sería escoger cuál de las tres entregas es mejor, es preferible hablar de ella como una sola, por la continuidad que le han dado a sus componentes, por su grado de elaboración en aumento y por el tono y el nivel que se sostiene a lo largo de las tres. No obstante, de acuerdo con esta lógica, la tercera parte sería la de mayor intensidad y en la que mejor conocemos a los personajes y, por ello, sus acciones y las relaciones que tienen entre sí son más significativas.

Por eso en esta última película su eterno conflicto, que ya de por sí trascendía hacia lo existencial, se hace aún más duro y complejo, pues a la dificultad de llevar la vida aceptando su naturaleza de juguetes, se le suma el hecho de que son los juguetes de alguien que ya no es un niño. Y para ajustar, se sienten despreciados y van a dar a algo muy parecido al infierno de los juguetes. Pero los conflictos que tienen que enfrentar no sólo son existenciales y emocionales, sino también los propios de un relato de acción y aventuras, por los villanos a los que tienen que vencer y los casi infranqueables obstáculos que deben sortear.

Saberse caducos y abandonados por su dueño dispara los sentimientos de cada uno de los juguetes, entonces afloran las crisis emocionales y las dudas existenciales. Incluso llega el momento en que pierden su identidad, no sólo como juguetes de Andy, sino en general, cuando son torturados en aquella guardería. Entonces se dan cuenta de que lo único que tienen en la vida es a ellos mismos, a esa amistad de fuertes lazos que los ha convertido en una familia, y ese es el sentimiento que cruza todo el relato y la sólida construcción de los personajes.

A este conflicto interno se le suma el externo, representado por la aparición, por vez primera en la saga, de un villano propiamente dicho, el oso Lotso (que huele a frutas), que además tiene un “brazo armado”, el bebé gigante. Como siempre, ese conflicto externo tiene que ver con desplazarse de un lugar a otro, juntos y sin que los humanos los vean cobrar vida, y con estos dos maléficos personajes el problema se potencia. Pero lo que hay que resaltar aquí es que incluso estos villanos, que generalmente el cine tiende a construirlos esquemáticamente, son tratados con sustancia y solidez, creándoles una historia y una dimensión sicológica. En especial llama la atención cómo consiguen hacer del bebé gigante a un personaje ambiguamente perturbador.

Estamos, pues, ante una pieza de gran valor cinematográfico y tremendamente divertida y entretenida, no sólo para el público infantil sino también para el adulto, que incluso la puede disfrutar más. Es decir, un filme que sabe combinar arte e industria, así como elementos para satisfacer a todos los públicos, lo cual es un logro alcanzado por muy pocos.

Posdata: El corto que siempre precede las películas de Pixar, esta vez uno titulado Día y noche, tal vez también es el mejor que se ha hecho, pues de forma insólita combina animación en 2D y en 3D, con un derroche de ingenio y humor desarrollando una idea de peso.

Publicado el 27 de junio  de 2010 en el periódico El Colombiano de Medellín.

Las vidas privadas, de Marco Tullio Giordana

Los artistas y la guerra

Por: Íñigo Montoya

Muy pocas veces tenemos la oportunidad de ver en la cartelera de Medellín una película italiana, y cuando llega, es una de esas superproducciones de época que cuenta historias muchas veces vistas y que enfatiza su valor en la factura y la inversión, más que en un posible cine distinto de aquella cinematografía tan ajena a nosotros. En otras palabras, así como vimos esta película, daba igual si presenciábamos una superproducción de época de Hollywood, muy a pesar de Italia tener una de las más importantes tradiciones cinematográficas del mundo y ciertamente tiene un cine más valioso y estimulante.

Se trata de la reiterada historia de un país antes, durante y después de la guerra, de la Segunda Guerra Mundial, por supuesto, que es la más cinematográfica de todas. El relato se esfuerza por mostrar cuál es la posición de cada personaje frente a los cambios políticos, lo cual va a determinar el vaivén de sus vidas y las relaciones que establecen entre ellos, porque, también por supuesto, pone a los protagonistas en un bando y en otro, para que el drama funcione.

Con esta descripción lo que quiero decir es que la película apela a un esquema y no se aleja mucho de él. En ese sentido, está llena de lugares comunes (como empezar innecesariamente por el final), probados tics narrativos (como flashbacks que le explican lo obvio al espectador o secuencias de imágenes sobre pegadizos temas musicales, a la manera de un video clip) y golpes emocionales conducidos por fáciles tretas dramáticas (como hacer encariñar a la protagonista de una joven e de inmediato asesinarla brutalmente o trazar con burdos trazos al hombre más malo del mundo, el torturados con el diente de oro).

La variación interesante de esta historia es que los personajes centrales pertenecen al mundo del cine. O al menos interesante para quienes estén familiarizados con el cine italiano de los años cuarenta, que podrá ubicar la historia y por ello la encontrará más significativa al reconocer nombres y procesos históricos.

Por último, es inevitable decir que, a pesar de todo, la presencia casi permanente en la pantalla de la actriz Monica Belucci puede ser, para muchos, una buena razón para ver esta cinta.

Los amantes, de James Gray

El amor duele

Por: Oswaldo Osorio

Se dice que es mejor ser amado, aún sin ser correspondido, que nunca haber amado. Y es que el amor es el sentimiento definitivo, para bien o para mal. Leonard, el protagonista de esta película, es víctima del amor, y consecuentemente de la vida. El amor para él es una debilidad, por lo serio que se lo toma, por lo hondo que lo afecta, y en esta historia, a falta de uno, tiene dos amores, cada uno con sus razones y sus adversidades, lo cual es una penosa situación para alguien que es tan vulnerable ante este sentimiento y ante la vida misma.

Pero antes de seguir hablando de este atribulado personaje, es necesario hacer un paréntesis para referirse quien lo interpreta, un sólido Joaquin Phoenix que lleva sobre sí todo el peso dramático del relato y que lo hace con la consistencia que siempre se le ha conocido y que lo han convertido en uno de los actores más interesantes de Hollywood. Esto cobra aún más significado porque se supone que esta es su última película, después de la cual ha decidido dedicarse a la música. De manera que supo despedirse con una interpretación que culminó con contundencia su gran carrera.

Así que en esta cinta se le ve como un hombre con una vida opacada, definida por una angustia de fondo como consecuencia de una vieja herida de amor. De ahí que la principal virtud de esta película es lo que, tanto el director como el actor (en su tercera colaboración juntos), consiguen a la hora de transmitir unos sentimientos y un estado de ánimo. Es un ese ambiente emocional denso y casi desequilibrado, que amenaza con que en cualquier momento algo terrible ocurrirá, en el que la película pone su énfasis. Por eso tal vez no es un filme fácil de ver, porque le exige al espectador concentrarse en el sentido de esas emociones y sentimientos que hay en juego.

Se trata, entonces, del viaje emocional de un hombre a partir de un relato que ahonda en su confusión y en su dolor, un triángulo amoroso en el que, como siempre, el que ama dos veces la tiene más difícil. Porque nunca será fácil decidir entre el amor apasionado e inconsecuente y el seguro y conveniente. No es una decisión obvia, porque depende de las condiciones de cada cual, ni siquiera de lo que realmente se desea.

La decisión que finalmente toma Leonard, no es tan evidente como parece, por eso el espectador se ve obligado a reflexionar sobre todo lo que le pasa por la cabeza a este hombre cuando está a la orilla del mar, en ese clímax desprovisto de todo drama. El caso es que este personaje y su historia dejan un extraño sabor, una incomodidad que es propia del cine que busca en el espectador a un cómplice y a un interlocutor, aún después de que termine la película.

Publicado el 20 de junio de 2010 en el periódico El Colombiano de Medellín.

FICHA TÉCNICA

Título original: Two lovers

Dirección: James Gray

Guión: James Gray y Richard Menello

Producción: Donna Gigliotti, James Gray y Anthony Katagas.

Fotografía: Joaquin Baca-Asay

Montaje: John Axelrad

Reparto: Joaquin Phoenix, Gwyneth Paltrow, Vinessa Shaw, Isabella Rossellini, Elias Koteas.

USA – 2008 – 110 min.

DIARIO DE ÍÑIGO

20 de Junio de 2010. La ciudad sin espacio para la crítica de cine. Int. Día/Noche.

Hace una semana mi colega y compañero de blog, Oswaldo Osorio, fue reclutado por el periódico El Colombiano para escribir la crítica de cine dominical. Quisiera felicitarlo, si es que eso es posible, porque la verdad es que este suceso pone en evidencia la crisis de este oficio en la prensa de la ciudad y, por extensión,  del país. Lo primero es que de los dos periódicos de la ciudad, uno se quedará sin crítica especializada, porque por la forma en que el periódico El mundo trató a este colega durante los doce años en que fue su único crítico permanente, es improbable que siquiera les interese llamar a otro. Una cuestión más que me surge, es que el llamado de Osorio a las filas de este medio fue como consecuencia de la salida del anterior e histórico crítico, Orlando Mora, poniendo en evidencia que el periódico, como la mayoría de medios del país, cree que con uno solo es suficiente. Y por último, supe que las críticas dominicales del señor Osorio debían ser de quinientas palabras aproximadamente. Si tiene capacidad de síntesis, esta extensión puede ser suficiente, pero el punto es que esta cifra me hace recordar cuando, hasta hace poco más de una década, en este mismo diario los críticos tenían a su disposición toda una página.

Así que ¡enhorabuena!, porque la crítica especializada vuelve (después de unos meses de receso) los domingos a este periódico, pero teniendo en cuenta lo anterior, es decir, en comparación con otros tiempos, es evidente la forma como los medios han arrinconado a la crítica de cine. Espero que ante este panorama mi colega no tenga que hacer muchas concesiones por mantener este espacio que aún le queda a la cinefilia de la ciudad.

El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella

Del amor y el tiempo

Por: Oswaldo Osorio

Las historias de amor en el cine no suelen durar tanto tiempo. Aunque la estructura general de este relato es la de un thriller policíaco, en el fondo se  trata de dos conmovedoras historias de amor que se prolongan por veinticinco años. Y así, entre la eterna pregunta de los thrillers por la identidad del asesino y el profundo sentimiento que un par de hombres sienten por sus respectivos amores, avanza esta película cargada de intriga y gran emotividad.

Los amores conmovedores y un tanto tortuosos son la especialidad de este director, como se puede constatar en El mismo amor, la misma lluvia (1999) y El hijo de la novia (2001), dos películas suyas que tienen características similares a esta nueva cinta, es decir, historias contadas con solidez, envolventes narrativamente, personajes entrañables y la perfecta factura que aprendió de su experiencia trabajando en la televisión de Estado Unidos.

El relato tiene como hilo conductor la investigación sobre el asesinato de una joven mujer. La pesquisa del asesino y sus posibles escapes es lo que le da forma a una trama que no está limitada a la simple intriga policíaca. De fondo se desarrolla una contenida y sutil historia de amor entre uno de los investigadores y su jefa. Más que sus cualidades y acciones profesionales, es la errática y muchas veces fallida relación entre ellos lo que consigue construir a unos personajes bien dimensionados que terminan por ganarse al público.

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El príncipe de Persia, de Mike Newell

Una refrescante aventura

Por: Íñigo Montoya

Cada vez es más difícil que el cine de género y, más aún, una superproducción, nos sorprenda, o al menos no parezca el mismo chicle masticado de siempre. En esta película sus realizadores consiguen que eso no suceda, que no veamos la misma película de aventuras y acción que recala en las pantallas cada temporada de vacaciones, más aún en esta era de la imagen digital.

Es cierto que el esquema general de esta cinta es ya terreno transitado, pero la película hace la diferencia a partir de distintos elementos. El héroe y sus adversidades, para empezar, resultan, si no originales, al menos con ciertas variables novedosas; la esencia de la historia, una traición palaciega como muchas hemos visto, se alimenta de una leyenda que le aporta algo de misticismo al relato; y la trama de acción no depende tanto de los efectos especiales (con todas esas criaturas que ahora la imagen digital puede crear, como en Furia de Titanes, por ejemplo), sino que todo se lo dejan a la narrativa visual y a las capacidades atléticas de los personajes.

Este sentido de la acción, sin tanta carga de los efectismos técnicos, es una de las cosas más atractivas del filme, una cualidad que es heredada de su fuente original, esto es, el célebre video juego del mismo título. Además, el elemento argumental de poder manipular el tiempo, le da un ingrediente que complementa las posibilidades de la acción y las sorpresas de la trama.

En definitiva, es posible que si nos ponemos a enumerar las características de esta cinta, parezca coincidir con todas las demás de su tipo (cine de acción y aventuras de época), pero cada una de esas características tiene el giro adicional para hacerla un tanto más novedosa y lograr que, en conjunto, toda la película se antoje como una cinta de género entretenida y que llega a refrescar el esquema.

Robin Hood, de Ridley Scott

El pasado del príncipe de los ladrones

Por: Íñigo Montoya

Ya tantas versiones se han hecho de este mítico personaje inglés, que poco entusiasma cuando se anuncia otra. El hecho de que haya sido realizada por el mismo director y protagonista de Gladiador, no cambia mucho la idea de que pueda ser una nueva cinta sobre más de lo mismo. Y efectivamente, nada fuera de lo presupuestado se vio, ni siquiera fue un fiasco, solamente una película más sobre un personaje harto conocido.

Aunque es cierto que existe una gran diferencia con las demás versiones, y seguramente a eso era a lo que le estaban apostando sus realizadores para sacarla del montón, y es que esta película termina donde casi todas las demás empiezan, es decir, con Robin Hood en el bosque, con su banda de forajidos, robándole a los ricos para darle a lo pobres.

De manera que la historia que propone esta cinta es la que ya había contado en sus primeros veinte minutos la versión de Kevin Costner, esto es, el pasado como cruzado del personaje, pero concentrándose en una inusual variación que lo pone como un caballero de la nobleza que lucha contra una conspiración para derrocar al rey. Es decir, le cambiaron por completo la naturaleza al héroe, que pasó de ser el símbolo del pueblo que lucha contra la opresión de la nobleza y la monarquía, a ser un noble patriota que ayuda a su rey a permanecer en el trono.

En otras palabras, por hacer la diferencia, esta película desdibuja por completo lo único llamativo que tiene el personaje, convirtiéndola simplemente en una cinta más de acción con caballeros medievales. De manera que todo en ella está diseñado, como es ya costumbre en las películas de este director y este actor (ya sea juntos o separados), en función del esquematismo de las secuencias de acción, del espectáculo del combate con espadas, de los planificados choques entre ejércitos, y en fin, de lo que tanto hemos visto en tantas películas, sin que, además de eso, ofrezca algo nuevo.

Yo también, de Antonio Navarrro

El prejuicio revelado

Por: Íñigo Montoya

Las películas protagonizadas por personajes que tienen alguna incapacidad física o mental siempre resultarán sospechosas. Esa sospecha va por cuenta de todo lo que han sido manoseados por el cine para exprimirle lágrimas fáciles al público, y para, con poco, sacar altos dividendos en drama y emotividad. Por eso, cuando uno sabe que el protagonista de esta cinta es un hombre con síndrome de down, es inevitable recordar, por lo menos, lo que hizo Jaco Van Dormael con El octavo día (1996).

Sin embargo, esta cinta española no sólo está muy lejos de esa pornoemotividad, sino que resulta realmente reveladora con este personaje y su historia. La sorpresa está en que su protagonista, a pesar de su condición, es una persona completamente normal desde el punto de vista intelectual. Aunque en lo emocional y las relaciones sociales, necesariamente tiene algunas limitaciones, pero no por él, sino por el prejuicio de los demás y su marginación de muchas experiencias sociales y personales.

A partir de este planteamiento, entonces, la película construye, con seriedad y solidez a este singular personaje y su forma de desenvolverse en el mundo laboral y la vida social, luchando día a día con los prejuicios del mundo y procurando que todos lo traten como una persona normal. Pero en el fondo de esta lucha, hay otra mucho más difícil y es la de conseguir esa normalidad en el plano afectivo.

Así que esta cinta no sólo es una reivindicación en el plano social de un personaje con síndrome de down, sino también la historia de una relación afectiva, aunque no necesariamente amorosa, como él quisiera, pero sí de amistad y fraternidad. Sin embargo, eso no es suficiente para este personaje y en eso radica la gran tragedia de su vida y el drama de fondo de la película.