La ciudad de las tormentas, de Paul Greengrass

Una guerra se hace con mentiras

Por: Oswaldo Osorio

Los fanáticos del cine de acción tal vez salgan decepcionados de esta película. Y es que está siendo anunciada como una cinta de acción y, para ajustar, es protagonizada y dirigida por los mismos que hicieron la exitosa saga de Jason Bourne. Sin embargo, de acción tiene muy poco, prácticamente solo la secuencia del clímax. En lugar de eso, el espectador se encontrará con un intenso y contundente thriller de espionaje ambientado en la guerra de invasión a Irak y con un marcado tono de denuncia política.

El director inglés Paul Greengrass ya tenía un reconocimiento en el cine político con filmes de gran fuerza como Domingo sangriento (2002), Omagh (2004) y Vuelo 93 (2006). Las dos últimas entregas de la saga de Jason Bourne fueron una sorpresa para quienes lo conocían, porque no se le veía como un director de cine de acción, y aún así, supo hacer la diferencia y crear dos películas que tomaron distancia de las convenciones del género, sobre todo por la estética realista con la que fueron concebidas.

Esta nueva película, que es una adaptación del libro de un analista político y corresponsal del Washington Post en Bagdad, es la perfecta combinación de esas dos facetas del cine de Greengrass: la envolvente acción realista que se le vio con Jason Bourne combinada con la solidez y complejidad de su contenido político. Pero sobre todo, el tono de denuncia es el que se impone en la propuesta de esta cinta.

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El escritor oculto, de Roman Polanski

Los secretos insulsos

Por: Oswaldo Osorio

Cuando el jurado del Festival de Berlin le otorga el premio a Polanski por esta película, estaba pensado más en política que en cine. Y es que el Oso de Plata como mejor director evidentemente fue una declaración contra el arresto del cineasta en Suiza, a causa de un viejo proceso judicial en Estados Unidos. El problema aquí es que, para hablar de una película, se empiece con consideraciones extra cinematográficas, lo cual despierta suspicacias sobre los verdaderos valores del filme y su director.

Los valores del cineasta nadie los ponía en duda hace tres décadas (¡Tres décadas!), cuando se había labrado un prestigio con sugestivas y trasgresoras obras como Cuchillo en el agua, El bebé de Rosemary, Repulsión, Chinatown, El inquilino, entre otras. Pero luego viene una seguidilla de obras menores (Lunas de hiel, Oliver Twist), comunes películas de género (Piratas, La novena puerta), filmes que parecen haber sido hechos por encargo (Frantic) y hasta películas a las que se les nota el esfuerzo por querer competir en la carrera de los premios Oscar (El pianista), con la cual el otrora sugestivo y trasgresor –adjetivos que no son muy apreciados por la Academia- director obtuvo siete nominaciones y tres estatuillas.

Así que la vida de película de este cineasta, con sus escándalos y problemas legales, así como con su viejo prestigio de maestro del cine, tal vez sea lo que ha recargado la balanza para la avalancha de reseñas positivas para su última cinta, a pesar de tratarse de un thriller político de lo más convencional, colmado de lugares comunes y con muy pocos elementos que lo diferencien de otras de las tantas cintas que hay del género.

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8º Festival de Cine Colombiano en Medellín

La diversidad de una cinematografía

Por: Oswaldo Osorio

Siempre se han tenido ideas preconcebidas del cine colombiano, las más recientes dicen que únicamente son películas de narcos y sicarios, o que se están haciendo solo cintas para festivales, o hasta que hay un ‘nuevo cine colombiano’. El repaso que hace cada año el Festival de Cine Colombiano en Medellín desmiente todo esto. Aunque es cierto que cada una de estas aseveraciones tiene algo de verdad, el asunto es que ninguna puede ser una afirmación absoluta, porque nuestro cine ha resultado ser bastante heterogéneo, para bien y para mal.

El festival tiene como uno de sus principales objetivos poner luz en la oscuridad de estas ideas preconcebidas. Esto lo hace dando la posibilidad, al público de la ciudad y a la gente del cine del país, de dar una mirada de conjunto a las películas realizadas en los últimos doce meses, lo cual permite hacer balances y reflexionar sobre la cinematografía nacional, sus rumbos y tendencias.

Pero la principal característica es esa diversidad que desmiente las tajantes etiquetas para el cine colombiano. En medio de tal diversidad es posible identificar, al menos en este último año, esas posibles tendencias o tipos de cine. Habría que empezar por el cine que mejores obras le ha dado al país, aquel en el que los directores, a partir de una concepción clásica del lenguaje cinematográfico, hablan de la realidad nacional con honestidad en su mirada y solidez en su propuesta. Dos películas pertenecen a este tipo: La pasión de Gabriel (Luis Alberto Restrepo) y Retratos en un mar de mentiras (Carlos Gaviria).

También está, por supuesto, la vertiente comercial, tan necesaria para toda cinematografía, porque son películas que, a la larga, contribuyen al dinamismo de la producción nacional en general. Hay que empezar mencionando la cuota anual de Dago García: In Fraganti (Juan Camilo Pinzón). Otra cinta con estas características es Amar a morir (Fernando Lebrija), pero esta película pertenece también a otro tipo de cine que es frecuente en el país, las coproducciones, que si bien no son siempre cine de consumo, generalmente tienen componentes (cuando no concesiones) que potencian sus posibilidades comerciales y así salvar la inversión, como es el caso de Contracorriente (Javier Fuentes-León) y Del amor y otros demonios (Hilda Hérnández).

La novedad en el cine nacional la ponen los jóvenes realizadores. Este año hay cuatro películas que, con mayor o menor fortuna, le apostaron a las búsquedas narrativas y estéticas. Son películas que evidencian la formación cinematográfica de sus realizadores y la cinefilia como referente y fuente de inspiración, además, ellos están decididos a crear a partir de un estilo propio y definido. Por eso, generalmente, es un cine atractivo y estimulante. Esas cuatro películas son: La sangre y la lluvia (Jorge navas), Los viajes del viento (Ciro Guerra),  El cielo (Alessandro Basile) y El vuelco del Cangrejo (Óscar Ruiz Navia).

Esta muestra central está complementada por un documental, La eternidad tiene tiempo de esperarme (Fernando Mora Meléndez) y contará con tres estrenos: la película inaugural, Entre nos (Gloria La Morte, Paola Mendoza), una entrañable historia realizada por dos colombianas radicadas en Nueva York, la cual por primera vez se presenta en el país; un mediometraje de acción realizado en Medellín titulado Hoy martes (Jorge Roldán); y para la clausura, el premiado cortometraje 1989 (Camilo Matiz).

Adicionalmente, el Festival de Cine Colombiano en Medellín, que es organizado por la Corporación Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia, trae para este año una retrospectiva de la animación en el país y rendirá homenaje a la obra del maestro Santiago García, a propósito del tema de las actividades académicas: la actuación. De esta forma, se complementa esta oportunidad única de, no solo ver el cine colombiano, sino también pensarlo, reflexionar sobre él, conocerlo un poco mejor y olvidar todos los prejuicios.

CONOZCA LA PROGRAMACIÓN EN: www.festicineantioquia.com

García, de José Luis Rugeles

Un hombre simple en un mundo podrido

Por: Oswaldo Osorio

La diferencia esencial entre el cine de género y el cine de autor es que el primero apela a un esquema, además siempre tiene unos elementos conocidos, mientras que el segundo pretende ser más libre en su expresión y busca ahondar en las ideas, los ambientes y sus personajes. Por lo general, tienden a ser dos tipos de cine que se excluyen entre sí, pero también es posible lograr una combinación, un equilibrio incluso, como ocurre en esta película.

El relato empieza sin los esquemas del caso, más bien con un tono en la narración y construcción de personajes que se está haciendo muy frecuente en el cine contemporáneo, en el cine de autor para ser preciso, que es definido por una suerte de naturalismo cotidiano en la puesta en escena y un ritmo pausado que es el propio de personajes comunes que llevan vidas igual de corrientes. Así, lentamente y con tranquilidad, con una velocidad que es más la de la vida que la del cine, se va develando la personalidad de García, ya en su casa, en su trabajo o en la relación con su mujerm y esa personalidad es la de un hombre simple, introvertido y nada ambicioso.

Sin embargo, este personaje común tendrá que chocar contra un mundo que quiere otras cosas, un mundo que trasgrede esa ética básica que García tiene y que, incluso, se mueve más rápido que él. Por eso, como ocurre con muchas de las historias de la ficción, ésta se trata de algo extraordinario que le sucede a alguien ordinario, y justo ahí es cuando entra en acción el cine de género, el thriller en este caso. (Es necesario revelar sorpresas del argumento de aquí en adelante).

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El origen, de Christopher Nolan

La realidad por capas

Por: Oswaldo Osorio

El mundo de los sueños es uno de los temas más viejos del cine. La realidad onírica es la que más fácil se le da a los medios del séptimo arte y a la que, junto con la fantástica, mejor provecho le ha sacado. Por eso, de tan recurrente que ha sido en las pantallas, es necesario que cada director que lo retome haga la diferencia, como ocurre en este filme. Porque no se trata de una cinta más sobre el tema, sino una de las más complejas y sofisticadas historias que se haya hecho, un verdadero viaje a las posibilidades del subconsciente y a su aprovechamiento argumental y narrativo.

Es difícil pensar en otro director de la industria que, en la última década, haya logrado combinar la originalidad, el talento y el éxito comercial como lo ha hecho Christopher Nolan. Está claro que lo suyo son los thrillers sicológicos. Pero no los limita simplemente al loquito sofisticado que asesina gente, tipo Hannibal Lecter, sino que su inmersión en la desequilibrada sicología de sus personajes siempre es más sólida y compleja que los clichés del género. Memento, Insomnia y hasta las dos últimas entregas de Batman tienen esta marca, la de no solo ser perfectos thrillers, sino también una inmersión en las profundidades de la sicología de sus personajes.

Al principio, esta película puede parecer una de tantas que recurren al esquema de hacer que la acción pase de una realidad a otra, un esquema que ha sido muy explotado, sobre todo en estos tiempos de realidades virtuales. Sin embargo, rápidamente se puede ver que no solo es un Matrix onírico, sino que tiene la capacidad de trascender esa simple y vieja idea de Alicia atravesando el espejo, para darle una vuelta de tuerca planteando una lógica similar a la de las muñecas rusas, las matriuskas, en la que una realidad es sólo una capa que recubre otra realidad y ésta, a su vez, encierra otra.

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Dos hermanos, de Daniel Burman

La familia no se escoge

Por: Oswaldo Osorio

Un hermano puede ser un extraño íntimo. Porque los hermanos pasan buena parte de sus vidas juntos y, por lo general, la vida entera en contacto permanente, pero de todas formas, en lo profundo, pueden ser unos desconocidos entre sí o, incluso, es posible que cada cual diga que, de no ser hermanos, nunca aceptaría al otro como amigo. En esta película ocurre algo parecido. Dos personalidades contrarias, unidas por la sangre y por la soledad de la cuasi vejez, que al mismo tiempo conviven y se enfrentan, se deprecian y se aman.

Pero esta cinta va más allá de lo tediosa que parece su historia por la descripción inicial de sus componentes. Es cierto que está hecha de la pura cotidianidad de unos personajes en general ordinarios, quienes además protagonizan una historia en la que tampoco nada extraordinario ocurre, pero es en la mirada del director y lo que, a la larga, termina mostrándonos de ellos y de su relación lo que puede hacer la diferencia.

Daniel Burman, su director, fue uno de los protagonistas del Nuevo Cine Argentino, el cual se dio desde mediados de los años noventa y se constituye en el único movimiento de renovación en el cine latinoamericano en cuarenta años. Es un dato significativo, porque da indicios de que estamos ante un cineasta con carácter y experiencia. Tal vez sea quien más éxito ha tenido de su generación y de ese nuevo movimiento, que aún no se ha hecho viejo. Sus películas tienen unas temáticas y un tono muy similar a ésta, son historias que denotan casi una obsesión del director por las relaciones familiares, con todo lo que ello implica: los afectos, la variedad de personajes, la emotividad, la identidad o la falta de ella, entre otras cosas.

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Mentiras tecnológicas en el cine de acción

Por: Oswaldo Osorio

El cine es ilusión, esa es su esencia en todo sentido: son imágenes fijas que percibimos con la ilusión de movimiento, son luces y sombras proyectadas en una pantalla que crean la ilusión de realidad, y pueden ser lugares y personajes inexistentes y fantásticos que materializan universos ilusorios. Esta gran ilusión es posible gracias a los medios tecnológicos que, desde hace 115 años, ha ido desarrollando el séptimo arte. No obstante, si bien ahora todo está permitido para ser creado, solo existe una condición: la verosimilitud, y eso es justamente lo que está perdiendo el actual cine de acción.

Si bien esta reflexión surge a propósito de la última película de Tom Cruise y Cameron Díaz, Encuentro explosivo (James Mangold, 2010), se trata de una tendencia del cine de acción de los últimos años. Por ejemplo, que el petiso pero fornido señor Cruise, apenas con un leve giro, salte del techo de un automóvil, a través de la estrecha ventanilla, al asiento delantero, o que en una moto a gran velocidad tome a su pasajera y, con un movimiento tan veloz como un parpadeo, la siente en frente suyo, son dos acciones que, efectivamente, ocurren ante los ojos del espectador, pero que también todos, de inmediato, tienen la certeza de que tales cosas son físicamente imposibles, que sutileza o credibilidad de la ilusión se ha convertido en una descarada mentira.

Decía André Bazin que lo que gusta al público del cine fantástico es su realismo, es decir, la contradicción entre la objetividad de la imagen y el carácter increíble del suceso. Pero esto sólo aplica para el cine fantástico (ciencia ficción, fantasía y horror), en el que el espectador debe aceptar que un hombre vuele, desaparezca o se mueva tan rápido que el tiempo se detiene. La razón de ser de otros géneros, en cambio, entre ellos el cine de acción, es el realismo respaldado por la verosimilitud, es decir, que sea creíble todo lo que ve.

El punto de quiebre que en este sentido el cine actual está experimentando, es a causa de los actuales avances tecnológicos, en especial las nuevas posibilidades ofrecidas por la imagen digital, es decir, aquella que no es producto de lo registrado por una cámara, sino que puede ser creada o manipulada por computador. Entonces películas como Encuentro explosivo, Agente Salt, Crank o Los ángeles de Charlie, por ejemplo, lo que han hecho es forzar las leyes de la física y la lógica del mundo real que pretenden recrear, para llevar al extremo la espectacularidad de las acciones y las destrezas de sus héroes. Y lo más irónico es que ya no necesitan dobles, porque la pantalla verde y la imagen digital lo pueden todo en la comodidad y seguridad de un set de grabación.

El problema con esto es que el atractivo de los héroes de acción y sus hazañas depende, en buena medida, de que el espectador crea que eso es posible por las habilidades mismas del héroe, no por los trucos tecnológicos del cine. Es por eso que la saga de Jason Bourne o las últimas dos entregas de James Bond han resultado mucho más populares y exitosas que tantas cintas de súper héroes que últimamente se han hecho. Porque en estas película los personajes ejecutan sorprendentes acciones, pero posibles, registradas con la cámara como si realmente hubieran ocurrido con la verosimilitud necesartia. Y si hay efectos, estos se mantienen en los límites de la ilusión, y no del burdo artificio que se aprovecha de la perfección técnica y visual para impactar de manera facilista e incluso gratuita.

Entonces, si el cine de acción no es verosímil, si el espectador, a pesar del realismo de la imagen, que ya todo lo puede hacer, “no se la cree”, entonces se pierde la esencia de este género, que no es otra que crear la ilusión de que estos héroes y sus hazañas son posibles. Y en definitiva, todo este asunto se reduce al eterno problema de la relación del cine con la tecnología, que hay realizadores que usan esa tecnología como un recurso más del lenguaje del cine para contar una historia o desarrollar unas ideas, mientras que otros son apenas hábiles artesanos con los efectos especiales que, en su desconocimiento de la esencia del cine o como concesión a la taquilla, los usan como un fin y no como un medio, como la luz que resplandece y no que ilumina.

El che 1 y 2, de Steven Soderbergh

El hombre detrás de la calcomanía

Por: Oswaldo Osorio

Al cine muy pocas veces se le da bien contar historias sobre héroes o íconos de la historia, más aún si hay un gran presupuesto y un director de Hollywood de por medio. Por lo general se cae en reduccionismos idealistas o lo resuelven todo con una serie de anécdotas. Pero esta película es una afortunada excepción. La historia de Ernesto “Che” Guevara (desde la noche que conoció a Fidel Castro hasta el día de su muerte) es tratada por Steven Soderbergh con honestidad y audacia. La honestidad está en su aproximación sin artificios a esta figura histórica, y la audacia en plantear un relato sin concesiones comerciales, estar hablada en español y su larga duración son las principales pruebas de ello.

A pesar de sus prometedores inicios, Steven Soderbergh parecía que se había acomodado en la última década haciendo complacientes piezas llenas de estrellas y vacías de sentido, como la saga de La gran estafa, por ejemplo. Sin embargo, sorprende la temeridad y seriedad con que planteó este proyecto de largo aliento: Una película de casi cuatro horas y media que se vio obligado a dividir en dos para su distribución: Che, el argentino y La muerte del Che.

Soderbergh, quien escribió el guión basado en las memorias del Che, se concentra en hacer un retrato mesurado y sugerente. Por eso, más que de sus hazañas, como lo han hecho otras tantas películas que han contado su historia, esta cinta da cuenta de su actitud ante ellas, del carácter sereno de este hombre y sus lúcidos fundamentos ideológicos. De ahí que lo más sobresaliente del filme es que no sucumbe a idealizar al héroe, tampoco a hacer apologías ingenuas y mucho menos a reducirlo todo a anécdotas ni a explotar las posibilidades que dicha historia tenía como cine de acción.

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Shrek 4, de Mike Mitchell

El ogro que dejó de serlo

Por: Íñigo Montoya

Como se sabe, desde Toy Story las películas infantiles han cambiado sustancialmente. Generalmente son historias ya despojadas de la inocencia y ternurismo que caracterizaba este tipo de cine, para convertirse en relatos más complejos e ingeniosos que también buscan complacer al público adulto. La primera entrega de Shrek (2001) así lo demostró, y tanto el público infantil como el adulto respondieron a la propuesta, sin embargo, las tres secuelas que le siguieron perdieron el rumbo de lo que se podría considerar un cine inteligente y de calidad.

Y es que a partir de la segunda entrega de esta saga, ese universo tan original y divertido que planteaba, el cual se sustentaba en la idea de parodiar el mundo de los cuentos de fantasía, ya deja de ser atractivo y efectivo con el público, pues se hace reiterativo y predecible, pero sobretodo, la construcción de los personajes y las situaciones, adquieren un matiz ordinario y hasta vulgar.  La segunda, pero especialmente la tercera parte, parecen más comedias televisivas de fin de semana creadas para adolescentes, cargadas de chistes de doble sentido o con un humor hecho a golpe de flatulencias y secreciones.

En esta cuarta parte estos problemas se agravan aún más. Con una historia no demasiado ingeniosa, chistes igual de flojos y vulgares, villanos que no tienen el suficiente peso para hacerla interesante y un relato tan predecible que da tedio, resulta siendo una cinta que parece haber abandonado a sus dos públicos iniciales, el infantil y el adulto, para quedarse con el segmento de adolescentes que tal vez crecieron con la película.

Con esto no quiero decir que todos los adolescentes son tontos, pero la masa de ellos sí que lo es, y una película como Shrek 4 es la perfecta excusa para irse al centro comercial con el grupo de amigos, comprar crispetas y reírse con facilidad y haciendo alboroto de todas las sandeces que se ven en esta película.

Lo más paradójico, es que el filme empieza con un planteamiento serio y dirigido más a los adultos, y es la idea de que el matrimonio y los hijos, con toda la responsabilidad que implican, despojan violentamente a todo hombre de su libertad y su identidad. Pero luego vemos que, por supuesto, este asunto solo era una excusa para propiciar una historia de aventuras para gran bicho verde. Al final, quienes nos tomamos en serie el cuestionamiento inicial, presenciamos al patético protagonista que renuncia a todo lo que es a cambio de una vida de rutina y tedio, una vida en la que él ya no es el dueño de si mismo y ya nunca será lo que lo define como ser.

La mujer del anarquista, de Peter Sehr y Marie Noëlle

Sobre héroes y vencidos

Por: Oswaldo Osorio

Otra película sobre la guerra civil española. Son tantas que se pierde la cuenta, y eso que al país solo ha llegado una pequeña muestra. Esta insistencia en el tema por parte del cine español, como ocurre con todas las cinematografías nacionales, se debe a esa función del cine de reflejar y reflexionar sobre la realidad, así como a la necesidad que tiene una sociedad de exorcizar los demonios de su historia para conocerse mejor. La cuestión aquí es si a partir de una historia mil veces contada se dice algo nuevo, en esta cinta la respuesta es afirmativa solo parcialmente.

Lo primero que llama la atención es la forma en que está estructurada esta historia. Normalmente el cine plantea una trama central y un protagonista principal, pero aquí lo que se ve es algo sí como tres capítulos, cada uno con una trama distinta y con cambio de protagonistas. Esto trae unas consecuencias negativas para el desarrollo argumental y dramático del relato, pues se antoja equívoco e inconsistente, y por eso por momentos es difícil identificarse con los cambiantes protagonistas y mantener el interés en la fragmentada trama.

La primera y segunda parte son las menos interesantes, porque están construidas con los mismos elementos vistos en tantas películas sin que haya variaciones significativas, sin que contenga esos nuevos aspectos o un punto de vista distinto que la diferencie del montón de buenas y malas películas que han recurrido a este tópico.

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