Más allá de la vida, de Clint Eastwood

Aproximaciones a la muerte

Por: Oswaldo Osorio

Hay para quienes lo sobrenatural es equiparable con la ciencia ficción. Tanto lo uno como lo otro estarían en el rango de las creaciones o concepciones fantásticas que tienen la humanidad, ya por necesidad en su búsqueda de respuestas, ya como artilugio ficcional o literario para usarlo en su reflexión sobre la condición humana. Es decir que, independientemente de si se cree o no en la existencia de esas realidades, esto no interfiere con sus posibilidades como relato de ficción y con su poder para comunicar ideas o transmitir emociones, y eso es lo que hace esta película.
Esta aclaración inicial es un poco en defensa de su director, Clint Easwood, quien parecía ajeno a este tipo de temas. Y es que esta película suya parte de la posibilidad de la vida después de la muerte y de la efectiva comunicación entre un mundo y otro. Su premisa sobre el tema la plantea a partir de tres personajes que protagonizan historias paralelas y con cada uno expone, de forma distinta, este acercamiento al contacto con la muerte.
Es que a Eastwood casi siempre se le ha visto como un hombre duro y escéptico, primero en su etapa como actor y luego con muchos filmes que ha dirigido. Por eso sorprende que se haya decidido por este tema. No obstante, aquí se aplica lo que se argumenta atrás, es decir, el tema en cuestión lo utiliza para hablar de lo que ha hablado en muchas de sus películas, sobre todo en las últimas dos décadas, esto es, las emociones y decisiones de las personas frente a los desafíos de la sociedad y el destino.
De otro lado, en esta película, nuevamente, llama la atención su estilo clásico en la construcción del relato y en la puesta en escena. Un estilo que en estos tiempos de manierismo narrativo y efectismo visual se antoja austero, lo cual no es, por supuesto, de ninguna forma un reproche, sino todo lo contrario. En esta película, especialmente, se toma su tiempo para contar con claridad su historia y construir con firmeza a sus tres protagonistas. Por eso tal vez sea una cinta que preferiblemente debería ser vista en una sala de cine, para tener la concentración que dicho espacio permite.
Y es que las tres historias, en principio, apenas están relacionadas por el tema de la cercanía con la muerte. Por lo demás, su director no hace concesiones con el espectador explicándole todas las razones de sus personajes o apurando la conexión entre ellos. Por eso es un relato que exige una paciencia que será recompensada más adelante, cuando todo llegue a tomar forma.
Entretanto, sus tres personajes por separado libran batallas con su entorno, y en esa confrontación la película nos revela -como sólo una buena obra y un buen autor saben- sus más sutiles emociones y sus más vívidos sentimientos, así como variaciones sobre las miradas y las experiencias con el tema del “más allá”. Sin que tampoco se muestre reflexivo o concluyente, sino un discreto pero eficaz tono sugerente que surtirá su particular efecto según las creencias de cada espectador.
De manera que, ya sea uno escéptico o no con este tema, lo que se impone es el estilo cinematográfico firme y definido de un director incombustible, un autor que conoce tanto del lenguaje del cine como la naturaleza humana. Y en ambos tópicos esta cinta consigue dar cátedra.

El jefe, de Jaime Escallón

Antihéroes no para reír sino para lamentar

Por: Oswaldo Osorio

Al ver esta película, es inevitable recordar La gente de La Universal (Felipe Aljure, 1995), uno de los mejores filmes realizados en el país. Ambas cintas están cruzadas por la corrupción a todos los niveles, pobladas por personajes egoístas y mezquinos y con un atractivo cinismo en la forma de presentar todo esto.
Sin embargo, si bien parecen hechas de lo mismo y hasta con un tono similar, a esta nueva cinta le faltó definir mejor su humor, así como construir con mayor solidez su argumento y narración, porque finalmente resulta ser una historia que siempre tambalea a causa de los cabos sueltos y el sinsentido.
Basada en la novela Recursos humanos, escrita por el caleño Antonio García Ángel, el relato sigue siempre los pasos del jefe de una pequeña empresa, un personaje construido a partir de una colección de anti valores y vilezas. Se supone que son estas características la base del humor y de la identificación con el personaje, pero ni lo uno ni lo otro funciona. No es posible identificarse con éste ni con  ninguno de los personajes, porque entre otras cosas, las   situaciones   supuestamente cómicas, que  derivan  de  sus  mezquinas   actitudes,  se  antojan  más    lamentables  que  divertidas.
Y no es algún tipo de moralismo lo que impide ver gracioso todo esto, porque el cine está lleno de antihéroes y situaciones que ponen en entredicho la moral y lo políticamente correcto. Además, mucho del humor está basado en la desgracia ajena y en las maniobras de la gente egoísta. No obstante, esos personajes y situaciones deben saber ser presentados en una ficción para que puedan ser cómicos. Esta película no lo consigue casi nunca.
Por ejemplo, el pobre empleado que pide el aumento, la fiel secretaria cuando se enferma, la muerte del vigilante y tantas otras cosas, aunque parece que fueron creadas para serlo, no resultan graciosas, sino más bien tristes y trágicas.
Es cierto que hay momentos en que la película sí consigue ese humor que pretende, un humor negro, cínico e ingenioso como el de la película de Aljure, pero son momentos excepcionales. Y también se le abona a la cinta el riesgo que corrió con el tipo de historia y el humor que pretendía, que buscaba ser una comedia inteligente y bizarra, más que una comedia elemental y predecible, como las de Dago García, por ejemplo.
Otra de las dificultades al ver esta película está en la lógica con la que fue construida su historia. El conflicto del jefe con su esposa, su amante y sus empleados en general funciona bien, con claridad y solidez. Pero toda esa situación con “el quemado”, la empresa paralela que hace detergentes y la fiesta, entorpecen los conflictos principales, derivan en situaciones sin mucha verosimilitud y llenas de cabos sueltos.
Con todo esto, no se trata de una película insoportable ni en la que falta el talento, pero sí una película malograda en relación con lo que tenía y pretendía lograr. Porque si su principal objetivo era contar una historia divertida, justamente falla en eso, en contar una historia bien estructurada y en ser eficaz y genuinamente divertida.

Skyline, de Colin Strause, Greg Strause

De la forma sin esencia

Por: Xtian Romero – cineparadumis.blogspot.com

Hace poco District 9 puso la bandera muy alto en el tándem de películas de extraterrestres con su novedosa propuesta y de nuevo la temática se puso de moda. Como espectador uno ya espera cintas de esta línea, que si bien no tienen que ser superiores a la ya citada, sí por lo menos sean entretenidas. El tráiler de Skyline promete, promete mucho, pero no es más que una trampa para enganchar espectadores  desprevenidos  para ir a  ver otra tonta película con un muy buen empaque.
De entrada lo único que se puede aplaudir es lo bien resulta visualmente. Unos muy buenos efectos especiales, unos muy buenos diseños de alienígenas y naves, un muy buen maquillaje, y unas muy buenas piruetas de acción, hacen que lo que se vea sea espectacular. Por ejemplo, la nave gigante en el cielo es una imagen hermosa, pero stop!, la cosa no pasa de ahí.
Al guion le hace falta algo importante, alma, porque está repleto de unos personajes tontos, mal interpretados, e inclusive, hasta irritantes, que no generan en ningún momento empatía. Sus diálogos son bastante pobres, y refuerzan más la estupidez de estos chicos adinerados y rebeldes viviendo una vida lujuriosa de rockstars, y sus intentos de dramatismo son facilones, ilógicos y hasta chocantes.
Los guionistas quisieron enfocarse en el drama de unos pocos intentando sobrevivir en medio de este contexto, sin importarles si el mundo se salva o no, primando más sus historias personales que la supuesta invasión, pero les quedó grande jugar a M. Night Shyamalan, que sin necesidad de contar con todos sus efectos, logra una historia impecable, profunda y hermosa en Señales.
Otro tonto producto para niños chiquitos apasionados de los videojuegos, seguro que disfrutarán todos los digitalismos visuales, pero bueno, no me canso de decirlo, repetirlo, y volverlo a decir, en el cine, lo que debería importar es la esencia, no la forma.

El cine colombiano en 2010

Un balance agridulce

Por: Oswaldo Osorio

La situación actual del cine nacional no se puede definir fácilmente ni con afirmaciones absolutas. Son tantos los factores que intervienen y los puntos desde los que se puede abordar un análisis, que hablar en blanco y negro no es suficiente, pues se requiere una paleta de matices compuesta por aspectos como la producción, la distribución, el apoyo del estado, las coproducciones, las temáticas, la taquilla y hasta la crítica.
Hace unos días se dio un debate al respecto a partir de dos artículos, uno escrito por el Maestro Julio Luzardo (www.enrodaje.net) y otro por el crítico y polemista Pedro Adrián Zuluaga (www.pajareradelmedio.blogspot.com). Cuestiones como el tipo de cine que se debería hacer en Colombia, la relación costo-beneficio-calidad o el papel del estado en la subvención de nuestro cine, fueron tratadas por ambos expertos dando pie a significativas reflexiones sobre el tema.
Primero las cifras. Fueron diez los largometrajes estrenados durante el 2010, pero solo dos  superaron los trescientos mil espectadores (El Paseo y Sin tetas no hay paraíso) y casi todos los demás estuvieron por debajo de los cincuenta mil. Eso teniendo en cuenta que fue el año en que los colombianos más han ido a cine (35 millones de espectadores, el doble de hace cinco años). Pero ni el cinco por ciento de ellos fueron a ver nuestras películas.
De estos datos se desprende: que se mantiene el volumen de producción que se tiene desde la creación de la Ley de Cine; que el cine criollo más visto es el más publicitado y comercial pero el de menor calidad; también que, aunque aumentó la asistencia general a las salas (gracias a la novedad del cine en 3D), el público del cine nacional ha disminuido notablemente; y que los premios nacionales e internacionales obtenidos por películas como El vuelco del cangrejo o Retratos en un mar de mentiras no tienen ninguna repercusión en la taquilla doméstica.
En cuanto a las temáticas, la variedad que siempre ha tenido –aunque muchos crean lo contrario- nuestro cine se mantiene. Hay películas que tocan la realidad nacional pero con diferentes y hasta opuestas aproximaciones (La sociedad del semáforo, Retratos en un mar de mentiras y Sin tetas no hay paraíso), comedias ligeras (El paseo y Chance), cine de género (García), adaptaciones literarias (Del amor y otros demonios), relatos intimistas (Rabia y Contracorriente) y cine de autor (El vuelco del cangrejo).
En este sentido, el cine que se está haciendo en Colombia mantiene un saludable y natural comportamiento, es decir, existe la variedad que requiere toda industria, porque es tan necesario el cine de consumo, como El Paseo que acaba de superar los 800 mil espectadores, y el cine concentrado en explorar las posibilidades del arte cinematográfico, aunque esté un poco de espaldas al gran público, como ocurre con La sociedad del semáforo o El Vuelco del cangrejo (vistas apenas por 40 mil y 24 mil espectadores, respectivamente).
En medio de estas propuestas, hay otras que son las que realmente deben preocupar en esa relación entre el tipo de cine que se le ofrece al público y la respuesta de éste en la taquilla, pues se trata de películas que logran un equilibrio entre calidad cinematográfica y cercanía con el público (Retratos en un mar de mentiras, Rabia o García, por ejemplo), pero que este no responde como debería ser, lo cual pone en evidencia algunos de los principales problemas del cine nacional: las pérdidas económicas y el desconocimiento casi general de nuestro cine.
Tenemos una Ley de Cine que apoya la producción, una variedad de oferta para todos los públicos y unas propuestas cinematográficas que enaltecen la calidad del cine nacional. En eso ganamos el año. Pero se pierde con la falta de un respaldo más integral por parte del público y con la poca eficacia en la divulgación y distribución.

Los pequeños focker, de Paul Weitz

Más de lo mismo… pero conocido

Por: Íñigo Montoya

A “veces más de lo mismo” no necesariamente significa un defecto en una película. Hay ocasiones en que realmente uno quiere más de los mismo: Terminator, Volver al futuro, el Batman de Christopher Nolan, Toy story, en fin. Eso es cuando “más de lo mismo” no alcanza a agotar la fórmula, cuando a los esquemas y elementos conocidos todavía se les puede sacar provecho de una forma original o novedosa. Pero tal no es el caso de esta película.
La cinta muestra de nuevo las vicisitudes del torpe y siempre con mala suerte Gaylor Focker, interpretado por un Ben Stiller que se repite en cada película cómica donde él es el protagonista. Parece siempre el mismo personaje puesto en distintas películas con variaciones de argumento: el vigilante de un museo que es divorciado, el hombrecito que está loco por Mary, el inseguro novio de Polly, el recién casado que descubre que su esposa es casi una sicópata, el amigo de un inventor de mal gusto, etc.
La esencia de esta saga está en la relación tensionante entre el casi pusilánime Gaylor Focker y su rígido suegro ex agente de la CIA. En la primera entrega este planteamiento fue realmente original y divertido, mientras que en la segunda funcionó muy bien traer como refuerzos a los dos padres Focker, sin embargo, en esta tercera ya no hay novedad. Prácticamente el conflicto y su planteamiento es una mala mezcla de las dos cintas anteriores.
No se trata tampoco de una cinta tediosa o detestable, porque algunos buenos momentos tiene, como cuando Gaylor pone una inyección a su suegro o cuando el mismo Gaylor es acosado sexualmente por Andi García. Pero a pesar de esos momentos, la mayor parte de la película transcurre sin sorpresas ni situaciones que ya no hayan ocurrido antes o que el espectador no pueda anticipar. Esto porque es más de lo mismo pero ya conocido (dos veces).

RED, de Robert Schwentke

Acción, humor y espionaje con estilo

Por: Íñigo Montoya


En el cine no existen leyes que determinen la forma de hacer buen cine o mal cine. De ser así todas las películas serían obras de arte y/o éxitos de taquilla. Con esta película se puede comprobar esa premisa, pues tiene todos los elementos típicos del cine comercial más gastado y predecible, pero aún así, resultó ser una entretenida y divertida cinta que alcanza a sorprender al espectador.
Es un filme que combina los populares géneros de la acción y la comedia, los cuales siempre resultan difícil mezclar a la hora de mantener la tensión y verosimilitud que requiere la acción, al tiempo que poseer la chispa de gracia que exige la comedia. Esta película consigue tener éxito con dicha combinación sin afectar las cualidades de cada género. Y hablando de géneros, hay uno de ñapa: el cine de espionaje.
Así que tenemos tres esquemas por vía de los géneros: acción, comedia y espionaje. Pero hay uno más por cuenta del argumento: el esquema de “solos contra el mundo”, donde el antagonista es una gran conspiración del gobierno.
Como se puede ver, todo parece conocido y poco original, sin embargo, los realizadores supieron presentar esos elementos de una manera original y divertida. Entre tanto lugar común de sus componentes consiguen hacer unas variaciones ingeniosas y unos giros que sostienen la atención y el interés.
Pero tal vez lo más atractivo de todo es ese reparto de súper estrellas: Bruce Willis, Helen Mirren, Morgan Freeman, Mary-Louise Parker y John Malkovich, todos ellos (un poco menos Willis) interpretando unos personajes, incluso un tipo de cine, en los que nunca se les ve y aquí lo hacen con gran naturalidad y eficacia.
No es una obra maestra, ni entre sus líneas se puede leer el significado de la existencia, pero sí es una cinta que casi cualquier espectador que no tenga prejuicios para con el cine comercial, va a disfrutar y gozar muchísimo.

Los viajes de Gulliver, de Rob Letterman

Hollywood, el anti Rey Midas

Por: Iñigo Montoya

Es cierto que a una película que fue diseñada para ser simple entretenimiento de vacaciones no se le puede pedir mucho, pero la verdad es que hay unas a las que, de acuerdo con ciertas circunstancias, si habría que exigirle un mínimo de nivel y de buen seso.
Esta película, por ejemplo, cuenta con una de las más importantes estrellas de Hollywood de la actualidad (Jack Black), así como con un gran presupuesto y, sobre todo, está inspirada en una de las más celebradas obras de la literatura universal, escrita por el genio lúcido y agudo de Jonathan Swift. Con esos tres elementos, esta cinta no tenía por qué ser el relato banal, de mal gusto y medio tonto que fue.
En primer lugar, tenemos a un Jack Black que lo vemos haciendo el mismo personaje que ha hecho desde Escuela de rock: un adulto superficial e inmaduro que se mueve en el mundo con la pinta y las actitudes de un quinceañero vulgar y egoísta.
Pero lo que más desentona es lo que le hicieron al clásico de Jonathan Swift, un libro que, aunque se cree que es infantil, fue escrito como una aguda crítica a la naturaleza humana y a la sociedad. Esta película, en cambio, desaprovecha todas las posibilidades que brinda el personaje y su aventura para, además de tratar de hacer una cinta divertida y entretenida, crear también un relato inteligente y con un trasfondo, porque lo uno no excluye lo otro (hay que ver el primer Shrek, por ejemplo).
Y es que finalmente todo termina siendo, ni siquiera un relato infantil (que por lo general gozan de unos planteamientos más sólidos) sino una película adolescente, con chistes fáciles, con doble sentido, escatológicos y heroísmos de high school.
De Hollywood sale el mejor cine del mundo, pero también el peor, como en este caso, en el que una obra que es el equivalente al oro en la literatura, el espíritu superfluo y mercantil de la industria la convirtió en basura.

El turista, Florian Henckel von Donnersmarck

Una burla a la inteligencia

Por: Xtian Romero – cineparadumis.blogspot.com

Me estaba resistiendo mucho a escribir algo sobre esta película, era tal el desinfle que motivación no había, además no quería empezar el año con una reseña de esta decepcionante producción, y lo que acrecienta mas este sentimiento, es saber quiénes eran las mentes tras las bambalinas, su director y co-guionista, y pues como mi noble labor es recomendarles buen cine, de hablarles de las películas que mas me gustan, caí en la cuenta que también debería ser la de hablar de las que no han sido de mi agrado, hablar mal de vez en cuando.
Un guion que absurdamente se burla de la inteligencia del espectador, con unos puntos de giro demasiado forzados, demasiado manipuladores y convenientes y un desarrollo argumental lleno de baches e incongruencias, pretendiendo darle un tono thriller al asunto y de repente maquillándolo con toques de humor recurriendo a chistes fáciles, con unas líneas sosas, sin sabor, sin fuerza y muchos clichés cinematográficos, como por ejemplo que metan al protagonista al calabozo donde reposa un ogro que seguro lo hará pasar muy mal. Y que este guion también lo haya firmado el guionista de The usual suspects, un delicioso banquete cinematográfico con uno de los mejores finales que he visto, me desconcierta demasiado.
Pero más desconcertante aun, es que la haya dirigido el mismo que movió la batuta en esa joya fílmica alemana llamada La vida de los otros, ganadora del Oscar en el 2007 a mejor película extranjera. Una puesta en escena básica, simplista, sin espíritu, como si la hubiera dirigido cualquier director de bajo costo gringo. Después de ver su primer film, una cinta tan profunda psicológicamente y tan bien lograda en sus actuaciones queda esperar mucho de este hombre, pero me dejó en una sola pieza al ver esta realización. Tal vez movido por la presión de los estudios norteamericanos, muy seguramente, pero que su talento sea tan desaprovechado, todavía más, espero que se levante de este fracaso y nos vuelva a regalar otra belleza como su opera prima.
Vámonos a sus actuaciones. El gancho de este film definitivamente era esa combinación de estrellas, Jolie-Depp que por supuesto, haría pensar a cualquiera que sería algo bien candente, de hecho este servidor lo pensó, pero lamentablemente, el as bajo la manga, no les funcionó. Depp con sus intentos cómicos no fue capaz de darle vida a un personaje tan mal creado desde la misma escritura del guion; y Jolie, me estresó con su impostada sonrisa de femme fatale durante todo el metraje. Par personajes mal actuados, mal llevados, sin alma, sin que de verdad hagan creíbles sus peripecias y esa supuesta conexión sensual entre ellos dos. No les achaquemos toda la culpa, el conjunto de toda la película es realmente el problema.
¿Qué esto es un remake?, pues sin ver la película original, la francesa El secreto de Anthony Zimmer, estoy completamente seguro que es mil veces mejor, aunque según mis fuentes más confiables, es otra cinta sin ton ni son así que no me interesa pasar mis narices por ahí. Lo único que se puede rescatar de este film es su excelente fotografía que te mostrará majestuosamente dos de las ciudades más hermosas del mundo y su música podría llegar a ser interesante hasta cierto punto, pero se vuelve empalagosa hasta decir no más.

El paseo, de Harold Trompetero

La tarea maluca

Por: Íñigo Montoya

Cada año la misma tarea que hace Dago García al estrenar una película el 25 de diciembre, el cinéfilo colombiano la debe de hacer también al verla. El problema es que cada vez resulta una tarea más tediosa y obligada, porque los tiempos de buenas comedias como La pena máxima o Te busco, ya pasaron. El común denominador en los últimos años ha sido el sentimiento de extrañeza y estupefacción ante lo que este productor, y su director contratado de turno, piensan que es el humor.
El caballito de batalla de la cinta de este año es la road movie, un subgénero que normalmente se presta para  contar historias muy dinámicas y en las que suceden muchas cosas. Pero por dentro de este envoltorio, todo lo de siempre, y de más dudosa calidad cómica, esto es, una familia semi disfuncional pero que también “tiene su corazoncito”, la clase media bogotana como representación del “colombiano común y corriente”, más chistes verbales que visuales (gran error en la comedia cinematográfica) y un humor creado en general a partir de salidas fáciles y populistas.
El hilo conductor, además del viaje, es la verborrea del incomprendido y pusilánime padre de familia, interpretado por Antonio Sanint como si fuera uno de sus números de stand up comedy, cosa que muy pocas veces funciona, sobre todo porque el espectador nunca se identifica cómicamente con él y porque sus chistes casi siempre son clichés o predecibles.
Luego viene sus reforzados giros argumentales, como la reiterada presencia del jefe o el secuestro por la guerrilla zen (!). Es cierto que la comedia puede dar lugar a situaciones absurdas o disparatadas, pero aún así estas deben ser coherentes con una lógica impuesta por la película. Pero no es este el caso y el resultado es todo lo contrario al humor, esto es, el desconcierto y la estupefacción.
Y lo peor llega al final con el final. Un giro meloso y sin ninguna fuerza que deja es aburrido al público que ya está hastiado con ese vaso gigante de crispetas. Entonces todos salimos del teatro y, paradójicamente, una película que no fue hecha para dejarlo pensando a uno, lo pone a pensar, porque es un poco inexplicable esa concepción del humor de quienes, sabemos, conocen la industria, tienen talento y manejan el oficio.
Sin embargo, hay algo que no me deja muy bien parado: que soy uno de los pocos que piensa esto, porque ésta y a sus antecesoras, son películas a las que les va bien en taquilla, y ese –en promedio- medio millón de personas que las ven y se ríen y se carcajean y vuelven al siguiente año y toda la cosa, toda esa gente, seguramente no se pone a pensar en nada de esto.

Las mejores películas del 2010

Diez buenas cintas de una cartelera pobre

Por: Oswaldo Osorio

Es irresistible hacer listas. También es caprichoso, porque nunca habrá dos listas iguales, y un poco inoficioso, pues solo sirven, si acaso, de referente para aquellos que están sintonizados con el gusto y los criterios de quien hace la lista. Este no fue un año particularmente bueno,  sobre todo si se tiene en cuenta que la lista está limitada a las cintas estrenadas en Colombia, o mejor, en Medellín, lo que reduce aún más las posibilidades. Y como se sabe, el noventa por ciento de nuestra cartelera viene de Hollywood y allí el cine por estos tiempos, más que nunca, anda alienado en una carrera de mega producciones, súper héroes y efectos digitales.
Quien quiera ver realmente lo mejor del año, debe echarle un vistazo a las selecciones oficiales de los principales festivales del mundo (Cannes, San Sebastían, Venecia, Berlín y Toronto), a las periferias del cine (China, Irán, Argentina…) y al cine independiente (al verdadero, no al que posa de serlo). Y lo más sorprendente es que casi todo este cine, que es invisible para la oferta comercial nacional, está al alcance de todos, ya sea con los distribuidores piratas de DVD o listos para descargar de la red. Solo hay que saber buscar.
1. Toy story 3. La película pionera de la animación en 3D que en su tercera entrega resulta casi perfecta en todos los aspectos. Una inteligente cinta que logró algo muy difícil: ser tan estimulante para el público infantil como para el adulto.
2. El origen. Ingeniosa historia que supo combinar el efectismo y vertiginosidad del cine de acción con una intrincada trama cargada de complejas implicaciones dramáticas y sicológicas.
3. El secreto de sus ojos. Una historia bien contada, personajes entrañables, un tono emotivo y un poco de todo en su trama.  Lo típico de las que ganan el Oscar a mejor película extranjera. Aún así, es una gran cinta.
4. El imaginario mundo del Doctor Parnasus. Terry Gilliam nunca defrauda. Otro relato suyo donde realidad y fantasía se confunden a partir de cargadas y delirantes imágenes, todo siempre para hablar de las grandezas y miserias del hombre.
5. Micmacs. Una fábula con conciencia social llena de encanto e imaginación. Una combinación de humor, emociones y magia visual, como es propio del universo de Jean –Pierre Jeunet.
6. La muerte del Che. La segunda parte de uno de los retratos más certeros y elaborados que el cine ha hecho sobre el célebre revolucionario. Lo que en la primera entrega fue idealización y gloria, en esta es desencanto e impotencia.
7. Gigante. Un filme tan simple como contundente. Cine del escaso Uruguay que le apuesta a contar, a partir de un realismo cotidiano, una bella historia de amor y soledad.
8. El vuelco del cangrejo. Cine colombiano de autor. Una película cerebralmente planteada, con un estilo propio y orgánico. Una cinta introspectiva y sin concesiones para con el espectador que busque relatos digeribles o mensajes explícitos.
9. Amor sin escalas. Agridulce visión de la vida de un hombre que parece tenerlo todo, contada de forma sutil y reveladora.
10. Solo un hombre. Estilizado drama sobre el dolor de un hombre por una gran pérdida. Todo en esta cinta es contenido y, a la vez, potente: las imágenes, los sentimientos y las ideas.