Matrimonio por contrato: La familia como un gran comercial

Por: Íñigo Montoya

A partir de un interesante planteamiento argumental, esta película pretende criticar el consumismo en el mundo moderno, y en especial en sociedades como la estadounidense. En medio de eso, tiene de todo un poco, un humor sutil, dramas picantes, reflexiones sobre la identidad y sobre el amor.

Se trata de una familia (que no solo un matrimonio, como lo propone su torpe rebautizo en Colombia) que es contratada para parecer perfecta y con esto vender su estilo de vida, un estilo de vida que solo es posible gracias a sus cada vez más sofisticadas y novedosas posesiones materiales. De manera que querer ser como ellos es tener lo que ellos tienen.

El planteamiento de entrada ya es atractivo y, si se piensa realmente en sus implicaciones, muy impactante y preocupante. De hecho, la película sugiere que esto realmente ocurre y no solo en Estados Unidos. Lo preocupante está en esa diferencia entre el ser y el tener, pues confundir lo uno con lo otro es una forma de deshumanización, de cambios de valores, lo cual es tan común en las sociedades consumistas, que en realidad lo son todas, solo que no todas pueden permitírselo.

Cuando esta visión materialista de la vida que sustenta a esta falsa familia empieza, inevitablemente, a ser invadida por lo que realmente es y quiere cada quien, es decir, cuando las emociones empiezan a “pervertir” los negocios, entonces la trama de esta cinta da un giro mucho más interesante y empieza a explorar con mayor profundidad, no solo a sus personajes sino lo que ellos representan.

Con la tragedia final, que trae consigo la rebelión frente al sistema de uno de los personajes, la película se muestra clara y contundente en la argumentación de su tesis, confrontando con esto dos valores universales: el amor y el dinero. Un eterno dilema que divide al mundo en tres grupos: los del dinero, los del amor y los que, según las circunstancias, dudan en su decisión.

Por todo esto, The Joneses (como es su título original), es una sorpresa de la cartelera, pues resultó una película inteligente y con una seria crítica acerca de la sociedad contemporánea, una crítica que sabe desarrollar y cuestionar con eficacia.

Los niños están bien, de Lisa Cholodenko

Un intruso en la familia

Por: Oswaldo Osorio

Solo en esta época de inclusión social y reivindicación de minorías, esta pequeña y modesta película podía hacerse visible. El matrimonio de lesbianas con dos hijos adolescentes que quieren conocer a su padre biológico, es un planteamiento bien atractivo y con enormes posibilidades dramáticas que pudo ser explotado de forma sensacionalista o sensiblera, pero que encuentra en Lisa Cholodenko una mano mesurada que, en general, asumió con honestidad y entereza el relato.

Desde el título, la película hace su declaración de principios, anteponiéndose a cualquier opinión que el sector conservador pueda hacer de este tipo de familias. Porque en ésta todo es amor y armonía, funcionando incluso mejor que una familia convencional, lo cual, también es cierto, no deja de ser sesgado y tendencioso. Tiene las naturales explosiones de  rebeldía y sus fricciones, pero nada grave, sobre todo con los hijos.

Planteado este universo, la propuesta dramática apela al esquema del “intruso”, del elemento extraño que ingresa a un ambiente y lo desestabiliza. Esta situación, continuando con la defensa de la premisa que hace la directora, es la prueba última que necesita esta familia en un momento coyuntural, esto es, cuando los hijos están a punto de pasar a la adultez y cuando este matrimonio entre dos mujeres acusa el desgaste de veinte años.

De esta forma, cuando el padre biológico entra en sus vidas, salen a flote los problemas latentes y cada quien se cuestiona a sí mismo y a los demás. La necesidad de liberación de los hijos, el deseo de una figura masculina, las relaciones de poder en la familia, los inconformismos silenciados, en fin, una serie de miedos, resquemores, pequeñas y grandes batallas, que propician que los personajes -y el público- se confronten y reflexionen sobre muchas de las variables que componen la vida familiar.

La construcción del relato opta por un tono coral, en el que todos los personajes tienen más o menos la misma importancia. Y si bien el conflicto del intruso es el principal, éste propicia otra serie de conflictos adicionales y distintos puntos de vista, según cada personaje. Estos dos aspectos hacen que el relato sea dinámico en su narración y completo en la forma como aborda la historia.

Por eso mismo, este sencillo relato, que insinúa unas implicaciones sociales, culturales y emocionales, se presenta como una entretenida historia, que habla de asuntos serios de manera reflexiva, pero sin estar exenta de humor y desenfado. Así mismo, lo hace con ese tono propio del cine independiente (que, valga decirlo, también se convirtió en una fórmula) en el que la narrativa clásica es llevada al extremo de la simpleza, dejándole todo el protagonismo a lo importante, es decir, la historia, los personajes y las ideas.

En síntesis, se trata de una bonita y emotiva película, construida con sencillez y elocuencia, que si bien deja en claro cuál es su posición sobre este –para muchos- delicado tema, también abre el debate a partir de la forma como asume a sus personajes y sus distintos puntos de vista.


Revisión de un clásico infaltable: Blade Runner

Los tragos añejados saben mejor

Xtian Romero – cineparadumis.blogspot.com


Como los licores, hay películas que con el paso del tiempo se vuelven más sabrosas, pues no pierden su fuerza y, al contrario, se vuelven unos totales banquetes cinematográficos que puedes disfrutar una y otra vez, porque cada experiencia te regalará nuevos ingredientes que te lo condimentarán mejor.

Blade Runner es eso, un incontestable referente obligado para cualquier cinéfilo, uno de los más importantes clásicos de la ciencia ficción que hay que visionar, disfrutar y reflexionar, porque es tal vez la película de este género que mejor hace el análisis de la relación maquina-hombre, la que más profundiza y cuestiona este planteamiento.

Ridley Scott, un director nuevo y prometedor

En 1982 se estrenaría esta cinta de la mano del británico Ridley Scott, un director nuevo que ya venía haciendo mella en la industria, llamando la atención con sus anuncios de tv y por haber dirigido la también clásica, y en mi opinión, sobrevalorada cinta, Alien: El Octavo Pasajero.

Blade Runner se basa libremente en la novela corta ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de uno de los mejores exponentes del Sci-fi en la literatura, Philip K. Dick, y retomando la estética cyberpunk que ya venía trabajándose en el manga japonés (realmente no es que sea tan original, pero vale, de eso se trata el cine, de reciclar y mejorar), reuniría todos estos referentes y le daría vida a esta película, que si bien fue un fracaso taquillero en su momento, hoy por hoy es, valga la redundancia, toda una joya, una joya que en mi concepto, y en el de muchos, tiene una de las mejores escenografías logradas en todos los tiempos, lúgubre, sucia y deprimente; no es gratuito que haya sido nominada al Oscar en esta categoría y que Ridley Scott se considere el maestro en este campo.

Pero el film no solo se soporta en eso, una fotografía tremendamente profesional, y una banda sonora apabullante refuerzan el tono lúgubre del que ya les hablé, y tal vez, este excesivo preciosismo, en un primer visionado, opaque la importancia del argumento, por lo que le exige una máxima concentración al espectador.

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La película recomendada: El hijo de Rambo

Primera sangre

Una divertida y emotiva historia de amistad entre dos niños, quienes llenan el vacío que les produce sus carencias afectivas familiares con el rodaje de una película. Una rara pareja empeñada en hacer cine de acción, usando precarios medios, una temeraria irreverencia y mucha imaginación. Son of Rambow. Dir. Garth Jennings. UK. 2007.

DECARGAR: http://isohunt.com/torrent_details/48194809/Son+of+Rambow?tab=summary

SUBTÍTULOS: http://www.solosubtitulos.com/descargar-subtitulos/p22915.html


Kinestoscopio 93: La revista para los que aman el cine

Acaba de salir la última edición de la única revista de cine del país, un heroico proyecto cultural que, insólitamente, ha sobre vivido ya 21 años. Con su reciente propuesta en la diagramación y algunos cambios y adiciones en sus contenidos, la actual revista se muestra renovada y más atractiva para su público, aquel que ama el cine.

La portada de este último número no podía estar dedicada a otro tema que a la más reciente película colombiana, más específicamente de Medellín: Los colores de la montaña, del director Carlos César Arbeláez. Una entrevista con el realizador y una crítica sobre el filme abren el contenido que trae la revista sobre el cine nacional, que siempre es uno de sus más importantes tópicos. Es por eso que también se puede encontrar en este número una reseña sobre el Festival de cine de Cali y un texto sobre Andrés Caicedo.

El dossier está dedicado a las nuevas caras femeninas de la cinematografía latinoamericana, con lo cual se da un significativo informe sobre el nuevo protagonismo que las mujeres tienen en el cine de la región. Así mismo, trae la infaltable sección de críticas a películas de cartelera, entre ellas Micmacs, Rabia, Red social, Machete, Solo un hombre y Hierbas salvajes. Adicionalmente, las dos novedades de la revista son las secciones dedicadas al documental y al cine de serie B, además de las ya tradicionales: Filmes invisibles y Sueño eterno.

www.kinetoscopio.com

Marte necesita mamás, de Robert Zemeckis

Los fracasos de un director prometedor

Por: Íñigo Montoya



Hasta hace una década el nombre de Robert Zemeckis se perfilaba como el más prometedor de la industria de Hollywood. Se hablaba de él como el sucesor de Spielberg, por su capacidad de hacer películas de gran éxito, con historias bien contadas y una cierta calidad cinematográfica: la saga de Volver al Futuro, Quién engañó a Roger Rabbit, La muerte le sienta bien, Forrest Gump, Contacto, Náufrago, entre otras.

Sin embargo, en la última década, su empeño con la animación digital por vía de la técnica del capture motion (filma primero a los actores y luego los convierte en animación 3D), solo le ha significado unos irregulares resultados, tanto en la taquilla como en la calidad cinematográfica.

Ha hecho cuatro películas con esta técnica: El expreso polar, Beowulf, Los fantasmas de Scrooge y Marte necesita mamás. Esta última ha sido su mayor descalabro, sobre todo en lo comercial, pues las expectativas eran muy altas y la respuesta fue tan pobre que le cancelaron su próximo proyecto, una nueva versión del Submarino amarillo.

Y efectivamente, esta nueva cinta infantil si bien presenta un planteamiento argumental con cierta originalidad (un niño tiene que rescatar a su madre raptada por marcianos que la usan para criar a sus propios niños), termina siendo desarrollado de forma muy convencional y predecible, aunque sin llegar a ser tediosa o malograda.

Igualmente, la concepción visual es atractiva, pero todo el trabajo en que se ha puesto Zemeckis con su “nueva técnica” no se diferencia demasiado de las otras películas de animación, pues su ambición es lograr el mayor realismo posible en las expresiones y movimientos de los personajes, y si bien tiene mayores avances que la animación convencional, la diferencia no es suficiente como para que por sí sola ya tenga un atractivo superior a las demás.

No es que sea una mala película, al contrario, tiene todos los elementos de una bien lograda película infantil de animación, pero teniendo en cuenta las ambiciones, inversión y expectativas de la cinta, así como el nombre de su director, el hecho de que el resultado sea solo una película más del montón es lo que pone en evidencia su fracaso como producto industrial y cinematográfico.

Invasión del mundo: Batalla – Los Angeles

Bala, explosión, muerto, avance, más bala

Por: Íñigo Montoya

Es muy significativo, y también un poco sorprendente, que la película más taquillera del momento, tanto en Colombia como en Estados Unidos, sea una película extrema, es decir, una cinta que, al parecer, sería solo del gusto de una franja del público, la que gusta del cine de acción más simple y descerebrado.

Porque este filme de ciencia ficción no es otra cosa que un largo tiroteo de casi dos horas. Además, una historia, como suele suceder con el cine más comercial, muchas veces contada, desde El día de la independencia (Ememrich) hasta La guerra de los mundos (Spielberg): una invasión extraterrestre en la que no hay más interlocución con los alienígenas que la violencia y el deseo de exterminio total.

La cinta enfatiza su intención de ser contada solo desde este punto de vista, el de la acción y la violencia, cuando los protagonistas son todos soldados, apenas sazonados un poco con algunos civiles que solo están allí para hacerles más dura su labor.

La película cuenta, como es necesario por cuestiones de ritmo y atención del espectador, con algunas escenas de “descanso”, en las que con la delicadeza de un fusil plantean unas emociones y sentimientos, pero por lo demás, es todo plomo y destrucción mientras van de un punto A a un punto B, es decir, tal cual como un video juego.

A pesar de todo lo dicho, si el espectador no tiene un prejuicio serio por este tipo de cine, es una cinta que se deja ver, porque hay que reconocer que tiene su poder hipnótico en la medida en que sabe usar sus recursos para sostener la atención -y tensión- este simplísimo esquema: bala, explosión, muerto, avance, más bala

Rango: Un western animado para adultos

Por: Íñigo Montoya

Aunque el cine de animación casi siempre es dirigido al público infantil, también es una técnica usada para hacer películas complejas en su construcción y orientadas a los adultos (El gato Fritz, Ghost in the Shell, Heavy metal, Final fantasy…). Pero entre estos dos extremos hay unas “indecisas” que son planteadas como lo uno y terminan siendo lo otro, como ocurre con esta cinta.

Rango es un camaleón que cae de su cómoda urna de cristal a la mitad del desierto. Llega a un moribundo pueblo típico de las películas del oeste y les hace creer que es un sanguinario asesino. Hasta aquí todo muy bien, una película ligera, ingeniosa y divertida que tenía toda la atención y risas de mi sobrina de seis años, quien estaba en la butaca de al lado. Pero lo que sigue a continuación es un western a la manera clásica, con toda la gravedad y complejidad que exige este género.

Aunque a los dos minutos ya se empieza a sospechar la dirección que podría tomar esta cinta, cuando el camaleón cae en el parabrisas de los personajes de Miedo y asco en Las Vegas, aquella delirante y drogadicta película de Terry Gilliam protagonizada por Johnny Depp (quien, justamente, hace la voz de Rango). Este guiño cinéfilo (como la aparición de Clint Eastwood más adelante y otros tantos más) ya empieza a contradecir lo que podría ser solo una película infantil.

Y efectivamente. Si bien a la historia general quieren darle un trasfondo ecológico, como está de moda ahora con el cine para niños, en esencia se trata de un western duro y directo que apela a todos los tics y esquemas del género. La trama sobre la escasez del agua se hace cada vez más compleja, en la medida en que nuevos personajes y subtramas se suman a la historia, mientras que el conflicto interno del personaje se transforma en un asunto existencial y filosófico.

Para ajustar, los personajes grotescos y oscuros cobran más protagonismo, mientras que la violencia y la intensidad de las secuencias se hacen más pesadas, tan pesadas como el sueño profundo en el que se encontraba ya mi sobrina y el niño parlanchín de dos filas más adelante. Para la mitad de la película, entonces, ya estábamos ante un western con todos sus componentes y el tono de gravedad correspondiente.

Ahora que ya estábamos conscientes de que se trataba de una película para adultos, y la mayoría de infantes habían sido excluidos del espectáculo, se podía ver que el principal problema de la cinta era que, precisamente, se tomó muy en serio los esquemas de las películas de vaqueros.

Y es que quien haya visto las suficientes películas del género, o incluso historias sobre falsos héroes en quien una comunidad deposita sus esperanzas, se dará cuenta de que Rango no le ofrece nada nuevo, todo lo contrario, termina siendo una cinta harto predecible.

Pero a pesar de que uno ya sabe qué va a pasar, e incluso cómo va a terminar, no es una película tediosa, pues su originalidad y atractivo está en los detalles: en los diálogos ingeniosos, en la concepción visual de la animación, en ese sucio y desgastado universo que recrean y en los guiños cinéfilos. Por todo eso vale la pena ver esta película, eso sí, sin niños, porque se aburrirán con la densidad y complejidad de una historia que de ninguna forma es para ellos.