Es una comedia romántica, pero no como las tontas y predecibles pelis de Jennifer Aniston. Es una comedia romántica de desamor. Esa contradicción ya la hace original y llamativa. Si a eso le sumamos una pareja con buena química (Joseph Gordon-Levitt y Zooey Deschanel), un manejo visual estilizado y estimulante, buena música indi de los ochenta y unos diálogos inteligentes y divertidos, pues tenemos ante nosotros una bella y entrañable historia. Marc Webb. USA. 2009.
Acaba de salir una nueva edición de una de las más antiguas publiciones especializadas en cine de Latinoamérica. Comno siempre, un tema central a manera de dossier encabeza la variedad de temas. En esta ocasión ese tema es el cortometraje colombiano, la cenicienta de nuestro cine, pues a pesar de la cantidad que se realiza, la calidad que alcanzan muchos de ellos y el apoyo estatal para su producción, es un material invisible para el grueso del público. Solo se le puede apreciar -y solo una parte- en festivales y muestras de cine. En esta publicación se podrá encontrar, entonces, un grupo se artículos que reflexionan sobre él y dan a conocer su estado.
Continuando por la misma línea, también en esta edición hay un robusto número de textos dedicados al cine colombiano y a los cuatrro estrenos de la temporada: Karen llora en un bus, En coma, Lecciones para un beso y El jefe. Así mismo, el recorrido habitual por festivales de cine esta vez pasa por Cartagena y Buenos Aires.
Como es natural, la sección más amplia es la dedicada a las críticas de cine de la cartelera, en esta ocasión son catorece las películas comentadas, entre ellas varias de las protagonistas de la última entrega de los premios Oscar: El ganador, Temple de acero, 127 horas, Biutiful y El Cisne negro.
El documenta, el cine de Serie B, los maestros de obra, los filmes invisibles y el clásico del cine también están presentes en esta edición.
Tribulaciones de tres promesas incumplidas
Por: Oswaldo Osorio
Los cuarenta años son los nuevos veinte, decían por ahí en alguna película. Al menos para los hombres parece funcionar más esta juguetona sentencia, seguramente diseñada para reconfortarlos en ese momento crítico de sus vidas. Aunque para muchos, la verdad sea dicha, realmente se aplica. Pero éste no es el caso de los protagonistas de esta cinta, quienes se encuentran no tanto experimentando un nuevo impulso en sus vidas, sino más bien en una encrucijada existencial.
Carlos Fernández de Soto al parecer se propuso con esta película reflexionar sobre ese momento en la vida de los hombres, cuando sus cuarenta años de existencia parece obligarlos a hacer balances. Y esta reflexión no es desde la perspectiva de aquellos que satisfactoria y felizmente le sacan provecho a sus “nuevos veinte”, sino desde la mirada de tres hombrecitos más bien grises y atribulados que le dan vueltas al asunto y a sus vidas, que se quejan y maldicen, que parecieran querer volver a tener veinte, más que para vivirlos de nuevo, para corregir el rumbo.
Que esta reflexión haya sido eficaz cinematográficamente, eso en realidad se puede poner en duda como se verá más adelante, pero ciertamente planteó y desarrolló su tema con sus posibles variables. Lo que habría que entrar a discutir es que si no funciona bien como expresión audiovisual, ¿entonces sus premisas, aunque estén manifiestas en la historia y sus diálogos, son menos significativas? En otras palabras, se puede decir que se entendió lo que quería decir, ¿pero lo dijo de manera que, como lo ambiciona toda manifestación artística, implicara una experiencia estética y emocional plena?
Pero antes de tratar de responder esas preguntas, es necesario decir que, sin duda, el director planteó las mencionadas premisas, y para ello apeló a tres personajes que ilustran distintas posiciones ante la vida en relación con la edad que tienen. El primero es un periodista decepcionado y hasta furioso con lo insostenible de la situación del país, quien ha perdido casi toda esperanza de que él o su oficio puedan hacer algo; el segundo es un hombre casado y con hijos que descubre que es homosexual (sin duda el personaje más forzado en la naturaleza de su drama); y el tercero un hombre que, aparentemente, está satisfecho con su vida, pero que sus dos amigos y la película lo presentan como un ser inmaduro que se ha negado a crecer y que tiene una vida desprovista de toda seriedad y compromiso.
Historia(s) de la condición humana
Por: Oswaldo Osorio
El humanismo de la sabiduría casi siempre ha perdido la batalla contra la intolerancia de los necios, de los cegados por el poder. Tal es la tesis que se propone desarrollar esta película, todo a través del personaje de la filósofa y matemática Hipatia como hilo conductor. Se trata de una cinta española que se esfuerza en conciliar esas ideas de peso con todo el efectismo propio de su carácter de súper producción internacional.
El director de Tesis, Abre los ojos, Los otros y Mar adentro, Alejandro Amenábar, de nuevo demuestra su buen oficio para contar historias. Aunque muchas veces se ha quedado solo en eso, en el buen oficio, y lo esencial de sus relatos (salvo por Mar adentro) termina condicionado por la pirotecnia narrativa y visual, como efectivamente ocurre en muchos momentos con esta nueva película.
La trama se sitúa en un tiempo y lugar privilegiados de la historia de la humanidad, la ciudad de Alejandría a finales del siglo IV d.c. Eran los estertores del esplendor de la antigüedad y la imposición del cristianismo como la religión dominante, dos procesos históricos de choque, ideales para poner en evidencia la condición humana y sus luchas de poder.
Es así como aquí la religión, la política y la filosofía se enfrentan para definir cuál de ellas dictará las nuevas reglas de esa sociedad que se está reconfigurando. Las dos primeras buscan imponerse para hacerse con el poder, mientras la tercera parece más desinteresada y propone la conciliación, la igualdad y el humanismo. Pero la lucha es desigual y termina dominando la intolerancia, la crueldad y el fanatismo, todo esto presentado como un retrato no solo de esa época y esa sociedad, sino de la naturaleza de los hombres en general.
Para hablar de estos grandes temas la historia apela a los personajes de Hipatia y tres hombres que están en torno suyo y que representan cada una de las posiciones en pugna por el poder. Es a través de ellos que el relato desarrolla el drama humano (con amores, desamores, amistad y discrepancias) y el drama político. El equilibrio entre ambos aspectos es de los elementos más llamativos y mejor logrados de la cinta, aunque también son evidentes las concesiones que se hacen para lograr fáciles efectos dramáticos.
Y es que ya en las grandes ligas, con un presupuesto de súper producción y un acabado con el aspecto general del cine de Hollywood (es decir, uniformado con él), Amenábar debía apuntar a lo seguro. Por eso busca ser proporcional en cuanto a valores de producción, secuencias de acción y profundidad de la trama. De ahí que, por ejemplo, el componente histórico se acomode al efecto emocional buscado y no al contrario, como ocurre con el destino final de la heroína o cuando se sugiere que le famosa biblioteca aún existía.
De todas formas, se trata de un filme potente y llamativo, realizado con el rigor de buen artesano del cine como siempre ha sido este director español. Y aunque el peso aplastante de la producción, así como algunos esquematismos dramáticos, traten de imponerse a unas reflexiones que daban para algo más profundo y complejo, en general tiene un equilibrio que la convierte en una cinta solida y significativa.
Entre la emoción y la sinrazón
Por: Oswaldo Osorio
¿Es posible que una película sea cuestionable en su calidad por la forma en que fue elabora y, aún así, considerarla una buena película? Claro que es posible, aunque ocurre con muy pocas, puesto que esta paradoja implica la separación entre el crítico de cine y el espectador, que no es otra cosa que la dicotomía entre la razón y la emoción. Es decir, con esta cinta la razón dice que no, pero la emoción dice que sí.
Y es que es inevitable caer en las “trampas del cine” con esta película, sobre todo porque se trata de un thriller, ese género que está construido siempre en función de manipular las emociones del espectador. Por eso, desde que el protagonista se toma la primera pastilla, la montaña rusa de episodios, conflictos y giros en la que se embarca, es tanto para él como para los que están en la butaca.
Porque todo lo que propone esta historia tiene que ver con una pastilla y su fantástico efecto para activar la lucidez y la inteligencia. La pastilla del hombre nuevo, podría llamarse, porque con ella cualquier cosa es posible. Por tal motivo, funciona como el elemento activador de la historia y los conflictos, una original variante para un thriller, porque de eso se tratan casi todos: la confrontación entre los personajes por obtener una ventaja sobre los demás, que generalmente es dada por dinero, armas o posiciones de poder.
De manera que nuestro héroe drogado y dueño del mundo nos conduce en un intenso viaje que incluye matones, prestamistas, tráfico de drogas, asesinatos, investigaciones policiacas, intrigas financieras, política, adicción, delirios por abstinencia y hasta una tibia historia de amor. Una recarga de elementos y recursos presentados en un lenguaje visual vertiginoso, efectista y vivaz, que hipnotiza la retina e inyecta la sensación de pulsión que mantiene el protagonista.
Sin embargo, ahora mirándola desde la razón, casi todo en ella es superficial y torpemente atado, cuando no gratuito y forzado. Empezando por la esencia de la historia, de la que se desperdició lo que pudo haber sido una interesante reflexión existencial en relación con lo que es y puede hacer el ser humano. Pero a este director el contenido de la historia le interesaba menos que la ya mencionada condición del thriller de mantener activadas una serie de emociones en el espectador, para lo cual recurre a golpes de efecto, falsas pistas, sorpresas y toda la caja de herramientas propias del género.
De manera que es posible ver en este filme una seguidilla de clichés, como empezar el relato por el clímax, dejar caer la última pastilla por una rejilla o el protagonista narrando y comentando lo que le ocurre. Y los inesperados giros están siempre en función de la eficacia para crear emociones y no de la solidez o hasta la cogerencia de la historia.
Aún así, es inevitable caer en la trampa y mantener durante casi todo el relato las manos tensadas o sorprenderse genuinamente con sus improbables giros. Es por eso que esta película resulta entretenida y es emoción pura, aunque de seso poco y de originalidad casi nada. Pero muchas veces en el cine, con eso es suficiente.
Vea más en:
www.cinefagos.net
Ensayos – críticas – cine colombiano – cómics – cuentos de cine
La amistad, la guerra, la patria y la desilución
Un clásico de grandes proporciones: larga duración (casi tres horas), narrativa épica, intensidad dramática, temas imponentes y estrellas entregadas a soberbias interpretaciones (Robert De Niro, Meryl Streep, Christopher Walken). Es una historia de amistad en la América profunda, que se ve cruzada por la desolación de la guerra de Vietnam. Planteada en tres grandes partes: la vida en el pueblo, la crueladad de la guerra y el regreso a la vida donde ya nada es igual porque algo esencial se ha perdido. Deer hunter, USA, 173 min. 1978.