Rompecabezas, de Natalia Smirnoff

El ama de casa que desafió su mundo

Por: Oswaldo Osorio


Una mujer atiende los invitados en una fiesta y organiza el desorden. Luego nos damos cuenta de que ella misma es la agasajada de la fiesta, se celebra su cumpleaños. Con esta elocuente y patética primera secuencia, esta directora argentina ya nos revela todo el juego de reglas y relaciones que se darán en esta película, describiendo con contundencia la personalidad de su protagonista y el universo del que hace parte, un universo que disimuladamente la subyuga y del que ella todavía no sabe que se quiere liberar.

Y sí, se trata de una historia de liberación como tantas ha contado el cine, sobre todo con mujeres (además hecha por una mujer). Pero no es una de esas liberaciones de siempre en que la mujer infeliz, con un infierno de matrimonio, manda a volar todo eso que la oprime, sino que esta es la historia de una liberación más sutil, menos dramática y más desde el interior de la protagonista que desde el exterior de su vida cotidiana.

Un hecho incidental, el descubrimiento de su singular pasión y talento para armar rompecabezas, hace que esta mujer descubra otro mundo distinto al de su monótona y opaca vida de ama de casa. Fue un rompecabezas, pero pudo haber sido el macramé, la numismática o las clases de tai chi, lo importante es que en ella todo estaba dado para ese despertar a la autodeterminación y a sentir otras cosas en la vida.

Y no es que estuviera rodeada de trogloditas que la maltrataban día a día, todo lo contrario, convivía con tres hombres decentes y cariñosos. Pero justamente ese es el problema, que su condición de marginación y servilismo en ese entorno familiar pasaba como el estado natural de las cosas. No había mala intención en estos hombres, pero eso no necesariamente niega que los roles en muchos sectores de la sociedad son de una arbitrariedad y un machismo campantes, en especial cuando son legitimados por el matrimonio.

Armar rompecabezas, conocer a un compañero que compartía esta pasión e incluso competir mostrando sus habilidades, hizo que esta mujer levantara su mirada siempre fija en el lavaplatos, el fogón y la escoba. ¿Y su familia? Muy bien, gracias. Solo algunos roces cuando su pasión rayaba con la obsesión, pero todo en su cotidianidad seguía más o menos igual, no obstante, en lo esencial era ya muy diferente, pues ahora era una mujer transformada, con una pasión y una nueva actitud ante su vida.

Ahora, esta película no es una rueda suelta dentro de la cinematografía gaucha. Su debutante directora ya había trabajado con varios de los más importantes realizadores del Nuevo Cine Argentino, y su película misma está vinculada con este movimiento que ha dado, desde mediados de los años noventa, un nuevo aire al cine de ese país y de toda Latinoamérica.

El realismo cotidiano es la principal característica de este movimiento, lo cual quiere decir que en su narrativa y puesta en escena la película apela a un naturalismo que resulta el mejor vehículo para expresarnos, con todo su patetismo, la cotidianidad de esta mujer. Y así mismo es la interpretación de María Onetto, quien se echa sobre sus hombros esta mesurada pero potente historia de liberación femenina.


8 minutos antes de morir, de Duncan Jones

La muerte y la muerte del Capitán Stevens

Por: Íñigo Montoya

Empiezo este comentario por una nota de farándula. El director de esta película es el hijo de David Bowie, también conocido cuando niño como Zowie Bowie. La anécdota tiene importancia porque, siendo el hijo de uno de los más importantes artistas desde hace cuatro décadas, algo de ello se le quedó de su padre, quien, según el mismo Duncan, lo obligaba de niño a leer dos horas al día.

El niño leía mucho literatura de ciencia ficción, Asimov principalmente. Por eso no es de extrañar que sus dos primeras películas pertenezcan a este género. La primera es una joya titulada Moon (2009), una cinta que carga con el espíritu (e incluso las homenajea) de películas como 2001: una odisea espacial y Blade Runner.

Esta segunda película está dentro de la lógica de viajes en el tiempo, pero con una importante variante relacionada con los umbrales de la muerte que le da una dimensión más compleja a la naturaleza del protagonista, quien no solo tiene que afrontar los conflictos que se desprenden de las paradojas temporales, sino que también tiene que lidiar con serios asuntos existenciales.

Pero a diferencia de su primera cinta, que es más un relato sobre la introspección de su protagonista, en esta esos conflictos internos están complementados por una trama de acción y suspenso, de manera que la película siempre mantiene un ritmo y una tensión constantes que la hacen siempre inesperada y entretenida.

Su final es lo menos convincente, pues sucumbió a la complacencia de un desenlace en el que todo el mundo, salvo los villanos por supuesto, termina bien. Y esto no es contar el final, porque la verdad es que son pocas las películas -y menos en Hollywood- que tienen la valentía de decidirse por finales sin complacencias, aunque el planteamiento y el desarrollo de la historia así lo exijan, como en este caso.

Cowboys Vs. Aliens, de Jon Favreau

Invasores del lejano oeste

Por: Oswaldo Osorio


De todas las mezclas posibles entre géneros cinematográficos, la del western con la ciencia ficción es, sin duda, la más atractiva. La razón es simple, son dos universos opuestos que se reúnen en el mismo tiempo y espacio. De esa contradicción resultan casi siempre ingeniosas historias, pero sobre todo, la oportunidad de explotar las enormes posibilidades visuales y estéticas que cada uno de estos géneros tiene.

La idea no es nueva. Ya ha estado presente en la literatura, el cómic y la televisión. En el cine el primer referente data de 1935, con un serial llamado The Phantom Empire. Pero los más conocidos son Westworld (1973), Volver al futuro III (1990) y Wild Wild West (1999), aunque esta última realmente pertenece a un subgénero llamado steam fiction, que es aquel que especula con la posibilidad de que el desarrollo tecnológico de la humanidad se hubiera dado por vía de las máquinas a vapor.

Por otra parte, existe una variante más arrevesada todavía, el space western, al que pertenecen aquellas películas que tienen toda la lógica y dinámica del western en su historia y personajes, pero la trama se desarrolla en el espacio exterior. La guerra de las galaxias (1977) es el mejor ejemplo, aunque también se pueden mencionar Star Trek V: The final frontier (1989) y Cowboy Bebop (2001), un anime que también fue serie de televisión.

Ambos son géneros propicios para la acción, el western con sus pistoleros siempre prestos a tirar del gatillo por cualquier razón, ya sea por los indios, por robar el oro de la diligencia, por cobrar una recompensa o simplemente por divertirse a costa de otro más débil. La ciencia ficción, por su parte, en esta película se presenta en su variante de alienígenas invasores, planteando esa dinámica simple, pero muy intensa, de dos bandos en franca confrontación, unos atacando y otros defendiéndose.

Y es precisamente en este último punto donde se encuentra el fuerte de esta cinta, pues con la tecnología de finales del siglo XIX se hace más irresoluble el conflicto de combatir a los invasores. Sin embargo, los guionistas se las arreglan para mandarles ayuda “externa”, y es por salidas como esa que la historia evidencia una cierta pobreza en su construcción.

Pero si bien su argumento no es lo ingenioso que el planteamiento inicial le exigía, aún así, la película mantiene su fuerza natural dada por la mencionada oposición de esquemas y por la vistosa iconografía de cada género. Adicionalmente, la pareja protagónica (interpretada por Daniel Craig y Harrison Ford), aunque construidos con los arquetipos del western, funcionan muy bien por su encarnación de héroes ambiguos y por el contrapunto que sostienen sus personajes.

Basada en una novela gráfica de Scott Mitchell Rosenberg, Cowboys Vs. Aliens se presenta como una buena opción de entretenimiento, porque está construida con algunos de los elementos más atractivos del cine, cinética y visualmente hablando: naves espaciales, alienígenas, tiroteos, persecuciones, jinetes atravesando el desierto, explosiones, etc.

Aunque no hay mucho seso en ella, tampoco es necesario que todas las películas lo tengan, lo importante aquí es que se trata de un relato que conjuga el encanto y el impacto de los que tal vez son los géneros cinematográficos más fascinantes e icónicos del séptimo arte, y eso ya es suficiente para abandonarse ante la gran pantalla.


La pontífice, de Sönke Wortmann

O de cómo agradar al público

Por: Íñigo Montoya


Más que en datos históricos confirmados, la premisa de esta película está fundada en una leyenda medieval que contaba la historia de una mujer que, haciéndose pasar por hombre, llegó a la más alta posición de la Iglesia Católica. El relato hace un recorrido por toda su vida, así como las cualidades y azares que hicieron posible conseguir esto.

De entrada resulta una película muy atractiva, tanto por el misterioso encanto de la época que recrea (siglo IX) como por la inmediata identificación que el espectador tiene con la protagonista. Esta identificación tiene que ver con el rechazo que producen los dogmas católicos de la época frente al papel de la mujer, no solo socialmente sino ante el conocimiento.

Por eso, la posibilidad de que al menos una mujer pudiera trasgredir todo ese rígido esquema es una promesa para el espectador. Pero cumplir esa promesa implica complacer al público, lo cual no tiene nada de malo si se hace con solidez y coherencia. No obstante, esta película se excede en esas complacencias, pues pone toda su trama, personajes y soluciones argumentales al servicio de ello, sin importar si se antoja gratuito o forzado, como efectivamente ocurre en muchas ocasiones. Solo habría que contar las grandes coincidencias que amarran la historia para darse cuenta de eso.

El punto es que, si bien es una cinta muy entretenida y atractiva por todo lo que pasa, gran parte del material está puesto allí, justamente, para que “funcione con el público”. Es por eso que ni siquiera se abstuvieron de inventarse una historia de amor, como es requisito de todo relato populista. De manera que de de la cinta solo queda sus valores de superproducción y lo atractivo de la leyenda que le dio origen, porque por lo demás es puro cine efectista y complaciente dramática y emocionalmente.

El cine de Luis Alberto Restrepo

El Placer de la Guerra

Por: Sebastian Betancur Ochoa


“Errare humanum est”, cita la clásica expresión latina en la que se deja por sentado que el ser humano, por su naturaleza, es susceptible de cometer errores y es inevitable tratar de impedir que esto pase. Entre los errores que ha cometido y seguirá cometiendo el hombre, está la guerra. Esa lucha implacable y despiadada por el poder, el territorio o por el simple hecho de demostrar superioridad, ha hecho de la historia una gran sucesión de errores y tropiezos en la evolución del ser humano.

Sin embargo, estos han sido enormemente productivos para los artistas que hacen de ella una fuente de inspiración tanto para reflexionar sobre ella como para criticarla en todos sus aspectos. Desde los realizadores norteamericanos utilizando su Guerra Civil, la invasión a Vietnam o la más desgastada ya, Segunda Guerra Mundial; pasando por los españoles que no ignoran la represión de la dictadura franquista y su misma guerra civil, un país como Colombia, cuya historia ha ido de caída en caída, no podía ignorar, a través de sus expresiones artísticas, todo este conflicto que ha acompañado a su población desde hace más de medio siglo.

Luis Alberto Restrepo es uno de esos individuos capaces de analizar y criticar el conflicto que se ha vivido en el país, y presentarlo, utilizando los recursos y la narrativa cinematográfica, para mostrar realidades que casi siempre son ignoradas por los medios que se encargan de delimitar qué y cuánta información recibe la sociedad en general. Pero aun así, éste no lo hace de manera amarillista ni sensacionalista, sino que involucra otros aspectos de la psicología del ser humano que afronta todo este tipo de conflictos y los presenta a través de personajes muy bien construidos que llevan la trama a una faceta que llega a desligarse del asunto guerrerista y se centra en una cuestión más rica en detalles narrativos e ideológicos.

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En un mundo mejor, de Sussane Bier

Por una ética frente a la venganza

Por: Oswaldo Osorio


En un mundo mejor no habría venganza, esto por mencionar, inicialmente, lo que bien podría ser la idea de fondo de esta película, así como por poner en una frase su título original (Venganza) y el usado fuera de su natal Dinamarca. Tampoco habría armas, divorcios, mundos de tercera, bullys, cáncer o idiotas que quieren arreglar todo a los puños. Aunque la lista sería casi interminable, son estos aspectos los que toma como ejemplos la cinta que se ganara el Oscar como mejor película extranjera.

La directora danesa Sussane Bier, muy cercana al movimiento Dogma 95, después de su aventura en Hollywood, vuelve al territorio que conoce, esto es, fuertes dramas, cruzados por la muerte, crisis familiares y una predilección por contrastar sus historias en la desarrollada y civilizada Dinamarca con la precariedad de vida en el Tercer Mundo. Pero todos estos tópicos siempre planteados en función de unos cuestionamientos éticos esenciales.

En este caso se trata de la ética de la venganza, pero no a la manera de Park Chan-Wook o Tarantino, sino más alejada del artificio de los géneros cinematográficos y más cerca de las vivencias personales de los protagonistas, aunque también es cierto que la decisión que toma el médico frente al “gran hombre” obedece a un caso extremo.

El asunto se plantea de una forma más compleja cuando se trata de enseñar, en el caso de un padre a un hijo, lo innecesario de la venganza, o cuando el acto vengador parece a todas luces necesario y justiciero. De ahí que esa ética que se tiene tan clara, ya sea de un lado o de otro, es decir, de los que están a favor y en contra de la venganza, se hace más confusa en sus contornos y, por eso, los personajes y el planteamiento del filme se definen mucho mejor con cada decisión que estos toman al respecto.

En medio de ese gran tema de fondo, están las relaciones afectivas en primer plano. Desde el amor y la comprensión hasta el resentimiento y el desprecio. Son dos familias con problemas, ya por la presencia de la muerte o de la infidelidad, que protagonizan tanto fuertes como sutiles confrontaciones, eso sin tener que apelar demasiado a los golpes de efecto dramáticos que se le habían visto a esta directora en sus dos películas anteriores (Hermanos, 2005 y Después de la boda, 2007) y, en general, a muchas de las cintas del movimiento Dogma 85.

Aunque no se trata por completo de una película de este movimiento, la base de su propuesta narrativa y visual sí parten de él: fotografía sin afeites, mucha cámara al hombro, ambientación naturalista y casi nada de música. Pero lo importante es que hay una gran eficacia para dar cuenta de las ideas que quiere desarrollar, anteponiendo el natural desenvolvimiento del drama ante los artificios de la imagen, y aún así, en la película hubo margen para la estilización, sobre todo en el aprovechamiento de la luz naturales y en la concepción de los encuadres.

Tal vez, hacia el final, tiene un problema, y es que la cantidad de personajes con equivalente protagonismo, llevó a que la historia tuviera al menos cuatro grandes conflictos, por esta razón, desde el momento en que se soluciona el primero, hasta que se resuelve el último y después se atan los cabos finales, el relato se alarga demasiado, pero aún así termina siendo una película con fuerza dramática y honda en sus implicaciones.

Súper 8, de J.J Abrahams

Por: Xtian Romero – cineparadumis.blogspot.com

Steven Spielberg es ese hombre que, ya canoso, se niega a crecer. Es ese hombre que demostró en los setentas y ochentas, tanto como director y productor, que el cine de entretenimiento sí podía ser de calidad. Y aunque en su extendidísima carrera ha tenido algunos desaciertos que le han valido sus buenos enemigos, aún hoy sigue luchando por seguir su senda y es, indiscutiblemente, de esos personajes al que el cine le debe mucho.

No es de extrañar que J.J Abrahams, creador de la laureada y espectacular serie Lost, además de ser el director de la película Star Trek, que sirvió como precuela a esa famosa y clásica serie, resultando ser una excelente space opera que jugó con todos los clichés del género para ser un blockbuster de calidad, se una con esta vaca sagrada para hacer todo un homenaje al cine que lo vio crecer.

Con el solo título y la época en que se sitúa, ya empieza a oler a nostalgia, y desde el mismo momento que arranca, los recuerdos empiezan a llegar poco a poco a la memoria del espectador, quien durante todo el metraje se sentirá de nuevo como un niño con una sonrisa estampada en la cara, logrando transportar a esas viejas épocas a cualquiera, contrario a lo que pasa en otras cintas actuales, como Capitán América.

A lo muy ochentas, en un pueblo tranquilo, una pandilla de niños que se empecinan en realizar una película de zombies, son testigos de un terrible accidente de un tren de la fuerza aérea norteamericana, el cual lleva un secreto en su interior que desatará una serie de sucesos extraños y aterradores en el pueblo y ellos, tienen una prueba contundente, la cinta de cine que graban, viéndose envueltos en una aventura que, si bien bebe de todos los tópicos y clichés, lo hace de buena manera, y cuenta una historia entretenida y hasta divertida que se sostiene con buen ritmo durante el visionado, y aunque parece que se fuese a caer en el final, la última escena, llena de simbolismo, la deja bien parada y con un buen sabor de boca.

Cada elemento en la cinta tiene su razón de ser como homenaje, haciéndolo honestamente y de frente, porque a medida que se va construyendo la historia no se podrá dejar de pensar en E.T, Los Goonies, Cuenta conmigo, Encuentros cercanos del tercer Tipo e, inclusive, en lo que significó el mismo George Romero para el cine de terror con sus zombies, en uno de los puntos más ingeniosos del film, la película que estos chicos desean hacer. (Atentos al final de la cinta, recuerden que siempre hay que terminar los créditos, uno nunca sabe que sorpresa deparan).

Que la pandilla de niños es típica y clichésuda con el gordito gracioso, el niño vomitón, el adicto a las explosiones y la chica ruda (¿Estos cagones no lo hicieron de puta madre?); que tiene algunos giros predecibles y la historia queda con varios huecos que se debieron haber resuelto; que se desaprovechó el extraterrestre para generar más empatía con él y que funcionara como el E.T súper evolucionado que pretendía ser y un sin número de bla bla bla; se le perdonan con todo gusto, pues no le pueden quitar algo que tiene esta cinta de las que carecen las mega producciones actuales, MAGIA.

Magia porque no se olvida de sus personajes y a pesar de estar apelando a la ciencia ficción, tiene en cuenta algo de lo que se olvidan las películas de este género frecuentemente: los dramas humanos, y ante todo, tal vez lo más importante, que es una cinta donde se respira auténtico amor por el cine.

9º Festival de Cine Colombiano de Medellín

El cine nacional, un joven y viejo saludable

Por: Oswaldo Osorio

El cine colombiano tiene casi noventa años, eso si contamos desde la realización del primer largometraje de ficción (María, 1922). No obstante, podría decirse que en la actualidad atraviesa por una etapa de juventud, eso como resultado del impulso que le ha dado la Lay de Cine desde hace ya siete años. Tampoco se puede decir que empezó otra vez desde cero, sino más bien que es un cine reencarnado, el cual conjuga elementos del pasado y del presente.

En esta nueva versión del Festival de Cine Colombiano de Medellín se podrá ver esa combinación de elementos. Son quince películas de una rica diversidad en sus temáticas y tratamientos, también en la intención, la calidad y la factura. Hay coproducciones como Rabia, Contracorriente y Del amor y otros demonios; cine intimista como Karen llora en un bus; y películas que buscaron conectarse con el gran público como Sin tetas no hay paraíso, El paseo o El jefe.

Naturalmente, y como es necesario, hay otras cintas que reflejan la realidad del país en sus distintas problemáticas y con acercamientos diferentes, desde la sutileza y emotividad de Los colores de la montaña, pasando por la dureza y realismo de La sociedad del semáforo, hasta la vocación reflexiva y crítica de Retratos en un mar de mentiras.

El caso es que se trata de una cinematografía hoy por hoy vital y prometedora, con películas tanto para el beneplácito del público, como para ser consentidas por la crítica o premiadas en festivales, incluso películas “todoterreno” que tienen la capacidad de llegar a esas tres instancias. También, y no menos importante, es una cinematografía más madura, tanto en los aspectos técnicos como en el eficaz conocimiento de los procesos de producción. Es decir, todo está dado para que el público se decida a apoyarla definitivamente, que es lo que más le hace falta.

Un festival dedicado por entero a esta cinematografía, justamente, busca esa apropiación por parte del público. Con un evento de estas características, se pretende dar a conocer mejor este cine a los espectadores y disuadirlos de sus prejuicios para con nuestro cine. Por eso, además de esas quince películas, se mirará al pasado con un homenaje al pionero de la animación en el país, el maestro Fernando Laverde, y se realizará una muestra sobre el rico periodo de realización de mediometrajes de Focine.

Para completar esta vocación formativa, como siempre, el Festival tiene una nutrida programación académica, esta vez dedicada a la dirección de fotografía. El evento está planteado en forma de seminario y contará con la presencia de los más importantes cinematografistas del país, a quienes acompañarán cuatro invitados internacionales, encabezados por el reconocido guionista y director mejicano Guillermo Arriaga (Amores perros, Babel, Fuego).

Se trata, pues, de toda una semana dedicada al cine nacional estrenado durante el último año, más un repaso a ciertos momentos de su pasado y una importante reflexión académica en torno a la fotografía en el cine. Una oferta completa y al alcance de un público que cada vez tiene menos reparos para con el cine nacional, gracias en parte a eventos como este.